DE GUANTANAMO A URUGUAY
La noticia corrió ayer como
reguero de pólvora: Uruguay recibiría algunos de los presos que mantiene hoy
ilegalmente EEUU en la base de Guantánamo. Y por cierto, a la par de la noticia
corrieron también las especulaciones: ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿vamos a
hacer de cárcel de los EEUU? ¿es moneda de cambio por alguna otra cuestión?
Intentaré unas reflexiones con
los pocos elementos a mano, que no son más que las noticias que ayer
aparecieron en los medios.
LAS PARTES
Al menos a simple vista, en el
problema hay involucradas tres partes principales: los EEUU y su gobierno,
Uruguay y su gobierno, y los propios presos de Guantánamo.
Seguramente se pueda hilar muchísimo más fino, y se podría
incluir en futuros análisis a Cuba (no olvidar que Guantánamo está en Cuba), a
los países de origen de los propios presos (que son muy variados y muchos de
ellos con situaciones internas muy complejas), así como también la trama de
intereses que pueda tener –y que siempre tiene- el imperialismo y que muchas
veces involucra terceros países o grupos de países que permanecen en las
sombras.
Por ahora, no estoy en
condiciones de entrar en esos detalles, por lo que me limitaré a analizar los tres principales actores
nombrados arriba.
GUANTÁNAMO
Digamos previamente algo sobre la
cárcel en cuestión. Guantánamo fue un gran laboratorio, creado por la
Administración Bush. Tras el 11-S, después de haber logrado involucrar a la
OTAN y a todos sus aliados en una guerra planetaria contra el terror, Bush junior se
atrevió a algo que nunca había hecho EEUU: trasladar unilateralmente,
encapuchados y encadenados, a un grupo de prisioneros desde un escenario de
guerra -como Afganistán e Irak- compartido con muchos aliados, hasta una base
naval propia situada a miles de kilómetros de distancia. Y lo hizo.
Era algo inédito. Ni siquiera los
trasladaba a EEUU para someterlos a sus tribunales federales, como hizo con
Noriega en 1989 tras la invasión de Panamá, sino a un territorio de ultramar.
Y hay que decir que la Alta Comisionada
de la ONU para lo Derechos Humanos, Mary Robinson, se quedó sola al denunciar
la violación flagrante de las Convenciones de Ginebra y del derecho
internacional.
Y Bush siguió adelante. Por una
orden presidencial decretó que esos detenidos no eran en realidad prisioneros
de guerra y que por lo tanto no se podían acoger a los derechos que les
reconoce la Convención número 3 de Ginebra, sino que eran combatientes
enemigos. Y a partir de ese momento, y través de una compleja trama legal
urdida por el equipo legal de la Casa Blanca y el Pentágono, los detenidos
pasaron a estar fuera de la jurisdicción de la legislación vigente en los EEUU
continentales. Así nació el limbo legal que negó todo derecho a los detenidos,
pero que a su vez complejiza su liberación.
Por esa cárcel han pasado más de
800 presos, detenidos en diversas partes del mundo con la complicidad de los
gobiernos.
LA HERENCIA DE OBAMA
Barak Obama heredó de Bush, en
2009, 242 presos encerrados en la prisión militar de Guantánamo. El entonces
flamante nuevo presidente prometió, entre las primeras medidas de su mandato,
eliminar las comisiones militares, juzgar con todas las garantías a
los detenidos y cerrar la prisión en el plazo máximo de un año. Fue una de sus
promesas estrellas, una de las que más eco mediático tuvo en todo el mundo. Sin
embargo, 5 años después, todavía quedan allí más de 150 presos.
Aunque muchos de los detenidos tienen aprobada su
liberación, todavía permanecen tras las rejas. Otros deberían haber sido
procesados, pero probablemente no lo serán nunca y su estatus legal
difícilmente vaya a cambiar.
En enero, Obama repitió su promesa para Guantánamo: en el
discurso del Estado de la Unión, aseguró que en 2014 debería finalmente
cerrarse la prisión en la isla, mientras Washington reduce su papel militar en
Afganistán y busca -al decir del mandatario- alejarse de una "postura de
guerra permanente". "Este debe ser el año en que el Congreso
levante las restricciones restantes sobre la transferencia de detenidos y en
que cerremos la prisión en Bahía de Guantánamo", dijo Obama.
