LA VERDAD SÍ, Y LA JUSTICIA TAMBIÉN
En agosto de 2009, cuando José Mujica era todavía candidato a presidente, durante una visita a Santiago de Chile, dijo: "A mí no me interesa la gente presa, me interesa la verdad. Porque la verdad es la forma superior de castigo para los que son responsables de los atropellos. Ya han pasado muchos años desde los hechos y detesto tener ancianos presos".
Y hace pocos días, en Porto Alegre, el presidente mantuvo un intercambio con militantes de izquierda en el que ratificó esta idea. “Quiero que los orientales se encuentren, que no se tengan que odiar; quiero que las generaciones que vengan aprendan de nuestros propios errores, y que cometan los suyos, pero no los nuestros”, dijo el presidente. Uno de los asistentes preguntó: “¿van a seguir detenidos los delincuentes, independiente de que sean viejitos de más de setenta años?”. Y el presidente le respondió: “de mi parte no tengo fuerza para disponer lo contrario, pero yo discrepo. Si pudiera, no tendría preso a hombres de 80 años para arriba, pero yo no soy dueño del país”. Antes, Mujica había señalado que en la vida es necesario tener prioridades: “No puedo vivir angustiado, solo mirando para atrás. Mi angustia son los que van a venir. Porque el mundo del pasado no lo puedo arreglar. Si acaso puedo ayudar a que el mundo del mañana sea un poco mejor”, dijo. Su postura, es compartida también por Lucía Topolanski, y genera el rechazo de los grupos de izquierda y organizaciones de derechos humanos. Por aquello de que el que calla otorga, nos parece que debemos decir algunas cosas al respecto.
Lo primero que queremos decir, es que no nos sentimos demasiado conmovidos por los ancianos residentes en Domingo Arena. Ancianos que por cierto no se encuentran allí hacinados como lo están los presos comunes en otras cárceles. Ancianos que al parecer no se encuentran en condiciones muy delicadas de salud como uno puede ver cada vez que tienen que ir a declarar nuevamente a un juzgado (todos los días se descubren nuevos crímenes de los que son autores), y que salen de allí sonrientes y dicharacheros.
DESDE LO LEGAL
Habría que señalar además que, desde el punto de vista legal, esa excarcelación, o la prisión domiciliaria serían virtualmente imposibles, dada la legislación que se ha establecido en los últimos años, y en la que incluso participó la propia senadora Lucía Topolanski al integrar el Parlamento..
En el año 2005, se votó una ley, la Nº 17.897, cuyo nombre es “Libertad anticipada y provisional. Régimen excepcional”. Y en su artículo 9º se habla de la “Prisión domiciliaria”, y dice: “El Juez podrá disponer la prisión domiciliaria de personas procesadas o condenadas mayores de setenta años, cuando ello no involucre riesgos, considerando especialmente las circunstancias del delito cometido”. Quiere decir: es “el Juez” quien podrá disponer la prisión domiciliaria en determinados casos, y por eso dice bien Mujica cuando dice que “de mi parte no tengo fuerza para disponer lo contrario, ... yo no soy dueño del país”.
Pero además, ese mismo artículo establece excepciones para este instituto de la “Prisión
Domiciliaria”, y dice que “…no será aplicable a los procesados y condenados que hayan cometido los siguientes delitos:
1) El delito de homicidio cuando concurran las circunstancias agravantes previstas en los artículos 311 y 312 del Código Penal.
2) El delito de violación.
3) Los delitos previstos en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (Ley N°
17.510, de 27 de junio de 2002)".
Como estos ancianos de los que hablamos tienen en su haber una colección de los delitos incluidos en los tres puntos, no solo el presidente Mujica sino que tampoco ningún juez podrá mandarlos para la casa.
Pero por si esto fuera poco, se acaba de votar una ley que dice que los delitos cometidos por estos ancianos son de lesa humanidad, por lo cual, además de imprescriptibles no son excarcelables. Y esto es así porque en el 2006 se votó otra ley (la Nº18026), que tipifica los delitos de lesa humanidad en nuestro país, y que establece la improcedencia de la amnistía o similares para esos delitos: “Los crímenes y penas tipificados en los Títulos I a III de la Parte II de la presente ley, no podrán declararse extinguidos por indulto, amnistía, gracia, ni por ningún otro instituto de clemencia, soberana o similar, que en los hechos impida el juzgamiento de los sospechosos o el efectivo cumplimiento de la pena por los condenados".
