NO TENEMOS DERECHO A EQUIVOCARNOS


Los análisis que tienen que ver con los pasos que el Frente Amplio debe dar de aquí en adelante, (lo que resta de gobierno, la elaboración del programa para el próximo período, los candidatos para las próximas elecciones, etc.) necesariamente deben hacerse desde una perspectiva más amplia y profunda, que integre la situación actual del capitalismo, las perspectivas mundiales y de la región y nuestra propia realidad.
Nuestro Partido ha venido planteando desde hace mucho tiempo –desde que la crisis asomaba en el horizonte- los problemas de la crisis capitalista y su incidencia en los países de la periferia. Hoy ya son muchos los analistas económicos y políticos que a nivel mundial sostienen que esta crisis vino para quedarse por un buen tiempo y que exhibe síntomas que la diferencian de crisis anteriores. Parecería ser que la actual no tiene las apariencias de esas crisis cíclicas que suele desatar el modo de producción capitalista y para las cuales el sistema ha encontrado formas más o menos rápidas de salida, y haciendo pagar los costos a los países menos desarrollados. Los analistas coinciden en que, aún en el caso de que se lograse evitar un desplome de características brutales, el mundo recorrerá un largo período de dificultades muy serias. Gracias a los adelantos tecnológicos y científicos del último medio siglo, el capitalismo es capaz de producir hoy en día mucho más bienes en menos tiempo y con menos trabajo humano (aumento de la producción y la productividad). Y eso, que podría servir para que el hombre mejore su calidad de vida, solo ha traído una alta concentración económica y consecuencias sociales terribles que no se van a solucionar por los mecanismos tradicionales. La crisis actual nos está señalando claramente que, para salir de esta fase decisiva que sacude al capitalismo, habrá que tomar medidas diferentes y drásticas, que vayan contra la esencia misma del sistema, antes de que el mundo se sumerja en la barbarie. Hablamos de medidas que tienen que ver con el control del capital financiero especulativo, de una redefinición del papel del Estado, de medidas concretas de redistribución y de un papel preponderante de la integración regional.
LA INVERSION EXTRANJERA
Las características salientes de este capitalismo en crisis son, por un lado la alta concentración del ingreso y de la propiedad, y por otro una gran especulación a nivel mundial. El gran capital huye de los países desarrollados escapando de los altos salarios y los controles, se refugia en la especulación financiera y se traslada a los países menos desarrollados en donde las exigencias y las regulaciones son menores o inexistentes y en donde los salarios son más bajos. Y desde luego, esas inversiones tienen una gran incidencia en el crecimiento y hacen que las cifras macroeconómicas luzcan brillantes. Eso es lo que ha sucedido con las “maquilas” en México, por ejemplo, en donde se crearon miles y miles de puestos de trabajo con salarios miserables, y luego estos capitales huyeron hacia China, en donde los salarios son más bajos. Un ejemplo tal vez más apabullante sea el de Adidas, que desde China ahora se iría a la India en busca de salarios aún más bajos. Pero estos fenómenos no sólo están provocando desastres en los países en donde se instalan, sino que por añadidura llevan la crisis a los países de origen, dado que generan desocupación y un aumento de las desigualdades. Sin ir más lejos, en Alemania se supo recientemente, por documentos oficiales, que ha venido aumentado la riqueza, en forma simultanea a un aumento de la pobreza. En la Alemania de hoy día el 13 por ciento de la población está bajo el nivel de pobreza, y otro 13 por ciento no cae en la pobreza porque cobra un subsidio del Estado. El traslado del capital productivo desde los países desarrollados (junto a otras causas) produce allí un desempleo estructural y una caída de la participación de los trabajadores en el ingreso nacional. Y ya no producen en los países subdesarrollados en donde se instalan, beneficios sociales o aumento de salarios ni mejoras en el nivel de vida de la gente, aunque si inflan las cifras “macro”. Es lo que señala muy claramente Carlos Gabetta: “…los países subdesarrollados que hoy se benefician con el arribo de inversiones y empresas y el aumento del precio de sus materias primas, no deben confiar demasiado en que la situación vaya a prolongarse y mucho menos en que este ciclo vaya a concluir en su propio desarrollo durable” (*).
LO QUE SE VIENE
Seguramente en pocos años más ya no habrá un lugar del planeta en donde ir a buscar salarios más bajos, y la lucha entre la tasa de ganancia del capitalista y el precio del trabajo será a escala planetaria y permanente. El pasaje que se viene dando desde una economía productiva a una esencialmente especulativa nos ha sumergido en un profundo deterioro social e institucional que no hace otra cosa que favorecer a los capitales más concentrados. Por lo tanto, de lo que se trata es de modificar radicalmente las relaciones de producción capitalistas, de generar formas de distribución del ingreso y de reducir las desigualdades. Los comunistas venimos planteando en ese sentido fundamentalmente tres cuestiones centrales: 1) un papel preponderante del Estado como agente del desarrollo; regulando y controlando, pero también participando directamente en la producción; 2) un impulso vigoroso al mercado interno, en contraposición a la apuesta a la inversión extranjera directa; y 3) un énfasis en el fortalecimiento de la integración regional (MERCOSUR, UNASUR, ALBA). Y para ello las condiciones son reales e inmejorables. Para nuestra América Latina es vital, hoy por hoy, frenar la lógica de explotación del sistema, mientras se resuelven los problemas del desarrollo y el enorme atraso social. Pero se hace absolutamente necesario para que eso sea posible, una orientación económica, política y social que sea radicalmente diferente al rumbo que el capitalismo le imprimió a la región en los años de plomo y en los años del neoliberalismo rampante. Y radicalmente diferente del rumbo actual de catástrofe del capitalismo mundial. Esto pasa naturalmente por superar las dificultades que los gobiernos progresistas de la región enfrentan para llevar a cabo una verdadera integración. América Latina tiene recursos materiales y humanos, culturales y políticos inmejorables para afrontar esta peculiar circunstancia histórica de crisis mundial. En ese sentido, todo lo que nuestro Frente Amplio haga hacia un futuro gobierno, deberá tener en cuenta esas cuestiones. En lo programático no es posible dejar de lado un papel central del Estado, la limitación del mercado como árbitro, hay que hincarle el diente a la propiedad social sobre los bienes comunes como la tierra, el agua y la energía, y también sobre la educación, la salud, la cultura, y fundamentalmente no es posible dejar de lado una distribución real de la riqueza generada por la gente que nos lleve en los plazos más breves a una mayor igualdad. La decisión sobre cual es el candidato apropiado para llevar adelante ese programa, tampoco es ajena a estas cuestiones.


(*) Carlos Gabetta/el Dipló/setiembre 2008

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