Hay muchas razones por las que a Obama le conviene cumplir
con su promesa de cerrar la cárcel. Entre otras, su costo: se calcula que al
gobierno le cuesta US$800.000 por recluso al año, cuando el costo de mantener a
un individuo en una cárcel de máxima seguridad en suelo estadounidense es de
US$25.000 anuales. Por otra parte, la cárcel es altamente ineficiente, ya que
no cumple con los objetivos para los que fue creada, y en nada colabora en la
supuesta “lucha contra el terrorismo”. Los datos son elocuentes: después de 11
años, solo retiene a 166 prisioneros, ha liberado ya a 613. Los informes de
Inteligencia reconocen que muchos de esos liberados se radicalizaron durante su
cautiverio y hay constancia de que varios se han incorporado a
la yihad en algún país. Sus relatos sobre las vejaciones y torturas
sufridas y las reiteradas ofensas al Islam han concitado aún más odio contra
EEUU y Occidente entre sus familiares, amigos o vecinos, en su tribu o clan.
Además, la existencia de la prisión y las reacciones como la huelga de hambre
de los presos parece estar dañando el prestigio internacional de Estados
Unidos. "Es un lastre estratégico porque fomenta el reclutamiento de
individuos por grupos extremistas" comentó un analista estadounidense.
Lo cierto es que la mitad de los presos estarían en
condiciones de ser trasladados a su país de origen sin temor alguno. Son
yemeníes a quienes se les ha dado el visto bueno para ser liberados.
Según la legislación actual, el presidente tiene la
autoridad para iniciar el proceso de transferencia de algunos detenidos, ya sea
a sus países de origen o a un tercero.
Eso es en base a una ley de 2011, promulgada en
2012, que le da mayor discreción al gobierno para transferir a los reclusos.
Eso incluiría por lo menos a la mitad de los prisioneros.
Hay unos 40 más que están señalados para ser enjuiciados y
eso se podría llevar a cabo en tribunales en EE.UU. y sus condenas se
cumplirían en prisiones de máxima seguridad en el país.
Pero Obama a su vez tiene una
gran oposición en el Congreso entre muchos legisladores; hay una oposición
intransigente a que los presos de Guantánamo sean juzgados por tribunales
civiles en territorio estadounidense, con todas las garantías procesales que
ello les concedería a los acusados. Y a su vez hay una intensa oposición a
transferir a los detenidos a cárceles de máxima seguridad en EE.UU., y el
Congreso ha prohibido el uso de fondos públicos con ese fin. Simultáneamente,
hay oposición a que sean trasladados a sus países de origen por temor a que
vuelvan a incorporarse a grupos terroristas que luego atenten contra los EEUU.
Cuando en los primeros meses de
su primer mandato Obama intentó convencer a varios gobernadores para que
aceptaran albergar en las prisiones de sus respectivos Estados a aquellos
presos de Guantánamo que resultaran condenados tras ser juzgados
hipotéticamente en tribunales federales, se encontró con la resistencia no solo
de los republicanos, sino también de varios gobernadores demócratas.
De ahí la estrategia de liberar prisioneros en terceros
países. Las últimas liberaciones fueron las de tres ciudadanos chinos,
trasladados a Eslovaquia, más de cinco años después de que su detención fuera
declarada ilegal por un juez federal. Fue el 31 de diciembre de 2013.
URUGUAY
Todo lo que provenga de EEUU, en
los uruguayos –al igual que en otros ciudadanos de todo el mundo- provoca el
encendido de luces amarillas, y no es para menos. Tenemos además una historia
–incluso de historia reciente- de gobiernos genuflexos respecto del
imperialismo, por lo cual esas prevenciones son naturales y hasta bienvenidas.
Pero es obvio que al recibir a
presos de Guantánamo nuestro país le está haciendo un favor al gobierno de
Obama, por lo cual, de haber algo oculto, alguna transacción que desconocemos,
necesariamente debería ser algo que favoreciera a nuestro país, algo que
compensara ese favor que le hacemos al gobierno yanqui.
Y en ese caso, nada de que
preocuparse. Estaríamos siendo beneficiados por llevar a cabo una acción
humanitaria al dar refugio a prisioneros que han pasado años en las mazmorras
del imperialismo. Un negocio redondo.
Por otro lado, los uruguayos
tenemos una rica historia de protección y refugio a decenas de miles de
inmigrantes que huían de las hambrunas provocadas por las guerras y el futuro
incierto de los europeos del siglo pasado.
Y en contrapartida, miles de
uruguayos recibieron refugio político en diversos países del mundo cuando los
años de plomo, cuando el terrorismo de estado asolaba estas tierras.
