EL PROGRAMA ES UN CONCEPTO PREVIO
El ministro de Relaciones Exteriores, Luis Almagro, comentó que no tiene preconceptos con los Tratados de Libre Comercio (TLC). En entrevista con el diario El Observador el secretario de Estado indicó que no se puede oponer a una negociación que puede ser una “tabla de salvataje de sectores estratégicos”.
Con todo el respeto que se merece nuestro flamante canciller de la República, me permitiré decirle que en realidad sí tiene preconceptos. No solamente sobre los TLC, sino sobre toda la política exterior del gobierno del Frente Amplio. Porque sea cual sea la acepción que Almagro le adjudique al término “preconcepto”, el debería saber que no está actuando en el Ministerio que le tocó ocupar a título personal, sino en representación de una fuerza política que tiene un programa previo aprobado para llevar adelante durante los próximos cinco años, y que constituye un compendio de conceptos (conceptos previos a su nombramiento como ministro) que tanto Almagro como cualquier otro compañero que desempeñe un cargo político debe tener en cuenta.
En el Frente Amplio trabajó una Comisión integrada por representantes de los sectores políticos y de las bases durante meses elaborando un documento programático que sirviera de esquema para discutir a lo largo de toda la estructura de la fuerza política. El documento bajó a los Comités de Base y fue analizado y enriquecido con la participación de al menos 20 mil compañeros. Luego, esos compañeros eligieron más de 2 mil delegados que participaron en el Congreso “Zelmar Michelini” y discutieron nuevamente hasta aprobar el programa definitivo con el cual la el Frente Amplio se presentó a las elecciones y resultó elegido para gobernar por otros cinco años. Ese Programa consta de varios capítulos que abordan diferentes temas, uno de los cuales se titula: URUGUAY INTEGRADO, en cuyo numeral tercero se tratan los ASPECTOS POLÍTICOS COMERCIALES. El punto 48 de ese numeral dice textualmente: “Un tratado de libre comercio en los términos y con las condiciones de los que EEUU ha firmado con Perú o ha propuesto a Colombia es incompatible con las necesidades y los objetivos del desarrollo nacional. Tales términos y condiciones, referidos a normas de competencia, compras gubernamentales, propiedad intelectual, servicios, barreras técnicas al comercio, etc., tampoco son aceptables introducidos en otros acuerdos tipo TIFA o similares.” Esos son los conceptos previos (preconceptos) que Almagro debe manejar en el tema en cuestión. Por otra parte, estas definiciones programáticas en este tema específico no son nuevas, sino que ya figuraban en el Programa emanado del Congreso “Héctor Rodríguez” del año 2003. Y decir que no se tienen preconceptos sobre los TLC, equivale a decir –una semana después de ser nombrado como ministro de un gobierno del Frente Amplio- que no tiene ningún problema en hacer exactamente lo contrario de lo que dice el Programa de la fuerza política que lo llevó a ese cargo.
PARA QUE…ME PREGUNTO
Pero Almagro agrega a continuación: “…yo no me puedo oponer a una negociación que puede ser la tabla de salvataje de muchos de los sectores estratégicos del país como el sector textil por ejemplo, pero sí tengo que tener en cuenta que por uno, dos o tres sectores desacomodo todo el resto”.
Y estamos de acuerdo, esa es una de las tantas razones por las que el Frente Amplio se opone a un TLC con los Estados Unidos. Lo que no se entiende muy bien, es por qué, si piensa en sintonía con el Programa del Frente Amplio –como es lógico, por otra parte- y si integra el gobierno del Frente Amplio, manifiesta que no tiene preconceptos acerca de los TLC. Entre otras cosas, sus declaraciones lograron el beneplácito de la secretaria de la Unión de Exportadores, Teresita Aishemberg (“Es positivo. Él está recibiendo el sentir de los exportadores…”, dijo Aishemberg), el rechazo del PIT-CNT (La central obrera “no dudará” al momento de movilizarse “por la unidad de América Latina” ya que para el PIT-CNT el rechazo al TLC con Estados Unidos es una “cuestión de principios”, evaluó Marcelo Abdala), y un malestar generalizado en la fuerza política (“Hoy no están planteadas las condiciones para que el Frente modifique su posición respecto del TLC con Estados Unidos. No hay ninguna revisión posible”, dijo por ejemplo Mónica Xavier). No es un muy buen comienzo, y sería buena cosa que la Mesa Política del FA tomara los recaudos necesarios para que estas cuestiones no se transformen en cosa de todos los días.
