BIENVENIDA POLÉMICA (*)
Rodolfo Ungerfeld contesta mi nota “Discutir por lo alto” en la misma edición de Voces de la semana pasada, y comienza diciendo que tomé un par de puntos de las notas de Alfredo García, Héctor Díaz y él mismo, pero no discutí su esencia. Y es verdad. Era extremadamente difícil entrar en la esencia de tres notas de una página cada una, por lo que simplemente quise allí llamar a la reflexión sobre lo que desde mi punto de vista debía ser el tono de la polémica. Hoy si discutiré la esencia.
Ungerfeld comienza con una afirmación que uno difícilmente pueda negar. Dice que “las decisiones políticas que alejan a los partidos de la gente, y especialmente de sus votantes, hipotecan el futuro de los partidos”. Lo que no es tan fácil de aceptar, es que la decisión de la candidatura a la intendencia de Montevideo sea de ese tipo de decisiones. Puede decirse que no todos quedaron conformes (como inevitablemente sucede con cualquier tipo de decisión en una fuerza política integrada por varios grupos y partidos políticos y bases), pero no necesariamente es dramático.
Dice más adelante que no hubo voluntad de generar un espacio de participación, y da su visión de lo que es participación: elección interna, múltiple candidatura, o una misma fórmula para votar con diferente orden. Eso, estimado Rodolfo, no es participación. Participar, en principio, significa “tomar parte”, convertirse uno mismo en parte de una cosa más amplia. De modo que la participación es siempre un acto social, nadie puede participar de manera exclusiva, privada, para sí mismo. El fragmento de la carta de Sendic que transcribe Alfredo en su artículo, es claro: “cuatro tontos piensan mejor que un sabio”, (a condición de que los cuatro piensen juntos, agrego yo). Y el voto, es un acto individual. El ciudadano decide su voto de acuerdo a sus convicciones personales, si, pero hoy en día también en función de los medios masivos de comunicación, que fabrican candidatos a su antojo y a la medida de sus necesidades. Quienes tienen miedo a la participación (como señala Ungerfeld) no son los que el cree, sino los que quieren que los temas no se discutan en profundidad, en los organismos, dando y recibiendo argumentaciones, buscando los acuerdos, y quieren que las decisiones las tomen los individuos en la soledad de sus hogares, detrás de una computadora o de un televisor, lejos de la real participación.
El propio Ungerfeld sospecha que la mayoría de los votantes de Montevideo no tienen ni idea de cómo funciona la estructura del FA, y que no tenían ni idea de que cuando votaron el Plenario estaban votando a quienes decidirían la candidatura a la Intendencia. Y yo me pregunto: ¿por qué entonces esos mismos votantes tienen mejores elementos para decidir quien debe ser el candidato? ¿Quién debería saber más sobre las características personales, políticas, sobre la forma en que se relaciona con sus compañeros, sobre la capacidad negociadora, sobre la habilidad para tomar decisiones y muchas cosas más que hay que valorar sobre un candidato?
Ungerfeld dice que su problema central no es que se defina en el Plenario, sino que se defina en ese ámbito para no abrirlo a otros en que el resultado pudiera ser distinto. Yo no puedo afirmar ni una cosa ni la otra. Pero al menos cuento con antecedentes que dicen que los frenteamplistas confirman en las urnas las decisiones de la orgánica, y Ungerfeld no puede mostrar ni uno sólo en que su hubiera dado lo contrario. Por lo tanto las suyas son simples conjeturas, que yo también podría hacer. Por ejemplo: Si en segunda o tercera votación, se hubieran logrado los votos para que Martínez fuera el candidato, hoy ni Ungerfeld ni nadie estaría hablando ni de cúpulas ni reclamando elecciones internas ni nada de eso, a pesar de que lo habría decidido el mismo organismo integrado por los mismos compañeros. Conjeturas mías.
