PROGRESISMO POR DECRETO
(publicado esta semana en VOCES)
Ya hemos dicho más de una vez que el progresismo esgrime la única arma que a esta altura de su recorrido puede utilizar con (cada vez menos) relativa eficacia: asustar con el cuco de la derecha. “Somos nosotros o la derecha”, dicen, y la gente tiembla pensando en tarifazos, en salarios que no alcanzan, en el país pasando al bando de los amigos de EEUU, en represión a la protesta social, etc.
Ya hemos dicho más de una vez que el progresismo esgrime la única arma que a esta altura de su recorrido puede utilizar con (cada vez menos) relativa eficacia: asustar con el cuco de la derecha. “Somos nosotros o la derecha”, dicen, y la gente tiembla pensando en tarifazos, en salarios que no alcanzan, en el país pasando al bando de los amigos de EEUU, en represión a la protesta social, etc.
Pero
mientras algunos se asustan y otros asustan, esas cosas ya están
instaladas desde hace rato, y por lo tanto el cuco cada vez surte
menos efecto. Cambian
las personas pero la ideología es la misma (la de la clase
dominante), y aunque cambie el collar el perro sigue siendo el mismo.
El lenguaje se modifica y los ajustes fiscales ahora son
adecuaciones; las reacciones cambian, y aunque las tarifas aumentan
el sindicalismo no se moviliza ni le llama tarifazos y
solo dice que “le hubiera gustado que fuera diferente”;
cientos de miles de trabajadores y jubilados tienen salarios que no
alcanzan, pero el progresismo y su fiel central de trabajadores
explican que antes era peor, y aunque los líderes de una supuesta
izquierda que ya no es tal despotriquen contra el imperialismo y sus
secuaces, votan y llaman a votar por sus secuaces, y su gobierno se
une a lo peor de la derecha continental para derrocar a un gobierno
popular como el venezolano.
Por
si esto ya no alcanzara, ahora se legitima y
amplía la represión (ya Mujica había decretado la prohibición de la ocupación
de edificios públicos y había desalojado estudiantes por la
fuerza),
emitiendo señales hacia todos los puntos cardinales.
Fundamentalmente
hacia los inversores extranjeros (vengan a llenar sus bolsillos que
aquí estamos
moldeando un país a vuestro paladar, no
solo no les vamos a cobrar impuestos sino que nadie los va a molestar
mientras nos saquean).
Un
decreto que, por si fuera poco, es casi un calco del que dictara el
gobierno del derechista Macri (con
la diferencia que allá la policía debe dar antes aviso a la
justicia),
y que
la ministra comunista quiere hacer pasar como un arma para que no le
pase a “la izquierda” uruguaya lo que le pasó a Allende (como si
Vázquez llegara a la altura de la suela de los zapatos de Allende).
Gobernar
por decreto era algo que la izquierda supo criticar encarnizadamente
al
nefasto ultraderechista
Jorge Pacheco Areco, pero que ahora parece totalmente normal en
tiempos progresistas.
En
momentos en que la corrupción está en el orden del día, y en que
la transparencia debería ser la regla para combatirla, el gobierno
decreta la opacidad, modificando
el
"procedimiento administrativo y disciplinario aplicable al
funcionario público", que estaba vigente desde 1991, y
haciendo que la reserva pase a ser la regla y no una excepción.
En
momentos en que la economía se detiene, el gobierno decreta
privilegios para los ex presidentes y sus cónyugues para que tan
vulnerables personas no vayan a quedar desamparadas en el futuro.
En
momentos en que la economía se complica y se viene una rendición de
cuentas con nuevos recortes, el gobierno decreta la criminalización
de la protesta.
El
cuco hace rato que llegó, disfrazado de izquierda.
José Luis Perera
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