NO SUBIREMOS A ESE TREN
De haber triunfado la concepción de quienes querían firmar un TLC con los EEUU, hoy estaríamos fuera del Mercosur, con sus consecuencias a nivel económico (exportaciones, energía, infraestructura, etc.) y a nivel político (seguramente quedaríamos aislados del resto de América Latina, y ni que hablar que no podríamos ni soñar con los acuerdos con Venezuela que suponen inversiones millonarias en dólares (tal vez ALUR no sería una realidad, ni habría fondos para el Clínicas, ni habría empresas recuperadas, ANCAP todavía estaría perdiendo millones en Argentina, no tendríamos posibilidad de explorar en el Orinoco, ni hacer inversiones en la planta de cemento pórtland con las características beneficiosas que tenemos con Venezuela).
De haberse firmado el TLC, hoy tendríamos los medicamentos varias veces más caros por obra y gracia de los acuerdos en propiedad intelectual; posiblemente no estaría funcionando el Sistema Nacional Integrado de Salud por los acuerdos en el área del comercio de servicios; tal vez contaríamos con un sinnúmero de empresas medianas y pequeñas que habrían cerrado, ya que hoy obtienen buena parte de sus ingresos vendiéndole al Estado, y eso se vendría abajo con la apertura de ese sector a las empresas norteamericanas. Probablemente tendríamos algunas maquilas y se habrían generado unos cuantos puestos de trabajo con salarios miserables, mientras que se hubieran perdido unos cuántos más en las industrias paralelas.
Ah, si, claro, estaríamos pagando menos aranceles por la carne que vendiéramos a EEUU. Y probablemente las vacas estarían pastando en las tierras abandonadas por los arroceros fundidos por el arroz subsidiado de EEUU.
Los episodios que tuvo que vivir nuestra fuerza política para parar el proceso que nos llevaba directamente a la firma de un TLC con los Estados Unidos son algo que no se pueden repetir. Porque hay que saber que en un principio el propio Tabaré Vázquez se manifestó en contra de un TLC en más de una oportunidad. Recordemos por ejemplo lo que manifestara en Venezuela a principios de marzo de 2006: “El actual gobierno uruguayo no tiene, en carpeta o en agenda, la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos”, mientras recordaba, además, que el FA convirtió el programa de gobierno en “un compromiso ciudadano donde se deja claro que las relaciones comerciales actuales con las potencias del primer mundo, entre las que se encuentra Estados Unidos, no son las adecuadas para firmar ningún Tratado de Libre Comercio, ni mucho menos las idóneas para profundizar la propuesta de Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA)”. Ese compromiso ciudadano del que habló Tabaré en su momento es el concepto previo que debe seguir nuestro Canciller de la República.
Con todo el respeto que se merece nuestro flamante canciller de la República, me permitiré decirle que en realidad sí tiene preconceptos. No solamente sobre los TLC, sino sobre toda la política exterior del gobierno del Frente Amplio. Porque sea cual sea la acepción que Almagro le adjudique al término “preconcepto”, el debería saber que no está actuando en el Ministerio que le tocó ocupar a título personal, sino en representación de una fuerza política que tiene un programa previo aprobado para llevar adelante durante los próximos cinco años, y que constituye un compendio de conceptos (conceptos previos a su nombramiento como ministro) que tanto Almagro como cualquier otro compañero que desempeñe un cargo político debe tener en cuenta.
En el Frente Amplio trabajó una Comisión integrada por representantes de los sectores políticos y de las bases durante meses elaborando un documento programático que sirviera de esquema para discutir a lo largo de toda la estructura de la fuerza política. El documento bajó a los Comités de Base y fue analizado y enriquecido con la participación de al menos 20 mil compañeros. Luego, esos compañeros eligieron más de 2 mil delegados que participaron en el Congreso “Zelmar Michelini” y discutieron nuevamente hasta aprobar el programa definitivo con el cual la el Frente Amplio se presentó a las elecciones y resultó elegido para gobernar por otros cinco años. Ese Programa consta de varios capítulos que abordan diferentes temas, uno de los cuales se titula: URUGUAY INTEGRADO, en cuyo numeral tercero se tratan los ASPECTOS POLÍTICOS COMERCIALES. El punto 48 de ese numeral dice textualmente: “Un tratado de libre comercio en los términos y con las condiciones de los que EEUU ha firmado con Perú o ha propuesto a Colombia es incompatible con las necesidades y los objetivos del desarrollo nacional. Tales términos y condiciones, referidos a normas de competencia, compras gubernamentales, propiedad intelectual, servicios, barreras técnicas al comercio, etc., tampoco son aceptables introducidos en otros acuerdos tipo TIFA o similares.” Esos son los conceptos previos (preconceptos) que Almagro debe manejar en el tema en cuestión. Por otra parte, estas definiciones programáticas en este tema específico no son nuevas, sino que ya figuraban en el Programa emanado del Congreso “Héctor Rodríguez” del año 2003. Y decir que no se tienen preconceptos sobre los TLC, equivale a decir –una semana después de ser nombrado como ministro de un gobierno del Frente Amplio- que no tiene ningún problema en hacer exactamente lo contrario de lo que dice el Programa de la fuerza política que lo llevó a ese cargo.