Ungerfeld acusa al PCU de “cambiar figuritas” con el MPP. Es raro…curioso al menos. Los acuerdos que frecuentemente se dan entre diferentes sectores del FA generalmente se denominan así, acuerdos o alianzas, pero si en ellos está el PCU entonces es un cambio de figuritas o algo perverso. Pero lo más curioso aún, es que si se trata del PCU es tan malo que llegue a un acuerdo como que no llegue. En el Congreso Liber Seregni se acusó al PCU de falta de flexibilidad por no llegar a un acuerdo con el MPP frustrando de esa manera la elección de Constanza Moreira a la presidencia del FA. En el Congreso siguiente se lo acusó de llegar a un acuerdo con el MPP (intercambiar figuritas según Rodolfo) para la elección de José Mujica como candidato. Otra curiosidad: el periodista Legnani, en AM Libre, se extrañaba de que el PCU no hubiera retirado el nombre de Ana Olivera, siendo que había sido designada como ministra; pero nunca le extrañó que el PS no hubiera retirado el nombre de Daniel Martínez, siendo que había sido designado como ministro. Otras curiosidades: está muy bien visto que el PCU vote un candidato del PS, eso está muy bien considerado; en cambio es muy malo si el PCU vota a un candidato del MPP; y es peor aún (se considera casi una herejía), que el PCU vote a una comunista. Es curioso…el diario El País opina lo mismo que Ungerfeld…y propone reestructurar el FA para quitar incidencia a los comunistas.
Ungerfeld dice que las elecciones internas (que a mi no me gustaron) a el le parecieron bien porque “hubo un espacio de participación para la definición”, y eso saldó la discusión. Ese puede ser un aspecto positivo, no lo niego. Pero en contraposición a eso, tenemos que en 2004 fuimos con un solo candidato (Tabaré Vázquez) y obtuvimos un 43,11% contra un 41,19% del Partido Nacional; en estas internas fuimos con tres candidatos, y obtuvimos un 41,1% contra el 46,1% del Partido Nacional. Si saldar una discusión (en realidad poner a consideración de la gente la pretensión individual o sectorial de alguien que quiere competir) nos lleva a perder votos y a poner en peligro un gobierno popular, que querés que te diga… “Una competencia interna abre las puertas a distanciamientos, diferencias, enojos, heridas, pérdida de energías y entusiasmo militante, que perfectamente podríamos ahorrarnos”, decía Rafael Michelini en agosto de 2008, y nosotros lo compartimos en ese momento y ahora.
Dejo para el final una de las primeras afirmaciones de Rodolfo. Dice que lo que yo no veo es como fueron manoseados él y muchos más. Y es verdad, yo no veo el manoseo, tiene razón. Yo veo una fuerza política que elige una excelente candidata a la Intendencia de Montevideo (esto nadie lo discute) y que lo hace apegándose estrictamente a sus estatutos (esto tampoco nadie lo discute). De manera que yo veo el manoseo cuando se habla de cúpulas iluminadas, y de toma y daca, de métodos reaccionarios y de reparto de poderes, olvidándose de que se está hablando de compañeros que en su inmensa mayoría están dedicando tiempo de sus vidas, restándole horas a sus hijos y a sus hogares, al esparcimiento y muchas cosas más para dedicárselo a mejorar la vida de todos. La gran mayoría de esos compañeros a los que se señala despectivamente como “cúpulas” luchando por cargos y poder, ponen dinero de sus bolsillos para militar en el FA. El militante político de base (salvo deshonrosas excepciones) no discute puestos o empleos en la administración pública para sí mismo; lo que discute es un programa para la creación de empleos para todos. No discute un terrenito para tal o cual correligionario, discute y respalda un programa de construcción de viviendas para familias que las necesiten. No discute tarjetas de alimentos para sus amigos, sino la forma y los métodos para que los alimentos sean accesibles a toda la sociedad. El militante político, no piensa en lo particular; trabaja para satisfacer las necesidades a nivel general. Los militantes populares son la reserva de solidaridad de una sociedad agredida por el egoísmo y por la cultura del materialismo vulgar. Son portadores de una ética de servicio y una moral de lucha forjada en la resistencia a la dictadura y al modelo neoliberal, son los convocados para devolver su sustancia a la democracia como expresión de igualdad y participación. No se puede manosear a esa militancia
Ungerfeld comienza con una afirmación que uno difícilmente pueda negar. Dice que “las decisiones políticas que alejan a los partidos de la gente, y especialmente de sus votantes, hipotecan el futuro de los partidos”. Lo que no es tan fácil de aceptar, es que la decisión de la candidatura a la intendencia de Montevideo sea de ese tipo de decisiones. Puede decirse que no todos quedaron conformes (como inevitablemente sucede con cualquier tipo de decisión en una fuerza política integrada por varios grupos y partidos políticos y bases), pero no necesariamente es dramático.
