QUE LOS NIÑOS NO PAGUEN LAS CULPAS DE LOS MAYORES
LAS CULPAS DE LOS MAYORES
La estructura económica de las
formaciones capitalistas no logra resolver el hambre extrema de más de 1.000
millones de personas, mientras otros 1.500 millones sobreviven con apenas dos
dólares al día.
Las causas que explican esta
situación, pueden reducirse a una: la supervivencia de un sistema capitalista
de producción que, dominando absolutamente el planeta, arribó a sus propios
límites y no puede resolver los problemas fundamentales de la humanidad.
Esta tremenda pauperización
contrasta con la ostentación de riqueza concentrada en una cúspide de 1.220
personas y familias en el mundo que poseen una fortuna superior a los 1.000
millones de dólares en cada caso.
En esta situación, no hay
absolutamente nada, NADA, CUYA RESPONSABILIDAD PUEDA ADJUDICARSE A LOS MENORES
DE EDAD. Esta realidad planetaria, es en su totalidad, una obra pura y
exclusiva de los mayores.
Menos aún podremos adjudicar
algún grado de culpa a los menores pobres. Podríamos hasta especificar que este
mundo injusto e inhumano que describimos es obra de mayores, y de mayores de
buena posición económica, puestos que son quienes deciden el rumbo de las
economías de los países.
Los niños, nada tienen que ver
con esto. Muy por el contrario, la pobreza –esa pobreza generada por los
mayores- es la primera causa de mortalidad infantil en el mundo. El hambre y la
malnutrición, la falta de agua potable y de atención sanitaria, enfermedades
como la neumonía o la diarrea -curables con unos pocos pesos- matan 26.000
niños menores de cinco años al día, casi todos en los países empobrecidos (que
no pobres).
Mayores que tienen en sus manos la solución de estos temas, son quienes permiten que estas muertes sigan sucediendo día tras día. No hay ninguna responsabilidad de los menores de edad en ello. Hablamos de mayores que son responsables de la muerte de 26.000 niños al día.
Mayores que tienen en sus manos la solución de estos temas, son quienes permiten que estas muertes sigan sucediendo día tras día. No hay ninguna responsabilidad de los menores de edad en ello. Hablamos de mayores que son responsables de la muerte de 26.000 niños al día.
Quisiéramos ver a algunos de los
que salieron a recolectar firmas para bajar la edad de imputabilidad y condenar
a niños por rapiña, recolectando firmas para condenar a estos mayores que
asesinan 26.000 niños por día, y que condenan al hambre y la miseria a 2.500
millones de personas en el mundo. No los veremos, seguramente.
LOS MAYORES CONTRA LOS NIÑOS
En el mundo se obliga anualmente
a más de un millón de niños a prostituirse, se les compra y vende con fines
sexuales o se los usa en la industria de la pornografía infantil; una industria
multimillonaria basada en la privación a los niños de sus derechos, de su
dignidad y de su infancia.
Explotación sexual que condena a
los niños a una de las formas más aberrantes de trabajo infantil, que amenaza
su salud mental y física y todos los aspectos de su desarrollo.
En este momento, sólo en la
India, entre 270 mil y 400 mil menores están siendo prostituidos; en Tailandia
80 mil menores, de los cuales 60 mil no alcanzan los 13 años de edad; en
Indonesia el 20% de las mujeres explotadas sexualmente son menores de edad.
Pero cosas similares suceden en las grandes potencias mundiales como Estados
Unidos y Canadá, en donde se prostituye a cerca de 100 mil menores (20 mil en
la ciudad de Nueva York). Al menos otros 100 mil son explotados en la
"industria" de la pornografía infantil.
La realidad es que la mayoría de
los niños y niñas explotados termina muriendo de SIDA, tuberculosis u otras
enfermedades como consecuencia de las relaciones que son obligadas a mantener.
Quienes promueven y hacen toda esa basura, quienes lucran con ello y además la
consumen, no son niños. Son mayores de edad. Tal vez por ello no salgan a
diario en los informativos.
POR ESTOS PAGOS
En América latina ha habido
avances importantes en los últimos años. Según la CEPAL, la pobreza ha
continuado disminuyendo en la región, pero hay 80 millones de niños que viven
en situación de pobreza. De ese total, el 18 por ciento habita en condiciones
de pobreza extrema (32 millones).
Y viniendo a nuestro país,
digamos algo que no puede ser obviado al referirse a este tema: El 50 % de los
menores de 18 años viven en condiciones de pobreza. El informe de la CEPAL que
mencionamos dice que “Pese a esta reducción, los niveles de pobreza en la
región siguen siendo elevados, afectando principalmente a mujeres y niños. En
particular, Uruguay se ubica entre los países con mayor grado de
infantilización de la pobreza, estimándose que la incidencia de la pobreza en
los niños uruguayos es tres veces mayor que en el resto de la población”.
En Uruguay, la pobreza infantil
aumentó en forma sistemática desde 1986, entre otras razones porque sucesivos
gobiernos no supieron aprovechar los mejores momentos económicos, según el
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). En 1986, había dos
niños pobres por cada adulto mayor de 65 años pobre. En 1995, esa relación pasó
a siete niños por cada adulto y en 2003 a nueve niños por cada adulto.
