TLC CON LA UNIÓN EUROPEA, ALIANZA DEL PACÍFICO: ADIÓS INTEGRACIÓN?
El
embajador de la Unión Europea en Uruguay, Juan Fernández Trigo, dijo en radio
Carve que desde el bloque hay una “especial satisfacción por el hecho de que
el tema del acuerdo" (TLC) entre el mismo y el Mercosur "vuelva
a estar en la primera línea en cuanto a la noticias que se generan en la
región”. "Estamos encantados con el clima de efervescencia que
vemos y estamos dispuestos a hacer todos lo esfuerzos por nuestra parte para
que esta negociación definitivamente se pueda cerrar", aseguró.
También
habló Nin Novoa, y no ahorró adjetivos para describir la importancia del claro
pronunciamiento brasileño: dijo que era "una gran noticia",
una "novedad absoluta" y que "estamos muy
reconfortados, muy satisfechos".
Por otra parte, Astori aseguró que en este tema Brasil, Uruguay y
Paraguay "están exactamente en el mismo rumbo". En realidad
Astori estaba eufórico, y no era para menos. Astori, que lleva años criticando
el Mercosur y pidiendo que se abra más al mundo, considera que la postura
brasileña "es la flexibilidad que tanto reclamamos". Un
eventual acuerdo con la UE sería "fundamental para concretar otros
acuerdos". Además servirá para acumular información que pueda ser útil
a la hora de negociar el acuerdo de liberalización del comercio de servicios,
el polémico TISA.
LA OPACIDAD DE LAS NEGOCIACIONES
Pero lo más grave es el sigilo con que se maneja la cosa
pública. Para poder decidir qué tipo de entendimiento con
Europa es necesario, posible y conveniente para el MERCOSUR resulta
imprescindible que los gobiernos, entidades sectoriales, partidos políticos y
organizaciones sociales y académicas que proclaman defender el interés nacional
y regional no se dejen llevar por enunciados eufóricos y superficiales, y se
convoquen inmediatamente análisis serios, tanto generales como regionales y
sectoriales, que incluyan el estudio de los efectos estructurales de corto y
largo plazo y planteen posibles alternativas superadoras de negociación.
No debería dejarse una negociación crucial con la Unión
Europa sólo en manos de un grupo pequeño de “especialistas” y la presión de
grupos de interés o medios de comunicación superficiales o sectorizados por
posiciones ideológicas o intereses económicos particulares, como se ha repetido
a lo largo de la historia latinoamericana.
Un TLC en las
condiciones que ha venido planteando la UE para otros países (como Colombia y
Perú) es totalmente contradictorio con los propósitos de desarrollo económico
independiente que han proclamado en forma reiterada los gobiernos del MERCOSUR,
los mismos que rechazaron en 2005 la propuesta de un acuerdo similar con los
EEUU, el ALCA. Lo que se plantea es un acuerdo similar, y hasta tal vez más
negativo, que muchos TLCs, que encuentran duras resistencias en Argentina y
Venezuela, e importantes oposiciones en Brasil, y que generaron una dura
oposición en nuestro país en 2006.
Algunos de los impactos pronosticados de un TLC son un
significativo aumento del desempleo, debido a la liberalización del comercio de
productos industriales y agrícolas; la caída de los niveles salariales asociada
con el aumento del desempleo; además de una sensible caída de los ingresos
fiscales, con los impactos consiguientes en la reducción de gastos de salud,
educación y programas de apoyo social.
Por las consecuencias que puede acarrear para todos los
pueblos es necesario generar un amplio debate a todos los niveles en los países
integrantes del MERCOSUR. La trascendencia de las negociaciones en marcha
requiere que sus alternativas sean conocidas en forma amplia y puestas en debate
público. Deben eliminarse sin más demora los niveles de confidencialidad que
hoy exigen los negociadores europeos y, paradójicamente, defienden como
“comprensible” voceros del establishment. Existe el peligro de aceptar una
negociación a tapas cerradas y como hecho consumado, para luego recién ser
puesta a consideración pública y parlamentaria.
