LO QUE NOS HUBIERA SUCEDIDO, LO QUE NOS PUEDE ESPERAR



El desbarajuste político, económico, administrativo y social al que llevaron en nuestro país los distintos desgobiernos, blancos, colorados, verdes y rosados, hicieron que el Uruguay que encontrara el Frente Amplio al llegar al gobierno por primera vez fuera mucho peor de lo que se lo había imaginado. De manera que no es muy disparatado imaginarse -al menos como ejercicio teórico- cual hubiera sido la situación hoy si en lugar de acceder al gobierno el Frente Amplio hubiera ganado el partido rosado.
LO QUE HUBIERA SUCEDIDO
En primer lugar, tenemos derecho a suponer que de haber ganado el Partido Nacional hubiera arrancado el gobierno con un ajuste fiscal, y no con un Plan de Emergencia como comenzó el nuestro. Y no solo porque sistemáticamente los anteriores gobiernos han comenzado con un ajuste fiscal, sino porque además lo han reclamado apenas comenzó a tener efectos la crisis en nuestro país, además de anunciar que el próximo gobierno necesariamente deberá comenzar su gestión con un ajuste de ese tipo. Recordemos que el ajuste fiscal con que comenzó el gobierno del hombre de la motosierra, determinó una caída del salario real que solo pudo recuperarse al final del período en un 3%. Aunque hay que tener en cuenta que los sectores que pudieron conservar su salario, no lo hicieron gracias a la política salarial del gobierno, sino a pesar de ella. La política salarial del gobierno blanco castigó a los trabajadores, y si algunos pudieron defender su salario fue porque sus organizaciones sindicales lograron mantener los niveles de ingreso. Comparemos esto con la recuperación de un 30% de salario real ocurrida durante nuestro gobierno. Tenemos derecho a suponer también que no se hubieran convocado los consejos de salarios, con lo cual la recuperación salarial no hubiera llegado nunca a los niveles que llegó en nuestro gobierno. Y es fácil suponer que no se hubieran convocado, porque fue justamente el Partido Nacional el que dejó de convocarlos cuando el gobierno del Dr. Lacalle, y la medida se mantuvo durante los gobiernos de Julio María Sanguinetti y de Jorge Batlle (que contó con el apoyo de Lacalle). La ausencia de los consejos de salarios durante el gobierno blanco determinó que los trabajadores que los trabajadores del Estado (salvo los bancarios) terminaran perdiendo salario. “Ellos hacen como que trabajan y yo hago como que les pago”, era la ingeniosa frase del hombre de la motosierra, ¿recuerdan? En el gobierno del Frente Amplio, con la convocatoria de los Consejos de Salarios, y con la inclusión de los trabajadores públicos, los asalariados rurales y trabajadoras domésticas, la recuperación fue para todos los trabajadores y, al contrario que en el gobierno blanco, los salarios más sumergidos recuperaron más. Con la política neoliberal seguida por el gobierno blanco, seguramente se hubieran perdido muchos puestos de trabajo (durante el gobierno de Lacalle se perdieron 90 mil puestos en la industria), producto de una multiplicación de las importaciones, lo que tenemos que comparar con los 198 mil puestos de trabajo de calidad creados en el gobierno del FA. Y es que durante nuestro gobierno se produce un crecimiento de la industria, mientras que en el gobierno de Lacalle el PBI industrial se redujo del 25% del producto a poco más del 16% al final del período. El ajuste fiscal con el que hubiera comenzado un gobierno blanco, hubiera hecho descender la inversión en educación y en salud. Y aunque luego hubiera aumentado algo (como sucedió en el gobierno de Lacalle, en un 15%), nunca hubiese llegado a los niveles que se aumentó en nuestro gobierno, un 60%, cuatro veces más.
Seguramente el país hubiese crecido, debido fundamentalmente a la coyuntura internacional, pero tenemos derecho a pensar que ese crecimiento no se hubiera reflejado en el gasto social. Durante el gobierno blanco el producto creció (ni cerca de lo que creció en el gobierno del FA), pero el gasto público social lo hizo apenas, lo que llevó a la exclusión social de una gran parte del pueblo uruguayo. Durante nuestro gobierno, el crecimiento económico se transformó en más salarios, más empleo, mayor gasto social, Consejos de Salarios y diversas leyes y normas de protección a los trabajadores, como la de fuero sindical y regulación de las tercerizaciones, políticas sociales, acceso a servicios de salud, nueva red de protección social y educación, plan ceibal, etc.
Ni que hablar que la política internacional no hubiese sido la misma. Ellos se han manifestado contrarios al acercamiento con los países hermanos de Latinoamérica. Seguramente tendríamos un TLC con los Estados Unidos y hubiésemos sido arrastrados por la crisis mundial detrás del gigante del norte. Y en consecuencia, tampoco estaríamos en el MERCOSUR, a donde va dirigida la mayor parte de nuestras exportaciones con valor agregado. Consecuencia de lo cual habríamos tenido cierre de industrias y pérdida de fuentes de trabajo y más pobreza y exclusión.
¿Y AHORA?
Pero de todo eso por suerte nos salvamos. El pueblo uruguayo le dio la oportunidad al Frente Amplio y este demostró que valía la pena y no defraudó la esperanza. No se trató de un simple cambio de elenco en el gobierno, sino que marcó el inicio de un nuevo proyecto de país, inclusivo y democrático, centrado en el desarrollo integral, el trabajo y el bienestar de todos y todas las uruguayas, como dice nuestro programa. Pero ese proyecto que se inició necesita ser continuado y profundizado para que los cambios sean irreversibles. Las propuestas elaboradas entre todos los frenteamplistas en el Congreso Zelmar Michelini van en ese sentido, porque queremos seguir combatiendo la pobreza y la indigencia, pero sobre todo queremos profundizar en la redistribución de la riqueza. Y para eso tenemos propuestas concretas que deberemos desarrollar ante la población toda. La simple comparación de nuestras propuestas con las del Partido Nacional es un arma contundente para obtener el voto de los indecisos. Basta recoger la pobreza (y en más de un caso la bajeza) de sus argumentos y contrastarlos con los nuestros. El ex presidente intenta mostrar una imagen moderada para captar votos del centro, pero no puede con su genio y a diario muestra la hilacha. No titubeó en un antipatriótico llamado a los inversores para que no vinieran al Uruguay (aunque no fue escuchado, las inversiones siguen viniendo), y luego salió con su idea de la motosierra para recortar el gasto. Ahora, se le ocurrió la genial idea de “instalar al lado de los asentamientos, unidades en las cuales las personas que allí viven puedan darse un baño, cortarse el pelo y acceder a asistencia médica mientras se le construyen nuevas viviendas”. Esta pueril (por decir uno de los adjetivos más políticamente correctos que se me ocurren) idea tiene un objetivo que no lo es menos: “mostrarles que se puede acceder a ese tipo de vida”, “iniciar un círculo virtuoso” e incorporar “hábitos” en ese sector de la población para así evitar que Uruguay tenga “una sociedad latinoamericana típica”. Es decir, combatir la pobreza maquillando a los pobres para que no lo parezcan, y menos que se parezcan a un latinoamericano típico.
Salgamos a la calle con nuestro programa y mostrémosle a la gente las enormes diferencias de propuestas. A ganar en primera vuelta, no hay vuelta.

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