BAJAR LA PELOTA AL PISO
Es comprensible el fastidio de algunos compañeros que vieron fracasar sus expectativas previas al Congreso. Pero si es verdad que queremos ganar en octubre, y en primera vuelta, algunos deberían pensar un par de veces -al menos- las cosas que dicen y escriben. He leído algunos análisis posteriores al Congreso que realmente preocupan. Tomaré un par de ellos simplemente como ejemplo. Alberto Grille, en Caras y Caretas, dice que: “La militancia de los comités de base, al menos ésta, la del siglo XXI, y no sólo los comunistas y tupamaros, no lo llevan a Danilo y parece evidente que prefieren perder con los blancos que votar a Astori”. Una afirmación totalmente desubicada y antojadiza No descarto que haya comunistas o tupamaros o cualquier otro militante frenteamplista que prefieran al Pepe antes que a Danilo. Como seguramente también habrá comunistas y tupamaros y cualquier otro militante frenteamplista que prefiera a Danilo antes que al Pepe. Pero estoy absolutamente seguro que cualquiera de ellos, una vez resuelta la interna de junio, saldrá a militar por el Frente Amplio y la profundización de los cambios. No me queda ninguna duda. Pero parece que algunos ahora dudan de todo, dudan que con algunos candidatos se pueda ganar, pero tienen la certeza que con otros arrasamos, dudan que las resoluciones del Congreso sean las que apoyarían los frenteamplistas en general, y dudan que los frenteamplistas voten al frente si gana alguno de los precandidatos. Algunas de esas dudas podrían calificarse, por lo menos de ofensivas. Comparto con Grille algunas de sus apreciaciones en cuanto a lo que define como un choque de trenes (la interna entre Mujica y Astori). Grille dice que “Tampoco es necesario que la disputa sea despiadada para que el Frente resulte muy malherido”. Es verdad, y por eso hubiéramos preferido que el candidato del FA fuera el del Congreso, que no hubiera internas. Lo dijimos mil veces, pero no se nos escuchó.
En cambio, para nada comparto sus apreciaciones sobre la orgánica frenteamplista, la que para el “no es representativa de la totalidad de los votantes del Frente Amplio y que, tarde o temprano, habrá que reconocerlo y corregir esa desarmonía, que se acentúa con los cambios en la sociedad y en la manera de hacer política, y que es capaz de distorsionar la democracia interna a favor de los menos y más activos”. Su visión, que aparentemente es “más democrática”, lo que pretende es dejar de lado la democracia participativa (patrimonio cultural histórico de la izquierda) y llevarnos al paradigma de la democracia burguesa, en el cual la participación se reduce a votar cada tanto tiempo por unos señores, que unos son más lindos que otros o tienen una sonrisa más atractiva o hablan más complicado y por tanto deben saber más. El FA nació para otra cosa, nació para demostrar que es posible hacer un país entre todos, comprometiéndose y luchando cotidianamente por conquistar la dignidad como seres humanos. Eso es lo que se hace en los Comités de Base y en toda la estructura del FA.
