MI DECEPCIÓN (reflexiones en voz alta - 4a parte)
Una cuestión
previa, antes de continuar. Mi decepción no es de ahora; y tampoco se trata de
que estuviera todo este tiempo callado y ahora se me ocurre decir estas cosas,
como algunos piensan y dicen. Nunca dejé de decir lo que pensaba en el momento
que las cosas ocurrían; públicamente y en los organismos en los que militaba;
no me duelen prendas porque nunca miré para el costado.
En junio de 2007,
yo escribía en El Popular lo siguiente: “Ser
de izquierda seguramente debe ser bregar por la unidad latinoamericana. Siempre
luchamos por ello y lo pregonamos, aún cuando los gobiernos de los países
hermanos no eran afines a las políticas de izquierda. Porque antes que nada
pregonábamos la unidad de los pueblos. Pero la coyuntura actual es inmejorable
para una unidad de pueblos y gobiernos en torno a un programa de cambios que
nos permita terminar con la dependencia del imperialismo y crear las bases de
una verdadera integración latinoamericana. Y entonces nos preocupa la tendencia
manifiesta de nuestro gobierno a acercarse fundamentalmente a los Estados
Unidos (Tratados de Protección de Inversiones, TLC, TIFA), y a menospreciar
todo lo que tenga que ver con lo que expresamos anteriormente. Pareciera que
nada nos interesa el Banco del Sur, y que nuestra apuesta seguiría siendo por
los organismos multilaterales de crédito al servicio del imperio. Nuestro
presidente no concurrió a la asunción de Chávez, ni a la de Evo, Ni a la de
Ortega, ni a la de Correa, ni a la cumbre energética de isla Margarita, ni a
otras cumbres, y cuando lo hacemos (como en Mar del Plata) y en esa instancia
se rechaza el ALCA por parte de todos los países, nosotros nos reunimos aparte
con Bush y firmamos un Tratado de Inversiones. Entristece ver que nuestro
presidente aún no haya viajado a Cuba, al menos a expresarle personalmente a
ese pueblo nuestro agradecimiento por su solidaridad en tantas y tantas
circunstancias, como actualmente con la colaboración en la operación milagro”
(http://contratapapopular.blogspot.com/2008/06/ser-o-no-ser-de-izquierda-esa-es-la.html).
He hablado de
algunas de las cosas que hicimos y que eran contrarias a nuestra tradición de
izquierda e incluso contrarias a nuestro propio programa. Y he mencionado
alguna que no llegó a concretarse, como la del TLC, aunque se firmó un TIFA,
que aunque en silencio, sigue funcionando.
Pero hubo otras
que por suerte tampoco llegaron a concretarse. Un ejemplo digno de mencionarse, es el
proyecto de autonomía del Banco Central. En la década del 90 -y siguiendo el rumbo
del Consenso de Washington- se planteó como una panacea la autonomía del BCU, y
nuestro Frente Amplio sistemáticamente se opuso; pero cuando llegamos al
gobierno, el equipo económico se planteó llevar adelante la autonomía (cosa que
por cierto no estaba en el programa), y el proyecto ni siquiera fue redactado
por los técnicos (muchos y muy buenos) del gobierno o de nuestra fuerza
política, sino que fue encargado a un estudio jurídico privado especializado en
el asesoramiento a empresas nacionales y extranjeras (el estudio del integrante
del Opus Dei, Carlos E. Delpiazzo). Patético. Similar suerte corrieron otros intentos
en el campo de los derechos humanos.
EL CAPITULO DE LOS DERECHOS HUMANOS
El tema de los
derechos humanos, había comenzado a manejarse de buena forma por el gobierno
del FA. Se ingresó a los cuarteles en la búsqueda de los desaparecidos; se
aplicó correctamente el artículo 4 de la Ley de Impunidad, excluyendo de la
misma los casos que obviamente no comprendía; los represores tuvieron que
comenzar a desfilar por los juzgados; se procesó y encarceló a un grupo de
ellos; se procesó y encarceló al ex dictador Juan María Bordaberry; etc. Esto
es, se estaban dando pasos significativos en el sentido de restañar las heridas
de los uruguayos y de mitigar la vergüenza de haber convalidado por miedo la
ley de impunidad. Todo bien…es eso lo que uno pretendía de un gobierno del FA.
El gobierno
había actuado sin duda mejor que los anteriores, pero como decía mi maestra: “puede
y debe rendir más”. Había una necesidad imperiosa de anular la ley de
impunidad. El gobierno frenteamplista permitió la actuación independiente de la
justicia excluyendo de la ley de caducidad un número importante de casos, pero en
muchos otros, como por ejemplo el de María Claudia García de Gelman, no se
había podido por la existencia de la ley de caducidad, de donde se desprende
que la ley era un obstáculo para la verdad y la justicia plenas, por lo que había
que anularla. Porque además, y pese a los avances en la adecuación de la
legislación interna a los tratados internacionales ratificados por nuestro
país, nuestro país había recibido la observación de Naciones Unidas por “la
vigencia que aún subsiste de la ley Nº 15.848 de caducidad de la pretensión
punitiva del Estado”. Y no sólo recibíamos observaciones de las Naciones
Unidas. También la Comisión Interamericana de Derechos Humanos advirtió al
Estado uruguayo que continuaba incumpliendo la Resolución 29/92 y las
recomendaciones que hacía ya 15 años se le hicieran ante la incompatibilidad de
la Ley de Caducidad con los convenios internacionales firmados por el país. Por
lo tanto, no había otra forma de levantar las observaciones de los organismos
internacionales respecto al tema de los derechos humanos que anular la ley de
impunidad. Esa sería también la única forma de dar cumplimiento a lo que el
propio programa del FA mandataba: “El
gobierno del EP-FA deberá adoptar una posición clara de que las normas de un
tratado sobre derechos humanos tienen igual valor que la ley nacional”; “El derecho internacional de los derechos
humanos viene a completar el andamiaje de protección a los derechos humanos que
cada Estado ha construido en su derecho interno. Derecho internacional e
interno no se deben contraponer, sino complementar”; etc.
