LA LARGA MARCHA AL SOCIALISMO. ANTE EL PROGRESISMO Y EL ULTRA-IZQUIERDISMO
(Artículo de Julio
A. Louis con comentarios míos en rojo para abrir la discusión)
“La
historia, implacable degolladora de sueños, solo realiza lo que es posible” (Enrique Broquen, maestro argentino de la
generación de los 50 de Uruguay, en “Nosotros
y nuestras circunstancias”, Revista
“Nuestro Tiempo”, No.7, diciembre de 1960).
1.
Abordaje de las contradicciones
La clase
trabajadora, su intelectualidad y el bloque político-social popular y
alternativo de Nuestra América, necesitan aventar idealizaciones “azucaradas” y “avinagradas”. Ni Nuestra América es ejemplo de un proceso nacional y
socialista realizado, o ni siquiera en avanzado proceso de realización, ni son
admisibles las exigencias “radicales”
de soluciones
socialistas inmediatas, alejadas de las posibilidades emanadas de la lucha de
clases (a escala mundial, regional y nacional), de la lucha antiimperialista y
de la madurez alcanzada por la clase trabajadora y sus aliados cercanos. Para
obtener las soluciones que contemplen los deseos y necesidades de nuestros
pueblos no alcanza el mentado “progresismo”.
A la vez, hay que
esclarecer que algunos “radicales”
locales y escasos
intelectuales extranjeros -como James Petras- critican desde un pedestal que
ignora la lucha de clases concreta, la que se dirime en alianzas complejas,
contradictorias, y a la vez ineludibles en ciertos períodos, como el vivido en
estos años. ((Bien, acá hay un aspecto a profundizar.
Podemos estar de acuerdo en la necesidad de alianzas complejas,
contradictorias, y tal vez ineludibles, pero hay que establecer en concreto de
que alianzas, con qué objetivos, cuáles son los límites, etc. Porque en toda
alianza, uno cede en algunas cuestiones, y si hay algo en lo que no se debe
ceder es en los principios. Y sin duda los objetivos también deberían marcar
los límites. El FA, por ejemplo, fue en sus orígenes una alianza de los
trabajadores con las capas medias de la ciudad y del campo e incluso con
sectores de la burguesía cuyos intereses eran opuestos a los de la oligarquía y
el imperialismo, pero los objetivos eran claramente antioligárquicos,
antilatifundistas y antiimperialistas. Sin embargo, esa alianza hoy continúa y
los objetivos quedaron por el camino.)) La cuestión no es sólo ver la
montaña sino plantearse cómo escalarla. Cuando estamos en los albores de una
nueva construcción (`el socialismo del siglo XXI’) no podemos saber todo lo que
hay que hacer; pero tenemos que saber todo (o mucho) de lo que no hay que
hacer. ((Ese es un buen punto. Luego de estas décadas
de progresismo o post neoliberalismo, deberíamos tener bastante claro lo que no
hay que hacer.))
El destacado
historiador Caio Prado (“Evolución
política de Brasil” )
plantea acerca de la independencia de su país que las clases populares no se
encontraban políticamente maduras para que prevalecieran sus reivindicaciones
ni las condiciones objetivas eran favorables todavía para la liberación
económica y social, de lo que emanó la discontinuidad y la falta de rumbo
claro. Su reflexión semeja a la de Engels, que asegura que lo peor que le puede
pasar a un partido revolucionario es verse obligado a tomar el poder cuando la
clase que representa no está suficientemente madura para sostenerlo. ((Si llegamos a la conclusión que lo que dice Engels es
correcto...deberíamos de todas maneras intentar llegar al gobierno o al poder
sin que la clase esté suficientemente madura?....no estamos condenando el
proceso al fracaso y llevando a la clase a una frustración que sabemos se
producirá?))Tales reflexiones motivan a hurgar en las debilidades de diversos
regímenes de Nuestra América y a estimular el debate con el fin de evitar que
los procesos transformadores se empantanen y devengan en nuevos regímenes
derechistas, fuertemente influidos por el imperialismo norteamericano,
tendencia dominante en Paraguay y -salvo Ecuador en los países del Pacífico,
Chile, Colombia y parecería ser Perú.
Si nos basamos
en los fundamentos teóricos del materialismo dialéctico (el marxismo) debemos
reconocer que el proletariado, agente principal del proyectado mundo socialista
((acá mis dudas son existenciales y ya más sobre
ideología, pero es algo que me preocupa; ¿es realmente el proletariado el
agente principal del cambio?...no será que el agente del cambio es el hombre
con conciencia revolucionaria, sea éste proletario, obrero manual, estudiante,
campesino, trabajador independiente, científico o lo que fuera, incluso hasta
burgués?). Hasta donde yo se ni Marx ni Engels ni Lenin, ni Fidel (por dar
algunos ejemplos) eran proletarios)), ha sufrido un proceso de
fragmentación producido por las transformaciones del capitalismo y una crisis
ideológica profunda al esfumarse los principios que “determinaban” (sí o sí) el
triunfo socialista enancado en el poder de la Unión Soviética. La debilidad
actual del proletariado –o más ampliamente, sin mayores disquisiciones, de la
clase trabajadora- se expresa en la inmadurez de su conciencia (no
revolucionaria), en la inconsistencia de sus organizaciones sociales, en la
debilidad de sus expresiones políticas (partidos de clase muy fragmentados,
penetrados ideológicamente por el liberalismo burgués), en el tipo de alianzas
políticas concretadas ((¿debilidad actual o histórica?)).
Si a esta realidad, se le agrega que en Nuestra América se suman al bloque
popular antiimperialista categorías sociales diversas, como las etnias
aborígenes (muy importantes en los países andinos) o movimientos defensores de
los derechos humanos, del ambiente, de la mujer, de minorías discriminadas
(homosexuales, afrodescendientes, etc.), resultan conglomerados contradictorios,
de difícil conjunción, de tendencia a la dispersión, bien aprovechada por el
enemigo. Los frutos de estos frentes amplios son pasos adelante pero
insatisfactorios, expresados por los gobiernos progresistas. Ante ello la
posición revolucionaria se aparta del izquierdismo infantil- que acusa a todos
de traidores y falsea hechos - como Petras para “demostrar” sus posiciones *-
para investigar las correlaciones de clases a nivel nacional, regional y
mundial, y hacer avanzar a la clase, a partir de la comprensión de su estado de
situación concreta.
. * Petras en
“América Latina:
movimientos, cambios y gobiernos de centroizquierda”, Monte Ávila Editores Latinoamericana C.