Comparto y suscribo plenamente la siguiente afirmación de Grille: “Pero aquí donde estamos, lo único que importa es la unidad y, como bien dijo Mujica, sólo la unidad le dará el triunfo al Frente Amplio. Lo único verdaderamente estratégico es la unidad del Frente...”. El tema es como se contribuye a esa unidad. No es seguramente adjudicándole a una buena parte del FA la preferencia por los blancos antes que por alguno de los candidatos propios. ¿Cuál es la unidad que pretende promover Grille cuando inmediatamente después de eso dice que: “Quinientas mil voluntades decidirán con muy variados criterios un candidato que podrá ser o no el que el Congreso eligió, pero al que habrán votado no para babosear al que pierde –como lo hizo el Ku-Klux-Klan en el Congreso...”? ¿A qué tipo de unidad quiere llegar Grille, cuando acusa a buena parte del Congreso del FA de votar a unos para “babosear” a otros? ¿Es por el camino de comparar al 70% de los frenteamplistas con organizaciones yanquis que han predicado la supremacía de la raza blanca, el antisemitismo, racismo, anticatolicismo, anticomunismo, xenofobia, etc, que Grille pretende llegar a la unidad del Frente Amplio? Claro, no se puede esperar mucho más de quien piensa que el Congreso fue un circo. Ahora Grille “descubre” a Marcos Carámbula. Pero Grille se lamenta de que “es verdad que en las encuestas marca 5% de los votos, y eso es realmente muy poco si se necesita 50%. Pero las circunstancias podrían haber merecido un momento de locura”. Claro, a Grille (como a muchos otros compañeros frenteamplistas) guiarse por algo distinto a lo que dicen las encuestas les parece una locura. Y entonces terminan llevando al Frente Amplio a una contienda fabricada por los grandes medios y por las encuestadoras. Nosotros opinamos diferente desde un principio. Hace meses que dijimos: “Decir que hay candidatos cantados, no tiene demasiado rigor político. Se lo presenta como una especie de axioma, como algo que no tiene que ser demostrado. Habría que analizar al menos de donde surge la fórmula (quienes la “cantaron”). Hasta donde sabemos, la misma surge de la prensa y se ha mantenido en el tapete gracias a ella. Cualquier fórmula a la que llegue el FA en sus instancias orgánicas será el “símbolo de la unidad” y no solo la que hasta ahora ha manejado la prensa y algunos compañeros. La unidad y sus símbolos siempre los hemos construido dentro del FA, y no es bueno que permitamos que se nos impongan desde afuera”.
Astori dio un discurso luego del Congreso, en una reunión en el Club de Empleados del Banco Hipotecario (el día 17 de diciembre). El discurso del compañero Astori es muy bueno. Es un discurso muy frenteamplista y ampliamente compartible, más allá de los detalles. Si tuviera que resaltar alguna discordancia, creo que señalaría su visión de la irreversibilidad de los cambios; Astori dice: “¿Cuándo los cambios son irreversibles? Cuando se hacen carne en la vida cotidiana de la gente, en su alimentación, en su salud, en su trabajo, en su salario, en su cultura, en sus ideales, en sus sueños, en sus seguridades. Cuando hagan carne en esa vida cotidiana no hay marcha atrás. Y eso es lo que tenemos que lograr, que la gente sienta que su vida se está desarrollando en base a los cambios que se están procesando en el país”. Yo creo que en ese sentido a Astori (al igual que a muchos compañeros frenteamplistas que lo apoyan) le falta ver un detalle importante: la participación de la gente. Los cambios son irreversibles sólo cuando la gente ha participado en la construcción de esos cambios, cuando siente que los cambios son un producto de una acción colectiva de la que se es parte. Cuando los cambios les son dados a la gente desde arriba, y cuando esos cambios la benefician, los recibe de buen grado (la gente no es tonta), pero solo los defenderá a muerte y serán irreversibles si esa misma gente ha participado (aunque sea minimamente, en una cuota parte) en esos cambios. Y esa es una diferencia sustancial que muchos tenemos con el punto de vista “astorista”. Y por eso nosotros defendemos con todas nuestras fuerzas la participación popular en toda la amplia red de organizaciones sociales y políticas del país. Y por eso defendemos con todas nuestras fuerzas la orgánica de nuestra fuerza política, la estructura y sus decisiones. Eso también está en juego en las próximas elecciones internas. Porque vamos a entendernos, el programa es uno sólo, de manera que el candidato que estará al frente del gobierno frenteamplista que aplicará ese programa es importante (no lo negamos), pero nos preocupan otras cosas. Nos preocupa las concepciones de cada candidato en