Lo reitero; lo
que se hacía estaba bien, aunque no era todo lo que se podía hacer. Era obvio
que faltaba voluntad política para avanzar. Sin embargo, como dijeran algunos
analistas en ese entonces, el gobierno venía ganando por goleada ese partido y
comenzó a hacerse goles en contra, hipotecando todo lo hecho.
Uno de esos
hechos deplorables y que nos revolvían (y revuelven) las tripas a más de uno,
fue la construcción de una cárcel VIP para albergar a los militares y policías procesados
por las graves violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.
Condiciones privilegiadas para presos privilegiados.
El otro hecho
deplorable, fue que Tabaré Vázquez y un grupo de sus ministros hicieran suyo y enviaran
al parlamento, el proyecto de reparación económica pergeñado por una
organización fascista e impulsado por el diputado colorado (y ultraderechista) Daniel
García Pintos. Cosas como estas son las que muchos quieren que aceptemos sin
abrir la boca, porque en definitiva se bajó la pobreza y aumentaron los
salarios (aunque 900 mil uruguayos ganen menos de 10 mil pesos).
Similar decepción
y, por qué no, asco, nos provocó a muchos la consigna del “Nunca Más Hermanos
contra Hermanos”, creación del presidente Vázquez. Tabaré pretendía transformar
la fecha del 19 de junio (nada menos que el natalicio del prócer) como
instancia de reconciliación entre los que se habían enfrentado en el
pasado. Una burda manipulación de la
consigna de los familiares de las víctimas de la dictadura y del pueblo todo,
del “Nunca Más Terrorismo de Estado”. Era un mero intento de dar vuelta la
página de la historia antes de tiempo. Un intento de reconciliar a quienes aún
seguían buscando a sus familiares y amigos desaparecidos, con aquellos que los
habían hecho desaparecer y seguían ocultando la verdad, además de seguir
reivindicando la dictadura. Pero además, como tantas otras cosas, se largaba al
ruedo como un hecho consumado, sin consultarlo con nadie, pretendiendo con ello
embretar a los legisladores para que no tuviesen más remedio que votarlo.
EN EL SEGUNDO GOBIERNO
Ya en el segundo
gobierno del FA, la actuación en el tema de los derechos humanos alcanza el
paroxismo en cuanto al repudio suscitado en gran parte de los ciudadanos de
izquierda. Pero no me voy a extender demasiado en esto porque son hechos bien
frescos y que todos recuerdan.
En realidad el
bochorno comienza antes de instalado el gobierno, ya desde la campaña
electoral, cuando los candidatos de la fórmula frenteamplista ni siquiera
mencionan en sus discursos de campaña el plebiscito por la anulación de la ley
de impunidad. Uno de ellos, Danilo Astori, ni siquiera había firmado la
papeleta, y el otro la firmó aduciendo razones incomprensibles.
El plebiscito se
perdió, y luego sufrimos el bochorno del proyecto de ley que fracasó gracias a
la intervención del presidente y el vicepresidente, que concurrieron juntos a
hablar con los legisladores frenteamplistas para convencerlos de que no lo
votaran. Solo convencieron a uno –a veces un traidor puede más que mil
valientes-, pero eso alcanzó para que lograran sus objetivos. El proyecto
naufragó en el Parlamento el 19 de mayo de 2011, y al otro día se registró la
mayor marcha por verdad y justicia desde que la misma se realiza, con más de
100 mil participantes.
Ni hablar de las
constantes alusiones a los “pobres viejitos”, que no deberían estar presos sino
en sus casas con sus familias. Cosas que no sorprenden, por supuesto, ya que en
agosto de 2009, cuando José Mujica era todavía candidato a presidente, durante
una visita a Santiago de Chile, dijo: "A mí no me interesa la
gente presa, me interesa la verdad. Porque la verdad es la forma superior de
castigo para los que son responsables de los atropellos. Ya han pasado muchos
años desde los hechos y detesto tener ancianos presos". Ni de las
presiones ejercidas sobre las juezas que dignamente ejercen su profesión y
actúan en las causas sobre derechos humanos.
En fin, demasiadas
razones para dejar de militar en una fuerza política que ya no es de izquierda.
Cuando uno deja de creer en Dios, no tiene sentido ir a la iglesia los
domingos, salvo para saludar al cura y a los demás feligreses.
(CONTINUARÁ)
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