JERARQUIZAR AL FRENTE AMPLIO

Un artículo de Constanza Moreira, en La República, señala que sobre José Mujica se ciernen quizás más expectativas de las esperables, “recordando que el gobierno de un país es algo más que un presidente… y…las limitaciones de la humana condición”. Señala también Constanza que en 2004 las expectativas estaban dirigidas al propio Frente Amplio, y su “estreno” en el gobierno, y que “ahora parece haberse producido una sutil pero definitiva traslación del peso de las mismas hacia el propio liderazgo de Mujica”. Y señala entre las razones para que esto suceda “el propio estancamiento en el dinamismo del Frente Amplio como partido (lo que) colaboró a colocar la esperanza de renovación más en el liderazgo que en las bases”.
Más adelante, la compañera Constanza analiza el significado de la política para la izquierda, señalando que: “La izquierda es hija de la creencia de que la soberanía radica en la voluntad “de todos” y no en la de unos pocos, por más que estos sean los más calificados. Sin la participación real de todos y cada uno de los ciudadanos en las decisiones que afectan nuestras vidas, no habrá política. Ni siquiera habrá vida pública, o sea, república, en sentido estricto. La política ejercida desde la izquierda entrañará siempre renuncia y traspaso de poder hacia la gente”. Sin embargo, señala como contradicciones en la propia izquierda “las decisiones de cúpula, las intrigas palaciegas, las posturas públicas generadas a cuarto cerrado e impuestas a miles y miles de militantes…”.
Mas allá de algunos matices (ya dijimos en nuestro artículo anterior que no todos pueden participar aunque quieran, ni todos quieren participar aunque puedan), compartimos el enfoque de Constanza. Creemos que ese desplazamiento de las expectativas desde la fuerza política hacia la personalidad de una figura determinada, es un hecho que está sucediendo, que no es bueno, que de alguna forma está siendo promovido (consciente o inconscientemente) por algunos compañeros dentro del Frente Amplio, y que merece una atención particular a efectos de que no se profundice. Pero no necesariamente esa traslación de las expectativas (de la fuerza política al líder) tiene por que ser definitiva; todo dependerá de si la fuerza política reconoce que ahí tiene un problema e intenta revertirlo.
CANDIDATOS ANTES QUE PROGRAMA
Una de las formas en que ese desplazamiento se promueve, es cuando desde diferentes medios de comunicación se comienza a promover determinadas figuras como candidatos, mucho antes de que la fuerza política haya siquiera comenzado a delinear la propuesta política que someterá a consideración de la ciudadanía. No vamos a profundizar en estas cuestiones, que ya han sido analizadas en varias ocasiones, pero si pondremos un ejemplo paradigmático, y por todos conocido. Por allá por noviembre de 2007, ya se comenzaban a manejar nombres de candidatos a la presidencia para nuestra fuerza política a través de la prensa. Faltaba casi un año para que el Frente Amplio comenzara a organizar su Congreso y a elaborar entre todos el programa, pero había compañeros que ya tenían sus candidatos y los promovían. Durante todo un año (2008), un día si y otro también aparecían en los medios nuevos nombres, que se proclamaban desde ya como precandidatos, hasta que llegamos al Congreso de diciembre con una resolución que habilitó la participación de “cinco” compañeros para postularse en las elecciones internas de junio. Al desgaste sufrido por el Frente Amplio durante todo ese año en el que no se hablaba de otra cosa que de nombres de posibles candidatos, se sumó desde ese momento hasta el mes de junio que el FA como tal, sus Comités de Base, estuvieron prácticamente inactivos, ya que la campaña corría por cuenta de los sectores que apoyaban a tal o cual candidato, y los frenteamplistas a secas la balconeaban. Hay cientos de ejemplos de cómo a través de la promoción de figuras, o de decisiones cupulares, se relega a un segundo plano a la fuerza política, pero no es el momento ni el lugar para plantearlas. De lo que se trata ahora es de ver como se puede revertir la situación.
LAS TAREAS DE LA HORA
La mejor forma de jerarquizar al Frente Amplio como la fuerza política llamada a profundizar los cambios (más allá de los individuos), es el trabajo unitario, codo a codo los frenteamplistas en la tarea de llevar nuestras propuestas al pueblo y de discutirlas “con” el pueblo. Y lo más inmediato ahora, es la campaña por las intendencias y los municipios. En aquellos lugares en donde se llegó a una candidatura común a la intendencia, esa tarea será mucho más fácil. En los lugares en que no, los compañeros sabrán desarrollar creativamente la labor unitaria que sea posible. Pero con las elecciones de alcaldías, tenemos la oportunidad nuevamente de demostrar que el Frente Amplio es una fuerza constructora de unidad en el seno del pueblo, y la forma más idónea es concurrir a esas elecciones con programas locales y candidatos comunes a alcaldes y concejales en las diferentes zonas. Es además una forma concreta de descentralizar también en los hechos las decisiones políticas, dejándola en manos de los frenteamplistas de cada lugar, que son quienes conocen a los referentes más idóneos para llevar a la consideración popular. Si eso no fuera posible, al menos habría que agotar los esfuerzos para ir con un candidato a alcalde común, y que cada sector marque su perfil a través de los candidatos a concejales. Ese proceso de unidad, además, no debería circunscribirse únicamente a los sectores, sino que necesariamente pasa por los organismos frenteamplistas locales (zonales, coordinadoras) que son los que permanentemente están en contacto con las organizaciones sociales y con los vecinos. Pero insistimos, la jerarquización del Frente como fuerza política se construye en la unidad de acción; unidad que no solo se debe dar en la presentación electoral, sino en el apoyo concreto al alcalde y/o concejales durante los cinco años de gestión y en el contacto constante con los vecinos en la promoción de la participación.
La otra tarea, que desde mi punto de vista está llamada a transformarse en el escenario de participación popular más importante, y por lo tanto en el mejor antídoto contra los personalismos y las decisiones cupulares que señala Constanza, es la de la Convención Nacional Constituyente. En el programa del Frente Amplio que aprobamos en el Congreso, establecimos que: “En esta etapa, la profundización de las reformas estructurales hacen necesario habilitar los marcos normativos adecuados para procesarlas. Para ello, entre otras medidas, será necesario incluso convocar una Convención Nacional Constituyente dentro del primer año de gobierno.” Esta Convención Nacional Constituyente debería transformarse, en la práctica, en un nuevo Congreso del Pueblo, donde la ciudadanía organizada pueda reunirse en asambleas para discutir la nueva Carta Magna. Allí deberán estar presentes los planteos de los pequeños productores, de los comerciantes y trabajadores, de los ciudadanos comunes y corrientes que quieran ser protagonistas de una nueva forma de ver el país y su futuro. Es la tarea más participativa y popular, en la que las individualidades no corren, en donde las figuras están ausentes, y en donde el verdadero protagonista será el pueblo organizado.

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