torno al respeto a las decisiones de la fuerza política a la que pertenece, por ejemplo. Hace pocos días leía una entrevista al compañero Danilo Astori en El Espectador, y el compañero decía cosas como estas: hay “...una distancia importante entre la estructura de los órganos de dirección del Frente y lo que podríamos llamar el “pueblo frenteamplista”. Emiliano Cotelo le pregunta: ¿Qué es el “pueblo frenteamplista”?, y Danilo responde: “El pueblo frenteamplista son los que votaron al FA en 2004, un millón largo de votantes; los que manifiestan en las encuestas de opinión hoy su intención de votar al FA; los que podrían participar en una interna, fácilmente no menos de medio millón de personas, 600.000 personas tal vez. Ahí hay una distancia importante”. Es decir, Danilo parte de la base que la estructura del FA toma decisiones que en realidad van a contrapelo de la gran masa frenteamplista. No se sabe de donde saca esa conclusión, en que se basa para afirmarlo, pero tampoco dice cual es el papel que le correspondería entonces a la estructura del FA. Parecería que, según su visión, la estructura del FA permanentemente debería estar consultando al “pueblo frenteamplista” sobre lo que es bueno para el FA, así de esa manera evitaría equivocarse como lo hace. O de lo contrario, tal vez piense el compañero Astori que en realidad la estructura no es necesaria, ya que de todas maneras va a contramano del “pueblo frenteamplista” y lo que hace es entorpecer y demorar lo que tarde o temprano se debe hacer. En este caso, por ejemplo, el FA bien se podría haber ahorrado las discusiones previas al Congreso en los Comités de Base elaborando programa y discutiendo candidaturas. Bastaba con las bases programáticas elaboradas por los delegados de los sectores y luego ir directamente a elecciones internas y punto (no está claro si ese “pueblo frenteamplista” también debería aprobar las bases programáticas, o si en ese caso alcanza con la participación de un puñado de militantes sectoriales). Porque el programa tampoco obviamente conforma a Astori, aunque por razones diferentes. No le gusta la resolución del tema candidaturas adoptada por el Congreso, porque intuye que hay una “distancia” importante entre lo resuelto por la dirección y lo que aparentemente decidirá el “pueblo frenteamplista”, es decir, entiende que cuanto más pueblo intervenga en la decisión, mejor. Pero en el caso del programa le sucede al compañero algo totalmente a la inversa. Lo que le molesta es que se hayan modificado, por parte de miles de asambleas de Comités de Base y en el propio Congreso, las bases programáticas elaboradas por algunos delegados sectoriales. Es decir, en este caso lo que parece estar mal es que las bases (reunidas en el organismo máximo de la fuerza política) se atrevan a modificar lo que decidió un puñado de compañeros en una Comisión y que luego fuera aprobado por el Plenario Nacional (órgano inferior al Congreso). Vean si no lo que dice Astori más adelante en la entrevista, cuando explica las líneas de trabajo a seguir en la campaña por las internas: “Segundo pilar, el programa, esto es, las grandes líneas programáticas, que ya fueron acordadas entre todos los sectores, no en este congreso, sino en un plenario previo, que concitó el consenso, la unanimidad de los sectores del FA” (las negritas son nuestras). Es decir, para Astori los lineamientos programáticos para el próximo gobierno del FA no son los surgidos del Congreso; lo dice claramente: son los acordados entre los sectores previamente. Estos puntos de vista, que en realidad no son exclusivos del compañero Astori, no se entienden muy bien, y hacen agua por todos lados. En primer lugar, porque lo que sucedió en este Congreso no es en nada diferente de lo que ha sucedido en todos los Congresos del FA desde su fundación. La forma de elección de los candidatos comunes está establecida en los Estatutos del FA, y siempre se respetó y se aceptó como válida. A muchos de los compañeros que hoy dicen que lo resuelto por el Congreso no es representativo del “pueblo frenteamplista”, nunca se los habrá oído criticar la elección de Líber Seregni como candidato del FA, o la fórmula del Dr. Juan José Crotoggini y José “Pepe” D’Elía, o la de Seregni y el propio Astori en el 89, o la de Tabaré en el 94, así como nunca fueron cuestionadas las bases programáticas resueltas en los respectivos Congresos. Por cierto, sí fue cuestionada la decisión del Congreso en el 99, y Astori entendió pertinente consultar al “pueblo frenteamplista”. El resultado fue que el “pueblo frenteamplista” confirmó lo resuelto por el Congreso: 82,4% para Tabaré, 17,6% para Danilo.