A., 2008 estampa estas groseras inexactitudes. En la página 84: “En 2006, Uruguay firmó unos
acuerdos bilaterales sin precedentes: uno de libre comercio y otro sobre bases
militares de Estados Unidos en territorio uruguayo”. En la página 92: “En Uruguay, un régimen de ex
izquierdistas ha firmado un nuevo acuerdo de libre comercio con Estados Unidos
y consiente una base militar de entrenamiento.”
El
materialismo dialéctico se basa en la metodología inductiva-deductiva, que
constantemente va de lo particular a lo general y de lo general a lo
particular. Una de las incomprensiones más frecuentes –del reformismo y del
ultra-izquierdismo- es prescindir de esta metodología. Analizar la situación
histórica concreta, la gama de contradicciones, es lo que permite captar la
realidad en su conjunto, relacionando diferentes aspectos entre sí. El sistema
capitalista dominante tiene como contradicción social fundamental, la lucha entre dos clases antagónicas: la
burguesía y el proletariado (en la actualidad, más genéricamente, los
trabajadores asalariados) ((de acuerdo, es la
contradicción fundamental, pero ¿no falta también hablar de otras
contradicciones existentes dentro de cada una de esas clases antagónicas? ¿no
existen a veces contradicciones entre los distintos tipos de trabajadores, y
también entre las distintas expresiones burguesas?)). Esa contradicción,
a su vez, se manifiesta en una gama de contradicciones: entre la burguesía y el
proletariado en las metrópolis, entre la burguesía y el proletariado en los
países dependientes, entre la burguesía imperialista y el proletariado de los
países dependientes, etc. La contradicción burguesía imperialista y sus aliados
versus clases populares de las naciones dependientes es hoy la principal, porque su dilucidación facilita más que
otras la resolución de las restantes. Esa zona de conflicto es la caliente, la
zona de las tormentas.
Sólo
investigando esa compleja trama de contradicciones, podremos concluir si las
clases populares conquistarán gradualmente sus aspiraciones, o deberán recurrir
a revoluciones. T.23 de Obras Escogidas. Páginas 148-149) Tampoco corresponde
el “radicalismo” de exigir propuestas extremas, la “revolución ya o nada”, acusando de enemigos a quienes no las
acompañan, actitud de sectas aisladas que recitan fórmulas vacías. Nadie que no
sea un desequilibrado se introduce en la “vía más dolorosa” de la Revolución si se puede avanzar en los marcos del
sistema. Pero debemos saber que el camino de las revoluciones se inicia cuando
se cierran los senderos que posibilitan las transformaciones en beneficio de
las mayorías. Avancemos por el camino de las reformas todo lo que se pueda,
sabiendo que el imperialismo y sus aliados cerrarán esa vía siempre que también
puedan (Honduras y Paraguay recientemente). Por lo tanto, las clases, sectores,
fuerzas partidarias e individuos ubicados en la vanguardia ideológica y
política deben bregar por profundizar las transformaciones que transitan al
socialismo ((Esto es correcto; en el caso de Uruguay,
no existen transformaciones que transiten hacia el socialismo, sino todo lo
contrario, las transformaciones son hacia la profundización del capitalismo
(gran concentración y extranjerización de la propiedad de los grandes medios de
producción como la tierra y las cadenas industriales). No puede estar hablando
del caso uruguayo, supongo)). Lo contrario equivale a cavarse la propia
fosa. Lo ha sufrido el pueblo chileno con los gobiernos de la Concertación, el “modelo” de los Astori, Tabaré Vázquez y otros
reformistas.
Si debemos
combatir esa visión “pragmática”, conducente a la derrota, no es menos cierto
que debemos combatir la ultra-izquierdista. Para James Petras “Los nuevos programas de
centroizquierda de Lula, Kirchner y Morales son en realidad la nueva cara de la
derecha neoliberal” (Ibidem,
página 130). Petras se retroalimenta con la autodenominada “izquierda auténtica” del Uruguay y de otros países. Su
estrategia se opone frontalmente a los gobiernos progresistas, que en tanto “cara nueva” de la “vieja derecha” es urgente desenmascarar y derrotar, prefiriéndose el
retorno de la más conocida cara vieja. Los “auténticos” saben que no tienen incidencia de masas mientras subsistan
los gobiernos progresistas, porque aquéllas valoran las transformaciones en
materia de empleo, salud, vivienda, alimentación, pobreza. ((Bien. Dos cosas: 1) la cuestión es dilucidar si es cierto o
no que los gobiernos progresistas son la “cara nueva” de la vieja derecha (un
neoliberalismo tuneado, o algo así); 2) el hecho de que las masas valoren las
transformaciones en materia de empleo, salud, vivienda, alimentación, pobreza,
etc, implica que automáticamente los revolucionarios “deban” apoyar a los
progresistas? O solo deben apoyar las reformas (para no quedar aislados de las
masas) mientras simultáneamente desenmascaran el fondo de la cuestión?))- Desconocen
que Lenin rebatía a los comunistas “de
izquierda” británicos la
postura “sin
compromisos” frente al
naciente Partido Laborista que enfrentaba a los liberales y conservadores,
señalando que del hecho que la mayoría de los obreros esperara resultados
positivos de ese Partido, obligaba a los comunistas a ayudarlo a vencer: “Proceder de otro modo significa
dificultar la obra de la revolución, pues si no se produce un cambio en las
opiniones de la mayoría de la clase obrera, la revolución es imposible, y ese
cambio se consigue a través de la experiencia política de las masas, nunca con
la propaganda sola.” (“La enfermedad infantil del `
izquierdismo ´ en el comunismo” 1920.
Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pág.78). ((Si los
comunistas apoyan a los laboristas porque los obreros esperan resultados de ese
Partido; y si con ese apoyo ganan los laboristas, y después los laboristas
llevan a cabo políticas ajenas a los intereses de los obreros, ¿cómo quedan los
comunistas ante las masas a las que llevaron a ese punto? Ese es uno de los
temas centrales en el caso uruguayo. Se puede comprender perfectamente que
negar o ponerse en contra de la baja de la pobreza, de la recuperación
salarial, de ciertos logros de los gobiernos progresistas nos aísla de las
masas, pero también nos aísla el hecho de apoyar a gobiernos que extranjerizan
la tierra y la concentran en pocas manos, apoyar a gobiernos que primarizan la
economía y que traen los extractivismos contaminantes como la minería a cielo
abierto, el fracking, etc...¿Cuál es el término medio?..si es que lo hay...A qué
se refiere Lenin?))
