NO ES VERDAD LA MUERTE


(Publicado hoy en semanario VOCES)

El 2016 nos trajo los que todos sabíamos que algún día iba a tener que suceder: la desaparición física de Fidel. Sin duda un hecho triste para quienes lo consideramos símbolo y sinónimo de Revolución, y un icono de toda una época histórica.
La revolución no podía efectuarse, según Lenin, sin la dictadura del proletariado, durante el período de destrucción del poder burgués, y esta concepción era rechazada enérgicamente por la socialdemocracia, que se mantenía fiel a las reglas políticas de la democracia burguesa.
Fidel lo tenía claro, y la revolución cubana no transó con el capitalismo ni se aferró a las reglas políticas de la burguesía, cuestión que aún hoy es incomprendida por buena parte de quienes se consideran de izquierda.
Por aquellos años, la izquierda latinoamericana tenía claro que el camino era la revolución agraria, anti oligárquica y antiimperialista. A partir de estas premisas recién sería posible realizar las transformaciones sociales que reclamaban los pueblos explotados.
Muchos intentos revolucionarios habían fracasado antes, y muchos fracasaron después. Sin embargo, una isla heroica, a pocos pasos del amo del mundo, resistió a todos los avatares de la situación internacional, soportó la guerra fría y cuando quedó sola ante el derrumbe del mal llamado “socialismo real”, siguió resistiendo y siendo ejemplo en el mundo entero por sus avances sociales: 100% de escolarización, la esperanza de vida más alta del continente, ningún niño durmiendo en las calles, todo habitante con derecho a vivienda, el índice de desocupación más bajo, un médico cada 130 habitantes. Todo logrado mientras resistía el infame bloqueo mil veces denunciado y aún vigente.
Más allá de cualquier discurso, los hechos señalan que Fidel y la revolución cubana fueron quienes más se acercaron a los sueños de la izquierda de entonces, con todos sus aciertos y más allá de todos los errores que se le puedan señalar. Se propusieron hacer la revolución y la hicieron, y llevaron adelante el programa que habían prometido a su pueblo, la reforma agraria, la lucha sin piedad contra la oligarquía nativa y extranjera, y una lucha antiimperialista sin treguas.
Por si esto fuera poco, llevaron solidaridad internacional a otros pueblos del mundo, dando la vida en la lucha pero también llevando educación y salud.
Ningún otro grupo, partido o pueblo logró lo que logró Fidel, Cuba y su revolución (perdón por la redundancia, los tres son sinónimos). Más bien la mayoría de ellos han ido dejando prendas por el camino hasta transformarse en algo ya irreconocible en el campo de la práctica revolucionaria.
El antiimperialismo criollo se traduce en proteger las inversiones al propio imperialismo e intentar firmar un TLC con ellos.
El antiimperialismo criollo derivó en ex guerrilleros y líderes sindicales compartiendo asados en un quincho con la embajadora yanqui los primero de mayo.
Su anticapitalismo mutó en la defensa de un capitalismo “bueno”, en el discurso panfletario para los grandes medios de la burguesía mundial que los abrazan justamente por arrepentidos.
La solidaridad internacional se expresa en el envío de tropas de ocupación a Haití para proteger los intereses del imperialismo, o en la connivencia con los gobiernos de derecha para acorralar a los hermanos venezolanos, o peor aún, en el pedido de ayuda a Bush contra los hermanos argentinos.
Cuba hizo lo que tenía que hacer porque tenía un conductor que recurrió a lo mejor de su pueblo, a los principios y la fuerza moral que supera cualquier poderío militar político o económico.
Eso representa Fidel, la fuerza moral de quien confía en su pueblo y por eso está seguro de la victoria. Fidel no muere, porque Fidel y Cuba son ejemplo de dignidad y consecuencia revolucionaria, mal que les pese a quienes despeinará la historia por no haber tenido siquiera el coraje de intentar aproximarse a los sueños.

Comentarios

Maria Perez ha dicho que…
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