Dice más adelante que no hubo voluntad de generar un espacio de participación, y da su visión de lo que es participación: elección interna, múltiple candidatura, o una misma fórmula para votar con diferente orden. Eso, estimado Rodolfo, no es participación. Participar, en principio, significa “tomar parte”, convertirse uno mismo en parte de una cosa más amplia. De modo que la participación es siempre un acto social, nadie puede participar de manera exclusiva, privada, para sí mismo. El fragmento de la carta de Sendic que transcribe Alfredo en su artículo, es claro: “cuatro tontos piensan mejor que un sabio”, (a condición de que los cuatro piensen juntos, agrego yo). Y el voto, es un acto individual. El ciudadano decide su voto de acuerdo a sus convicciones personales, si, pero hoy en día también en función de los medios masivos de comunicación, que fabrican candidatos a su antojo y a la medida de sus necesidades. Quienes tienen miedo a la participación (como señala Ungerfeld) no son los que el cree, sino los que quieren que los temas no se discutan en profundidad, en los organismos, dando y recibiendo argumentaciones, buscando los acuerdos, y quieren que las decisiones las tomen los individuos en la soledad de sus hogares, detrás de una computadora o de un televisor, lejos de la real participación.
El propio Ungerfeld sospecha que la mayoría de los votantes de Montevideo no tienen ni idea de cómo funciona la estructura del FA, y que no tenían ni idea de que cuando votaron el Plenario estaban votando a quienes decidirían la candidatura a la Intendencia. Y yo me pregunto: ¿por qué entonces esos mismos votantes tienen mejores elementos para decidir quien debe ser el candidato? ¿Quién debería saber más sobre las características personales, políticas, sobre la forma en que se relaciona con sus compañeros, sobre la capacidad negociadora, sobre la habilidad para tomar decisiones y muchas cosas más que hay que valorar sobre un candidato?
Ungerfeld dice que su problema central no es que se defina en el Plenario, sino que se defina en ese ámbito para no abrirlo a otros en que el resultado pudiera ser distinto. Yo no puedo afirmar ni una cosa ni la otra. Pero al menos cuento con antecedentes que dicen que los frenteamplistas confirman en las urnas las decisiones de la orgánica, y Ungerfeld no puede mostrar ni uno sólo en que su hubiera dado lo contrario. Por lo tanto las suyas son simples conjeturas, que yo también podría hacer. Por ejemplo: Si en segunda o tercera votación, se hubieran logrado los votos para que Martínez fuera el candidato, hoy ni Ungerfeld ni nadie estaría hablando ni de cúpulas ni reclamando elecciones internas ni nada de eso, a pesar de que lo habría decidido el mismo organismo integrado por los mismos compañeros. Conjeturas mías.
