PODER O NO PODER (pensando en voz alta)
Es común escuchar que tal o cual
medida escapa a las posibilidades del gobierno, y muchos hablan de que no se
pueden dar saltos al vacío, que se hace lo posible, que no se puede avanzar más
que hasta determinado punto, etc.. La razón esgrimida es: “tenemos el
gobierno pero no el poder”.
Pero si tener el gobierno, no es tener el poder, entonces
tener el gobierno no les permite a los partidos políticos hacer
transformaciones profundas, las que solo serían posibles cuando se tiene el
poder. De manera que quienes piden el voto diciendo que harán esto, aquello y
aquello otro, sabrían de antemano que eso no será posible.
Y si el poder es además una
cuestión de clase, y hay clases que detentan el poder y clases que son
dominadas por quienes lo detentan, entonces solo podrán hacer lo que prometen
aquellos partidos que representan a las clases en el poder.
Cuando “el guapo” Larrañaga dice “Con
nosotros en el gobierno las cosas serán diferentes. Diferente será la
seguridad, porque crearemos una policía militarizada para combatir la
delincuencia, porque llevaremos a 3.500 los efectivos de la Guardia Republicana
para que los que tengan miedo de salir a la calle sean solamente los
delincuentes, porque aumentaremos las penas contra los traficantes y porque
duplicaremos las penas para los menores” estaría diciendo algo que
seguramente podrá cumplir, puesto que es un fiel representante de las clases en
el poder.
En cambio cuando el Frente Amplio
promete un Frigorífico Nacional, estaría prometiendo algo que sabe que no va a
cumplir, puesto que eso sería –al decir del presidente Mujica- “meterse con
la oligarquía ganadera”, cosa que no se estaría dispuesto a hacer por temor
a perder la pequeña parcela de poder obtenida al ganar las elecciones.
¿SERÁ TAN ASÍ?
La aseveración es parcialmente
verdadera; cierto, es posible acceder al gobierno y eso no implica
necesariamente tener “todo” el poder. Ahora bien, la frase no siempre es
aplicable a todas las situaciones, y abusar de ella se asemeja más a una excusa
para “no hacer” que a otra cosa.
Pongamos algún ejemplo para que
se entienda lo que quiero decir. Si estoy en el gobierno y digo que no puedo
abolir la propiedad privada de los medios de producción mediante un decreto o
una ley, haciendo uso de las mayorías parlamentarias, porque “tengo el gobierno
pero no el poder”, probablemente tenga razón. Pero si digo que no puedo
sancionar una ley rebajando el porcentaje del IVA porque “tengo el gobierno
pero no el poder”, estoy mintiendo. En un caso, todo el poder de la burguesía
se descargaría sobre mi gobierno, y muy probablemente fuera desalojado de allí.
En el otro caso, no recibiría más que aplausos de todos lados.
Está claro que los ejemplos son
muy burdos y exagerados, porque lo que pretenden es dejar en claro que si bien
la famosa frase es parcialmente valedera, no lo es siempre y en todos los
casos.
EL GOBIERNO
Una definición sencilla de
gobierno, podría ser que es “la autoridad que dirige, controla y administra las
instituciones del Estado; la que tiene la conducción política y el ejercicio
del poder del Estado”. Es el que ejerce
el poder político sobre una sociedad, el conjunto de órganos directores de un
Estado a través del cual se expresa el poder estatal por medio del orden
jurídico.
Ahora bien, ¿qué es el poder? ¿cómo se obtiene? ¿el
gobierno es parte del poder? El gobierno, es algo concreto, y perfectamente
accesible en el marco de las reglas de juego de la democracia liberal
capitalista. Basta con obtener una suma de adhesiones que sea mayoritaria
(dependiendo claro está de cada sistema electoral); alcanza con superar a los
adversarios en cantidad de votos, uno más alcanza, no se precisa más.
