EL PUNTO DE PARTIDA
Para nuestro Partido –lo hemos dicho muchas veces- el Frente Amplio, lejos de ser un hecho circunstancial o un simple acuerdo momentáneo de partidos, es el hecho político más importante del desarrollo del movimiento revolucionario en el país en los últimos 40 años. Porque es la síntesis de todo el proceso de unidad popular desarrollado en las décadas del 50 y del 60 y que dio sus frutos en el 70. Es el resultado de nuestro esfuerzo por la unidad de los trabajadores y el pueblo, de las luchas de obreros y estudiantes, de los intelectuales, de los trabajadores del campo, del Congreso del Pueblo, de la conjunción de fuerzas políticas que, más allá y por encima de diferencias filosóficas e ideológicas, comprendieron el imperativo histórico de transformar el país. Por eso el Frente Amplio es para nosotros la cuestión fundamental. Y por eso defendemos hasta las últimas consecuencias su funcionamiento orgánico, su carácter de coalición y movimiento, y las resoluciones que este toma en sus organismos. Los comunistas nos empeñamos por gravitar a favor de la unidad en el FA en sus posiciones políticas, por la seriedad de sus planteos, por su nivel de militancia, por su espíritu de fraternidad con todos los demás compañeros y por su permanente labor de vincular el FA al pueblo, a los ciudadanos de los barrios, de las ciudades y pueblos del interior, de los centros de trabajo y estudio, a través de los Comités de Base. Por lo tanto, cuando los comunistas hablamos de mejorar el funcionamiento del Frente Amplio, no perdemos jamás de vista que estamos hablando de la herramienta popular más importante que tiene el pueblo uruguayo en sus manos para construir su destino. Es decir, que los cambios deberán ser siempre para mejorar la herramienta que nos permitirá llegar al tipo de sociedad que apuntamos y al tipo de ser humano que queremos. Rechazamos por tanto cualquier tipo de reforma que apunte a rebajar el papel del hombre como ser comprometido con su sociedad. Nosotros compartimos la concepción humanista del Che, y por eso entendemos que la Revolución no es únicamente una transformación de las estructuras sociales y de las instituciones del régimen; es además una profunda y radical transformación de los hombres, de su conciencia, costumbres, valores y hábitos, de sus relaciones sociales. No le tememos a los cambios, es más, creemos que el FA debe vivir un permanente proceso de oxigenación en la fraternidad y la democracia, de diálogo, colocando la causa del FA como cuestión fundamental, que de manera responsable todos debemos sostener, todos debemos desarrollar.
QUE TIPO DE CAMBIOS
Un artículo del diputado Enrique Pintado publicado en La República del viernes pasado (muy buen artículo y sobre todo en el tono que esperamos que se desarrolle esta discusión) señalaba que “La mayoría de los partidos ha escuchado los mensajes de la ciudadanía y siente que es hora de eliminar la brecha entre el funcionamiento interno de sus estructuras y las demandas de la sociedad”. Agregaba que “La gente exige más y mejores formas de participación, mejora en la calidad democrática…”, pero advertía que “profundizar este debate implica sortear al menos dos riesgos: a) que la discusión termine centrándose exclusivamente en cómo se acumula y distribuye internamente el poder, y b) que nos concentremos demasiado en el maquillaje adaptativo dejando de lado la cuestión principal que da fundamento y vida a los partidos: su identidad política”.
Y más adelante Pintado expresa lo que en su opinión es la cuestión fundamental “como la gente puede intervenir en la vida y decisiones de esos partidos sin que para ello cada ciudadano deba rendir cuenta de la cantidad de horas voluntarias o pagas que dedica a su organización. Son los ciudadanos con poca o mucha participación los que resuelven los destinos del país y quienes eligen los elencos de gobierno. Nuestro desafío es crear estructuras más flexibles y nuevos micro y macro espacios de participación, que habiliten un mayor involucramiento e identificación ciudadana con las colectividades políticas.”