ABRIRSE A CAMBIO DE QUE?
Los aspectos comerciales son sólo uno de los capítulos, y
tal vez no el más importante, de las negociaciones. Basándose en los antecedentes
de acuerdos similares negociados por la UE recientemente, es posible suponer
que la UE estaría solicitando que se comprometa la eliminación reciproca en un
corto plazo de los tributos de más del 80% del espectro arancelario.
Con toda seguridad -aunque pudiera otorgar algunas
concesiones- la UE seguirá sosteniendo subvenciones y protección a su sector
agrícola. Se privaría así a los países del MERCOSUR el poder alcanzar el que
sería el beneficio comercial esperado más importante a cambio de una apertura inédita
masiva de los mercados locales a una competencia abierta de una economía más
desarrollada, sobre todo evidente para muchísimos productos industriales y
servicios.
Se repetiría, aun en un grado mayor, un escenario de graves
descompensaciones económicas que hoy observamos en la misma Europa por las
asimetrías entre los países del norte respecto a los de sur y del este.
En forma engañosa suele afirmarse que se trataría sólo de
una negociación comercial. No es así, La mayor parte de los temas en discusión
son de carácter estructural y comprometen el conjunto de la economía en
aspectos críticos tales como: servicios, patentes, propiedad intelectual,
compras públicas, inversiones y competencia. La eventual provisión del
tratamiento de “nación más favorecida” a los países de la UE, aun si se
incluyeran salvaguardas de excepción, vulneraría los muy proclamados objetivos
de defender y priorizar el fortalecimiento de empresas regionales y la
diversificación de matrices productivas. Aun si continuaran los discursos que
prometen países productivos con justicia social, se inhibirían para los países
del MERCOSUR estrategias y políticas públicas elementales de desarrollo
económico, utilizadas históricamente también por los países europeos, como ser:
la sustitución de importaciones, priorizar el compre nacional, brindar créditos
diferenciales para el desarrollo de regiones o sectores nacionales más
desfavorecidos. El futuro de nuestros países puede ser completamente
comprometido por una mala negociación.
Por lo pronto, las exigencias de este tipo de acuerdo de
inhibir decisiones soberanas independientes para introducir cambios
legislativos, arancelarios, financieros o impositivos (cuestiones que también
están en juego en el TISA), vulnerarían la capacidad elemental de nuestros
países para priorizar la integración con América Latina y reasignar en forma
estratégica para la diversificación productiva y el mejoramiento social rentas
diferenciales obtenidas por la explotación de recursos agropecuarios, mineros y
energéticos.
EN QUE CONTEXTO
El contexto en el que avanzan estas negociaciones, es el de
la continuidad de una importante crisis económica internacional de la que no se
percibe el final, y cuyo epicentro hoy está en Europa. En algunos países del
Viejo Continente los índices de desocupación superan los dos dígitos, sobre
todo entre mujeres y jóvenes; los sistemas financieros fueron “auxiliados” por
los Estados con salvatajes millonarios pero continúan quebrados y se suceden
fuertes convulsiones sociales frente al desarme de las viejas conquistas de los
Estados de bienestar. En última instancia todos estos hechos son fruto de
transformaciones a nivel global del capitalismo.
En segundo lugar, en las últimas décadas se vieron cambios
significativos en el comercio internacional. Se ha modificado sensiblemente la
composición de las potencias que concentran la mayor parte del comercio,
fundamentalmente con la incorporación de China (hoy principal exportador del
mundo) y de Corea del Sur. Aunque estos países no tienen capacidad, al menos
por el momento, de disputar la hegemonía mundial, constituyen un obstáculo
serio para los intereses de las viejas potencias europeas y de los Estados
Unidos.