De manera que, salvo que se esté pensando en derogar estas leyes para poder beneficiar a esos ancianos, que además de ancianos son los sujetos más repudiables de la historia uruguaya -de la reciente y de la no tan reciente- estos señores de avanzada edad deberán permanecer en prisión.
No es eso al parecer lo que estaría en la mente de Topolanski ni del presidente ni del MPP. Pese a la convicción que ambos tienen sobre que los militares retirados mayores de 70 años no deberían estar en la cárcel, ni el gobierno ni la fuerza política trabajan en un proyecto de ley para que eso suceda. Así lo confirmó hace unos días el secretario de Presidencia, Alberto Breccia, que dijo que el Poder Ejecutivo no trabaja en ese sentido y varios legisladores del MPP aseguraron lo mismo, pese a que los máximos referentes del sector estén a favor de la medida.
Eso desde el punto de vista legal. Pero habría que decir algunas otras cosas.
NO SON ARGUMENTOS VÁLIDOS
Veamos por ejemplo la afirmación de 2009. ¿Es la verdad “la forma superior de castigo”, como afirma Mujica? Eso es sin duda toda una novedad. Porque desde que el mundo es mundo, cuando alguien infringe un daño a otro, lo que la sociedad hace es investigar para conocer la verdad de lo sucedido, para conocer quien es el autor del daño, cuales fueron sus motivaciones, los atenuantes o los agravantes, y en función de todo eso, aplicar el correspondiente castigo. Si la forma superior de castigo fuera conocer la verdad, no se entiende para qué el resto. De ser así, ni siquiera sería necesaria la institución Justicia, y solo alcanzaría con la investigación policial. Una vez conocido el o los autores de determinado delito, se daría a conocer su identidad por todos los medios posibles, y ese sería el castigo. Pero no creemos que sea así. Creemos que quienes cometen un delito deben ser sometidos a la justicia, y la forma que la sociedad tiene de resarcir en alguna medida a los ofendidos (que en el caso de los delitos de lesa humanidad son la humanidad en su conjunto) es la aplicación de un castigo (generalmente la prisión), que además –al menos en teoría- cumple la función de rehabilitar al que cometió el delito. Mujica y su esposa pueden detestar tener ancianos presos, están en su derecho, y tal vez si quienes cometieron esos horrendos crímenes hubiesen marchado presos inmediatamente, y llegaran a ancianos luego de pasar muchos años encerrados, tal vez una buena parte de la sociedad los acompañara en su forma de pensar. Pero de hecho, luego de cometer esos delitos abominables estos señores estuvieron en libertad, hicieron sus vidas cual si nada hubiera pasado, y muchos de ellos ni siquiera perdieron sus jubilaciones (como cualquier otro mortal), y el poco tiempo que han estado encerrado lo ha sido en condiciones tales que ni siquiera puede ser considerado un castigo.
Todos podemos compartir la idea de que “los orientales se encuentren, que no se tengan que odiar”. Pero ahí sí, es necesaria la verdad para que eso suceda. No es posible que los orientales se encuentren cuando en el medio reina el ocultamiento. Para que el encuentro tenga una oportunidad, la sociedad necesita conocer la verdad sobre lo ocurrido, necesita saber donde están los desaparecidos, por qué los hicieron desaparecer, las circunstancias en que ocurrió, etc., pero fundamentalmente es necesario que quienes cometieron esas barbaridades de alguna manera muestren un mínimo de arrepentimiento y pidan perdón a la sociedad en su conjunto. Porque en todo este período, NI UNA SOLA VEZ, NI UNA SOLA, las Fuerzas Armadas de este país mostraron un mínimo de arrepentimiento; jamás, ni como colectivo ni en forma individual. Lo que hace mucho más repudiable -si esto fuera posible- su infame accionar y los crímenes cometidos durante los años más nefastos de nuestra historia.
Dice Mujica; “…el mundo del pasado no lo puedo arreglar. Si acaso puedo ayudar a que el mundo del mañana sea un poco mejor”. La cuestión es si perdonar, o aliviar la pena de quienes cometieron esos delitos aberrantes, es una forma de ayudar a un mundo mejor en el futuro. Porque si la señal que les damos a los jóvenes es que cuanto peor es el delito cometido, mayor es la posibilidad de obtener el perdón, entonces no es difícil imaginar como puede llegar a ser ese mundo del mañana.