En cambio, al
estilo de Stalin -que acusaba a la socialdemocracia de ser la cara izquierda
del fascismo mientras éste avanzaba- los “auténticos” atacan las experiencias progresistas, desconociendo la
realidad contradictoria y el estado de conciencia de las masas y de la clase,
automarginándose en pequeños cenáculos sectarios, cuya prédica
hiper-revolucionaria hecha nafta al fuego de la reacción.
Compartimos
con Emir Sader (“El
nuevo topo. Los caminos de la izquierda latinoamericana”. Siglo XXI Editores) que la estrategia
correcta es la alianza con las fuerzas avanzadas de esos gobiernos y de esas
coaliciones amplias ((Y bien....cuáles serían esas
fuerzas avanzadas en los gobiernos del FA?....lo es el Partido Comunista, que
votó el envío de las tropas a Haití, que apoyó la megaminería y el proyecto
Aratirí, que promovió exultante la candidatura de un Tabaré Vázquez? Lo es el
grupo de militantes que logró reunir Constanza Moreira? Cuál es el proyecto
avanzado de Moreira, que también apoyó el proyecto Aratirí o promovió el
desconocimiento de resoluciones del Plenario Nacional y que ahora también apoya
a Tabaré Vázquez y su futuro ministro de economía Danilo Astori? No me refiero
a Vázquez y a Astori porque las personas sean lo importante, sino porque
representan una forma de pensar totalmente contraria a lo que uno supone
fuerzas avanzadas))., promoviendo la radicalización viable de los
procesos y principalmente, la articulación con las experiencias de Nuestra
América, tanto de los países del ALBA como de un MERCOSUR que parece erigirse
en una fuerza antiimperialista de efectiva proyección.
Pero si la
política de los gobiernos progresistas está plagada de contradicciones (reflejo
de la presencia de grandes masas detrás) ((No entiendo
bien a qué se refiere Julio con que las contradicciones son reflejo de la
presencia de grandes masas detrás; no será que justamente las contradicciones
se producen por la falta de grandes masas detrás? Porque si hay grandes masas
(masas conscientes, claro) detrás, las contradicciones se resuelven de
inmediato)) la política de Petras y de los “auténticos” refleja no menores contradicciones, con
la diferencia de que en ellas las masas están ausentes.
Dice bien
Petras “Aquí
enfocamos cuatro niveles de análisis del cambio y la continuidad
socioeconómica. En el nivel más fundamental nos referimos a los cambios en las
relaciones de propiedad y de clase, la propiedad –pública, privada o
extranjera- de sectores económicos estratégicos; la distribución de las rentas
y los recursos; la ideología y las políticas aplicadas; la protección
medioambiental y el saqueo de los recursos naturales. La política exterior y
los
alineamientos
internacionales a favor o en contra del imperialismo constituyen un primer
nivel a tener en cuenta.” (Obra
Citada, página 10; los subrayados pertenecen al autor de este análisis).
Otros niveles
a considerar son económico-sociales, político institucionales,
ideológico-culturales.
Podríamos
pensar que de acuerdo a la teoría de Petras los “auténticos” de Uruguay estarían muy satisfechos con
las cumbres del MERCOSUR y de UNASUR, en las que se suspendió al gobierno
golpista de Paraguay y se ingresó a Venezuela. Sin embargo la cortedad de miras
esa sí, es auténtica. El diario “La
Juventud” (4 de julio de
2012) titula arriba de una gran foto de las presidentas de Argentina y Brasil: “Acercamiento que enoja al
Imperio”. Y subtitula “EEUU y Europa nos siguen
considerando su patio trasero”. Más
aún: “El
economista José Antonio Rocca dijo que la entrada de Venezuela al MERCOSUR abre
grandes oportunidades de que el MERCOSUR se convierta realmente en un freno a
la base imperialista de la región.” (nota
de tapa). ¡Qué bueno! Pero el elogio a las presidentas de Argentina y de Brasil
se convierte en crítica cuando se trata del Presidente de Uruguay. Así, en la
página 5 se titula: “Esto
que ocurre en el MERCOSUR despeja dudas”. El sub-título es: “América
Latina movilizada, Uruguay mirando hacia el norte”. Más abajo abunda: “El papel de los gobiernos
uruguayos ha sido retardatario, al servicio del imperialismo, a favor de los
TLC” dijo Rubio. “Venezuela solo les sirve para pedirle plata, para pedirle
petróleo y no pagárselo”, dijo el dirigente del Movimiento 26 de Marzo.
Mujica se
regocija pues “en
esta América empezamos a encontrarnos, existe una voluntad política de
integración como nunca tuvo globalmente América del Sur” (“La
República”, 2 de
agosto). Chávez opina que se abre “un
nuevo período de aceleración de la historia” de “cambio
histórico, geográfico y geopolítico” (ibidem).
Ambos mandatarios se abrazan y elogian. Mujica es duramente criticado por la
derecha por “entregar” la soberanía nacional a Argentina, Brasil y Venezuela.
Venezuela y Uruguay suscriben diferentes acuerdos (uno es el pago adeudado del
petróleo) pero los “auténticos”
lo ignoran.
2. Ofensiva neoliberal y progresismo
Quienes
valoramos que la lucha de clases es el motor de la historia y que en ella están
sus claves interpretativas, debemos analizar el estado de esa lucha de clases
en las tres formas en que se manifiesta: económica, política e ideológica,
especialmente durante el último cuarto de siglo.
El ´socialismo real’ cae y el capitalismo se reestructura
aplicando la orientación neoliberal, que significa mayor centralización del
capital, concentración de la riqueza y aumento de la desigualdad y la miseria
para las grandes mayorías. El proceso implica la recomposición profunda de la
clase trabajadora, afectándola en su articulación, en su unidad, en su
transmisión de ideas. La nueva estructura económica debilita a la clase
trabajadora y a las populares en general, a escala mundial, regional y
nacional.
El
neoliberalismo comienza a implementarse con Pinochet, prosigue con los
gobiernos de Thatcher y Reagan y se generaliza al tiempo que se desarticula el ´ sistema socialista’. En la ofensiva de los años 90, las
Fuerzas Armadas del Cono Sur sudamericano son los garantes de la subordinación
al imperialismo norteamericano, merced a las dictaduras de la Doctrina de la
Seguridad Nacional, coordinadas por el Plan Cóndor para la represión. Pero aún
después de este período, el imperialismo perdura en su agresividad, manifestada
en intervenciones que se burlan del derecho internacional, guerras -directas o
indirectas- contra los pueblos de Afganistán, Irak, Palestina, Libia, Siria,
etc. A pesar de lo cual el capitalismo no evita que sus crisis se profundicen y
sufra hoy una generalizada.
