UN RATÓN URUGUAYO

(Mi artículo de esta semana en Semanario VOCES)

 


El conflicto que conmovió la semana pasada, es sin duda una montaña que parió un ratón. Ya desde el inicio –un pasillo utilizado por un gremio estudiantil- y que pidió ser desalojado para construir una rampa de acceso. Pero también lo que vino luego: el sumario a un director que se negó a cumplir órdenes de sus superiores y los paros posteriores en la educación pública.

Sin dudas hay temas en el tapete que merecerían que ardiera Troya, pero que ni siquiera han provocado un chispazo. Pensemos solamente en la reforma jubilatoria y en la respuesta popular que provocó en Francia, y la carpita con unos sindicalistas tomando mate que –hasta ahora- parece ser la única reacción popular en esta penillanura levemente ondulada y adormecida.

Qué los estudiantes hayan logrado ese pasillo, para sus actividades gremiales ¿es normal? No lo creo; en mi época de estudiante las asambleas las hacíamos en los patios. Los edificios públicos tienen sus fines específicos, y no son precisamente el desarrollo de actividades sindicales, para lo cual los sindicatos suelen tener sus sedes y si no las tienen utilizan las de otros sindicatos. En este caso, se suma además que el edificio está declarado monumento histórico, y el estado en que lo tenían los estudiantes era realmente deplorable por lo que se puede apreciar en las fotos que han aparecido.

El director del Instituto tiene sin duda todo el derecho del mundo a solidarizarse con los reclamos de los estudiantes, y nada le impedía hacerlo. Pero también, tenía la obligación de cumplir con las órdenes superiores, como corresponde en toda institución –pública o privada- sometida a grados y escalafones en donde unos mandan y otros obedecen. Tal vez quería enseñarles a sus estudiantes lo bueno que es no aceptar órdenes de nadie y hacer lo que a cada quien le viene en gana.

¿Se pueden desobedecer las órdenes cuando a uno le parecen que van contra sus principios y convicciones? Por supuesto que sí. Pero hay que saber que eso tiene consecuencias y que atreverse a contravenir el orden establecido conlleva sanciones. Y no parece muy buena cosa mostrarles a los estudiantes que se puede tranquilamente desobedecer la autoridad en esta sociedad simplemente porque no te gusta. En todo caso, lo que comprenderán los estudiantes es que, si no les gusta el orden establecido en esta sociedad, deberán luchar contra él hasta cambiarlo. Y que esa lucha es larga y que habrá logros y derrotas.

El otro punto es la politización de todo en nuestra sociedad, y los réditos político partidarios que puedan obtenerse de cada cuestión que surge en la agenda. Y de eso no se salva nada ni nadie. Los que ayer no se inmutaban cuando su gobierno desalojaba estudiantes – y en ese entonces el conflicto en reclamo de aumentos salariales para los docentes y del gasto total que se dedica a la educación pública, y no por un corredor pintarrajeado- hoy sienten que están ante el resurgimiento del nazzifascismo.

José Luis Perera

 

 

 

 

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