QUERIAMOS TANTO A KIRCHNER


Leandro Grille escribió un excelente artículo en la Revista Caras y Caretas: “Elogio de Néstor”, el cual tiene una virtud no menor, y es que está escrito no desde un análisis politológico profundo, sino desde lo que puede ver un ciudadano común acerca de lo que fue el breve pasaje de Néstor Kirchner por la política, y de la huella que dejó en los argentinos y en los latinoamericanos.
NESTOR Y NOSOTROS
Claro que uno no puede dejar de leer acerca de la peripecia argentina durante el gobierno de los Kirchner sin hacer una comparación con la uruguaya, dada la cercanía en el espacio y en el tiempo, y llama la atención que no le haya provocado al autor cierto escozor al escribir el artículo, ya que esa comparación, casi inevitable, nos deja un sabor amargo.
Dice Leandro: “…en ese breve tránsito por el proscenio de la historia, supo cambiarla, mucho más allá de lo que nadie habría soñado…, habiendo cosechado apenas un puñado de votos”.
Esa es sin duda una de las sorpresas mayúsculas que nos dio Néstor Kirchner. Nos mostró a todos que es posible cambiar la historia, y que se puede ir incluso mucho más allá de lo soñado, incluso aunque el respaldo en las urnas no haya sido contundente. Lo que vemos por estos lares, son posiciones muchas veces timoratas y conservadoras, a pesar de contar con amplias mayorías para llevar adelante al menos lo que se promete a la población. Ya no digamos de ir un poco más allá.
El articulista dice que Néstor vino a estar “a la altura de la historia”. Y luego se pregunta: "¿Y qué carajo es estar a la altura de la historia cuando se asume la presidencia de un país devastado? ¿Cuándo no tenés ningún respaldo? ¿Cuándo la gente ya no cree en nada ni en nadie y apenas se aferra a una consigna repleta de bronca y de desesperanza: ¡qué se vayan todos!?”. Y entonces Leandro dice que “la altura de la historia” no se diluyó en discursos, sino que fue conformándose en hechos bien concretos. Y a pesar de que los hechos abarcan casi todas las esferas de la vida pública, Leandro pone en primer lugar los siguientes: “sacar el retrato de Videla,…la anulación de la Ley de Obediencia Debida y Punto Final, el juicio y castigo a los culpables del terrorismo de Estado, y el reconocimiento como ningún presidente lo había hecho hasta entonces a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”.
Estas cosas pudo hacer un presidente que asumió un país devastado, con prácticamente ningún respaldo, donde la gente ya no creía en nada ni en nadie. En nuestro país, el Frente Amplio asumió el país con un respaldo enorme de la gente, y sin embargo la realidad es muy otra. Nuestro programa de gobierno, ya desde el IV Congreso Extraordinario “Héctor Rodríguez” del año 2003, es pródigo en referencias concretas en lo que tiene que ver con los derechos humanos y con las relaciones entre el derecho interno y el internacional, que están obligando a los legisladores frenteamplistas a anular la ley de impunidad. Allí decimos: “Comprometido con la verdad y la justicia –principios por los que el conjunto de nuestro pueblo ha bregado incansablemente- en relación con los crímenes de lesa humanidad cometidos antes y durante la dictadura, (el gobierno del FA) hará todos los esfuerzos que estén a su alcance para lograr el cumplimiento de dichos principios, en cumplimiento de la Constitución y la ley”. Y también: “El gobierno progresista reafirma la posición clara que las normas de tratados internacionales sobre derechos humanos, tienen igual valor que las leyes nacionales. Al respecto se promoverá la adecuación de la legislación interna a los tratados internacionales ratificados por el país”. O en forma más contundente aún: “…la impunidad constituye un verdadero obstáculo a la normalidad democrática para poder superar traumas de un pasado reciente. Cuando ella funciona para proteger a agentes gubernamentales (civiles, militares y policías) que han violado seriamente derechos humanos, cometiendo con ello crímenes penales de suma gravedad. Esto implica un agravio a la Justicia y afecta seriamente la igualdad de las personas ante la ley”. No son las únicas referencias, pero alcanzan para mostrar el mandato ineludible.
