COVIFANATISMO (mi artículo de esta semana en VOCES)
Que
las
autoridades
-y
el poder en general-
suelen
incurrir en censuras, presiones y persecuciones a opositores, pero
también a críticos, humoristas y caricaturistas, es algo muy
antiguo. Sin embargo, hay datos que confirman que en el pueblo, en la
gente común, tampoco está bien visto burlarse de él y que no
tolera algunas bromas (las que lo incumben).
En
La
república de los atenienses,
440 a 420 A.C., un autor -hablando de esa democracia- dice: “No
permiten que el pueblo sea objeto de burla en la comedia ni que se
hable mal de él para que no se tenga mal concepto de ellos”.
Sótades
de Maronea, hacia el siglo III A.C. (el
agujero del mate aún no se había inventado), fue
encerrado en una caja de plomo y tirado al mar por escribir unos
versos humorísticos sobre la vida sexual de Ptolomeo II.
Y
así como en la Alemania nazi, quedó prohibido difundir comentarios
maliciosos, lo que incluía chistes contra el régimen, el partido o
sus dirigentes, tras
la revolución soviética fue objeto de debate si las sátiras debían
ser permitidas en el nuevo orden. Dado que el sistema era perfecto la
función de denuncia de la sátira ya no debía tener sentido.
Finalmente
el código
penal calificó las sátiras y los chistes como propaganda
antisoviética. Muerto
Stalin la situación mejoró, aunque ya en los años sesenta autores
de sátiras como Valeri Tarsis fueron ingresados en centros
psiquiátricos.
Lo
que en estos tiempos ha cambiado, es la velocidad con que se propagan
ambas cosas: la burla y la reacción. Ya
no hace falta una dictadura o un gobierno reaccionario para que la
censura se ejerza; cualquier opinión, crítica o humor (bueno o
malo), provocan que masas de ciudadanos se conviertan
en perseguidores de ideas, opiniones y comportamientos. Muchas veces
ni siquiera es necesario que la especie sea confirmada, y solo
alcanza el “meme” diciendo que tal cosa sucedió o fue dicha.
Dicha
censura ya no solo se ejerce sobre lo que pasa hoy, y los dardos
también
se
dirigen hacia el pasado. El objeto de ataque puede
ser una antigua novela, una obra de arte, una película (al
parecer la Academia creará un protocolo con estándares de inclusión
para que una película pueda aspirar al Oscar),
cuyos enfoques
sean diferentes de los
actuales. Antes era un gobierno, ahora son millares de censores que
se indignan, insultan, amenazan por las cosas más triviales.
Que
quede claro: desde mi punto de vista, todo el mundo tiene el derecho
a expresarse, tanto el que emite una opinión, hace una obra de arte
o un chiste, como
el
que no está de acuerdo con esa opinión, esa obra o ese chiste. Lo
que está mal, es la intención de acallar al otro, presionar para
que se lo condene al ostracismo. Lo que está mal es la intolerancia
y
la ira,
el
fanatismo,
enfermedad
pandémica de
estos tiempos.
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