EL PAPEL DE LA IZQUIERDA EN AMERICA LATINA


No hay duda que en América Latina se han procesado cambios importantísimos en los últimos diez años. Cambios que, aún teniendo en cuenta la diversidad de matices, permiten afirmar que en su conjunto provocaron un vuelco político contrario a lo que venía siendo la aplicación del Consenso de Washington en la región. Con la llegada al gobierno de partidos y alianzas de corte progresista, comenzó la tarea de recomponer las sociedades absolutamente desintegradas por décadas de neoliberalismo.
Siempre teniendo claro que se trata de generalizaciones, y que no todos los procesos son iguales, podemos distinguir por lo menos cuatro elementos que se destacan en esa etapa. En primer término, un impulso vigoroso a los procesos de integración económica y política regional. Entre ellos, el propio MERCOSUR, pero también el ALBA, Banco del Sur, integración energética, etc., que comenzaron a mostrarse como alternativas viables tanto al ALCA (promovido por el imperio del norte) como a los organismos financieros internacionales. En segundo lugar, la importancia del ingreso al campo político de actores sociales de larga experiencia de luchas, como las comunidades indígenas, que habían sido históricamente relegadas de los puestos de decisión; proceso que se dio fundamentalmente en Bolivia, Ecuador y Venezuela. Un tercer rasgo característico, fue la asunción (mediante el pago) del tema de la deuda con el FMI, que al menos en el discurso proclamaba la intención de desprenderse de la tutela de ese organismo que ha sido por décadas el instrumento de presión privilegiado por Washington. Y por último, la aparición de nuevos aliados en la escena internacional, como India y China (que además aparecieron como mercados alternativos al europeo), y el reforzamiento de la participación de los países de la región en el G20. Este proceso, tuvo el puntillazo final en la cumbre de Mar del Plata, en donde se enterró definitivamente el proyecto ALCA.
LA REACCION DE LA DERECHA
Claro está, las clases que detentan el poder no se lo dejan arrebatar tan fácilmente, y el 2008 podemos verlo como una agudización de la lucha de la derecha por volver atrás las transformaciones realizadas. En ese marco se inscribe la movilización de los sectores dedicados al agronegocio de la soja en Argentina y los referendos autonómicos en Bolivia, en donde la oligarquía argentina y la boliviana han demostrado su oposición a cualquier proceso que implique abandonar sus privilegios. Y hay que tener presente en todos estos procesos reaccionarios, el papel jugado por quienes han ocupado el papel que antes jugaban los militares en el condicionamiento de las democracias latinoamericanas: el conglomerado de empresas de la información, los medios masivos de comunicación. Pero conviene tener en cuenta que estos movimientos se dan casi en forma simultánea con la reactivación de la Cuarta Flota de los EEUU y su presencia en la región con un despliegue como no se veía en mucho tiempo. También con el reavivamiento del conflicto entre Colombia, Ecuador y Bolivia, con la participación preponderante de los Estados Unidos con su inteligencia militar tanto en el bombardeo de Colombia sobre Ecuador como en el episodio de Ingrid Bentancur. Pero también en forma simultánea con los avances de la derecha en el mapa europeo, con las victorias de Nicolás Sarkozy y Silvio Berlusconi, con un vuelco neoconservador que se refleja por ejemplo en la Directiva Retorno y su grosero ataque a los inmigrantes. Ahora vemos además como se generan nuevas tensiones en el Cáucaso, en donde EEUU ha exacerbado las diferencias entre Georgia y Moscú por incorporar a Georgia en la OTAN, una iniciativa que Moscú considera como parte del intento de establecer un cerco militar alrededor de Rusia. Actitud que sin duda se inscribe en el impulso del imperialismo de EEUU por establecer su hegemonía sobre los enormes recursos energéticos de Asia Central y del Cáucaso mediante la imposición del poder militar en la región.
¿QUE DEBE HACER LA IZQUIERDA?
Todo este marco nos muestra a las claras que la derecha no se queda de brazos cruzados mirando como se le arrebatan los privilegios que ella misma se adjudicó desde hace siglos. Y que tampoco esperará pacíficamente que las urnas le devuelvan los derechos cuestionados. Los escenarios que podemos ver por toda América Latina, son escenarios en los que la derecha se moviliza permanentemente, en forma organizada y en todos los ámbitos, no solamente el electoral. Esto la diferencia notoriamente de la izquierda, que en términos generales se encuentra desmovilizada. Y este es un flanco que no podemos dejar descubierto. La respuesta de la izquierda a los embates de la derecha debe ser (como siempre) ganar la calle nuevamente. Movilizar a aquellos sectores sociales que naturalmente representan su base de sustentación y salir a dar la batalla en todos los terrenos. En el terreno parlamentario sí, pero también en la calle, en los medios de comunicación, en las organizaciones sociales de todo tipo, dando la batalla ideológica. Porque nuestros gobiernos no controlan la riqueza, ni los grandes medios de comunicación de masas, ni la industria, ni nada que tenga que ver con el poder, y su único respaldo es el de las masas. Como lo decía muy claramente Atilio Borón: “…la alternativa es muy clara para los gobiernos de izquierda en la región: o se apoyan en el pueblo y toman los recursos necesarios para la lucha política o simplemente quedan maniatados y atados, imposibilitados de hacer cualquier cambio profundo”.
Los gobiernos de izquierda deben ampliar los límites estrechos de la democracia burguesa -que está pensada para que sirva únicamente a las clases dominantes-, y ello solo es posible en el marco de una gran participación popular en todos los campos. Es ahí en donde deben estar focalizados los mayores esfuerzos de los partidos políticos de izquierda: organización y movilización. Hay que volver a Lenin, al desarrollo de la conciencia a través de la lucha. Porque la burguesía dispone de todos los recursos y sabe muy bien lo que quiere, que es lo que tiene que defender y cual es su enemigo de clase. El ejemplo reciente de Bolivia es aleccionador. Bolivia nos demuestra que la construcción del poder pasa por organizar, movilizar y generar conciencia. Evo podría haber optado por una política conciliatoria con quienes detentan el poder, pero eso lo hubiera llevado a un gran desgaste y hubiera comprometido el proceso de transformaciones. Por el contrario, pasó a la ofensiva e hizo una convocatoria bien fuerte a su pueblo y triunfó. Lo que sucede es que las calles siguen siendo, mal que le pese a muchos, un elemento esencial de la democracia, y la derecha las comenzó a utilizar como lo hacía antes la izquierda. Fue de esa forma que los sectores de la oligarquía agraria argentina derrotaron al peronismo. Primero en las calles y luego en el Senado. La calle sigue siendo un elemento decisivo, y en nuestro país sobran los ejemplos. Hace un tiempo hacíamos un ejercicio intelectual (promovido por Eduardo Lorier) en el que imaginábamos lo que sería de nuestro país si se hubiera aplicado a rajatabla la concepción del equipo económico de gobierno, mientras que por otro lado veíamos la situación real gracias a la lucha de los trabajadores por un lado, y la presión y el empuje de los sectores del FA que se oponen a esa concepción. Concluíamos que hoy tendríamos un TLC con los Estados Unidos, tendríamos menos recursos para la educación, tendríamos una reforma tributaria más regresiva, etc. Esa es la historia y de eso se trata: de ganar las calles.

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