En 2002, la pobreza afectaba al 24% de la población uruguaya; sin embargo, el 47 por ciento de todos los menores de seis años vivían en un hogar pobre. Esto equivalía a 104.000 niñas y niños de esa franja de edad sin acceso suficiente a alimentos, bienes y servicios básicos en este país de 3,3 millones de habitantes.
En 2002, la pobreza afectaba al 24% de la población uruguaya; sin embargo, el 47 por ciento de todos los menores de seis años vivían en un hogar pobre. Esto equivalía a 104.000 niñas y niños de esa franja de edad sin acceso suficiente a alimentos, bienes y servicios básicos en este país de 3,3 millones de habitantes.
En la actualidad, la pobreza en
Uruguay es de 13%, de los cuales los niños y niñas menores de seis años
representan el 26% de esta pobreza. En Montevideo solamente, existe un 40,5% de
niños menores de 6 años que viven en la pobreza, confirmando que en Uruguay la
infantilización de la pobreza es un problema estructural que viene de hace
varias décadas.
Cuando algunos de estos niños
hambreados y explotados de todas las maneras posibles por los mayores, se
transforman en delincuentes, ¿Qué hacemos con ellos? ¿Ocultamos nuestra
responsabilidad y los estigmatizamos? Esa parece ser la propuesta de quienes
promueven la baja de la edad de imputabilidad.
La solución de fondo a los
problemas de esta, nuestra sociedad -problemas de absoluta responsabilidad de
los mayores- pasa por cambiar radicalmente a la propia sociedad, al sistema
imperante que genera estas abominaciones. Porque en el fondo, se trata de un
aspecto más de la lucha de clases.
El plebiscito que se promueve
desde la derecha más rancia de este país –pero que recoge adhesiones en todo el
espectro político- , no apunta a combatir los delitos cometidos por los
menores. No se basa en un estudio serio de la problemática que estamos
analizando, sino apenas en una serie de mitos sobre el tema. La derecha de este país pretende
solucionar el tema de la “minoridad infractora” -un aspecto más de la lucha de
clases-, bajando la edad de imputabilidad. La iniciativa de Pedro Bordaberry
busca bajarla a 16 años, pero tiene competidores que no le van en zaga. Rodolfo
Sienra Roosen, columnista de el diario caganchero El País, planteó hace un
tiempo: “Nos afiliamos a la solución inglesa de bajar la edad de
imputabilidad al máximo -10 o 12 años- ampliando así el margen a una decisión
judicial que cuente con los asesoramientos técnicos adecuados de criminólogos,
sicólogos, pediatras y demás especialistas”.
LEYENDAS URBANAS
Quienes apoyan reducir la edad de
imputabilidad, se basan en la percepción de que la mayor parte de los
delitos son cometidos por menores. Casi siete de cada diez uruguayos creen que
la mayoría de los delitos son cometidos por menores de edad.
El punto es que esta visión es
equivocada. Aunque no se puede medir con precisión el tema, la cantidad de
delitos cometidas por menores de edad es una minoría (probablemente cercana a
la cuarta parte) y no la mayoría.
Es común escuchar que los
menores no van a la cárcel, y eso está muy lejos de ser cierto. Cuando un menor
comete un delito, el mismo es privado de libertad. No van a una cárcel para
mayores, sino que son internados en un complejo de centros de internación
dependientes del INAU, que por otra parte son tan cárceles como las de los
adultos con problemáticas similares.
Los Adolescentes ya son
responsables por sus delitos, lo son desde los 13 años. Y ya son castigados con
sanciones privativas de libertad. ¿O quienes promueven esto ignoran que existen
una decena de cárceles para adolescentes?
El único cambio podría radicar en
el hecho de que irían presos a una cárcel de adultos. Solo eso significa la
rebaja de la edad de imputabilidad, llevar a adolescentes a convivir en
cárceles de adultos.
También se dice que las
sanciones son muy leves, pero esto no es así, si lo vemos en relación a la edad
al momento de detención y lo comparamos con un adulto en las mismas
circunstancias.
Si un adulto de 30 años es
detenido y va preso por 3 años, se trata del 10% de los años vividos por esa
persona, en tanto un adolescente de 15 años que va preso también por 3 años,
significa el 20% de su vida. Hay que tener en cuenta la importancia que tiene
ese tiempo privado de libertad para un caso y para el otro, ya que el
adolescente está en pleno desarrollo.
Si ese período de privación de
libertad se transformara en un simple castigo, estaríamos profundizando su
inadaptación, mientras que lo que tenemos que desarrollar son experiencias
socializadoras y educación.
Por eso es que el Código de la
Niñez y Adolescencia establece la pena máxima en 5 años, porque lo que está en
juego es la edad en el momento de la internación.
No es cierto tampoco algo que se
repite un día sí y el otro también: la policía los detiene y los jueces
los largan. Hay que tener en cuenta que la Convención Internacional de los
derechos del Niño dispone que la retención en centros de internación debe ser
la última alternativa, priorizando a las medidas socio-educativas no privativas
de libertad.
