MIRANDO MÁS ALLÁ DEL DOMINGO (2ª parte)
LA DESMOVILIZACIÓN
Antes de proseguir con el análisis del documento hacia el
Congreso “Liber Seregni” de 2007, tendríamos que mencionar al menos las
primeras consecuencias electorales de lo que veníamos diciendo en la nota
anterior. Nos referimos a las elecciones internas del año 2006. Si bien en esas
elecciones superamos en un 10% la cantidad de votantes de las anteriores,
realizadas en 2002, ya en ese momento –y sugestivamente, visto ahora en
perspectiva- bajamos la votación en aquellos departamentos que gobernábamos:
Montevideo, Canelones, Florida y Paysandú (todos ellos con intendentes
frenteamplistas). En Canelones votaron 1.000 personas menos que en 2002 y en
Paysandú la merma fue de 1.200 votos. Y como otra señal también significativa,
en los barrios obreros de Montevideo como Cerro, La Teja, Paso de la Arena,
Municipal y Malvín Norte, votó menos gente que en 2002. En cambio, la cantidad
de adherentes creció un 5 % en las zonas donde predomina la clase media y alta,
como ser Pocitos, Punta Carretas, Carrasco, y Punta Gorda.
SIGUIENDO CON EL
CONGRESO
En ese
entonces decíamos: “Compartimos lo que
expresa el documento en cuanto a que “La movilización social no es solo para
protestar, es también para apoyar y defender. Sirve para consolidar y corregir”.
Pero decíamos también que para salir a la calle a apoyar y defender, la
militancia se tiene que sentir consustanciada con los cambios. Debe sentir que
los cambios van en el sentido de lo que elaboramos y propusimos entre todos. La
militancia tiene que enamorarse del proceso de cambios y sentirlo
profundamente.
Y sobre este
punto debemos decir que no siempre ha sido así. Que no siempre los cambios han
ido en el sentido de lo que habíamos definido en el programa ni con la
profundidad que allí proclamábamos, y que muchas veces las acciones de nuestro
gobierno han ido en sentido totalmente contrario, más allá de las razones que
se esgrimieran en cada caso para adoptar esa actitud.
¿O es que la
firma de un Tratado de Protección de Inversiones con los Estados Unidos, o los
esfuerzos realizados para llegar a la firma de un TLC (mientras que se decía
que no se estaba en eso) son en cumplimiento del Programa?... El envío de
tropas a Haití, o la participación en las maniobras UNITAS, o la invitación a
comer un asado al genocida más brutal de la época (George W. Bush) ¿son
acciones de gobierno consustanciadas con la mística frenteamplista y que deberían
generar manifestaciones incondicionales de apoyo y una eufórica alegría? Ningún
frenteamplista consciente podría dar una respuesta positiva a estas preguntas.
Y en ese
sentido, es extraño que a los compañeros que elaboraron el documento previo a
ese Congreso no les haya llamado la atención que, si bien la fuerza política
como tal había dejado de convocar, el pueblo no se había dejado de movilizar.
Como botones de muestra, podríamos señalar los siguientes: 1) las marchas del
20 de mayo en reclamo de verdad, justicia y nunca más terrorismo de Estado (que
fueron creciendo constantemente en número y sobre todo en cantidad de jóvenes);
2) las movilizaciones en torno al rechazo al TLC; 3) las manifestaciones de
repudio a la visita del genocida Bush; 4) la movilización del PIT-CNT en
rechazo al paro de los transportistas y a la arremetida de la derecha.
LA DESMOVILIZACIÓN Y SUS CAUSAS
Ya en ese
momento (año 2007) –y como una confirmación de que los problemas en el FA no
comenzaron en 2010 con la resolución de la candidatura a la intendencia de
Montevideo, como algunos creen-, el documento preparatorio del Congreso
consignaba que “Seguimos asistiendo a un
proceso de dispersión de la militancia orgánica frenteamplista”. Pero
cuando se analizaban las causas de ello, los compañeros cargaban prácticamente
toda la responsabilidad en la fuerza política, cuando rompía los ojos que los
niveles de participación tenían que ver con la falta de correspondencia entre
lo que la fuerza política decía y lo que sus representantes en el gobierno
hacían. El gobierno no lograba enamorar a la militancia.