La hegemonía
ideológica de la burguesía imperialista, expuesta con la afirmación del ´fin de las ideologías’ de Fukuyama, se fortalece con el control
férreo de los medios de comunicación masivos, capaces de proyectar hasta
noticias comunes con un fuerte basamento ideológico defensor del sistema.
¿A qué se
denomina “progresista”?
El término ha tenido
diversas aplicaciones históricas. Por ejemplo, se le ha calificado así a un
partido liberal español, cuya mira era el desenvolvimiento de las libertades
públicas; o en Uruguay, al batllismo. En el presente continental, la acepción
se refiere a los gobiernos que proceden de la izquierda, de los movimientos
sociales, o agrupan al pueblo en derredor de figuras carismáticas (Uruguay,
Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Venezuela, etc.). Todos surgen
después que se ha pasado del escenario mundial bipolar (EE. UU.-
URSS.) al
unipolar (EE. UU.) y del modelo capitalista keynesiano al neoliberal, modelo
nacido en Chile. Es en el Cono Sur, donde el neoliberalismo más ha gravitado,
que los gobiernos que le suceden –frutos de amplias alianzas de clases e
influidos o dirigidos por sectores burgueses- gestan una convivencia
contradictoria entre la aceptación de pautas neoliberales (respeto a la
propiedad privada, a los privilegios y el estilo de vida de los burgueses, no
contravención de conceptos ideológicos del gran capital, no modificación de la
constitución ((y no modificación de ninguno de los
instrumentos creados por el neoliberalismo, mantenimiento de ley de zonas
francas, de forestación, tercerizaciones, etc.)) con orientaciones
sociales, democráticas, laborales, de derechos humanos, en beneficio de los más
necesitados, logros significativos para los trabajadores, pequeños propietarios
y segmentos marginados de la sociedad.
De allí que en
una coyuntura favorable para los precios de la producción exportada se ha dado
la extraña combinación de que los privilegiados nunca han ganado tanto y que
los desheredados han mejorado mucho su nivel de vida. Híbrido insostenible con
el avance de la crisis capitalista en la región. Ante tal situación, cualquier
análisis unilateral lleva a un callejón sin salida.
3. La
reconstrucción en retirada
En términos
ideológicos, políticos y sindicales los trabajadores y las clases populares -y
las izquierdas, sus expresiones- se han batido en retirada y recompuesto en
medio de contradicciones agudas. La superación de los fracasos del pasado y del
presente exige enfrentar las visiones dogmáticas y especialmente las liberales ((de acuerdo, nada de dogmatismos)). En el Frente
Amplio de Uruguay, bajo los liderazgos de Líber Seregni y de Tabaré Vázquez, se
realiza un Congreso ideológico (el ´Tota
Quinteros’ del 2001) con
dirigentes que estimulan la derechización, y que intentan hasta cambiarle su
bandera y denominación. Bien le cabe a ésa y a otras fuerzas políticas la
afirmación de Perry Anderson en referencia a la izquierda francesa: “Y cuando por fin la izquierda
llegó al gobierno, había perdido la batalla de ideas”. (Sader, ibidem, página 92). Pero en las
marchas y contramarchas, la batalla de ideas renace y vuelve a ocupar primeros
planos.
En Uruguay la
acción de la dictadura militar y de los gobiernos neoliberales colorados y
blancos, más la adquisición de mayor conciencia de clase, conducen a las masas
al Frente Amplio.
En países hermanos también a las dictaduras de la Doctrina
de la Seguridad Nacional y a las democracias tuteladas por las Fuerzas Armadas
de signo neoliberal, le suceden expresiones semejantes: el Partido de los
Trabajadores de Brasil, el neo-justicialismo en Argentina, la Concertación en
Chile, el Movimiento Al Socialismo en Bolivia, el Movimiento de la Quinta
República en Venezuela, etc. Si se ejemplifica con Uruguay, los
antiimperialistas o socialistas –salidos de las cárceles, des-exiliados o
provenientes de la lucha clandestina- bajo el régimen de la democracia tutelada
desde 1985, se reincorporan a la lucha en esa legalidad para insertarse en
profundidad en el pueblo, con inmensas dificultades y limitaciones: la
represión intacta, la fragmentación del proletariado y el retroceso ideológico
y político gestados durante la dictadura fascista, que entre otras cosas, impide
la transmisión intergeneracional de experiencias. Y de esas condiciones, con
particularidades distintas en la región, se logra el acceso a los gobiernos de
movimientos policlasistas, heterogéneos ideológicamente, con agudas
contradicciones.
4. El
poder
“Se
dice que el gobierno no es el poder. ¿Y qué es el poder?” ha preguntado Mujica. El poder tiene diferentes componentes: el
gobierno, el régimen, el Estado, y los organismos supranacionales.
Sin
distinguirlos se cae en la superficialidad pragmática o en el infantilismo ´ de
izquierda’.
El gobierno es
el Poder Ejecutivo: el presidente y los ministros. El régimen son las
instituciones políticas temporales –electas democráticamente o no, civiles o
militares- que elaboran la política: el Poder Ejecutivo, pero también el Poder
Legislativo, las Intendencias, las Alcaldías, las Juntas Departamentales, la
Corte Electoral, el Tribunal de Cuentas, los Directorios de los Entes.
Por ende, el
gobierno es sólo una parte del régimen, por lo que se puede acceder al gobierno
sin que éste controle al régimen, como sucede en grados diferentes en Uruguay,
en Brasil o en Bolivia, por ejemplo. A su vez, el régimen es sólo parte del
Estado, que además del régimen, se compone de las instituciones permanentes:
Fuerzas Armadas, Servicios de Inteligencia, Policía, Poder Judicial,
Administración Pública. El Estado (globalmente) detenta el poder. El gobierno
no impone siempre sus enfoques en el Estado, y suele ser enfrentado por
instituciones de éste. Las crisis políticas estallan cuando el régimen, o más
limitadamente el gobierno, choca contra las instituciones permanentes, en cuyo
caso, o se transforma el Estado (Cuba en 1959) o cae el régimen (Chile en
1973), o simplemente el gobierno (Paraguay en 2012). En suma, el gobierno es al
Estado, lo que el volante al auto: lo guía, pero si falla el motor o los
neumáticos, el volante por sí solo no garantiza la marcha. Todavía, la
institucionalidad del sistema capitalista ha creado organismos que controlan,
regentean o mandan sobre los Estados Nacionales, como la ONU, las instituciones
financieras de créditos, la OTAN, la OMC, además de las empresas
transnacionales. Es el Poder Trasnacional del capitalismo mundializado. Por
ejemplo, de acuerdo a las pautas neoliberales a los Bancos Centrales -instrumentos
claves para manejar la moneda nacional- se les independiza de los gobiernos,
por lo cual el gobernante carece de un estratégico instrumento. En Uruguay, los
legisladores del Frente impidieron que prosperase tal autonomía defendida por
su Ministro de Economía, acorde con las instituciones financieras.