Por cierto, en esa entrevista Emiliano Cotelo le dice al entrevistado: “Por ejemplo, ayer Esteban Valenti decía en la tertulia: “En este Congreso no hubo ninguna moción que reconociera y destacara los logros del gobierno del propio FA”. A lo que Danilo responde: “Eso es rigurosamente cierto, solo que no está referido a la política económica, está referido –pienso– al conjunto del gobierno. A mí me extrañó mucho, sí, que estuviéramos celebrando un congreso que definía nada menos que la propuesta electoral para las próximas elecciones nacionales y no hubiera un solo juicio acerca de los resultados obtenidos por el gobierno”. En primer lugar, y para el caso de que ello fuera cierto, habría que decir que en el Congreso estaban representados todos los sectores políticos del Frente Amplio (incluido el del compañero Danilo Astori), y que muchos de los compañeros que representaban a sus sectores eran connotados integrantes del gobierno, del Ejecutivo y del Parlamento. Por lo tanto, es de suponer que la crítica es también autocrítica. Si no hubiera habido ninguna mención a los logros del gobierno, sería responsabilidad de todos, incluidos los que critican por eso. Pero lo que denota la crítica de Valenti y de Astori, es que ni siquiera leyeron los documentos emanados del Congreso. El documento “INTRODUCCIÓN”, aprobado en el Congreso, y cuyo subtítulo es “PUNTO DE PARTIDA, LOGROS Y LÍNEAS ESTRATÉGICAS DEL PRIMER GOBIERNO FRENTEAMPLISTA”, comienza diciendo: “La llegada de las fuerzas de izquierda al Gobierno Nacional ha significado un hecho de enorme trascendencia histórica. No se trata de un cambio de elenco con el mismo proyecto de país –como ha sido en el pasado con la alternancia de los partidos tradicionales-, sino de una auténtica transformación de época, que marca el comienzo de una etapa en la que se intenta echar a andar un nuevo proyecto de país, inclusivo y democrático, centrado en el desarrollo integral, el trabajo y el bienestar de todos y todas las uruguayas. Estos casi cuatro años de gobierno nacional han permitido que el país valore una manera distinta de hacer política y de ejercer las responsabilidades de gobierno. Para nuestra fuerza política ha significado hacer realidad los compromisos contraídos con la ciudadanía, enfrentar la crisis originada en 2002, y comenzar a sentar las bases de un futuro distinto, de más justicia y prosperidad, en el que todas y todos los ciudadanos ejerzan plenamente sus derechos”. Estos son sólo los dos primeros párrafos de las 13 páginas en que se detalla la situación paupérrima en que encontramos el país contrastándola con los logros irrebatibles de nuestro gobierno. ¿Es a eso a lo que se refiere Astori cuando dice que le extraña que “no hubiera un solo juicio acerca de los resultados obtenidos por el gobierno”?.
En fin, está bien la lucha por el poder. Es válido y positivo que todos los compañeros luchemos por ocupar cargos desde los que pelear mejor por nuestros ideales. Pero sería bueno que esa lucha esté enmarcada en una mayor dosis de argumentos y no en la descalificación de todo lo que se nos ponga en el camino, ya sean ideas o estructuras políticas.
NOTA: Este artículo no fue publicado en EL POPULAR (es por tanto de entera responsabilidad del autor) ya que el mismo no saldrá hasta el mes de febrero.
En cambio, para nada comparto sus apreciaciones sobre la orgánica frenteamplista, la que para el “no es representativa de la totalidad de los votantes del Frente Amplio y que, tarde o temprano, habrá que reconocerlo y corregir esa desarmonía, que se acentúa con los cambios en la sociedad y en la manera de hacer política, y que es capaz de distorsionar la democracia interna a favor de los menos y más activos”. Su visión, que aparentemente es “más democrática”, lo que pretende es dejar de lado la democracia participativa (patrimonio cultural histórico de la izquierda) y llevarnos al paradigma de la democracia burguesa, en el cual la participación se reduce a votar cada tanto tiempo por unos señores, que unos son más lindos que otros o tienen una sonrisa más atractiva o hablan más complicado y por tanto deben saber más. El FA nació para otra cosa, nació para demostrar que es posible hacer un país entre todos, comprometiéndose y luchando cotidianamente por conquistar la dignidad como seres humanos. Eso es lo que se hace en los Comités de Base y en toda la estructura del FA.