Sin embargo, senadores de nuestra fuerza política se niegan a cumplir con lo que prometieron, y algunos manifiestan abiertamente no solo eso, sino que les importa tres carajos respetar o no a los organismos internacionales de derechos humanos.
“Perico” Pérez Aguirre, decía: “Triste es tener que conservar para siempre en la memoria colectiva el hecho fatal de que por la impunidad impuesta nos hemos convertido en un pueblo pusilánime, doblegado por abyectas amenazas de algunos delincuentes que obligan a olvidar y a dejar impunes sus crímenes”. Habría que agregar: triste es que quede en la memoria colectiva el hecho de que una fuerza política de izquierda, teniendo las mayorías para terminar con la impunidad, terminó lavándose las manos cual Pilatos.
LOS LÍDERES GUIAN
Como dice Leandro Grille en referencia a Néstor Kirchner: “…un hombre es lo que hace. Y sus actos, más allá de los claroscuros propios de la vida humana, se corresponden con los de un líder progresista, de izquierda, comprometido con las causas de los más débiles, la democracia y los derechos humanos”.
Lo extraño, es que Leandro no haga ninguna extrapolación con sus propios líderes (supuestamente de izquierda, o al menos progresistas), y no le llame la atención la distancia entre lo que sus líderes dicen y lo que hacen. Es una lástima, porque es ahí en donde radica el grave problema del Frente Amplio. Es por eso que no convoca, que no enamora, que no entusiasma.
Dice Leandro acerca de Néstor: “…fue un militante que contagió de ganas de militar a una generación entera que nunca había soñado en comprometerse con nada. Devolvió las ganas de construir y de creer en un proyecto colectivo a un montón de argentinos que hace rato habían abandonado todas las esperanzas”. Y sí, ese es el cerno de la cuestión Leandro. Hay quienes “no están a la altura de la historia”, y si un hombre “es lo que hace”, hay quienes son poca cosa. El compromiso con la causa de los derechos humanos contagia las ganas de militar, devuelve la pasión por construir un proyecto colectivo, sobre todo en los más jóvenes. Las defecciones, las agachadas y el no cumplimiento de lo prometido generan el efecto contrario: el desánimo, la bronca, el descreimiento.
Y hay que tener bien claro que la política también tiene un fundamento moral y ético, y la lucha contra la impunidad ha tenido y tiene (y lo seguirá teniendo en el futuro) ese componente que hace que un colectivo ponga el alma en lo que hace. Administrar el capitalismo mejor que los partidos tradicionales el Frente Amplio ha demostrado sobradamente que se puede. Pero eso no basta para convocar a las grandes mayorías a militar. Porque como dice Fidel, "Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado, es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio". Lo que mueve al compromiso e inyecta energías en los militantes de izquierda es el compromiso con los cambios profundos, la constatación diaria de que podemos siempre ir un paso más allá, avanzando hacia la utopía. Eso es lo que nos legó a todos Néstor Kirchner (y Cristina, sin duda), la sensación de que se puede más que lo que nos quieren hacer creer algunos, que se puede enfrentar al imperialismo en Mar del Plata, que se puede enfrentar el poder latifundista si se logra entusiasmar al pueblo para que sea el garante de los avances en democracia.
La anulación de las leyes de obediencia debida teniendo apenas un puñado de votos, es la prueba del nueve de la grandeza ética y moral de Néstor Kirchner. El mantenimiento de la ley de impunidad, teniendo la mayoría absoluta en el Parlamento, es lo opuesto, y proyecta una sombra oscura sobre el futuro de nuestra fuerza política, que por cierto no se arreglará con retoques de un Estatuto.

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