((El
párrafo siguiente es muy importante))
Luchar por el
gobierno es un imperativo político y ético. Pero no basta. Nos debemos
preguntar: ¿gobernar para qué? ¿Puede un gobierno popular o progresista convivir
con instituciones asentadas para afirmar al bloque del gran capital dominante?
Los procesos revolucionarios en curso de Bolivia, Ecuador o Venezuela, donde
han habido reformas constitucionales, modificando el contenido de clase del
Estado (de Estado al servicio de la burguesía, se ha buscado convertirlo en
Estado al servicio de las clases populares) prueba que no pueden. En cambio en
Chile el gobierno de la Concertación se resignó a administrar el Estado del
gran capital, hasta ser barrido por la derecha ante la indiferencia de las
clases populares. Destino similar ha tenido el gobierno de Lugo en Paraguay
–con apoyo de masas pero sin el poder ni la hegemonía- que fue tumbado aun sin
promover reformas radicales, por el mero entorpecimiento a las multinacionales,
a los terratenientes y a los planes militares de EE. UU. ((E igual destino podría tener el gobierno del FA por no haber
tenido el coraje de emprender el cambio de las instituciones mediante la
Convención Constituyente que figuraba en su programa u otro mecanismo)).
En síntesis:
el progresismo avanza (sorteando, entre otros, escollos internos) y enfila al
socialismo o es barrido por la reacción triunfante abiertamente en Chile,
Colombia, Panamá, Costa Rica, Honduras, Paraguay. Los dirigentes progresistas
están en la disyuntiva de ser audaces (que no significa ser aventureros) y
avanzar en una transición prolongada al socialismo (como Chávez, Correa,
Morales) combatiendo a los enemigos de los pueblos, o ser timoratos y
desencantarlos ((como en Uruguay)).
En esta
América del Sur –a la vanguardia política mundial- se vive la singularidad que
las clases dominantes no pueden gobernar ´ como antes’ y que las clases populares acceden a los gobiernos, a través
de expresiones políticas novedosas, progresistas, descalificadas como ´populistas’ por los reaccionarios. Pero su incidencia
en los gobiernos dista mucho de la conquista
del poder,
mantenido por el bloque dominante burgués trasnacional, que se abroquela y
defiende con la posesión del dinero, de las armas y de los medios masivos de
comunicación. La lucha de clases se traduce en cierto equilibrio, que no es
igualdad o empate: la debilidad del bloque dominante se manifiesta en que
pierde el gobierno, en tanto que la debilidad de las clases explotadas y oprimidas
se expresa en sus marchas y contramarchas, en las dificultades para elegir a
sus dirigentes, para defender sus programas, para pasar de la posesión del
gobierno a la conquista del poder y a la hegemonía ideológica. Todo análisis
que desconozca el estado general de la conciencia de las grandes masas y se
centre en explicaciones basadas en las ‘traiciones’
de las dirigencias es
seudo-científico, subjetivo, y desvía de las enormes tareas a realizar.
Se trata pues
de ganar el poder, de obtener el dominio o la autoridad para revolucionar la
sociedad, para enfrentar al sistema. Pero el poder “no se toma” en un acto, como pudo pensarse en la toma
de la Bastilla (1789) o del Palacio de Invierno de Petrogrado (1917). Implica
una larga, perseverante y sinuosa marcha para su conquista, para lo cual se
debe actuar “desde
arriba” y “desde abajo”. “Desde arriba” trabajando en el gobierno, las instituciones temporales del
régimen, las instituciones permanentes del Estado, las instituciones
supranacionales principalmente las de sustento político-ideológico
emancipadoras (MERCOSUR, ALBA, UNASUR, CELAC). “Desde abajo” trabajando en las organizaciones
populares: partidos, sindicatos, centros estudiantiles, comisiones barriales,
cooperativas, instituciones culturales, deportivas.
En síntesis,
se debe destruir a los Estados del gran capital desarticulando el poder de las
clases explotadoras y erigiendo el poder de las clases explotadas, en vías de
emancipación.
5. El
valor de la geopolítica
Por otra
parte, es esencial considerar la geopolítica en la lucha por el poder, y más en
esta realidad de capitalismo mundializado y de primacía del Poder Trasnacional.
La geopolítica estudia la influencia de la geografía en la vida y evolución de
los Estados, con el fin de orientar su política.
En el caso de
Uruguay la base geopolítica de la soberanía pasa por comprender su debilidad,
inserto entre vecinos fuertes y en una región de dura pugna entre
estadounidenses y europeos, y de reciente influencia de chinos e indios.
Uruguay no puede desprenderse de Argentina y Brasil e iniciar un proceso
nítidamente diferenciado, a no ser para convertirse en base político-militar
del imperialismo. Es el ABC a asimilar de dos siglos de historia. En ese
sentido es saludable el giro del gobierno de Mujica respecto al de Vázquez. El
presidente ha declarado que las relaciones con Argentina y Brasil son “de carácter estratégico” y ha entablado relaciones directas con el
gobierno de Argentina con vistas a mejorarlas, anticipándose al fallo del
Tribunal de La Haya al que apelaron ambos países, a raíz de la planta
procesadora de pasta de celulosa en el río Uruguay, la de Botnia- UPM. Mujica
se ha apoyado y apoya a Lula y a Dilma, lo que es decir a Brasil, como potencia
líder regional. Ha pasado de la crítica al MERCOSUR a plantear que debemos
estar unidos “hasta
que la muerte nos separe”. El
enfoque de Patria Grande, ha sido manifestado desde los primeros viajes
oficiales, primero a los vecinos, luego a Chile -durante la asunción de Piñera-
a Bolivia, y a Venezuela para sellar diversos acuerdos y apoyar activamente los
procesos de integración del MERCOSUR y UNASUR, la recuperación de URUPABOL
(Uruguay, Paraguay, Bolivia) y mantenerse como observador en el ALBA. Pero
cuando Mujica ha dudado –llevaba una postura timorata a la Cumbre de Mendoza
(2012), reflejada en las opiniones de su Canciller- la visión de las
presidentas de Brasil y de Argentina, le ha alineado con firmeza. “La política exterior y los
alineamientos internacionales a favor o en contra del imperialismo constituyen
un primer nivel a tener en cuenta.”. Como
bien lo ha dicho, Petras debería tenerlo presente y asesorarse con informantes
calificados y honestos.
