¿QUIEN TENÍA RAZÓN? ¿MARX O BAKUNIN?
¿Quien tenía razón Marx o Bakunin?
Es sabido que la primera internacional se desintegra como consecuencia de las diferencias que existían entre Marx y Bakunin, en lo referente a la estrategia que el movimiento obrero debía darse para derrotar a la burguesía.
Grosso modo, Marx opinaba que el proletariado debía organizarse para apoderarse del poder que estaba concentrado en el aparato del Estado burgués y sustituirlo por otro al que genéricamente llamaba “la dictadura del proletariado”. Bakunin sostenía que al Estado burgués no había que “tomarlo” sino destruirlo y punto; que después de la revolución el Estado no sería necesario y que llegado el momento ya se vería que hacer.
Más allá de lo que exactamente pensara cada uno sobre el “Estado” y de los equívocos que entre ellos pudieran existir, lo cierto es que el punto de vista de Marx terminó resultando el predominante, y el “partido político” terminó siendo la forma de organización específica que la mayor parte del movimiento obrero se ha dado para “tomar el poder”.
Obviamente la forma del “partido” fue variando con las circunstancias y con la manera de concebir sus tareas. Una cosa era el partido de conspiradores clandestino antes del sufragio universal y otra el partido público de masas instalado en la institucionalidad burguesa; uno es el partido según la concepción reformista-socialdemócrata y otro el partido “vanguardia” leninista. Pero cualquiera sea su formato el objetivo de la “herramienta” siempre fue el mismo: “hacerse del poder” del Estado.
Mucha agua ha corrido por debajo de los puentes desde aquel entonces y mucha ha sido la experiencia acumulada por el movimiento obrero. Desde la ofrecida por el partido leninista en la revolución bolchevique, (primer Estado “obrero” de la historia), hasta la de los partidos socialdemócratas europeos; pasando por la de China, Cuba, Vietnam, Corea, Yugoeslavia, etc. a la que se le podría agregar la de los que todavía no llegaron al “poder.”
En cualquier caso la experiencia es rica y más allá de sus obvias diferencias, todas exhiben un rasgo en común: su dificultad para conducir el “proletariado” al socialismo y no degenerar en burocracias con intereses específicos.
Quizás Bakunin tenía un poco de razón, al menos en los efectos que tiene el ejercicio del poder sobre quienes lo ejercen (“el poder corrompe”). Quizás Marx (y sus seguidores) simplificaron excesivamente el problema del poder y consecuentemente el de la lucha política. A lo mejor redujeron la cuestión de la “toma del poder” a un asunto de “aparatos” y el poder, aunque “concentrado” en algunas instituciones específicas, las abarca y las trasciende, aspecto que no se valoró lo suficiente.
Quizás esta supervaloración de la lucha política –léase por el gobierno- en desmedro de la también necesaria lucha “ideológica” sea lo que explique tantos errores y frustraciones. Es muy probable que Bakunin subestimara las dificultades concretas para derrotar política (y militarmente) a la burguesía, así como las que son propias del período de “transición”; pero también no es menos probable que Marx (y sus discípulos) haya subestimado el poder de la burguesía en el campo “espiritual”. Seguramente creía que una vez establecida la “dictadura del proletariado”, socializados los medios de producción y organizada colectivamente la economía, la adecuación de la “conciencia social” sería mucho más rápida a la nueva “base” de lo que efectivamente ha ocurrido.
Posiblemente el error de Marx fue su manera de concebir las relaciones entre la “base” y las “superestructuras”. Su idea de que en “última instancia” la base determina a las superestructuras (incluidas las “formas de conciencia social”) puede ser correcta, si por eso se entiende que existe una relación de correspondencia entre las estructuras económicas concretas (la manera como los hombres producen) y como piensan. Pero una cosa es pensar eso, y otra muy distinta suponer que existe una relación causal genética entre una estructura y la otra. Mucho me temo que así fue como lo pensó Marx o al menos como ha sido interpretado su pensamiento.
