A COMPLETAR EL TRIUNFO


En los próximos 29 días los uruguayos tendremos que reflexionar sobre cuál es la fórmula más preparada para dirigir los destinos del país durante los próximos cinco años. De triunfar la fórmula del Frente Amplio (cosa casi segura), la situación quedará prácticamente incambiada, es decir, gobierno del FA con mayoría parlamentaria.
LOS ANTECEDENTES
El único antecedente que tenemos en nuestro país sobre una segunda vuelta electoral, es el del año 99, en donde la ciudadanía tuvo que optar entre el compañero Tabaré Vázquez y el Dr. Jorge Batlle. Si sumamos los votos del Partido Colorado a los del Partido Nacional en la primera vuelta de ese año, nos da 1.182.895, mientras que el Frente Amplio obtuvo 861.202 votos, el Nuevo Espacio 97.943, y la Unión Cívica 5.109. Pero en la segunda vuelta, el Dr. Jorge Batlle alcanzó 1.158.708 votos, es decir, 24.187 votos menos que la suma de blancos y colorados. En cambio, el compañero Tabaré aumentó su caudal en 120.847 votos, alcanzando un total de 982.049. Los votos en blanco, que habían sido 21.760 en la primera vuelta, pasaron a ser 42.574 en la segunda.
Esto nos está diciendo que hubo más de 20.000 ciudadanos que en la primera vuelta optaron por alguno de los partidos tradicionales que en la segunda prefirieron votar en blanco antes que acompañar con su voto al tradicional adversario, y casi tres mil de ellos que optaron por votar al candidato de la izquierda. Es decir: se puede.
VIENTO A FAVOR
Uno de los argumentos más fuertes que tenemos los frenteamplistas para convencer a aquellos que aún no se deciden a apoyar la fórmula Mujica-Astori, es el de la mayoría parlamentaria. Sin lugar a dudas lo mejor para la estabilidad y el funcionamiento correcto del país es que los representantes del Poder Ejecutivo se correspondan con el partido que tiene la mayoría en el Parlamento. Si por algún milagro, la fórmula Lacalle-Larrañaga obtuviera la victoria, es por demás obvio que su gobierno se vería muy trabado. Por decirlo de una manera gráfica: la motosierra se desafilaría constantemente. Cuando Lacalle quiera eliminar el IASS, se encontrará con una mayoría parlamentaria del FA que no se lo permitirá; cuando quiera volver atrás con la reforma de la salud, no tendrá las mayorías necesarias. Y no es porque los frenteamplistas se nieguen al diálogo. Es porque los frenteamplistas no renunciaremos jamás a defender las conquistas de nuestro pueblo. Así de sencillo.
Una cuestión más a nuestro favor, es el candidato. En ciencia política, es algo aceptado que en las elecciones ganan aquellos candidatos que además de tener una alta popularidad o simpatía en la gente, tienen una baja antipatía o rechazo. Los niveles de simpatía y antipatía suelen ser más importantes que la propia intención de voto. Y de acuerdo a los datos más recientes, en estudios realizados antes de las internas, José Mujica es el único candidato que reúne las dos condiciones: tiene una altísima simpatía en la gente (la mayor de todos los candidatos) y una bajísima antipatía (la menor lejos de todos los candidatos). Agregado a esto, el gobierno del Frente Amplio tiene el más alto índice de popularidad que haya tenido gobierno alguno en nuestro país al fin de su mandato
Pero además, la fórmula del Frente Amplio va a estar compitiendo en noviembre contra los grandes perdedores de octubre. Porque hay que tener en cuenta que el Partido Nacional votó rematadamente mal, más allá de que el buen manejo de los medios de difusión el día de la elección, haya logrado por algunas horas crear la sensación de victoria. En comparación con su desempeño en 2004, perdió casi 110 mil votos (en términos de legisladores, dos senadores y seis diputados); tres cuartas partes de ellos en el interior (en donde el Frente Amplio le saca casi ciento veinte mil votos, en un escenario de dominio histórico del Partido Nacional), mientras que en Montevideo apenas logró conquistar la quinta parte de los votos. Y no se trata solamente de un fracaso rotundo del candidato Luis Alberto Lacalle; su compañero de fórmula fue quien más sufrió el desplome, ya que Alianza Nacional perdió en esta elección dos senadores y otros tantos diputados. Otra sería la cuestión si la competencia fuera contra la fórmula del Partido Colorado, que en base a una supuesta renovación y a una campaña acertada logró crecer en casi siete puntos del electorado, acrecentando su bancada parlamentaria en dos senadores y siete diputados. No es lo mismo competir contra alguien que viene de obtener un triunfo, en términos relativos, que con alguien que viene de sufrir una derrota estrepitosa. Esto sea dicho, más allá de la inconsistencia de un Bordaberry que se preocupó mucho de desmentir aquella aseveración de que la fórmula era Lacalle-Bordaberry y que blancos y colorados eran diferentes, pero que la misma noche del domingo se abrasó al gran perdedor y le dio su apoyo incondicional. Hecho que seguramente no será bien visto por los colorados que de buena fe volvieron a su partido creyendo en la renovación.
LAS ESTRATEGIAS
Una cosa parece surgir también de las pasadas elecciones: el pueblo uruguayo es más propenso a valorar argumentos, a sopesar alternativas, y de sus análisis saca sus conclusiones (a algunos les gustarán menos y a otros más). Pero está claro que los uruguayos están hartos de las confrontaciones descalificadoras. Confrontar se debe confrontar; no es esa la cuestión. Cuando hay proyectos tan diametralmente diferentes, hay que exponerlos a la luz pública para que la gente, informada, decida de acuerdo a sus convicciones. Pero quienes solo se basen en el desmerecimiento del adversario, a la larga pagarán el precio correspondiente.
Si logramos situar el debate ante toda la sociedad sobre lo que va a ser el próximo gobierno, si por sobre todo nos concentramos en difundir entre la ciudadanía nuestras propuestas de futuro, contenidas en la plataforma programática, el triunfo es absolutamente seguro. Desde nuestro punto de vista la ciudadanía fue clara en su expresión del domingo; aprobó la gestión del primer gobierno frenteamplista. Cuando la ciudadanía no aprueba la gestión, le sucede lo que le sucedió a Lacalle, que obtuvo el gobierno con un 38% del electorado y su partido obtuvo un 30% en la elección siguiente (ahora logró llevarlo a un 29%). Esto significa que los cambios que generamos han sido comprendidos. No creemos que haya que seguir haciendo centro en la explicación del Plan de Emergencia o en los resultados del Sistema Integrado de Salud y todo lo demás. Hay que salir a convencer a miles con la esperanza de un gobierno honrado que tiene propuestas a montones para mejorar y profundizar los cambios iniciados en este período. Solo podríamos perder si cometiéramos errores garrafales (que los cometimos y muchos en la campaña de octubre). El triunfo está ahí, pero debemos trabajar para que nuestra fórmula acceda al gobierno con un apoyo fuera de toda duda, avasallante de ser posible.

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