NADA CAMBIÓ (publicado esta semana en Semanario VOCES)


CONSIGNA DE VOCES: 

¿NOS PUEDE AFECTAR LA DEBACLE ARGENTINA?
La situación en la vecina orilla es mirada con preocupación desde este lado del río. Siempre se dijo que si Argentina estornuda nuestro país se resfría. Sin ir más lejos está muy presente la crisis del 2002 que en gran medida se catalizó por la situación argentina. ¿Estamos en situación de dependencia de nuestros vecinos? ¿Cuánto influye la economía argentina en nuestro país hoy? ¿Se afectará el turismo? ¿Puede peligrar la inversión de argentinos en Uruguay? ¿Influirá políticamente lo que sucede en la otra orilla? ¿Hay similitudes ideológicas entre los actores políticos de la vecina orilla con los nuestros?


NADA CAMBIÓ


Es un hecho que las crisis o situaciones difíciles de los vecinos históricamente nos han afectado. La más reciente, fue la del 2002, que seguramente todos recordamos.
Si ahora se diera una de esas situaciones, lo que cabría esperar es que se volvieran a dar las mismas consecuencias que antes. Salvo que el país hubiera cambiado sustancialmente. Y cuando digo “cambiar sustancialmente”, me refiero a modificaciones de fondo, estructurales, al modelo existente previamente, y no gatopardistas.
¿Han existido esas transformaciones? Desde luego que no.
El Uruguay del 2018 es básicamente el mismo de 20 años atrás, en lo que tiene que ver con su estructura productiva. El país sigue siendo un productor de commodities, y la diferencia tal vez sea que ahora la economía está más primarizada que antes. El país sigue teniendo una grave concentración de los medios de producción, que hoy en día es cada vez mayor, sobre todo la de la tierra. Pero además de estar concentrada la propiedad, también se ha ido extranjerizando cada día más, lo que agrava los problemas.
En los últimos años ha habido avances en políticas sociales, pero no se avanzó ni medio centímetro en el sentido del desarrollo.
Cuando Luis Lacalle Pou habla de una “década perdida”, refiriéndose a los gobiernos progresistas, tiene un gran desconcierto en el balero. Porque desde el punto de vista de los intereses del capital (intereses que él defiende) no ha sido para nada una “década perdida”.
El ex presidente del BID, Enrique Iglesias (hombre del stablishment a quien Tabaré Vázquez le ofreció el ministerio de economía), lo tiene claro, y al respecto dijo: “No creo que pueda hablarse de una década perdida. Creo que el país hoy tiene bases más firmes para cambiar en la dirección que quiera darle la orientación política, pero tenemos fundamentos mucho más sólidos que nunca para avanzar”. Y lo tienen claro los organismos financieros internacionales como el FMI o el BM, para quienes Uruguay es un ejemplo.
Básicamente, los gobiernos progresistas han hecho las cosas que antes decían rechazar; hicieron lo mismo que hubiesen hecho gobiernos blancos o colorados, con ventajas extras: 1) una situación internacional favorable como pocas veces en la historia, 2) mayorías parlamentarias propias, 3) una masa de votantes y militantes que antes hubieran cuestionado duramente cada una de las medidas de gobierno si hubieran sido de otro partido, 4) un movimiento sindical afín que tampoco lo cuestiona (recién 13 años después el PIT-CNT acompaña un plebiscito), 5) el beneplácito del BM, del FMI y del BID, de las revistas top del capitalismo mundial como The Banker, etc.
Hoy tenemos entonces una economía más concentrada, primarizada y extranjerizada; además de un mayor endeudamiento, a lo que hay que sumarle los problemas de siempre: desempleo, inflación y déficit fiscal. De manera que una economía pequeña como la nuestra, dependiente de los vaivenes internacionales más que cualquier otra, sería un milagro que no se viese afectada por la crisis de los grandes vecinos.
Algo es seguro: las consecuencias las pagarán los de siempre. Y los ganadores serán los mismos.

                                                 José Luis Perera

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