PARA QUE…ME PREGUNTO
Pero Almagro agrega a continuación: “…yo no me puedo oponer a una negociación que puede ser la tabla de salvataje de muchos de los sectores estratégicos del país como el sector textil por ejemplo, pero sí tengo que tener en cuenta que por uno, dos o tres sectores desacomodo todo el resto”.
Y estamos de acuerdo, esa es una de las tantas razones por las que el Frente Amplio se opone a un TLC con los Estados Unidos. Lo que no se entiende muy bien, es por qué, si piensa en sintonía con el Programa del Frente Amplio –como es lógico, por otra parte- y si integra el gobierno del Frente Amplio, manifiesta que no tiene preconceptos acerca de los TLC. Entre otras cosas, sus declaraciones lograron el beneplácito de la secretaria de la Unión de Exportadores, Teresita Aishemberg (“Es positivo. Él está recibiendo el sentir de los exportadores…”, dijo Aishemberg), el rechazo del PIT-CNT (La central obrera “no dudará” al momento de movilizarse “por la unidad de América Latina” ya que para el PIT-CNT el rechazo al TLC con Estados Unidos es una “cuestión de principios”, evaluó Marcelo Abdala), y un malestar generalizado en la fuerza política (“Hoy no están planteadas las condiciones para que el Frente modifique su posición respecto del TLC con Estados Unidos. No hay ninguna revisión posible”, dijo por ejemplo Mónica Xavier). No es un muy buen comienzo, y sería buena cosa que la Mesa Política del FA tomara los recaudos necesarios para que estas cuestiones no se transformen en cosa de todos los días.
NO SUBIREMOS A ESE TREN
De haber triunfado la concepción de quienes querían firmar un TLC con los EEUU, hoy estaríamos fuera del Mercosur, con sus consecuencias a nivel económico (exportaciones, energía, infraestructura, etc.) y a nivel político (seguramente quedaríamos aislados del resto de América Latina, y ni que hablar que no podríamos ni soñar con los acuerdos con Venezuela que suponen inversiones millonarias en dólares (tal vez ALUR no sería una realidad, ni habría fondos para el Clínicas, ni habría empresas recuperadas, ANCAP todavía estaría perdiendo millones en Argentina, no tendríamos posibilidad de explorar en el Orinoco, ni hacer inversiones en la planta de cemento pórtland con las características beneficiosas que tenemos con Venezuela).
De haberse firmado el TLC, hoy tendríamos los medicamentos varias veces más caros por obra y gracia de los acuerdos en propiedad intelectual; posiblemente no estaría funcionando el Sistema Nacional Integrado de Salud por los acuerdos en el área del comercio de servicios; tal vez contaríamos con un sinnúmero de empresas medianas y pequeñas que habrían cerrado, ya que hoy obtienen buena parte de sus ingresos vendiéndole al Estado, y eso se vendría abajo con la apertura de ese sector a las empresas norteamericanas. Probablemente tendríamos algunas maquilas y se habrían generado unos cuantos puestos de trabajo con salarios miserables, mientras que se hubieran perdido unos cuántos más en las industrias paralelas.
Ah, si, claro, estaríamos pagando menos aranceles por la carne que vendiéramos a EEUU. Y probablemente las vacas estarían pastando en las tierras abandonadas por los arroceros fundidos por el arroz subsidiado de EEUU.
Los episodios que tuvo que vivir nuestra fuerza política para parar el proceso que nos llevaba directamente a la firma de un TLC con los Estados Unidos son algo que no se pueden repetir. Porque hay que saber que en un principio el propio Tabaré Vázquez se manifestó en contra de un TLC en más de una oportunidad. Recordemos por ejemplo lo que manifestara en Venezuela a principios de marzo de 2006: “El actual gobierno uruguayo no tiene, en carpeta o en agenda, la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos”, mientras recordaba, además, que el FA convirtió el programa de gobierno en “un compromiso ciudadano donde se deja claro que las relaciones comerciales actuales con las potencias del primer mundo, entre las que se encuentra Estados Unidos, no son las adecuadas para firmar ningún Tratado de Libre Comercio, ni mucho menos las idóneas para profundizar la propuesta de Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA)”. Ese compromiso ciudadano del que habló Tabaré en su momento es el concepto previo que debe seguir nuestro Canciller de la República.
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