Comparto y suscribo plenamente la siguiente afirmación de Grille: “Pero aquí donde estamos, lo único que importa es la unidad y, como bien dijo Mujica, sólo la unidad le dará el triunfo al Frente Amplio. Lo único verdaderamente estratégico es la unidad del Frente...”. El tema es como se contribuye a esa unidad. No es seguramente adjudicándole a una buena parte del FA la preferencia por los blancos antes que por alguno de los candidatos propios. ¿Cuál es la unidad que pretende promover Grille cuando inmediatamente después de eso dice que: “Quinientas mil voluntades decidirán con muy variados criterios un candidato que podrá ser o no el que el Congreso eligió, pero al que habrán votado no para babosear al que pierde –como lo hizo el Ku-Klux-Klan en el Congreso...”? ¿A qué tipo de unidad quiere llegar Grille, cuando acusa a buena parte del Congreso del FA de votar a unos para “babosear” a otros? ¿Es por el camino de comparar al 70% de los frenteamplistas con organizaciones yanquis que han predicado la supremacía de la raza blanca, el antisemitismo, racismo, anticatolicismo, anticomunismo, xenofobia, etc, que Grille pretende llegar a la unidad del Frente Amplio? Claro, no se puede esperar mucho más de quien piensa que el Congreso fue un circo. Ahora Grille “descubre” a Marcos Carámbula. Pero Grille se lamenta de que “es verdad que en las encuestas marca 5% de los votos, y eso es realmente muy poco si se necesita 50%. Pero las circunstancias podrían haber merecido un momento de locura”. Claro, a Grille (como a muchos otros compañeros frenteamplistas) guiarse por algo distinto a lo que dicen las encuestas les parece una locura. Y entonces terminan llevando al Frente Amplio a una contienda fabricada por los grandes medios y por las encuestadoras. Nosotros opinamos diferente desde un principio. Hace meses que dijimos: “Decir que hay candidatos cantados, no tiene demasiado rigor político. Se lo presenta como una especie de axioma, como algo que no tiene que ser demostrado. Habría que analizar al menos de donde surge la fórmula (quienes la “cantaron”). Hasta donde sabemos, la misma surge de la prensa y se ha mantenido en el tapete gracias a ella. Cualquier fórmula a la que llegue el FA en sus instancias orgánicas será el “símbolo de la unidad” y no solo la que hasta ahora ha manejado la prensa y algunos compañeros. La unidad y sus símbolos siempre los hemos construido dentro del FA, y no es bueno que permitamos que se nos impongan desde afuera”.
Astori dio un discurso luego del Congreso, en una reunión en el Club de Empleados del Banco Hipotecario (el día 17 de diciembre). El discurso del compañero Astori es muy bueno. Es un discurso muy frenteamplista y ampliamente compartible, más allá de los detalles. Si tuviera que resaltar alguna discordancia, creo que señalaría su visión de la irreversibilidad de los cambios; Astori dice: “¿Cuándo los cambios son irreversibles? Cuando se hacen carne en la vida cotidiana de la gente, en su alimentación, en su salud, en su trabajo, en su salario, en su cultura, en sus ideales, en sus sueños, en sus seguridades. Cuando hagan carne en esa vida cotidiana no hay marcha atrás. Y eso es lo que tenemos que lograr, que la gente sienta que su vida se está desarrollando en base a los cambios que se están procesando en el país”. Yo creo que en ese sentido a Astori (al igual que a muchos compañeros frenteamplistas que lo apoyan) le falta ver un detalle importante: la participación de la gente. Los cambios son irreversibles sólo cuando la gente ha participado en la construcción de esos cambios, cuando siente que los cambios son un producto de una acción colectiva de la que se es parte. Cuando los cambios les son dados a la gente desde arriba, y cuando esos cambios la benefician, los recibe de buen grado (la gente no es tonta), pero solo los defenderá a muerte y serán irreversibles si esa misma gente ha participado (aunque sea minimamente, en una cuota parte) en esos cambios. Y esa es una diferencia sustancial que muchos tenemos con el punto de vista “astorista”. Y por eso nosotros defendemos con todas nuestras fuerzas la participación popular en toda la amplia red de organizaciones sociales y políticas del país. Y por eso defendemos con todas nuestras fuerzas la orgánica de nuestra fuerza política, la estructura y sus decisiones. Eso también está en juego en las próximas elecciones internas. Porque vamos a entendernos, el programa es uno sólo, de manera que el candidato que estará al frente del gobierno frenteamplista que aplicará ese programa es importante (no lo negamos), pero nos preocupan otras cosas. Nos preocupa las concepciones de cada candidato en