Y hace pocos días, en Porto Alegre, el presidente mantuvo un intercambio con militantes de izquierda en el que ratificó esta idea. “Quiero que los orientales se encuentren, que no se tengan que odiar; quiero que las generaciones que vengan aprendan de nuestros propios errores, y que cometan los suyos, pero no los nuestros”, dijo el presidente. Uno de los asistentes preguntó: “¿van a seguir detenidos los delincuentes, independiente de que sean viejitos de más de setenta años?”. Y el presidente le respondió: “de mi parte no tengo fuerza para disponer lo contrario, pero yo discrepo. Si pudiera, no tendría preso a hombres de 80 años para arriba, pero yo no soy dueño del país”. Antes, Mujica había señalado que en la vida es necesario tener prioridades: “No puedo vivir angustiado, solo mirando para atrás. Mi angustia son los que van a venir. Porque el mundo del pasado no lo puedo arreglar. Si acaso puedo ayudar a que el mundo del mañana sea un poco mejor”, dijo. Su postura, es compartida también por Lucía Topolanski, y genera el rechazo de los grupos de izquierda y organizaciones de derechos humanos. Por aquello de que el que calla otorga, nos parece que debemos decir algunas cosas al respecto.
Lo primero que queremos decir, es que no nos sentimos demasiado conmovidos por los ancianos residentes en Domingo Arena. Ancianos que por cierto no se encuentran allí hacinados como lo están los presos comunes en otras cárceles. Ancianos que al parecer no se encuentran en condiciones muy delicadas de salud como uno puede ver cada vez que tienen que ir a declarar nuevamente a un juzgado (todos los días se descubren nuevos crímenes de los que son autores), y que salen de allí sonrientes y dicharacheros.
DESDE LO LEGAL
Habría que señalar además que, desde el punto de vista legal, esa excarcelación, o la prisión domiciliaria serían virtualmente imposibles, dada la legislación que se ha establecido en los últimos años, y en la que incluso participó la propia senadora Lucía Topolanski al integrar el Parlamento..
En el año 2005, se votó una ley, la Nº 17.897, cuyo nombre es “Libertad anticipada y provisional. Régimen excepcional”. Y en su artículo 9º se habla de la “Prisión domiciliaria”, y dice: “El Juez podrá disponer la prisión domiciliaria de personas procesadas o condenadas mayores de setenta años, cuando ello no involucre riesgos, considerando especialmente las circunstancias del delito cometido”. Quiere decir: es “el Juez” quien podrá disponer la prisión domiciliaria en determinados casos, y por eso dice bien Mujica cuando dice que “de mi parte no tengo fuerza para disponer lo contrario, ... yo no soy dueño del país”.
Pero además, ese mismo artículo establece excepciones para este instituto de la “Prisión
Domiciliaria”, y dice que “…no será aplicable a los procesados y condenados que hayan cometido los siguientes delitos:
1) El delito de homicidio cuando concurran las circunstancias agravantes previstas en los artículos 311 y 312 del Código Penal.
2) El delito de violación.
3) Los delitos previstos en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (Ley N°
17.510, de 27 de junio de 2002)".
Como estos ancianos de los que hablamos tienen en su haber una colección de los delitos incluidos en los tres puntos, no solo el presidente Mujica sino que tampoco ningún juez podrá mandarlos para la casa.
Pero por si esto fuera poco, se acaba de votar una ley que dice que los delitos cometidos por estos ancianos son de lesa humanidad, por lo cual, además de imprescriptibles no son excarcelables. Y esto es así porque en el 2006 se votó otra ley (la Nº18026), que tipifica los delitos de lesa humanidad en nuestro país, y que establece la improcedencia de la amnistía o similares para esos delitos: “Los crímenes y penas tipificados en los Títulos I a III de la Parte II de la presente ley, no podrán declararse extinguidos por indulto, amnistía, gracia, ni por ningún otro instituto de clemencia, soberana o similar, que en los hechos impida el juzgamiento de los sospechosos o el efectivo cumplimiento de la pena por los condenados".
