ACERCA DE LAS ALIANZAS

























La clave del proyecto estratégico de Arismendi y de nuestro Partido ha sido la construcción trabajosa, paciente -y nunca exenta de complejidades-, de la unidad de las fuerzas populares, tanto en el plano sindical como en el político, sin permitirnos claudicaciones. No sería legítimo atribuirnos en exclusividad el complejo proceso de la unidad, pero no se puede negar la gravitación del proyecto surgido en nuestro XVI Congreso. Nuestro Partido fue capaz de trasladar a grandes masas los elementos centrales de una concepción expresada en la Declaración Programática de 1958, de incorporarlos como ideología, y de lograr que los mismos trascendieran al propio Partido, alcanzando a sectores que –en principio- uno podía considerar muy alejados filosófica y políticamente de los comunistas. Hasta el año 62, los comunistas votaban la lista 63. Ese año, los comunistas no solo votan un nuevo número, la lista 1001, sino que además votan en los primeros puestos a no comunistas. Aparecen allí figuras como Pedro Bonavitta, importante dirigente del Partido Nacional que escribía editoriales de El País, y que se convenció por aquel entonces que dentro de los partidos tradicionales era imposible cambiar el país y da ese paso importante, que permite comenzar esa unificación con nuestro Partido y con todos aquellos que entendían que lo prioritario era la unidad. Se integraban a esa unidad de la izquierda el Movimiento de la agrupación Avanzar Batllista, con el compañero Carlos Erichirigoity, un comité universitario, del trabajo de la cultura, Aguirre González, compañero proveniente del Partido Colorado y más adelante la integración de quien jugó un papel importante para la creación del Frente Amplio el Gral. Retirado Arturo Valiñas Y cinco años después, en 1971, nacía algo por lo cual los comunistas habíamos trabajado duro, y que formaba parte de nuestra propia concepción de la revolución agraria y antiimperialista, en base a la acumulación de fuerzas: la creación de nuestro Frente Amplio. Y ya no se trataba entonces para los comunistas de no votar más la lista 63 histórica, se trataba ahora de votar una nueva lista, con compañeros no comunistas, y acumular en un lema que se llamaba “Partido Demócrata Cristiano” con gente venida de los partidos tradicionales y junto a otros partidos de izquierda y grupos de independientes. Y más adelante, aún votando la que había pasado a ser nuestra querida 1001, lo hemos hecho llevando en los primeros puestos a compañeros que no eran comunistas. Solo a modo de recuerdo, digamos que cuando el compañero Danilo Astori encabezó todas las listas del senado, lo fue a propuesta de los comunistas, y su banca en el senado la pagó nuestro partido. Pero no podemos olvidar los nombres de Rodríguez Camusso, de José Germán Araújo y de tantos otros que han encabezado nuestra lista, como el propio Doreen Ibarra actualmente. Y como el compañero López Goldaracena que nos acompañará ahora como suplente de Eduardo Lorier en el senado, y en el segundo lugar de la lista. De manera que lo que importa destacar es que los acuerdos electorales puntuales que nuestro Partido ha desarrollado en cada una de las elecciones, son acuerdos que se hacen en función de una estrategia mucho más general y que tiene que ver con la unidad de la izquierda para avanzar juntos hacia una democracia avanzada rumbo al socialismo.
LAS ALIANZAS POLÍTICAS
Lenin decía, respecto de las alianzas: “No se puede triunfar sobre un adversario más poderoso sino mediante una extrema tensión de fuerzas y con la condición expresa de utilizar de la manera más minuciosa, más atenta, más circunspecta, más inteligente posible, la menor fisura entre los enemigos, las menores oposiciones de intereses entre las burguesías de los distintos países, entre los diferentes grupos o categorías de la burguesía dentro de cada país, tanto como la menor posibilidad de asegurarse un aliado numéricamente fuerte, aunque éste sea un aliado temporal, vacilante, condicional, poco sólido y seguro... Quien no ha comprendido esta verdad no ha comprendido nada del marxismo, ni, en general, del socialismo científico contemporáneo. Quien no ha probado prácticamente, durante un periodo bastante largo y en situaciones políticas muy variadas, que sabe aplicar esta verdad en los hechos, no ha aprendido todavía a ayudar a la clase revolucionaria en su lucha por liberar de la explotación a toda la humanidad laboriosa.” (1)
Una alianza es la unión temporal que se establece entre distintos grupos o clases sociales para llevar a cabo una lucha por intereses comunes. Como se trata de la unión de grupos diferentes, al mismo tiempo que existe una unidad para luchar por los intereses comunes de ese momento, existen contradicciones entre ellos. En algún momento esas contradicciones pueden superarse hasta llegar a una fusión, o agudizarse y llegar a la separación o ruptura de la alianza. Si se trata de una alianza entre grupos que luchan por los mismos intereses de clase, las contradicciones no son, por lo tanto, de tipo antagónico, pero existen, y es por ello que constituyen nucleamientos diferentes. Podemos decir entonces que una alianza es una unidad contradictoria entre grupos o clases sociales diferentes.
En su lucha por terminar con la explotación -largo proceso que avanza en forma ininterrumpida al socialismo a través de diversos combates- la clase obrera busca unir la mayor cantidad de fuerzas para ir destruyendo los enemigos principales de cada momento e ir creando así las condiciones que permitan el avance del proceso. Estos objetivos tácticos, que permiten avanzar en democracia hacia una democracia avanzada rumbo al socialismo (que es el objetivo estratégico final), son el resultado de un análisis profundo de la realidad y de la correlación de fuerzas del momento, tanto nacional como internacional, y definen el tipo de alianzas que se establecen con otras fuerzas políticas para llevarlos a cabo. Por lo tanto, toda alianza táctica debe tener presente el objetivo estratégico: debe acercar a él y no alejar de él.
Una correcta política de alianzas debe partir siempre de la correlación de fuerza real, pero con la perspectiva de lograr la mejor correlación de fuerza posible, favorable al proceso revolucionario. Para ello es necesario realizar constantemente un análisis concreto de la situación concreta, es decir, un estudio de las perspectivas revolucionarias de la clase obrera en ese momento, del comportamiento político de las otras fuerzas y sus perspectivas. Ahora bien, ¿cuál es el límite? Lenin planteó que “…no deben hacerse concesiones de principios ni concesiones teóricas. Tampoco pueden hacerse concesiones en los puntos fundamentales del programa, ya que el cumplimiento de estos puntos es lo único que asegura que el proceso avance hacia la meta que se ha propuesto. El deber es (…) permanecer fiel a sus principios, a su clase, a su misión revolucionaria, a su tarea de preparar la revolución y de educar a las masas populares para la victoria en la revolución”(2)
Es en ese sentido que viene trabajando nuestro Partido y la 1001 rumbo a octubre, como lo ha venido haciendo a lo largo de su historia.

(1) Lenin: La enfermedad infantil del Comunismo: El Izquierdismo
(2) Lenin: Acerca de los Compromisos

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