El documento
pretendía que una de las tareas fundamentales de la fuerza política era “… ayudar al gobierno a aplicar el Programa
común acordado y difundir en el seno del pueblo sus realizaciones y proyectos
en desarrollo o a desarrollar”. Y nosotros entendíamos -y lo seguimos
sosteniendo- que si hay una tarea fundamental para la fuerza política, ella no
es otra que seguir generando la participación y el compromiso de la gente desde
abajo (para apoyar sí, cuando hay que apoyar, pero también para cuestionar
cuando sea necesario). Ese es el compromiso que asumimos en nuestro programa: “…el
compromiso con el desarrollo de una ciudadanía nueva, activa, participativa y
responsable”. Y una ciudadanía responsable, es una ciudadanía
necesariamente crítica, que piensa con cabeza propia. Es exactamente al revés
de lo que planteaba ese documento: es la fuerza política la que necesita la
ayuda del gobierno. El frenteamplista necesita que su gobierno aplique el
programa que comprometimos ante la ciudadanía, para que cuando actúe entre la
gente no tenga que estar dando explicaciones de por que no estamos haciendo lo
que dijimos que íbamos a hacer. La fuerza política, sus comités de base,
necesita tener el respaldo de un gobierno comprometido con las causas populares
para trabajar entre el pueblo con credenciales incuestionables. Si esto se
diera de esa manera, es decir: con un gobierno aplicando el programa
democrático avanzado que entre todos elaboramos, con una fuerza política
promoviendo la participación popular, haciendo que los ciudadanos ocupen los espacios
de participación que se generan desde el gobierno, con un pueblo movilizado en
la defensa de sus derechos, entonces los cambios se convierten en profundos e
irreversibles.
LA RELACION FUERZA POLÍTICA GOBIERNO
Si como decía el documento, cuando no éramos
gobierno, “la movilización y la efervescencia generaron en su momento niveles
de participación que acercaron decididamente nuestra fuerza política a la
gente”, y cuando somos gobierno “No
hemos sido capaces de movilizarnos a la hora de defender y difundir los logros
de nuestros gobiernos”, las razones que se nos ocurren para ello son dos:
1) La fuerza política no tenía suficientemente discutido su rol y su relación
con el gobierno, y no supo encontrar su lugar en el espacio político al ganar
las elecciones; 2) Los logros del gobierno no eran de tal magnitud como para
generar el compromiso de la militancia frenteamplista (desarrollaremos esto en
el próximo artículo), mientras que las acciones contrarias a la mística
antioligárquica y antiimperialista (ya mencionadas) fueron lo suficientemente
fuertes como para desmovilizar al núcleo más militante. Ese núcleo que es el
que está en contacto con la gente, que sale a hacer barriadas, que genera
debates en las organizaciones sociales, que conversa en el almacén con la
vecina.
Salvo que
haya compañeros que encuentren completamente lógico que la militancia
frenteamplista cambió súbitamente al día siguiente de las elecciones, y de
buenas a primeras decidió quedarse en su casa y ver por televisión como
evolucionaba la marcha del gobierno. Como creemos que esta opción debería ser
descartada, nos inclinamos a pensar que las razones habría que buscarlas en las
dos que mencionábamos antes, o en una combinación de ambas (o en alguna otra
que tendremos que encontrar entre todos).
El documento
señalaba también que “la presencia
habitual de los Ministros y jerarcas de gobierno en la Mesa Política, realzó la
importancia del órgano de conducción política del Frente Amplio, y fortaleció
el diálogo y la necesaria interacción entre gobierno y fuerza política”.
Pero sin dudas que esto no siempre fue así. En temas de enorme trascendencia,
como el TLC, la interacción entre gobierno y fuerza política fue nula. La
información que la Mesa Política Nacional reclamaba, llegaba tarde y mal o no
llegaba. La información que se requería por parte de la fuerza política para
tomar posición sobre el TIFA llegó cuando los representantes de EEUU ya estaban
en el país para firmar el acuerdo y cuando una resolución en contra hubiera
significado desautorizar lo que el gobierno ya tenía resuelto. De manera que la
presencia habitual de los ministros y jerarcas en la Mesa Política es positiva,
sí, siempre que esa interacción sea de ida y vuelta y no para informar sobre
cosas ya resueltas.
LA COYUNTURA HISTORICA
Quienes analizamos los acontecimientos políticos con las
herramientas del marxismo, acostumbramos a ver los procesos de nuestro país
insertos en el marco mundial y continental correspondiente. En el capítulo 3
del documento preparatorio del Congreso, titulado “Somos gobierno”, se planteaba acertadamente que estábamos “… atravesando un período histórico, con un
entorno político y social, sumamente favorable para el crecimiento de nuestra
fuerza, para la expansión de nuestros valores, la consolidación del liderazgo
político del Frente Amplio, el desarrollo de nuestro perfil público de
acumulación y nuestra implantación en el escenario de la sociedad uruguaya”.
Y a continuación se lamentaba de que “Sin
embargo, frente a esta gran oportunidad, el accionar de nuestra fuerza
política, no cuenta con la vitalidad y la dinámica necesarias. Lejos de ello,
el trabajo organizado de los frenteamplistas denota cierto decaimiento, nuestra
capacidad de movilización y articulación con la sociedad aparece deprimida, el
mensaje político se dispersa en énfasis sectoriales, la fuerza política pierde
protagonismo”.
Y el
razonamiento era correcto, pero le faltaba llegar a la conclusión que estaba a
la vista: la relación directa entre el decaimiento de nuestra fuerza política y
la acción del gobierno. Retomaremos en este punto en nuestro próximo artículo.
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