Coincidimos
con Sader: “América
Latina fue el laboratorio de las experiencias neoliberales: el modelo nació
aquí, y aquí se propagó y asumió sus formas más radicales. Por esa razón, el
continente sufrió los efectos más adversos del neoliberalismo y pasó a ser el
eslabón más débil de la cadena, en el que proliferaron una gran cantidad de
gobiernos elegidos con espíritu de rechazo al neoliberalismo, a contramano de
las tendencias mundiales.” […] “El período al que asistimos se caracteriza por
la pérdida de legitimidad de los gobiernos y de los modelos neoliberales, pero
también por las dificultades para construir proyectos alternativos, ya sea por
la mencionada fragmentación social, por el consenso conservador que mantiene el
predominio del libre comercio en el mundo, o en fin, por el consenso
neoliberal.” […] “El futuro de América Latina en la primera mitad del siglo XXI
depende del destino de los gobiernos que actualmente protagonizan procesos de
integración regional, resisten las políticas de libre comercio de EE. UU. ,
avanzan rumbo a la construcción de un modelo post-neoliberal, o lo flexibilizan
desarrollando políticas sociales contrapuestas a su debilitamiento.” (ibidem, páginas 71-73)
6. La
hegemonía
Para asegurar
el Poder –y no reiterar lo sucedido en la Rusia soviética- es preciso conseguir
la hegemonía. Es decir, el dominio ideológico, la identificación de los
interesados –el haz de clases, capas y sectores populares- con el proyecto
emancipador socialista ((esto es vital, como dice
Andrés Figari: ninguna fuerza política
con pretensiones transformadoras tiene alguna perspectiva de serlo cuando ni
siquiera es capaz de atraer y de transformar culturalmente a sus
propios seguidores. Porque el problema de cambiar un “país” no consiste
como creen algunos en hacer más infraestructuras, producir más bienes o lograr
que los pobres desaparezcan; el problema de verdad consiste en
hacer que una parte de los hombres y mujeres de hoy se transformen en
otros hombres y mujeres capaces de producir otro mañana. Es una misión
cuasi religiosa, pero si eso se consigue, todo lo demás vendrá por añadidura.)). La hegemonía se obtiene partiendo de la
comprensión que en todo movimiento hay sectores avanzados, medios y atrasados;
la tarea de los avanzados es arrastrar a los medios y neutralizar a los
atrasados para marchar con el conjunto de los interesados. Para prevalecer
sobre otros, una clase, un país, una etnia, un partido, una iglesia, etc., se
necesita dos instrumentos: el poder y la capacidad de convencer, de penetrar
con las ideas y valores del sujeto dominante a los dominados, esto es, la
hegemonía. Esa capacidad de convicción (hegemonía) reside en parte en el
Estado, principalmente a través de la educación, pero además en lo que Gramsci
denomina “la
sociedad civil”, o sea
la red de instituciones culturales, partidos, sindicatos, cooperativas,
iglesias, medios de comunicación, etc., representativas del pueblo.
Emir Sader
describe una dura verdad: “La
influencia ideológica de los Estados Unidos encarna, por el contrario, un caso
típico de hegemonía en el sentido gramsciano del concepto, que se refleja en la
capacidad de convicción, de persuasión, de fascinación, de adopción de los
valores del modo de vida norteamericano. En el caso de las poblaciones pobres,
los síntomas de la inducción de los valores estadounidenses son la atracción
por el consumo de marcas, Mc Donald´s, Internet (…)” “La utopía son los
shopping centers” ((ibidem,
páginas 61 y 63).
El bloque
dominante impone con el modelo neoliberal y la hegemonía imperial el más
grosero individualismo. No considerar esta evidencia conduce a análisis
irreales.
Por
consiguiente, la cuestión de la hegemonía se relaciona con la cuestión del
poder. Trabajar por la revolución, ante todo y por sobre todo en nuestro
tiempo, es batalla de ideas, convencer a las mayorías explotadas y oprimidas,
educarlas y capacitarlas para llevar adelante los programas que las expresan,
sin lo cual la pretensión de “tomar
el poder” sería
una empresa inútil. No hay hegemonía de una clase u otra categoría social sin
que ella apareje la conquista del poder; y no hay poder que valga, si no se
afirma en el convencimiento mayoritario de las bondades propuestas por sus
detentadores. Por eso el
valor de la participación democrática. Y el valor de la imposición de la
autoridad. Cuando ésta se ejerce sobreviene la reacción virulenta de la
burguesía; por ejemplo, cuando el Estado pauta las directivas de los medios de
comunicación, vehículos principales de hegemonía, trasmisores de la ideología
alienante del gran capital trasnacional dirigida a embrutecer a las grandes
mayorías. También los gobiernos tienen que ejercer su autoridad sin recelos
contra los elementos anti-sociales (víctimas del sistema, y victimarios del
pueblo) y contra los delincuentes militares o civiles al servicio del gran
capital.
En el sistema
capitalista –con la burguesía usufructuando de la hegemonía y del poder- la
clase trabajadora para conseguir la hegemonía debe prepararse, resistir,
afirmar un polo contendor en la batalla de ideas, una contra-hegemonía. Para
esa tarea necesita su intelectualidad, que se expresa por sus componentes
individuales y de uno colectivo, la herramienta política, el partido.
7. Los
intelectuales al servicio de los trabajadores
Con el
vertiginoso desarrollo científico-técnico de la civilización contemporánea, los
trabajadores tienden a que pese más su actividad intelectual en relación a la
manual o física. La clase se eleva en calidad por su nivel de instrucción,
capacitación técnica, teórica o cultural. La separación entre trabajador
intelectual y manual es cada vez más difusa, porque aún en las tareas menos
calificadas la función intelectual se desarrolla. Por el contrario, el abismo
es más profundo con los marginados desvinculados de actividades laborales. Pero
no todos los trabajadores tienen la función de intelectuales. Éstos son los
trabajadores que venden su fuerza de trabajo por un salario, pero que ejercen
una función trascendente en la formación y reproducción ideológica.
Los
intelectuales se distinguen entre sí en tanto expresan aspiraciones y
necesidades de clases o categorías sociales diferentes o directamente opuestas,
con el fin de elaborar una conciencia de sí y de persuadir de sus virtudes a
otras clases o categorías (etnias, naciones, religiones, etc.). El clero es una
intelectualidad superviviente de antiguas clases dominantes, tardíamente
avenida en occidente a la hegemonía de la burguesía. La intelectualidad laica
fundamenta la estabilidad del orden burgués (hoy trasnacional) en nombre de
principios ´superiores’
tales como los de
libertad o propiedad, entendidos a su manera. Su presencia es bien considerada
en la academia o en los medios masivos de comunicación por su función
conservadora o reaccionaria, aunque ninguno de esos intelectuales reconocerá
que es un servidor del sistema capitalista, funcional a sus designios.