En tercer lugar y vinculado a esto último, está el fracaso
de las discusiones en la Organización Mundial de Comercio (OMC) para
liberalizar el comercio internacional, producto de los intereses encontrados
entre las distintas economías. Luego de la virtual disolución de las “Rondas de
Doha” durante el 2013, producto de la falta de acuerdo tras más de diez años de
negociaciones, se buscan salidas alternativas.
Es en este contexto que se enmarca no sólo la discusión de
un tratado de libre-comercio entre el Mercosur y la UE sino también entre esta
última y los EEUU (ATCI), lo que implicaría una triangulación en el eje de
occidente que actuaría como barrera para la penetración China en la región. Por
otro lado, si bien en el plano latinoamericano el proyecto del ALCA fracasó,
EEUU fabricó la “Alianza del Pacífico” que integra a Chile, Colombia, Perú y
México y desde donde se viene avanzando en los planes de liberalización del
comercio internacional con Asia, Norteamérica y Europa. Esto último tampoco
está por fuera de los intereses que defienden actualmente Uruguay, Brasil y
Paraguay.
VÁZQUEZ-DILMA, UN SOLO CORAZÓN
A fines del año pasado, escribí un artículo que titulé ALIANZA DEL PACÍFICO EN LA AGENDA. En él, señalaba que “...los actores
más importantes del actual gobierno y del que asumirá el 1° de marzo del año
que viene han manifestado su interés en ingresar a la misma como miembros
plenos”. Y agregaba a otros interesados en nuestro ingreso en esa alianza: “Y
sin duda también es cierto que EEUU nos quiere allí. Así lo manifestó la
agasajada embajadora yanqui, Julissa Reynoso, en un almuerzo de trabajo
organizado por la Cámara de Comercio Uruguay – Estados Unidos, antes de que
Mujica visitara a Obama. Allí la diplomática dijo que durante la visita ambos
dignatarios conversarían sobre el nuevo bloque de países sudamericanos.
“Sería bueno que Uruguay se sume al nuevo modelo de integración que impulsa
EE.UU”, dijo Reynoso, y agregó que EE.UU “tiene una nueva estrategia de
libre comercio y concibe a Uruguay como un socio principal desde el punto de
vista político”.
Señalaba también algo muy importante, que fuera expresado
por Carlos Pérez del Castillo, ex embajador de Uruguay ante Naciones Unidas, la
Organización Mundial de Comercio, entre otras organizaciones internacionales
–entre 1998 y 2004– y que aseguró en un
evento organizado por la Cámara de Comercio Uruguay – Estados Unidos, en el
club de golf: “...el país puede convertirse en una suerte de “bisagra” entre
el bloque regional y la Alianza del Pacífico, y planteó, a través de dos rumbos
de acción, el camino para que el Mercosur le permita a Uruguay extender el
comercio internacional sin abandonar el bloque. Para el diplomático, Uruguay
cuenta con mucho “campo fértil” para avanzar con la Alianza del
Pacífico, especial por su ubicación geográfica y su “buena reputación
internacional”. El país se puede transformar “en un denominador común
entre este bloque y el Mercosur y actuando como Estado ‘bisagra’ entre ambos
grupos, oficiando de puerta de entrada y salida entre el Atlántico y el
Pacífico”.
Pero señalaba además en ese artículo
un hecho sumamente importante: una noticia procedente de Brasil. La noticia decía
así: “El flamante ministro de Desarrollo, Industria y
Comercio designado por Dilma Rousseff, Armando Monteiro, señaló ayer que
la política comercial avanzará, si el Mercosur no acompaña, en forma
UNILATERAL.. El objetivo es ... ¡sellar un acuerdo con la ALIANZA DEL PACÍFICO,
con o sin el Mercosur!”
Y agregaba a renglón seguido: “De manera que el
próximo gobierno frenteamplista -de prosperar este giro a la derecha del
gobierno de Dilma- tendría como aliado nada menos que al socio mayor del
Mercosur, Brasil, lo que significaría un desastre para el proyecto de
integración progresista”.
La cumbre Vázquez – Dilma de hace pocos días, no hace más que confirmar
mis anuncios.
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