DESCONFIANZA
(Publicado esta semana en Semanario VOCES) Hay un juego que suelen hacer algunos periodistas con sus entrevistados, en el cual le preguntan a quién salvarían en la hipótesis de que fueran en un bote que se está hundiendo. Más allá de lo interesante de pensar en quién salvar, en el fondo se esconde una cuestión muy clara: es natural y lógico que intentemos “salvar” (proteger, darle un buen empleo, etc.) a aquel con quien tenemos mayor afinidad, generalmente a los familiares más cercanos, pero también a los amigos más íntimos. Casi podría decirse que está en la naturaleza humana. El tema es que esa decisión es absolutamente arbitraria. Cuando permitimos que alguien con poder, decida por sí y ante sí a quien puede favorecer, estamos consagrando la arbitrariedad, y pisoteando los derechos de otros. De hecho, la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece en el numeral 2 del artículo 21 que "Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a ...