Y bien, creemos que nuestro Frente Amplio tiene una estructura orgánica y un funcionamiento que contempla estos “micro y macro espacios” que plantea Pintado. Espacios muy diversos, en los cuales hay cabida para la participación de todos los frenteamplistas de acuerdo a su propia voluntad. Están los simples votantes, aquellos a los cuales les interesa simplemente votar cada cinco años, muchos de los cuales ni siquiera se consideran frenteamplistas, pero a veces resuelven votarnos. Pero hay también un nivel más comprometido, el de los adherentes, algunos de los cuales cotizan mensualmente un aporte para el FA y los que no aportan pero están registrados como adherentes porque participan en las elecciones internas como votantes (muchos se adhieren ese mismo día). Aquel que cotiza y está al día, puede acceder a cualquiera de los niveles de la estructura, desde responsabilidades en su propio Comité, hasta participar en los Congresos o ser miembro del Plenario Departamental o Nacional, a la Mesa Política, etc, sin necesidad de pertenecer o estar afiliado a ninguno de los sectores del FA, simplemente por su condición de frenteamplista.
Y la estructura del FA ha ido variando (los estatutos de 1971 fueron reformados en 1986, 1993 y 2006) en el sentido de modificar la forma de integración y de elección de los organismos de dirección, y en el sentido de ir ampliando la representación de las bases. Como dice Jaime Yaffé: “Esta evolución refleja dos fenómenos diversos y complementarios. Una es la impronta militante, deliberada búsqueda de la participación intensa del mayor número posible de miembros en la estructura orgánica. Esta concepción militante está detrás del creciente peso otorgado a las instancias de participación dentro de los organismos de dirección política...”. “El Peso de esa concepción militante de la participación y la organización ha sido una marca distintiva de la izquierda y juega no sólo como componente del modelo organizativo sino también como parte de la cultura y la mística frenteamplistas. El compromiso y la militancia política fueron elementos centrales de la prédica frenteamplista fundacional, tanto como las definiciones programáticas…” (*).
De manera que la estructura orgánica del FA no es un ente congelado en el año 71 (como algunos pretenden), sino que ha estado en permanente evolución, y siempre en el sentido de ampliar la participación militante de los frenteamplistas. Esa es una de sus señas de identidad, y por eso compartimos la preocupación por los riesgos que señala Pintado, especialmente el de “que nos concentremos demasiado en el maquillaje adaptativo dejando de lado la cuestión principal que da fundamento y vida a los partidos: su identidad política”. Porque justamente la participación militante es parte fundamental de la identidad política del Frente Amplio. Como decía el Gral. Liber Seregni: “El FA encarna una nueva concepción de la vida política…porque los militantes populares…no participaban de esa concepción que proclama la derecha, según la cual el único acto político del ciudadano debe ser el voto…¡No!...Cada militante frenteamplista es un político y así debe ser…Porque atribuimos al pueblo…el papel protagónico en el proceso histórico, es necesario consolidar y extender la acción de los Comités de Base”. El punto de partida, es no perder esa identidad. Y además, corregir algunas desviaciones que se vienen dando desde hace algún tiempo, como la de privilegiar el individualismo por sobre lo colectivo, y la necesidad de acercar el gobierno a la fuerza política, cuestiones que abordaremos en próximos artículos.
(*) Jaime Yaffé – Crecimiento y renovación de la izquierda uruguaya (1971-2001) – Revista Uruguaya de Ciencia Política 13/2002
QUE TIPO DE CAMBIOS
Un artículo del diputado Enrique Pintado publicado en La República del viernes pasado (muy buen artículo y sobre todo en el tono que esperamos que se desarrolle esta discusión) señalaba que “La mayoría de los partidos ha escuchado los mensajes de la ciudadanía y siente que es hora de eliminar la brecha entre el funcionamiento interno de sus estructuras y las demandas de la sociedad”. Agregaba que “La gente exige más y mejores formas de participación, mejora en la calidad democrática…”, pero advertía que “profundizar este debate implica sortear al menos dos riesgos: a) que la discusión termine centrándose exclusivamente en cómo se acumula y distribuye internamente el poder, y b) que nos concentremos demasiado en el maquillaje adaptativo dejando de lado la cuestión principal que da fundamento y vida a los partidos: su identidad política”.