Alguno de los textos marxistas sugieren que Marx creía que “la base” engendra o produce las formas de conciencia social que le son adecuadas y subestima el papel que le cabe a la “conciencia social” en hacer posible las estructuras económicas.
Marx estudió el modo de producción capitalista cuando ya era el modo de producción dominante “a todos los niveles”. También estudió la génesis de su nivel económico con la “acumulación originaria”. Pero lo que Marx no consideró, fue que para que la acumulación originaria tuviese lugar fue necesaria la existencia de un mínimo de “espíritu capitalista”.
Es obvio que el capitalismo moderno no se hubiera desarrollado a partir del capitalismo mercantil enquistado en la sociedad feudal europea, de no haber existido las condiciones materiales que lo hicieran posible; pero no es menos evidente que esas condiciones no se hubieran creado de no haber existido –al menos incipientemente- la ética capitalista y la racionalidad correspondiente, así como una institucionalidad jurídico-política apropiada. Las transformaciones en las “superestructuras” y en las formas de conciencia social en el feudalismo tardío no parecen haber tenido lugar como una simple consecuencia del “desarrollo de las fuerzas productivas”, sino que respondieron a lógicas propias de esas instancias. Eso significa que la historia de esas estructuras no tiene una causalidad lineal, ni sus transformaciones respondieron a una finalidad oculta. Fue la combinación casual entre unas y otras lo que hizo posible la cadena causal que desembocó en lo que se conoce como “capitalismo moderno”. Seguramente este no hubiera sido posible sin esa fase preparatoria que fue la conquista de América y la esclavitud africana, pero tampoco hubiera sido posible sin Lutero y sin Calvino.
Si esto que digo es correcto, la transición al Socialismo –si tiene lugar- será mucho menos lineal y mucho más complicada que como se la había imaginado. No alcanzará con hacerse del Estado “burgués” y liquidar la propiedad privada sobre los medios de producción para derrotar a la burguesía; también será necesario destruir al “burgués” que llevamos “adentro”. Eso supone la aparición de instituciones políticas e ideológicas sustancialmente diferentes de las actuales y que suponen una radical transformación cultural de los hombres que constituimos sus apoyos. Implica la fabricación de hombres que no se conviertan en tiranos, pero también implica la fabricación de hombres que estén dispuestos a sacrificarse. “Da mucho trabajo ser libres” decía Pericles y la libertad del Socialismo supone mucho más que votar cada cinco años.
¿La cuestión es qué es lo que queremos: un “ciudadano” que se ocupa de sus asuntos durante la mayor parte de su vida y deja lo “público” en las manos de su representante; o un individuo para el que “nada de lo humano le sea ajeno”?
Esto es lo que hay que definir y está claro que esa dicotomía no desaparecerá hasta que no se termine con los “negocios” privados, pero si queremos ir apuntando en la dirección correcta, lo peor que podemos hacer es desconocer o subestimar la magnitud del problema. Esto quiere decir que la tarea del “partido” deberá apuntar mucho más a revolucionar la mente y los corazones que a ganar elecciones; a trabajar más por hacer posible la existencia de organismos de poder popular y democracia directa (consejos, comunas, etc.), y menos por ocupar sillones ya existentes.
Pero para definir eso adecuadamente, es preciso no haber perdido el rumbo respecto al objetivo final – cosa que parece que se ha perdido frecuentemente-; el “para qué” del Socialismo. Marx y Bakunin tuvieron muchas discrepancias metodológicas, pero coincidieron en lo fundamental; la razón del Socialismo no es (esencialmente) para que los hombres sean más “prósperos” sino para que se hagan más libres. La prosperidad puede ser un medio, un recurso, pero nunca el fin. La lucha por el socialismo no es, (no puede ser) una empresa que apunte al “tener” sino al “ser”. En eso consiste su idealismo; en la firme convicción de que si la humanidad encarnada en los trabajadores hace lo correcto, otro mundo, otro Hombre, es posible.