Distinto es el
rol de la intelectualidad al servicio de las clases populares por la finalidad
perseguida, puesto que su elaboración ideológica y política trabaja por la
contra-hegemonía de esas clases. Por ende, es indeseable para el sistema y
molesta, muchas veces, a los dirigentes de su misma clase.
El
materialismo dialéctico ha aportado para definir el perfil de este intelectual
al servicio de los trabajadores y de sus aliados. Valora que debe inmiscuirse
activamente en la vida de su clase o bloque de clases, construyendo,
organizando, persuadiendo. Son quienes –expresadas con la palabras y poesía de
José Martí- dicen que “con
los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”.
Esos
intelectuales son filósofos, docentes, artistas, periodistas, profesionales,
expertos científicos, técnicos, etc. Mas poseen una concepción que liga la
teoría y la práctica (praxis) de modo que les permite pasar toda vez que se les
requiere, de la condición de “especialistas”
a la de cuadros
políticos, entendiendo por tales, como sostuvo el Che, a dirigentes de alto
nivel. En síntesis: el intelectual al servicio de los trabajadores y de las
clases populares es un especialista en algún área del conocimiento y un
político práctico.
8. La
herramienta partidaria
Sin embargo,
no alcanza con la adhesión individual de intelectuales a la lucha de los
trabajadores y de los explotados; es necesaria la herramienta política, que
obre como intelectual colectivo. Es el Partido de los trabajadores y del
pueblo, compuesto de trabajadores manuales (la mayoría) y de trabajadores intelectuales,
así como de personas de otras clases, capas y sectores populares. En Uruguay
llama la atención que mientras los sectores liberales y socialdemócratas del
Frente Amplio (“apenas
progresistas” según
Mujica) están unidos en el Frente Líber Seregni, los socialistas y
revolucionarios, carecen de organicidad similar ((difícil
pa sagitario juntar esas moscas por el rabo)). Se reproduce el cuadro
mundial, donde la izquierda muestra confusión ideológica y diversidad política
sin precedentes. En Uruguay
esos sectores
están dispersos en una gama de organizaciones. Incluso ha habido intentos
unificadores, el último de los cuales -la Corriente de Izquierda- llega a ser
segunda fuerza en las elecciones internas del Frente Amplio (1997) compuesto de
ocho organizaciones, entre ellas, el Movimiento de Liberación
Nacional-Tupamaros y el Movimiento 26 de Marzo. Al año esos dos agrupamientos
se alejan, el primero en pos de alianzas oportunistas con los Saravia y los
Semproni, el segundo en actitud seguidista del primero e igualmente
oportunista. El resto de la Corriente de Izquierda rápidamente se resquebraja y
se marchita, a pesar de su actuación destacada en el Congreso ideológico del
Frente Amplio, “Tota
Quinteros” (2001).
El juego de
alianzas en el Frente Amplio oscila permanentemente, más preocupados los
agrupamientos políticos de lo electoral que de los acuerdos programáticos y
metodológicos adecuados. Sólo con esa característica se explica el interés por
el reingreso a la vida política activa del ex presidente Tabaré Vázquez,
probable candidato para un tercer gobierno. Sus propulsores optan por asegurar
votos de “centro” a cambio de reeditar claudicaciones gruesas. Vázquez ha sido
conductor de la aprobación de un Tratado de Inversiones con Estados Unidos
gestado durante la presidencia de Jorge Batlle, ha intentado en vano un Tratado
de Libre Comercio con ese país, frenado por la resistencia popular, el
Canciller Gargano, el Frente Amplio y los socios del MERCOSUR, Argentina y
Brasil. Llega a pensar en solicitar ayuda al “aliado” Bush para enfrentar un
conflicto bélico con Argentina. Veta una Ley de Salud Sexual y Reproductiva
emanado de su fuerza política, con argumentos contra el aborto que lo alía a la
Iglesia Católica y al Opus Dei. Se ha complacido en su alianza con los
sionistas. Después de su presidencia, ha colaborado para “limpiarle la cara” al
FMI y oficiado de observador en las elecciones dominicanas por la O. E. A.
Todo un
currículo que augura a Uruguay (en caso de ser presidente nuevamente) un
conflicto previsible con sus socios del MERCOSUR y un acercamiento estrecho con
la potencia imperialista.
De todos
modos, será con fuerzas socialistas, más los militantes sin partido dispuestos,
que deberá construirse un Bloque Socialista, que oficie de intelectual colectivo,
de vanguardia, hasta devenir en un auténtico Partido de los Trabajadores. En
Uruguay esta fuerza, habrá que construirla en el Frente Amplio y no fuera de
él, porque el pez necesita para vivir del agua de las masas y éstas se
identifican con el F. A. ((En este punto es donde me
cuesta más coincidir con Julio. Es evidente que las fuerzas socialistas para
construir ese intelectual colectivo de vanguardia en el FA de hoy en día son
absolutamente minoritarias. La prueba más a la vista es que quienes promovieron
la candidatura de Vázquez – que el propio Julio condena- fueron la amplísima
mayoría de los grupos (sólo no lo apoyaron el PVP y el PST) y que se pudo
conformar una corriente opositora unicamente con militantes sin partido y con
el apoyo de disidentes de otros. Pero aún si tomáramos como bueno ese
agrupamiento, tenemos la paradoja de que, luego de las internas, también ellos
apoyan a Vázquez y llaman a votar por él; sabiendo de antemano que incluso el
ministro de economía será el propio Danilo Astori, cómplice del TPI y coautor
del intento de TLC, y quien bregó inútilmente por la autonomía del Banco
Central)). Las posturas
sectarias –cuya mayor expresión es Asamblea Popular- con su ceguera de negar
los avances de los gobiernos del Frente Amplio –más allá de sus limitaciones y
contradicciones- obran en contra de las aspiraciones y necesidades de las
masas, e irritan con sus desplantes e insultos desencajados al pueblo y a la
militancia del Frente Amplio. En poco tiempo, han logrado crear una barrera de
difícil reversión. ((Esto es cierto, pero no está muy
claro si lo que irrita es el estilo o la verdad de la mayoría de las críticas)).