torno al respeto a las decisiones de la fuerza política a la que pertenece, por ejemplo. Hace pocos días leía una entrevista al compañero Danilo Astori en El Espectador, y el compañero decía cosas como estas: hay “...una distancia importante entre la estructura de los órganos de dirección del Frente y lo que podríamos llamar el “pueblo frenteamplista”. Emiliano Cotelo le pregunta: ¿Qué es el “pueblo frenteamplista”?, y Danilo responde: “El pueblo frenteamplista son los que votaron al FA en 2004, un millón largo de votantes; los que manifiestan en las encuestas de opinión hoy su intención de votar al FA; los que podrían participar en una interna, fácilmente no menos de medio millón de personas, 600.000 personas tal vez. Ahí hay una distancia importante”. Es decir, Danilo parte de la base que la estructura del FA toma decisiones que en realidad van a contrapelo de la gran masa frenteamplista. No se sabe de donde saca esa conclusión, en que se basa para afirmarlo, pero tampoco dice cual es el papel que le correspondería entonces a la estructura del FA. Parecería que, según su visión, la estructura del FA permanentemente debería estar consultando al “pueblo frenteamplista” sobre lo que es bueno para el FA, así de esa manera evitaría equivocarse como lo hace. O de lo contrario, tal vez piense el compañero Astori que en realidad la estructura no es necesaria, ya que de todas maneras va a contramano del “pueblo frenteamplista” y lo que hace es entorpecer y demorar lo que tarde o temprano se debe hacer. En este caso, por ejemplo, el FA bien se podría haber ahorrado las discusiones previas al Congreso en los Comités de Base elaborando programa y discutiendo candidaturas. Bastaba con las bases programáticas elaboradas por los delegados de los sectores y luego ir directamente a elecciones internas y punto (no está claro si ese “pueblo frenteamplista” también debería aprobar las bases programáticas, o si en ese caso alcanza con la participación de un puñado de militantes sectoriales). Porque el programa tampoco obviamente conforma a Astori, aunque por razones diferentes. No le gusta la resolución del tema candidaturas adoptada por el Congreso, porque intuye que hay una “distancia” importante entre lo resuelto por la dirección y lo que aparentemente decidirá el “pueblo frenteamplista”, es decir, entiende que cuanto más pueblo intervenga en la decisión, mejor. Pero en el caso del programa le sucede al compañero algo totalmente a la inversa. Lo que le molesta es que se hayan modificado, por parte de miles de asambleas de Comités de Base y en el propio Congreso, las bases programáticas elaboradas por algunos delegados sectoriales. Es decir, en este caso lo que parece estar mal es que las bases (reunidas en el organismo máximo de la fuerza política) se atrevan a modificar lo que decidió un puñado de compañeros en una Comisión y que luego fuera aprobado por el Plenario Nacional (órgano inferior al Congreso). Vean si no lo que dice Astori más adelante en la entrevista, cuando explica las líneas de trabajo a seguir en la campaña por las internas: “Segundo pilar, el programa, esto es, las grandes líneas programáticas, que ya fueron acordadas entre todos los sectores, no en este congreso, sino en un plenario previo, que concitó el consenso, la unanimidad de los sectores del FA” (las negritas son nuestras). Es decir, para Astori los lineamientos programáticos para el próximo gobierno del FA no son los surgidos del Congreso; lo dice claramente: son los acordados entre los sectores previamente. Estos puntos de vista, que en realidad no son exclusivos del compañero Astori, no se entienden muy bien, y hacen agua por todos lados. En primer lugar, porque lo que sucedió en este Congreso no es en nada diferente de lo que ha sucedido en todos los Congresos del FA desde su fundación. La forma de elección de los candidatos comunes está establecida en los Estatutos del FA, y siempre se respetó y se aceptó como válida. A muchos de los compañeros que hoy dicen que lo resuelto por el Congreso no es representativo del “pueblo frenteamplista”, nunca se los habrá oído criticar la elección de Líber Seregni como candidato del FA, o la fórmula del Dr. Juan José Crotoggini y José “Pepe” D’Elía, o la de Seregni y el propio Astori en el 89, o la de Tabaré en el 94, así como nunca fueron cuestionadas las bases programáticas resueltas en los respectivos Congresos. Por cierto, sí fue cuestionada la decisión del Congreso en el 99, y Astori entendió pertinente consultar al “pueblo frenteamplista”. El resultado fue que el “pueblo frenteamplista” confirmó lo resuelto por el Congreso: 82,4% para Tabaré, 17,6% para Danilo.