Andrés Figari Neves 25/11/2014
Es sabido que la primera internacional se desintegra como consecuencia de las diferencias que existían entre Marx y Bakunin, en lo referente a la estrategia que el movimiento obrero debía darse para derrotar a la burguesía.
Grosso modo, Marx opinaba que el proletariado debía organizarse para apoderarse del poder que estaba concentrado en el aparato del Estado burgués y sustituirlo por otro al que genéricamente llamaba “la dictadura del proletariado”. Bakunin sostenía que al Estado burgués no había que “tomarlo” sino destruirlo y punto; que después de la revolución el Estado no sería necesario y que llegado el momento ya se vería que hacer.
Más allá de lo que exactamente pensara cada uno sobre el “Estado” y de los equívocos que entre ellos pudieran existir, lo cierto es que el punto de vista de Marx terminó resultando el predominante, y el “partido político” terminó siendo la forma de organización específica que la mayor parte del movimiento obrero se ha dado para “tomar el poder”.
Obviamente la forma del “partido” fue variando con las circunstancias y con la manera de concebir sus tareas. Una cosa era el partido de conspiradores clandestino antes del sufragio universal y otra el partido público de masas instalado en la institucionalidad burguesa; uno es el partido según la concepción reformista-socialdemócrata y otro el partido “vanguardia” leninista. Pero cualquiera sea su formato el objetivo de la “herramienta” siempre fue el mismo: “hacerse del poder” del Estado.
Mucha agua ha corrido por debajo de los puentes desde aquel entonces y mucha ha sido la experiencia acumulada por el movimiento obrero. Desde la ofrecida por el partido leninista en la revolución bolchevique, (primer Estado “obrero” de la historia), hasta la de los partidos socialdemócratas europeos; pasando por la de China, Cuba, Vietnam, Corea, Yugoeslavia, etc. a la que se le podría agregar la de los que todavía no llegaron al “poder.”
En cualquier caso la experiencia es rica y más allá de sus obvias diferencias, todas exhiben un rasgo en común: su dificultad para conducir el “proletariado” al socialismo y no degenerar en burocracias con intereses específicos.
Quizás Bakunin tenía un poco de razón, al menos en los efectos que tiene el ejercicio del poder sobre quienes lo ejercen (“el poder corrompe”). Quizás Marx (y sus seguidores) simplificaron excesivamente el problema del poder y consecuentemente el de la lucha política. A lo mejor redujeron la cuestión de la “toma del poder” a un asunto de “aparatos” y el poder, aunque “concentrado” en algunas instituciones específicas, las abarca y las trasciende, aspecto que no se valoró lo suficiente.
Quizás esta supervaloración de la lucha política –léase por el gobierno- en desmedro de la también necesaria lucha “ideológica” sea lo que explique tantos errores y frustraciones. Es muy probable que Bakunin subestimara las dificultades concretas para derrotar política (y militarmente) a la burguesía, así como las que son propias del período de “transición”; pero también no es menos probable que Marx (y sus discípulos) haya subestimado el poder de la burguesía en el campo “espiritual”. Seguramente creía que una vez establecida la “dictadura del proletariado”, socializados los medios de producción y organizada colectivamente la economía, la adecuación de la “conciencia social” sería mucho más rápida a la nueva “base” de lo que efectivamente ha ocurrido.
Posiblemente el error de Marx fue su manera de concebir las relaciones entre la “base” y las “superestructuras”. Su idea de que en “última instancia” la base determina a las superestructuras (incluidas las “formas de conciencia social”) puede ser correcta, si por eso se entiende que existe una relación de correspondencia entre las estructuras económicas concretas (la manera como los hombres producen) y como piensan. Pero una cosa es pensar eso, y otra muy distinta suponer que existe una relación causal genética entre una estructura y la otra. Mucho me temo que así fue como lo pensó Marx o al menos como ha sido interpretado su pensamiento.
Alguno de los textos marxistas sugieren que Marx creía que “la base” engendra o produce las formas de conciencia social que le son adecuadas y subestima el papel que le cabe a la “conciencia social” en hacer posible las estructuras económicas.