Obtenido el gobierno, esto nos
habilita a utilizar el aparato del Estado, incluso su fuerza coercitiva, para
aplicar determinadas medidas para el cumplimiento de nuestro programa. Esto
significa que estamos en posesión de, al menos, “una porción del poder”. Y esta
es la primera cosa que debería ser tenida en cuenta: tener el gobierno, no es
tener el poder, pero sí tener una buena parte de él. O lo que es lo mismo:
tener el gobierno quizás no nos habilite a hacer el máximo de cosas que nos
gustaría hacer, pero nos permite hacer mucha cosa. Luchamos por el gobierno,
justamente porque obtenerlo es obtener buena parte del poder.
Cito a Rodney Arismendi: “Marx
y Lenin se servían de una terminología bien característica tomada del Derecho
Constitucional: identificaban hasta cierto grado, el proceso de configuración
de la máquina burocrático-militar poderosa con el fortalecimiento del poder
ejecutivo (o sea el órgano de fuerza por excelencia, ya que en sus manos se
hayan policía, ejército y la mayoría de la burocracia)”
EL PODER
El poder, es algo que se construye, que se va conquistando
día a día, mediante la lucha; nadie regala una porción de poder, ni es posible
obtenerlo en la feria. Algo que incluso se debe ir construyendo antes de llegar
al gobierno.
Como dijimos más arriba, el poder
estatal se expresa a través fundamentalmente de sus tres poderes: el ejecutivo,
el legislativo y el judicial. Pero también a través de una serie de organismos
de distinta índole a lo largo y ancho del territorio, que ejercen sus propias
parcelas de poder (entes autónomos, intendencias, organismos de contralor,
etc).
Pero además, es obvio que existe
un poder oculto, no tan evidente ni institucionalizado, pero que es un “poder
muy poderoso” y que suele tener incluso más poder que el propio Estado. Es el
poder económico. Y también otro poder que es el ideológico, el poder que
detentan quienes poseen saber, conocimiento, técnica, etc. Todo esto, desde
luego, en el marco de una sociedad dividida en clases, y que se desarrolla en
la lucha entre esas clases.
Decía no hace mucho el Prof.
Julio A. Louis en un artículo publicado en La República: “Por eso, es una tontería
creer que Obama cambiará por la sola voluntad del gobierno a EEUU, potencia
imperialista, si así lo decidiera. O que, manteniendo el gobierno por sí solo,
`seguiremos cambiando’ . Luchar por el gobierno es un imperativo político y
ético. Pero ya no basta. Nos debemos otras preguntas: ¿gobernar para qué?
¿Puede un gobierno popular convivir con instituciones asentadas para afirmar al
bloque del gran capital dominante? Los procesos de Bolivia, Ecuador y
Venezuela, promotores de sendas reformas constitucionales, dan la respuesta”.
De manera que podríamos resumir
diciendo que hay al menos tres formas del poder:
el poder político (que se expresa
en el gobierno)
el poder económico
el poder ideológico
Es posible ver también que
quienes detentan el poder económico suelen tener también el poder ideológico,
mediante los cuales les resulta más fácil obtener el poder político. No
obstante lo cual, quienes no tienen ninguno de esos dos poderes (el económico y
el ideológico), pueden obtener el gobierno.
La cuestión es entonces qué hacer
cuando quienes no tienen el poder económico ni el ideológico, y obtienen el
poder político, para quitar porciones de los otros poderes a las clases que lo
detentan.
Una cuestión que puede ser clave,
es la transferencia de ese poder estatal (obtenido legítimamente en las elecciones), a la sociedad civil organizada; esto
es, una vez obtenida esa parcela importante de poder, que es el poder
concentrado del Estado, descentralizarlo, transferirlo lo máximo posible a la
sociedad, para que se transforme en poder popular. Claro que eso es algo a lo que no muchos están dispuestos: renunciar a parcelas de poder político partidario en beneficio del pueblo consciente y organizado.
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