Por cierto, en esa entrevista Emiliano Cotelo le dice al entrevistado: “Por ejemplo, ayer Esteban Valenti decía en la tertulia: “En este Congreso no hubo ninguna moción que reconociera y destacara los logros del gobierno del propio FA”. A lo que Danilo responde: “Eso es rigurosamente cierto, solo que no está referido a la política económica, está referido –pienso– al conjunto del gobierno. A mí me extrañó mucho, sí, que estuviéramos celebrando un congreso que definía nada menos que la propuesta electoral para las próximas elecciones nacionales y no hubiera un solo juicio acerca de los resultados obtenidos por el gobierno”. En primer lugar, y para el caso de que ello fuera cierto, habría que decir que en el Congreso estaban representados todos los sectores políticos del Frente Amplio (incluido el del compañero Danilo Astori), y que muchos de los compañeros que representaban a sus sectores eran connotados integrantes del gobierno, del Ejecutivo y del Parlamento. Por lo tanto, es de suponer que la crítica es también autocrítica. Si no hubiera habido ninguna mención a los logros del gobierno, sería responsabilidad de todos, incluidos los que critican por eso. Pero lo que denota la crítica de Valenti y de Astori, es que ni siquiera leyeron los documentos emanados del Congreso. El documento “INTRODUCCIÓN”, aprobado en el Congreso, y cuyo subtítulo es “PUNTO DE PARTIDA, LOGROS Y LÍNEAS ESTRATÉGICAS DEL PRIMER GOBIERNO FRENTEAMPLISTA”, comienza diciendo: “La llegada de las fuerzas de izquierda al Gobierno Nacional ha significado un hecho de enorme trascendencia histórica. No se trata de un cambio de elenco con el mismo proyecto de país –como ha sido en el pasado con la alternancia de los partidos tradicionales-, sino de una auténtica transformación de época, que marca el comienzo de una etapa en la que se intenta echar a andar un nuevo proyecto de país, inclusivo y democrático, centrado en el desarrollo integral, el trabajo y el bienestar de todos y todas las uruguayas. Estos casi cuatro años de gobierno nacional han permitido que el país valore una manera distinta de hacer política y de ejercer las responsabilidades de gobierno. Para nuestra fuerza política ha significado hacer realidad los compromisos contraídos con la ciudadanía, enfrentar la crisis originada en 2002, y comenzar a sentar las bases de un futuro distinto, de más justicia y prosperidad, en el que todas y todos los ciudadanos ejerzan plenamente sus derechos”. Estos son sólo los dos primeros párrafos de las 13 páginas en que se detalla la situación paupérrima en que encontramos el país contrastándola con los logros irrebatibles de nuestro gobierno. ¿Es a eso a lo que se refiere Astori cuando dice que le extraña que “no hubiera un solo juicio acerca de los resultados obtenidos por el gobierno”?.
En fin, está bien la lucha por el poder. Es válido y positivo que todos los compañeros luchemos por ocupar cargos desde los que pelear mejor por nuestros ideales. Pero sería bueno que esa lucha esté enmarcada en una mayor dosis de argumentos y no en la descalificación de todo lo que se nos ponga en el camino, ya sean ideas o estructuras políticas.
NOTA: Este artículo no fue publicado en EL POPULAR (es por tanto de entera responsabilidad del autor) ya que el mismo no saldrá hasta el mes de febrero.
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