Y más adelante Pintado expresa lo que en su opinión es la cuestión fundamental “como la gente puede intervenir en la vida y decisiones de esos partidos sin que para ello cada ciudadano deba rendir cuenta de la cantidad de horas voluntarias o pagas que dedica a su organización. Son los ciudadanos con poca o mucha participación los que resuelven los destinos del país y quienes eligen los elencos de gobierno. Nuestro desafío es crear estructuras más flexibles y nuevos micro y macro espacios de participación, que habiliten un mayor involucramiento e identificación ciudadana con las colectividades políticas.”
Y bien, creemos que nuestro Frente Amplio tiene una estructura orgánica y un funcionamiento que contempla estos “micro y macro espacios” que plantea Pintado. Espacios muy diversos, en los cuales hay cabida para la participación de todos los frenteamplistas de acuerdo a su propia voluntad. Están los simples votantes, aquellos a los cuales les interesa simplemente votar cada cinco años, muchos de los cuales ni siquiera se consideran frenteamplistas, pero a veces resuelven votarnos. Pero hay también un nivel más comprometido, el de los adherentes, algunos de los cuales cotizan mensualmente un aporte para el FA y los que no aportan pero están registrados como adherentes porque participan en las elecciones internas como votantes (muchos se adhieren ese mismo día). Aquel que cotiza y está al día, puede acceder a cualquiera de los niveles de la estructura, desde responsabilidades en su propio Comité, hasta participar en los Congresos o ser miembro del Plenario Departamental o Nacional, a la Mesa Política, etc, sin necesidad de pertenecer o estar afiliado a ninguno de los sectores del FA, simplemente por su condición de frenteamplista.
Y la estructura del FA ha ido variando (los estatutos de 1971 fueron reformados en 1986, 1993 y 2006) en el sentido de modificar la forma de integración y de elección de los organismos de dirección, y en el sentido de ir ampliando la representación de las bases. Como dice Jaime Yaffé: “Esta evolución refleja dos fenómenos diversos y complementarios. Una es la impronta militante, deliberada búsqueda de la participación intensa del mayor número posible de miembros en la estructura orgánica. Esta concepción militante está detrás del creciente peso otorgado a las instancias de participación dentro de los organismos de dirección política...”. “El Peso de esa concepción militante de la participación y la organización ha sido una marca distintiva de la izquierda y juega no sólo como componente del modelo organizativo sino también como parte de la cultura y la mística frenteamplistas. El compromiso y la militancia política fueron elementos centrales de la prédica frenteamplista fundacional, tanto como las definiciones programáticas…” (*).
De manera que la estructura orgánica del FA no es un ente congelado en el año 71 (como algunos pretenden), sino que ha estado en permanente evolución, y siempre en el sentido de ampliar la participación militante de los frenteamplistas. Esa es una de sus señas de identidad, y por eso compartimos la preocupación por los riesgos que señala Pintado, especialmente el de “que nos concentremos demasiado en el maquillaje adaptativo dejando de lado la cuestión principal que da fundamento y vida a los partidos: su identidad política”. Porque justamente la participación militante es parte fundamental de la identidad política del Frente Amplio. Como decía el Gral. Liber Seregni: “El FA encarna una nueva concepción de la vida política…porque los militantes populares…no participaban de esa concepción que proclama la derecha, según la cual el único acto político del ciudadano debe ser el voto…¡No!...Cada militante frenteamplista es un político y así debe ser…Porque atribuimos al pueblo…el papel protagónico en el proceso histórico, es necesario consolidar y extender la acción de los Comités de Base”. El punto de partida, es no perder esa identidad. Y además, corregir algunas desviaciones que se vienen dando desde hace algún tiempo, como la de privilegiar el individualismo por sobre lo colectivo, y la necesidad de acercar el gobierno a la fuerza política, cuestiones que abordaremos en próximos artículos.
(*) Jaime Yaffé – Crecimiento y renovación de la izquierda uruguaya (1971-2001) – Revista Uruguaya de Ciencia Política 13/2002
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