De manera que, salvo que se esté pensando en derogar estas leyes para poder beneficiar a esos ancianos, que además de ancianos son los sujetos más repudiables de la historia uruguaya -de la reciente y de la no tan reciente- estos señores de avanzada edad deberán permanecer en prisión.
No es eso al parecer lo que estaría en la mente de Topolanski ni del presidente ni del MPP. Pese a la convicción que ambos tienen sobre que los militares retirados mayores de 70 años no deberían estar en la cárcel, ni el gobierno ni la fuerza política trabajan en un proyecto de ley para que eso suceda. Así lo confirmó hace unos días el secretario de Presidencia, Alberto Breccia, que dijo que el Poder Ejecutivo no trabaja en ese sentido y varios legisladores del MPP aseguraron lo mismo, pese a que los máximos referentes del sector estén a favor de la medida.
Eso desde el punto de vista legal. Pero habría que decir algunas otras cosas.
NO SON ARGUMENTOS VÁLIDOS
Veamos por ejemplo la afirmación de 2009. ¿Es la verdad “la forma superior de castigo”, como afirma Mujica? Eso es sin duda toda una novedad. Porque desde que el mundo es mundo, cuando alguien infringe un daño a otro, lo que la sociedad hace es investigar para conocer la verdad de lo sucedido, para conocer quien es el autor del daño, cuales fueron sus motivaciones, los atenuantes o los agravantes, y en función de todo eso, aplicar el correspondiente castigo. Si la forma superior de castigo fuera conocer la verdad, no se entiende para qué el resto. De ser así, ni siquiera sería necesaria la institución Justicia, y solo alcanzaría con la investigación policial. Una vez conocido el o los autores de determinado delito, se daría a conocer su identidad por todos los medios posibles, y ese sería el castigo. Pero no creemos que sea así. Creemos que quienes cometen un delito deben ser sometidos a la justicia, y la forma que la sociedad tiene de resarcir en alguna medida a los ofendidos (que en el caso de los delitos de lesa humanidad son la humanidad en su conjunto) es la aplicación de un castigo (generalmente la prisión), que además –al menos en teoría- cumple la función de rehabilitar al que cometió el delito. Mujica y su esposa pueden detestar tener ancianos presos, están en su derecho, y tal vez si quienes cometieron esos horrendos crímenes hubiesen marchado presos inmediatamente, y llegaran a ancianos luego de pasar muchos años encerrados, tal vez una buena parte de la sociedad los acompañara en su forma de pensar. Pero de hecho, luego de cometer esos delitos abominables estos señores estuvieron en libertad, hicieron sus vidas cual si nada hubiera pasado, y muchos de ellos ni siquiera perdieron sus jubilaciones (como cualquier otro mortal), y el poco tiempo que han estado encerrado lo ha sido en condiciones tales que ni siquiera puede ser considerado un castigo.
Todos podemos compartir la idea de que “los orientales se encuentren, que no se tengan que odiar”. Pero ahí sí, es necesaria la verdad para que eso suceda. No es posible que los orientales se encuentren cuando en el medio reina el ocultamiento. Para que el encuentro tenga una oportunidad, la sociedad necesita conocer la verdad sobre lo ocurrido, necesita saber donde están los desaparecidos, por qué los hicieron desaparecer, las circunstancias en que ocurrió, etc., pero fundamentalmente es necesario que quienes cometieron esas barbaridades de alguna manera muestren un mínimo de arrepentimiento y pidan perdón a la sociedad en su conjunto. Porque en todo este período, NI UNA SOLA VEZ, NI UNA SOLA, las Fuerzas Armadas de este país mostraron un mínimo de arrepentimiento; jamás, ni como colectivo ni en forma individual. Lo que hace mucho más repudiable -si esto fuera posible- su infame accionar y los crímenes cometidos durante los años más nefastos de nuestra historia.
Dice Mujica; “…el mundo del pasado no lo puedo arreglar. Si acaso puedo ayudar a que el mundo del mañana sea un poco mejor”. La cuestión es si perdonar, o aliviar la pena de quienes cometieron esos delitos aberrantes, es una forma de ayudar a un mundo mejor en el futuro. Porque si la señal que les damos a los jóvenes es que cuanto peor es el delito cometido, mayor es la posibilidad de obtener el perdón, entonces no es difícil imaginar como puede llegar a ser ese mundo del mañana.
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