Marx estudió el modo de producción capitalista cuando ya era el modo de producción dominante “a todos los niveles”. También estudió la génesis de su nivel económico con la “acumulación originaria”. Pero lo que Marx no consideró, fue que para que la acumulación originaria tuviese lugar fue necesaria la existencia de un mínimo de “espíritu capitalista”.
Es obvio que el capitalismo moderno no se hubiera desarrollado a partir del capitalismo mercantil enquistado en la sociedad feudal europea, de no haber existido las condiciones materiales que lo hicieran posible; pero no es menos evidente que esas condiciones no se hubieran creado de no haber existido –al menos incipientemente- la ética capitalista y la racionalidad correspondiente, así como una institucionalidad jurídico-política apropiada. Las transformaciones en las “superestructuras” y en las formas de conciencia social en el feudalismo tardío no parecen haber tenido lugar como una simple consecuencia del “desarrollo de las fuerzas productivas”, sino que respondieron a lógicas propias de esas instancias. Eso significa que la historia de esas estructuras no tiene una causalidad lineal, ni sus transformaciones respondieron a una finalidad oculta. Fue la combinación casual entre unas y otras lo que hizo posible la cadena causal que desembocó en lo que se conoce como “capitalismo moderno”. Seguramente este no hubiera sido posible sin esa fase preparatoria que fue la conquista de América y la esclavitud africana, pero tampoco hubiera sido posible sin Lutero y sin Calvino.
Si esto que digo es correcto, la transición al Socialismo –si tiene lugar- será mucho menos lineal y mucho más complicada que como se la había imaginado. No alcanzará con hacerse del Estado “burgués” y liquidar la propiedad privada sobre los medios de producción para derrotar a la burguesía; también será necesario destruir al “burgués” que llevamos “adentro”. Eso supone la aparición de instituciones políticas e ideológicas sustancialmente diferentes de las actuales y que suponen una radical transformación cultural de los hombres que constituimos sus apoyos. Implica la fabricación de hombres que no se conviertan en tiranos, pero también implica la fabricación de hombres que estén dispuestos a sacrificarse. “Da mucho trabajo ser libres” decía Pericles y la libertad del Socialismo supone mucho más que votar cada cinco años.
¿La cuestión es qué es lo que queremos: un “ciudadano” que se ocupa de sus asuntos durante la mayor parte de su vida y deja lo “público” en las manos de su representante; o un individuo para el que “nada de lo humano le sea ajeno”?
Esto es lo que hay que definir y está claro que esa dicotomía no desaparecerá hasta que no se termine con los “negocios” privados, pero si queremos ir apuntando en la dirección correcta, lo peor que podemos hacer es desconocer o subestimar la magnitud del problema. Esto quiere decir que la tarea del “partido” deberá apuntar mucho más a revolucionar la mente y los corazones que a ganar elecciones; a trabajar más por hacer posible la existencia de organismos de poder popular y democracia directa (consejos, comunas, etc.), y menos por ocupar sillones ya existentes.
Pero para definir eso adecuadamente, es preciso no haber perdido el rumbo respecto al objetivo final – cosa que parece que se ha perdido frecuentemente-; el “para qué” del Socialismo. Marx y Bakunin tuvieron muchas discrepancias metodológicas, pero coincidieron en lo fundamental; la razón del Socialismo no es (esencialmente) para que los hombres sean más “prósperos” sino para que se hagan más libres. La prosperidad puede ser un medio, un recurso, pero nunca el fin. La lucha por el socialismo no es, (no puede ser) una empresa que apunte al “tener” sino al “ser”. En eso consiste su idealismo; en la firme convicción de que si la humanidad encarnada en los trabajadores hace lo correcto, otro mundo, otro Hombre, es posible.