De manera que el recibir a los
presos de Guantánamo en carácter de refugiados –no vienen en carácter de
presos, lo que sería sin dudas una ignominia- Uruguay no hace otra cosa que
continuar con su historia de país generoso, y retribuir en parte la generosidad
de otros países que nos acogieron en los momentos duros. Rescato unas palabras
de Pedro Cribari: “¿Cómo dudar entonces en acoger hoy a víctimas del
terrorismo de Estado de EEUU que hizo de Guantánamo un feroz campo de
concentración, no de delincuentes sino de ciudadanos sospechosos?. Los torturó,
los deshumanizó durante 12 años y ahora que se abre una rendija no puede haber
dos posturas: Uruguay debe concederles refugio para que recobren la libertad y
una vida digna”.
En tanto el trámite de refugio se ajuste a lo que establecen los tratados internacionales, nuestro país no debería de ninguna manera oponerse a ofrecer refugio a estos presos.
En tanto el trámite de refugio se ajuste a lo que establecen los tratados internacionales, nuestro país no debería de ninguna manera oponerse a ofrecer refugio a estos presos.
LOS PRESOS DE GUANTÁNAMO
Guantánamo ha desaparecido. Solo parece preocupar a las
propias víctimas que están allí, a sus familiares y allegados y a las
organizaciones humanitarias y defensores de los derechos civiles que siguen
luchando en solitario para recordar al mundo que en la bahía de Guantánamo
sigue existiendo uno de los campos de concentración del siglo XXI.
Solo años después el Tribunal
Supremo estadounidense logró que los mandos militares de Guantánamo dieran a
conocer la identidad de los detenidos. Hasta ese momento
eran desaparecidos, al mejor estilo de las dictaduras que asolaron
nuestras tierras. Y esto sucedía a la vista de todo el mundo, a la vista de la
ridículamente llamada comunidad internacional.
Buena parte de ellos, sobre todo
los primeros que llegaron, eran campesinos y fueron capturados en amplias
redadas en zonas rurales de Afganistán, denunciados por señores de la guerra
locales. Estos los acusaron de ser talibanes o colaboradores de ellos, lo
fueran o no, poco importaba. Importaba el dinero, se dirimían además viejas
disputas por una tierra o entre clanes.
Muchos de ellos, tras ser
liberados después de años de cautiverio, reconocieron que no sabían ni dónde
habían estado, y luego tampoco les decía mucho saber que se trataba de una base
en pleno Caribe. ¿Qué sabía del Caribe un campesino analfabeto pastún?
En general los presos fueron secuestrados en otros países,
torturados durante largos periodos en agujeros negros -prisiones en
países aliados de los EEUU, y trasladados por la CIA a Guantánamo, donde
continuaron las torturas.
Es obvio que el traslado de algunos de estos presos (al
parecer 5 de ellos) a nuestro país sería un cambio radical en sus condiciones
de vida, ya que lo harían en carácter de refugiados.
De acuerdo con la Convención de
Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados, un refugiado es una
persona que "debido a fundados temores de ser perseguida por
motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo
social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y
no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de su
país; o que careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales
acontecimientos fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no
pueda o, a causa de dichos temores no quiera regresar a él".
El Estado que recibe al refugiado, no puede expulsar ni
devolver a los refugiados o solicitantes de asilo a cualquier país donde puedan
correr peligro, comprendido, claro está, el mismo país del cual huyen.
Deben además garantizar el acceso de los refugiados a sus
derechos económicos y sociales, al menos, en el mismo grado en que los
extranjeros residentes en el país de asilo lo hacen, y por razones
humanitarias, deben permitir la admisión de al menos el cónyuge y los hijos
dependientes de cualquier persona a quien se le haya reconocido el estatuto de
refugiado.
Un refugiado tiene derecho de asilo en condiciones de
seguridad, lo que incluye algo más que la propia seguridad física. Los
refugiados deberían recibir al menos la ayuda básica y los mismos derechos que
cualquier otro extranjero que sea residente legal. Así, los refugiados tienen
derechos civiles básicos, incluyendo la libertad de pensamiento, de movimiento,
y el derecho al respeto como persona. De igual forma, los derechos económicos y
sociales se aplican a los refugiados al igual que a otros individuos: derecho a
asistencia médica, derecho a trabajar para los adultos, y derecho a la
escolarización para los niños.
De manera que estos presos que recibiría nuestro país,
cambiarían radicalmente su situación para mejor. Lo cual no puede provocar –al menos
en mi- otra cosa que alegría y satisfacción.
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