Por lo tanto, el tiempo que los
menores están recluidos luego de ser detenidos, dependerá de aspectos de
carácter socio-económico-cultural (pobreza, educación, familia, etc.).
Podría decirse que nuestra
legislación está atrasada, y que nada puede hacerse con ella, y de hecho es
otro de los mitos que se difunden. Sin embargo, nuestro país cuenta con un
marco jurídico aceptable y que se puede equiparar a los estándares
internacionales más avanzados.
La justicia recurre en la mayor
parte de los casos a la privación de libertad, depositando adolescentes en
centros de internación y no logrando su objetivo de rehabilitación, y tal vez
sea allí en donde haya que trabajar más, en el sentido de aplicar otras medidas
correctivas.
Se habla a menudo del derecho comparado (para promover la tolerancia cero), pero se comparan sociedades desarrolladas con sociedades como las nuestras, con los altos niveles de pobreza e inequidad (resultado de las políticas de los mismos sectores que proponen estas soluciones).
Se habla a menudo del derecho comparado (para promover la tolerancia cero), pero se comparan sociedades desarrolladas con sociedades como las nuestras, con los altos niveles de pobreza e inequidad (resultado de las políticas de los mismos sectores que proponen estas soluciones).
No se menciona, por otra parte,
que países que han recurrido a la baja de edad de imputabilidad como forma de
reducir el delito, ya están de vuelta, y están volviendo a subirla porque no
dio los resultados que se esperaban sino todo lo contrario (EEUU, por ejemplo).
LA GENTE RECLAMA SEGURIDAD
Sin duda, pero la gente también
reclama mejores salarios, trabajo digno, educación, vivienda, el juzgamiento de
los violadores de los derechos humanos y tantas cosas más. Sin embargo, cuando
fueron gobierno, los partidos que hoy proponen estas medidas hicieron muy poco
para dar respuesta a todos estos reclamos de la gente.
Llenar las cárceles es
infinitamente más sencillo que atender los problemas de fondo.
Pero además, el encierro de los menores solo posterga el problema para más adelante, cuando va a ser más difícil aún solucionarlo.
Pero además, el encierro de los menores solo posterga el problema para más adelante, cuando va a ser más difícil aún solucionarlo.
El niño que es enviado a la
cárcel luego de cometer un delito, y encerrado por el mayor tiempo posible,
algún día será liberado, y si el encierro no lo preparó para la libertad
(educación, formación laboral, responsabilidad, recomposición de vínculos
familiares), y en cambio se lo sometió a un trato inhumano en un sistema carcelario
absolutamente desbordado ¿qué podemos esperar de él?
Porque el sistema penal es
discriminatorio, selectivo, estigmatizante, es decir: no persigue a todos por
igual, sino a los más pobres, los más vulnerables (¿cuántos violadores de los
derechos humanos andan sueltos? ¿y los que están presos, en qué condiciones lo
están?).
Y cuando los captura, los separa
del resto de la sociedad, los marca. Nadie que pase por una institución del
sistema penal sale sin huellas, a veces en el cuerpo, casi siempre en su psiquis.
Y las huellas son más profundas y dolorosas cuando se provocan en niños y
adolescentes.
NO ES LA SOLUCIÓN
La baja de la edad de
imputabilidad no es la solución. El endurecer las penas, el hacer imputables a
los niños, no va a resolver el problema de la inseguridad. Solo va a reducir la
presión que ejerce un segmento de la sociedad. Solo apunta a descomprimir la
inmediatez y exigencia mediática y a captar apoyo electoral.
Gran parte del problema radica en
las profundas desigualdades sociales de estos tiempos. El mayor asesino serial
de todos los tiempos, anda suelto por las calles del mundo, es el hambre y la
malnutrición, matando 26 mil niños por día.
La disyuntiva es entre dos
proyectos diametralmente diferentes. Uno que propone convertir el sistema de
justicia en un instrumento contra los pobres, utilizar la represión para
apartar a los menores pobres; otro que implica políticas que otorguen
posibilidades de inclusión social, que apuesta a otra sociedad, más democrática y
con mayores niveles de equidad.
No hay rehabilitación posible sin
políticas sociales que apunten a reducir la inequidad, si no hay políticas de
empleo que habiliten la integración social de los pobres y entre ellos de los
jóvenes pobres.
No se rehabilita profundizando la
exclusión e inadaptación, sino al contrario, haciendo que el joven se
responsabilice por sus actos, garantizando sus derechos, y manteniéndolo
socialmente incluido.
El problema de la delincuencia
juvenil no se puede reducir al facilismo "los sacamos de las calles, los
encerramos". Si por algún milagro se lograra encerrar de una sola vez a
todos los jóvenes de entre 16 y 18 años, el delito seguiría tan campante.
Estamos hablando de ciudadanos,
que tienen derechos, y que son parte de la generación de recambio de nuestro
país. O trabajamos desde la perspectiva de Derechos para la promoción social o
generamos mayores niveles de exclusión, y con ello seguramente cosechemos una
sociedad más violenta e insegura para nuestros hijos.
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