Andrés Figari Neves 25/11/2014
Comentarios
Parece que cuanto más tenemos menos somos. Maldición de Malinche: seguimos cambiando espejitos de colores por nuestros recursos y nuestras riquezas naturales, mientras los gringos se las llevan en contenedores nosotros festejamos las migajas. Porque el actual estado de supuesta prosperidad efímero, ilusorio, cortoplacista y adormecedor de conciencias, no nos permite divisar el crecimiento de la injusticia y de las brechas sociales, ni la consolidación de un sistema -capitalista dependiente- que aplaudimos y festejamos, mientras los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres.
http://contratapapopular.blogspot.com/
¿Pero es efectivamente así?
¿Que las “mayorías se equivocan” no lo digo yo, sino que lo dijo en su oportunidad el propio T.V. y lo enseña la Historia entera; por lo tanto, el apoyo popular no es un argumento. De la misma manera que “al árbol lo conoceréis por sus frutos” a un partido se lo conoce por su política. Si Nunca en la historia moderna del País la propiedad de la tierra estuvo en tan pocas manos, ni nunca desde el Estado, se gestionó tanto a favor del capital extranjero; (los casos de las papeleras y el de Aratirí son paradigmáticos).
Los elogios recibidos por el FMI, el Banco Mundial y la embajada norteamericana son más que suficientes.
En pocas palabras, el mayor bienestar material de las masas se consiguió a costa de un mayor sometimiento y entrega de los recursos nacionales a los que supuestamente se debía combatir y de desarmar ideológicamente a la propia fuerza política.En el nuevo discurso los que hasta ayer eran los enemigos del pueblo y causa del atraso nacional han pasado a ser factores claves del “desarrollo”.Consecuentemente la “Oligarquía” y el “Imperialismo” no solo no son combatidos, sino que sencillamente han dejado de existir. Y si ya es por demás difícil enfrentar al poderoso (argumento que se lo ha utilizado frecuentemente para justificar más de una "AGACHADA”), mucho más difícil es hacerlo cuando ni siquiera se sabe que el poderoso existe. Este giro de 180° del programa original, ligado a los efectos que en la cabeza de la gente han tenido las “MIGAJAS ” que se han logrado distribuir, es lo más grave de lo ocurrido durante estos diez años y augura un oscuro porvenir. Porque con este giro que no se explica y que se oculta por una parte, y con esta sensación de bienestar por la otra, no solo se ha logrado DESNORTAR” al pueblo frenteamplista respecto del verdadero enemigo, sino que se ha producido algo peor, lo que nadie podía haber hecho en su lugar: lograr que se aplauda su proyecto estratégico. Porque efectivamente eso es lo ocurrido; los efectos de la política económica del FA en el bolsillo de las masas además de “comprar su conciencia” y garantizar su tercer gobierno, ha hecho posible lo que años atrás parecía impensable, conseguir un inmenso consenso para el proyecto de la oligarquía. Esto no lo desmiente el hecho de que quienes siempre fueron sus partidos tradicionales hayan criticado al FA y se presenten como “la oposición”.
Tampoco lo desmiente el que los oligarcas de las cámaras empresariales con su estrecha visión económico corporativa hayan puesto reparos a la acción del gobierno; al fin y al cabo esa es su reacción “natural”
Ocurre que la Historia suele ser así, depara sorpresas y resuelve contradicciones de las maneras más inesperadas.
De la misma manera que hizo posible que un ex cabecilla del movimiento guerrillero anti capitalista llegara a Presidente, ¡Qué ironía,
LO lo que no consiguieron los milicos, los blancos y los colorados, lo termina concretando el FA con el apoyo de su propia gente!
Andrés Figari Neves 30-11-2014
RECORDA QUE MUJICA FUE AL PARLAMENTO JUNTO CON ASTORI A PEDIRLE A LOS DIPUTADOS DEL F.A.QUE NO VOTARAN LA LEY DE ANULACION DE IMPUNIDAD
HAY UN ART TUYO QUE HABLAS SOBRE LOS TRABAJADORES NO LOS ENCUENTO MANDAMELO,HOY ESOS MISMOS TRABAJADORES ESTAN DE ACUERDO CON LA MINERIA A CIELO ABIERTO ARATIRI
MUCHOS YA OCUPAN CARGOS DE DIPUTADOS O SENADORES QUE TAL ?