Ungerfeld acusa al PCU de “cambiar figuritas” con el MPP. Es raro…curioso al menos. Los acuerdos que frecuentemente se dan entre diferentes sectores del FA generalmente se denominan así, acuerdos o alianzas, pero si en ellos está el PCU entonces es un cambio de figuritas o algo perverso. Pero lo más curioso aún, es que si se trata del PCU es tan malo que llegue a un acuerdo como que no llegue. En el Congreso Liber Seregni se acusó al PCU de falta de flexibilidad por no llegar a un acuerdo con el MPP frustrando de esa manera la elección de Constanza Moreira a la presidencia del FA. En el Congreso siguiente se lo acusó de llegar a un acuerdo con el MPP (intercambiar figuritas según Rodolfo) para la elección de José Mujica como candidato. Otra curiosidad: el periodista Legnani, en AM Libre, se extrañaba de que el PCU no hubiera retirado el nombre de Ana Olivera, siendo que había sido designada como ministra; pero nunca le extrañó que el PS no hubiera retirado el nombre de Daniel Martínez, siendo que había sido designado como ministro. Otras curiosidades: está muy bien visto que el PCU vote un candidato del PS, eso está muy bien considerado; en cambio es muy malo si el PCU vota a un candidato del MPP; y es peor aún (se considera casi una herejía), que el PCU vote a una comunista. Es curioso…el diario El País opina lo mismo que Ungerfeld…y propone reestructurar el FA para quitar incidencia a los comunistas.
Ungerfeld dice que las elecciones internas (que a mi no me gustaron) a el le parecieron bien porque “hubo un espacio de participación para la definición”, y eso saldó la discusión. Ese puede ser un aspecto positivo, no lo niego. Pero en contraposición a eso, tenemos que en 2004 fuimos con un solo candidato (Tabaré Vázquez) y obtuvimos un 43,11% contra un 41,19% del Partido Nacional; en estas internas fuimos con tres candidatos, y obtuvimos un 41,1% contra el 46,1% del Partido Nacional. Si saldar una discusión (en realidad poner a consideración de la gente la pretensión individual o sectorial de alguien que quiere competir) nos lleva a perder votos y a poner en peligro un gobierno popular, que querés que te diga… “Una competencia interna abre las puertas a distanciamientos, diferencias, enojos, heridas, pérdida de energías y entusiasmo militante, que perfectamente podríamos ahorrarnos”, decía Rafael Michelini en agosto de 2008, y nosotros lo compartimos en ese momento y ahora.
Dejo para el final una de las primeras afirmaciones de Rodolfo. Dice que lo que yo no veo es como fueron manoseados él y muchos más. Y es verdad, yo no veo el manoseo, tiene razón. Yo veo una fuerza política que elige una excelente candidata a la Intendencia de Montevideo (esto nadie lo discute) y que lo hace apegándose estrictamente a sus estatutos (esto tampoco nadie lo discute). De manera que yo veo el manoseo cuando se habla de cúpulas iluminadas, y de toma y daca, de métodos reaccionarios y de reparto de poderes, olvidándose de que se está hablando de compañeros que en su inmensa mayoría están dedicando tiempo de sus vidas, restándole horas a sus hijos y a sus hogares, al esparcimiento y muchas cosas más para dedicárselo a mejorar la vida de todos. La gran mayoría de esos compañeros a los que se señala despectivamente como “cúpulas” luchando por cargos y poder, ponen dinero de sus bolsillos para militar en el FA. El militante político de base (salvo deshonrosas excepciones) no discute puestos o empleos en la administración pública para sí mismo; lo que discute es un programa para la creación de empleos para todos. No discute un terrenito para tal o cual correligionario, discute y respalda un programa de construcción de viviendas para familias que las necesiten. No discute tarjetas de alimentos para sus amigos, sino la forma y los métodos para que los alimentos sean accesibles a toda la sociedad. El militante político, no piensa en lo particular; trabaja para satisfacer las necesidades a nivel general. Los militantes populares son la reserva de solidaridad de una sociedad agredida por el egoísmo y por la cultura del materialismo vulgar. Son portadores de una ética de servicio y una moral de lucha forjada en la resistencia a la dictadura y al modelo neoliberal, son los convocados para devolver su sustancia a la democracia como expresión de igualdad y participación. No se puede manosear a esa militancia
(*) publicado en el semanario VOCES
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