CORRUPCIÓN Y PARTIDOS (publicado hoy en Semanario VOCES)


Los hechos tozudos no le quieren dar la razón a Daisy Tourné cuando dijo: “todos coincidimos en que Uruguay no tiene problemas serios de corrupción en este momento, ni siquiera sospechas. Por más que existan problemas en la región no son de impacto directo y que involucren al país”.
El caso del cambio Nelson, que involucra al político colorado Francisco Sanabria y su entorno, amenaza con convertirse en uno de los casos más grandes de corrupción en el país. Y cada vez son más los puntos de contacto de Uruguay con los casos “lavajato” y con lo que se conoce como “la ruta del dinero K”.
Por lo que parece, lo que se ve hasta ahora es apenas la punta de un iceberg importante, con mucho para investigar. Entre otras cosas, implica esclarecer como logró aquel pequeño tambero de nombre Wilson Sanabria, construir una fortuna en tan solo diez años, para que la heredara el actual prófugo, su hijo Francisco.
Seguramente terminar definitivamente con la corrupción es imposible, y a lo que podemos aspirar es a prevenirla, a reducirla, y a castigarla debidamente cuando se produce.
Para eso se necesita entre otras cosas voluntad política. Los instrumentos que se crean para que exista transparencia no pueden ser un saludo a la bandera donde los políticos declaran lo que se les antoja porque nadie controlará nada a menos que pase algo, cuando ya sea tarde. El financiamiento de los partidos debe ser claro como el agua. Y el control, y también el castigo, debería ejercerse -ademas de sobre el corrupto- sobre los partidos.
El castigo debe ser ejemplar, porque la corrupción la pagamos de nuestros bolsillos y porque la impunidad de los de arriba solo genera una desconfianza generalizada en la política, y esa pérdida de credibilidad social es uno de los costos más graves.
Así como los cuadros de fútbol son sancionados cuando sus hinchas cometen desmanes, tal vez los partidos debieran ser considerados cómplices cuando uno de sus integrantes resulta implicado en actos de corrupción (la pena podría ser que perdieran el derecho a cobrar los ingresos por votos en la siguiente elección, o algo por el estilo), así de esa manera el control sería ejercido desde dentro mismo de los partidos .
El caso que nos ocupa es muy claro; al parecer, ahora todo el mundo sabía lo que hacía Sanabria, y lo sabían políticos de todos los partidos. Pero la cuestión es que nadie dijo absolutamente nada. Es posible que exista una complicidad más descarada del sistema político con sus correligionarios, a la vista de los ciudadanos y con tal desparpajo?
La responsabilidad de los partidos es más que evidente. Todos quienes integran las cúpulas partidarias se conocen entre sí y cuanto más encumbrados están más al tanto están de todo lo que hacen cada uno de ellos. El problema es que se han transformado en una especie de omertá, cuyo sentido último es protegerse entre sí, pase lo que pase.
Cuando le preguntan a Constanza Moreira sobre el asunto de Sendic y su falso título de licenciado, dijo la senadora: “Lo único que le cabe al Frente Amplio es respaldar a su vicepresidente. Está pasando una situación difícil y el Frente Amplio tiene que respaldarlo, nada más, punto”. Y luego: “...tienes que respaldarlo, es de tu familia política...Además tenés que respaldarlo porque sos un partido político y los partidos tienen que respaldar a los suyos”.
Todo dicho.

José Luis Perera 

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