TRINQUETE (*)


Desde que comenzó la pandemia, los gobiernos (de aquí, de allá y de acullá) han avanzado de una forma avasalladora sobre los derechos individuales, al filo de la legalidad o de la constitucionalidad y, donde han podido, más allá también.
Se ha avanzado increíblemente sobre el control de la población, sobre la libertad de movimiento y sobre aspectos de la vida social en los que uno jamás se hubiera imaginado que podía llegar a intervenir.
No solo han intervenido en el ámbito público, estableciendo el cierre de escuelas y liceos, limitando la atención del público de las formas más absurdas, sometiendo al ciudadano a una inspección cuasi policíaca antes de permitirle entrar, a los locales etc; sino también en lo que tiene que ver con el ámbito privado. Los gobiernos han decidido qué comercios pueden abrir y cuáles no, y a qué hora unos y a qué horas otros, y cuántas personas pueden ingresar a cada comercio y como deben entrar; ha decidido en qué comercios se puede estar con tapabocas y en cuáles no; ha decidido si uno puede o no puede hacer una fiesta en su casa y con cuántos invitados, en fin, para qué seguir con la larga lista. "La gente tiene que ver a militares en la calle para que el “uruguayo desconfiado sienta miedo”, afirmó un senador del Partido Nacional.
El estado y los gobiernos avanzan día a día sobre la sociedad, y ésta mayoritariamente tiene dos reacciones: una, de aplauso y complacencia, llegando incluso a pedir aún más, a reclamar más medidas, más profundas y represión para quienes no acaten; la otra reacción masiva es la de pasividad, algo así como “y bueno...no me gusta, pero todo sea por la salud social y colectiva”. Una ínfima minoría se manifiesta y alerta contra estos avances de tinte totalitario, y por si fuera poco, son descalificados por los demás con todos los epítetos a disposición.
La cuestión es que, como decía Robert Higgs: "El efecto trinquete (ratchet effect) describe la forma característica en la que el Estado, bajo las condiciones ideológicas modernas, crece durante una situación que se percibe como de emergencia nacional. El tamaño, alcance y poder del Estado crece abruptamente cuando el gobierno actúa para “hacer algo” con el fin de disipar la amenaza. Luego, a medida que la amenaza se elimina o reduce, el Estado se contrae, pero no hasta el nivel anterior a la crisis. Por tanto, cada crisis desplaza al Estado hacia un mayor tamaño, alcance y poder".
La honda preocupación surge cuando los gobiernos anuncian que muchas de estas cosas "llegaron para quedarse" y la mayoría asiente.
Cuando queramos reaccionar, tal vez sea demasiado tarde.
 
José Luis Perera

 
(*) mecanismo que permite la rotación de un eje en un sentido, pero lo imposibilita en sentido contrario, se utiliza cuando se requiere asegurar un sentido único de giro, como sucede en gatos o aparatos de elevación

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