El Partido
Socialista Unido de Venezuela parece la principal experiencia continental a
considerar, tanto como su propuesta constitutiva de una Quinta Internacional.
El proceso venezolano -que no es lineal ni modelo a seguir a pie juntillas- a
través de su dirigencia, y en particular de Hugo Chávez, ha comprendido que no
puede basar la edificación socialista en liderazgos individuales.
9.
Nociones básicas para la construcción socialista
¿Puede
lograrse lo que exige el ultra-izquierdismo cuando el proletariado está en
reconstrucción, “el
campo socialista” ha
desaparecido, China se debate entre el capitalismo y el socialismo (según
Petras es capitalista), la utopía soñada de vastos sectores populares son los
shopping centers, y en los medios masivos de comunicación la procacidad
chabacana de los Tinelli y los Petinatti los hace deseados y famosos? ¿Puede un
país dependiente abolir la miseria, el analfabetismo, preservar el medio
ambiente, lograr la igualdad de género, gozar de la plenitud de los derechos
humanos, convertirse por sí mismo en un “país de primera”, eslogan electoral del Frente Amplio? ((Supongamos que no, que no se puede....y entonces?....cuál es
la propuesta?....como no se puede entonces nos plegamos a la experiencia
progresista aunque vaya en sentido contrario solo porque tiene masas
atrás?...si ese argumento era válido en el 71, deberíamos habernos plegado al
Partido Colorado o al Partido Nacional de Ferreira Aldunate?)) Incluso,
¿pueden estos logros obtenerse en Estados supranacionales (como podría llegar a
ser la UNASUR) o es la República Popular China, en tiempos en que estos Estados
Supranacionales deben destinar ingentes sumas a los presupuestos militares
contra el intervencionismo imperialista, o enfrentar los efectos del
calentamiento global, acelerado por la apetencia de ganancia de los
capitalistas?
Los maestros
del materialismo dialéctico sostuvieron que aunque la Revolución Socialista
sería mundial y sólo se alcanzaría en esa escala, la conquista del poder por la
clase trabajadora y sus aliados próximos no podría ser simultánea en todos los
países. A partir de esa constatación, debe apelarse a la diferenciación de
Lenin entre los conceptos de revolución en sentido amplio y revolución en
sentido estricto. En sentido amplio implica transformaciones profundas de las
estructuras (económicas, sociales, políticas, culturales) para las cuales el
espacio es mundial y el tiempo comprende toda una época histórica. No es ni “acá” ni “ya”. En
sentido estricto define la conquista del poder por los trabajadores y sus
aliados dispuestos a la construcción socialista; el espacio es nacional o
estatal y el tiempo se reduce a un período históricamente breve. En los
maestros fundadores la diferencia ni fue considerada porque aún cuando pensaban
en la posibilidad de la victoria en tal o cual país –y utilizaran el concepto
en sentido estricto- nunca se habían planteado que la revolución quedara
aislada en un espacio nacional o estatal por un tiempo prolongado. Sólo Lenin
comprende la contradicción que angustia el final de su vida.
En tiempos del
capitalismo mundializado o “globalizado” podemos y debemos percibir la
diferencia entre ambos conceptos. Cuando Evo Morales, Rafael Correa, Hugo
Chávez o los dirigentes cubanos postulan la Revolución Socialista saben que su
construcción se realiza en un espacio nacional y estatal limitado, sin ignorar
que las economías de sus países siguen siendo predominantemente capitalistas y
los nuevos Estados en construcción mantienen fuertes rémoras del pasado
burgués. Lo positivo y distintito, es que ellos se orientan ideológica y
políticamente a superar al capitalismo ((cuestión que
por cierto no está planteada en el Uruguay por el FA)) mediante una
prolongada transición socialista, que sólo se sostendrá y afirmará en
mega-naciones a construir, hasta que el espacio se vuelva mundial, con aportes
mutuos de los pueblos por la vía de complementación productiva, de cooperación
científica, de defensa militar, etc. De allí la apuesta a la integración de
Nuestra América. Y a favorecer un mundo multipolar que frene el belicismo
imperialista.
Para iniciar
esa construcción nos parece que las condiciones básicas, simultáneas e
interrelacionadas, son el desarrollo de las fuerzas productivas en pos de
alcanzar a las economías capitalistas centrales, conservando férreamente la
soberanía, e impidiendo tratados de inversiones o de “libre comercio” que
subordinen a los estados firmantes a las normativas del FMI, Banco Mundial,
etc.; la construcción de bloques supra-nacionales de Estados en relación a los
actuales Estados nacionales, que potencien la construcción económica, social,
política, militar, cultural, en tanto sean barreras más eficaces contra el
poder del gran capital trasnacional; el incentivo a formas diversas de
producción social (cooperativas, empresas autogestionadas, comunitarias, micro,
pequeñas y hasta medianas empresas); el fortalecimiento de la propiedad y la gestión
estatal; el fomento de la planificación local, nacional, regional; la batalla
ideológica en pos de una nueva hegemonía, solidaria, socialista; y la promoción
de Estados democráticos de nuevo tipo, en manos de las clases populares, tanto
a nivel de las decisiones generales como de las particulares, de índole
productiva, educativa, social, etc. Eso es iniciar la larga marcha al
socialismo, siendo conscientes los trabajadores y explotados que no estamos en
condiciones de vencer plenamente, pero sí de ir obteniendo victorias que nos
aproximen a la meta final. El socialismo es incompatible con la miseria y con
la ignorancia. A no desesperarse, a ser conscientes de nuestras limitaciones, “teniendo en claro que por delante
se presenta una etapa lenta, de avance gradual, de resistencia activa. Que como
toda etapa de este signo, plasmará en un salto cualitativo, de avance veloz,
potente, por la sencilla razón de que el socialismo no está muerto, sigue
teniendo razón de ser, y vencerá al capitalismo a través de la revolución.
Porque la pauperización se agrava en el capitalismo, sistema, en el cual un
niño muere cada dos segundos de desnutrición. Y porque todo nuevo modo de
producción portador de transformaciones positivas para las grandes masas, acaba
imponiéndose en el curso histórico.” (“¿Restauración capitalista o revolución
socialista? Los clásicos, la Revolución Rusa y la vigencia del socialismo”. Julio A. Louis. “Alfaguara”. No.1
Noviembre-diciembre
de 1992. Y en “Lenin,
la Revolución Rusa y el socialismo del siglo XXI”. 2ª
Parte.
Editorial ARCA. 2009)
La opción al
socialismo ya no es la barbarie como pensara Rosa Luxemburgo sino la extinción
de la especie humana.
Montevideo-Uruguay,
agosto de 2012
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