UN MUNDIAL DE LA VIVIENDA
Un
país con gran poderío económico, puede darse el lujo de organizar
un Mundial de fútbol, ya que no solo dará algunos dividendos
económicos durante el mismo, sino que añadirá prestigio al país y
tal vez hasta gloria deportiva.
Otra
cosa es para países no tan poderosos y para los cuales el esfuerzo
económico puede ser tremendo.
La
organización de los mundiales cada vez requiere más inversiones, y
el retorno de las mismas no es tan claro. Por otra parte, el
movimiento de dinero es de tal magnitud que, como siempre, atrae la
corrupción.
Antes
del anterior mundial, Dilma Rousseff dijo que el país no se vería
afectado por el préstamo que obtuvo para las inversiones en el
mismo, que solo suponía el 0.16% del PBI brasileño. También decía
la aseguradora Euler Hermes que la Copa añadiría un 0,2% de
crecimiento al PBI.
Y
la consultora internacional Ernst and Young estimó un impacto
económico que multiplicaría por cinco la inversión realizada:
"Nuestro cálculo es que habrá un efecto cascada en toda la
economía brasileña. A la inversión en infraestructura (...)
hay que añadir el impacto en el consumo, la recaudación impositiva
y los negocios que se hacen y se harán gracias al Mundial",
decían.
Y
negocios hubo y habrá en torno a los mundiales, donde ganan los de
siempre y muchísimo dinero.
Sin
embargo, Brasil tuvo apenas una expansión de 0,1% de su PBI en 2014,
escapando apenas de una recesión (su peor desempeño económico
desde 2009, cuando encogió 0,2% por los efectos de la crisis
económica internacional).
Esto
quiere decir que el mundial no tuvo ningún efecto, o que tuvo un
efecto negativo? No, tal vez lo que quiere decir es que apenas logró
que no hubiera recesión. Nada más. Es decir, un impacto mínimo.
Como
dice el mexicano Hernán Gómez, profesor del Centro de Investigación
y Docencia Económicas (CIDE) y analista político especialista en
América Latina: “Creo que los países se hacen una expectativa
equivocada de lo que van a obtener con un Mundial, especialmente
países en vías de desarrollo, que están en un camino a convertirse
en países que pasan de un grado de bajo a un grado más alto de
desarrollo”...“De alguna forma siempre quieren usar este tipo de
actos o eventos para mostrar que son grandes y poderosos y a mí me
parece que es una forma equivocada, especialmente cuando es un país
que todavía tiene carencias tan grandes, sociales y de educación”.
Por ahora Rusia ostenta el
galardón de “el mundial más caro de la historia”, con 14 mil
millones de dólares, pero el próximo seguramente lo superará, ya
que participarán 48 selecciones y lo organizarán un triunvirato de
países poderosos.
Supongamos
que hoy estuviéramos en 2030, y que organizar el evento implicara 15
mil millones, y que Uruguay invirtiera la tercera parte (5 mil
millones), casi un 7% de su PBI en un evento deportivo. Un verdadero
disparate. Máxime si tenemos en cuenta todo lo que se podría hacer
con ese dinero.
Una
inversión de esa magnitud, en construcción de viviendas, terminaría
con el déficit habitacional, por ejemplo, y generaría mano de obra
de una escala varias veces superior a cualquier inversión extranjera
que nos muestran como espectacular. Sin contar además el uso de
materiales nacionales de todo tipo y el impacto social.
José Luis Perera
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