LUCHA DE CLASES EN VENEZUELA
Una diferencia menor de la esperada en
los resultados electorales en Venezuela, ha desatado la preocupación
de muchos analistas, y sin duda tienen un lado negativo que no se
puede negar.
Pero yo no dramatizaría tanto ese
resultado. Es cierto que se perdieron algo así como 700 mil votos
respecto de la anterior elección. Pero no es menos cierto que el
PSUV, con sus aliados, consiguió su mejor resultado en
elecciones en las que no participaba directamente Chávez en los
últimos siete años. Por otra parte, las mayorías parlamentarias ya
estaban conquistadas previamente; aquí estaba en juego la
presidencia, y se logró.
Y hay que poner en la balanza que Maduro no es Chávez, que éste
llevaba varios años en el candelero, que era un líder increíble,
no solo en Venezuela sino a nivel mundial, con un poder de
comunicación con las mazas envidiable desarrollado de continuo
durante años. No se puede comparar el resultado de Chávez de hace
seis meses con el de un candidato surgido de improviso y que tuvo una
campaña de menos de 30 días para desarrollar.
“Como un huracán, un ciclón, un
tifón, el verbo de Chávez y el ejemplo de la Revolución ha
despertado a toda América Latina y la izquierda mundial”, había
dicho por ejemplo Ignacio Ramonett, al explicar la influencia e
impacto positivo en todo el planeta de Hugo Chávez. ¿Se podía
esperar que un candidato de último momento, en una campaña de menos
de 30 días, lograra una perfomance parecida a la de un líder
mundial con la trayectoria de Cávez?
Yo creo que no, que no se podía esperar. Y sin embargo, no se estuvo tan lejos. Y eso es gracias a que la mayoría del pueblo venezolano ha comprendido de qué se trata. No todos, claro está. El socialismo bolivariano es una obra en construcción, y sería muy arriesgado decir si esa obra está en los cimientos o a otra altura. Pero está claro que es una obra en construcción a la que de pronto le ha faltado su constructor principal. Y eso no es moco de pavo.
Yo creo que no, que no se podía esperar. Y sin embargo, no se estuvo tan lejos. Y eso es gracias a que la mayoría del pueblo venezolano ha comprendido de qué se trata. No todos, claro está. El socialismo bolivariano es una obra en construcción, y sería muy arriesgado decir si esa obra está en los cimientos o a otra altura. Pero está claro que es una obra en construcción a la que de pronto le ha faltado su constructor principal. Y eso no es moco de pavo.
Por otra parte, no es poca cosa que Maduro obtuvo mejor resultado que
Chávez en 2006 (7.309.08 votos). Sin duda no es mérito de Maduro,
sino de la revolución bolivariana, por suerte.
En cuanto a la
derecha, por cierto que debe preocupar su ascenso, pero no hay que
perder de vista que esto viene de lejos. Desde 2006 la oposición ha
ganado casi tres millones de votos pasando de los 4.321.072 votos en
2006 a los 7.270.403 de este domingo. No es para minimizar la
preocupación, sino para dejar claro que no es responsabilidad de la
reciente campaña electoral. Y claro está, el juego de la derecha y
del imperialismo también cuenta.
EL JUEGO DE LA DERECHA (y otros)
La derecha venezolana tenía en sus
planes sin duda desestabilizar al gobierno, porque tenían claro que
perdían las elecciones. El hecho de que hayan perdido por poco
margen, les facilitó las cosas.
Nunca han dejado de conspirar, desde el
fallido golpe de estado del 2002, en el cual Capriles aprovechó el
caos para invadir impunemente la embajada de Cuba en Venezuela
(debería estar preso por esa causa). Pero la conspiración tenía un
caldo de cultivo mucho más propicio si el margen de la derrota era
menor, porque entonces todo el poder mediático mundial tendría
posibilidades enormes para desplegar su veneno, y eso fue lo que
sucedió.
Ese pequeño margen fue el que habilitó
todas las calumnias, los reclamos sin sentido de recuento de votos,
la violencia, las acusaciones y la barbarie.
Lo triste es ver que en ese juego del
imperialismo, de la derecha venezolana y mundial, han caído como
chorlitos (que también es un pajarito) muchos analistas que gustan
de la política del corcho. Para estos analistas, todo está bajo
sospecha, y hay que complacer a la derecha para seguir adelante, sin
percibir que las agachadas y las concesiones suelen significar
retrocesos. Y entonces todo es justificable porque Maduro habló del
pajarito, y porque la diferencia fue poca, y porque se trata de un
populismo, y porque se afilian a la tesis de que son dos bandos, los
dos son malos y en el medio nada, solo gente inocente (teoría por
todos conocida como “de los dos demonios”).
En el fondo, siempre está la nunca
bien ponderada -y más bien olvidada- lucha de clases. La historia
venezolana, como la de la mayoría de los países capitalistas, es la
historia de las oligarquías en el poder. Y las oligarquías se
resisten -ya lo habían predicho grandes pensadores varias décadas
atrás- a entregar el poder pacíficamente. Y generalmente se
resisten en forma violenta. En aquellos lugares en los que las
oligarquías no conspiran, en donde los poderosos no ejercen la
violencia, es porque sus intereses no han sido tocados. Sencillamente por eso.
Cuando vuelva la calma, seguramente
muchos repensarán lo que han dicho, y lamentarán haber tomado
partido por los intereses de los poderosos. Incluso aquellos que se
han mantenido en el silencio, vaya uno a saber por qué.
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