EL FACTOR IMPUNIDAD


pero nunca este Sí fue un No tan grande
a la resignación y al abandono
así que no hay olvido ni derrota
porque nuestra memoria sigue entera
Ignacio Martínez

Muchos estamos dolidos, y tenemos fundadas razones para estarlo. Y es bueno y reconfortante que haya tanta y tanta gente indignada y dolida por la no anulación de la ley de impunidad. Lo trágico hubiera sido que quienes han dado una lucha sin cuartel por la causa de los derechos humanos -y en concreto por la anulación de esta ley legalmente nula y éticamente infame e inmoral- se tomaran este fracaso coyuntural como un hecho más de la realidad política. No sería natural ni lógico. Y por eso se palpa en la calle, en los Comités de Base, en las reuniones de familia, en los grupos de facebook y en cuanto lugar de encuentro es posible, sentimientos como los que señalamos. La pregunta es: ¿qué vamos a hacer con estos sentimientos?
LO POSITIVO
Una de las cuestiones positivas, que debemos rescatar de esta gran patriada contra la impunidad, es que el tema sigue vigente y está más vivo que nunca, en la expresión de más de un millón de personas en las urnas, pero sobre todo en los miles y miles de compañeros militantes que dieron la batalla. Primero por la recolección de las firmas y luego por instalar el tema en la cabeza de la gente en medio de una campaña electoral, en la cual los temas centrales en los medios de comunicación de masas fueron la campaña electoral y la supuesta inseguridad.
Lejos de la cháchara reaccionaria de los cómplices de la dictadura, que vienen sosteniendo desde hace más de veinte años que el tema está cerrado, el plebiscito demostró que hay memoria, y si hay memoria, más temprano que tarde habrá justicia. Porque ha quedado patente que no estamos solos, que somos muchos, muchísimos, los que seguimos dando la lucha por la dignidad. Y somos muchos, muchísimos los que nos indignamos, no desde el odio, sino desde la necesidad de expresar nuestra total solidaridad con quienes buscan a sus seres queridos, con quienes sufrieron cárcel, tortura y muerte, o simplemente desde la necesidad de sentirse integrantes de un pueblo digno y solidario. Y lo más importante aún, es que la lucha contra la impunidad logró incorporar a miles y miles de jóvenes, que encontraron allí una causa justa y de honda significación moral y ética por la cual entregar lo mejor de sí. Y es que los jóvenes han sido desde siempre un sujeto político y social, protagonista de muchos acontecimientos, pero además, capaces de elaborar un pensamiento propio, siempre crítico hacia lo existente. Sin los jóvenes ni siquiera sería pensable la idea de Revolución o de Utopía. Recordemos la actividad revolucionaria de Robespierre o de Danton, de Saint Just o de Desmoulins o de Napoleón, que fallecieron apenas sobrepasados los 30 años. Si bien Lenin era un hombre de mediana edad cuando dirigió la Revolución Rusa, Stalin y Trotsky todavía no habían cumplido los 40 años. Y ni qué hablar de los jóvenes Fidel Castro y Ernesto Guevara, o Gramsci, que murió a los 46 años y que a los 30 ya había fundado el Partido Comunista Italiano.
QUE HACER
Ahora bien, todo lo anterior, si bien es tremendamente positivo, puede transformarse en un factor contrario a los intereses populares, de no ser atendido el fracaso del plebiscito en forma correcta por la dirigencia política del Frente Amplio. Lo más importante ahora es lo que vamos hacer de aquí en más con ese tema, como canalizamos esa bronca, esa indignación, que hacemos con esos sentimientos. Porque aquel que tenga las orejas atentas, debería percibir un gran malestar en muchos de aquellos compañeros que dieron la lucha por esta causa y hoy tienen que asumir que en definitiva la ley no fue anulada.
Por ahí se han escuchado, por ejemplo, propuestas como la de votar en blanco o anulado, como forma de protesta por la falta de compromiso de la dirigencia frenteamplista en la lucha contra la ley de impunidad. Estas cosas hay que verlas con atención, porque denotan una reacción basada más en el dolor que en el razonamiento, y pueden hacer carne en mucha gente honesta que no está en condiciones (debido a su estado de ánimo) de reflexionar debidamente. Lo que hay que hacer ver a estos compañeros, es que de tener éxito esa propuesta, y de lograr un número importante de votos en blanco, el 29 ganaría la derecha. Votar en blanco (o anulado) es votar por la derecha. Si el Frente Amplio logra conservar los votos obtenidos en la primera vuelta, y unos pocos votos más, tendrá ganada la elección. Pero los votos que se le resten (mediante el voto en blanco o anulado) están favoreciendo a la derecha. Así de claro. Quienes promueven esa alternativa, tendrán que comprender que si ganara la fórmula blanquicolorada, en lugar de castigar a quienes supuestamente se quiere, se estaría perjudicando a ese maravilloso porcentaje de uruguayos que tuvieron la dignidad de votar la papeleta rosada el domingo pasado, y que son obreros, y que son estudiantes, y gente humilde y gente de pueblo (no importa si votaron blanco, colorado o frenteamplista o independiente), y que tendrían que sufrir cinco años de gobierno de derecha. En definitiva, estaríamos castigando a quienes no se lo merecen (el pueblo que juntó firmas y el que trabajó por la papeleta rosa y el que votó rosado) y premiando a los autores y defensores de la impunidad (Lacalle, Sanguinetti y compañía). Si ya Sanguinetti festejó el fracaso de la papeleta rosada, le estaríamos brindando en bandeja de plata la fiesta completa, el triunfo ahora de esa derecha recalcitrante que se regocija con el dolor del pueblo uruguayo.
SEÑALES CLARAS
Para que estas cuestiones no prosperen, pero sobre todo porque es lo que se debe hacer, nuestros dirigentes políticos deben enviar señales claras a ese maravilloso pueblo que acaba de depositar su confianza en ellos. Porque ya no caben dudas de que el Frente Amplio deberá anular la ley de impunidad. En primerísimo lugar porque es un compromiso asumido con la ciudadanía en su programa de gobierno: “La cultura de la impunidad que ha impregnado el accionar de los gobiernos luego de recuperada la democracia deberá quedar definitivamente atrás y en su lugar se forjará una cultura en el respeto a los derechos humanos para los cual es imprescindible cumplir con el mandato del Congreso anterior de adecuar “la legislación interna a los tratados internacionales ratificados por el país”, incluyendo la anulación de la Ley de caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, principal estamento de impunidad.” (Congreso Zelmar Michelini, Líneas de Perspectiva para el próximo quinquenio (2010/2014).
Pero además, porque nuestros parlamentarios deberán comprender de una vez por todas que su propia dignidad estará en juego si no lo hacen. Esa invalorable sangre joven que dio una lucha sin cuartel por la causa de los derechos humanos, que se abrazó con verdadero amor a esa bandera, está esperando señales claras que le hagan renacer la esperanza.

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