MI DECEPCIÓN (reflexiones en voz alta - 7a. parte)
En mi nota anterior, señalaba los primeros hechos que hicieron que comenzara a decepcionarme con algunos de los principales dirigentes del gobierno, en especial con Tabaré Vázquez.
El veto a la ley del aborto nos mostró al Tabaré más autoritario y alejado de cualquier forma de gobierno colectivo. Decidió por sí y ante sí y utilizó argumentos que consideraba válidos para ese caso pero al parecer no tan válidos para otros. Adujo por ejemplo que la ley iría en contra del Pacto de San José de Costa Rica, y dijo también que si bien una ley puede ser derogada por otra ley no sucede lo mismo con los tratados internacionales, los que no pueden ser derogados por una ley interna posterior. “Si Uruguay quiere seguir una línea jurídico política diferente a la que establece la Convención Americana de Derechos Humanos –dijo Vázquez- debería denunciar la mencionada Convención (Art. 78 de la referida Convención)”. Sin embargo, esos mismos argumentos eran válidos para anular la ley de impunidad, y Vázquez no movió un dedo para hacerlo. Días antes del veto a la ley del aborto, estuvo sesionando en nuestro país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, y la misma instó al Estado uruguayo a que investigara la desaparición de María Claudia García, ocurrida durante la dictadura, fijando un plazo de dos meses para que el Estado uruguayo cumpliera con las recomendaciones del organismo de derechos humanos de la OEA. Y por cierto que los llamados de atención venían de mucho antes. En 1992 la CIDH ya había realizado un pronunciamiento en contra de la ley de impunidad. Como sabemos, en el informe 29/92 la CIDH declaró que la ley de caducidad era incompatible con el artículo XVIII de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, y los artículos 1, 8 y 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Es decir, los mismos argumentos utilizados para vetar la ley del aborto debieron haber sido válidos para que Vázquez promoviera la nulidad de la ley de impunidad, y no lo hizo.
El veto a la ley del aborto nos mostró al Tabaré más autoritario y alejado de cualquier forma de gobierno colectivo. Decidió por sí y ante sí y utilizó argumentos que consideraba válidos para ese caso pero al parecer no tan válidos para otros. Adujo por ejemplo que la ley iría en contra del Pacto de San José de Costa Rica, y dijo también que si bien una ley puede ser derogada por otra ley no sucede lo mismo con los tratados internacionales, los que no pueden ser derogados por una ley interna posterior. “Si Uruguay quiere seguir una línea jurídico política diferente a la que establece la Convención Americana de Derechos Humanos –dijo Vázquez- debería denunciar la mencionada Convención (Art. 78 de la referida Convención)”. Sin embargo, esos mismos argumentos eran válidos para anular la ley de impunidad, y Vázquez no movió un dedo para hacerlo. Días antes del veto a la ley del aborto, estuvo sesionando en nuestro país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, y la misma instó al Estado uruguayo a que investigara la desaparición de María Claudia García, ocurrida durante la dictadura, fijando un plazo de dos meses para que el Estado uruguayo cumpliera con las recomendaciones del organismo de derechos humanos de la OEA. Y por cierto que los llamados de atención venían de mucho antes. En 1992 la CIDH ya había realizado un pronunciamiento en contra de la ley de impunidad. Como sabemos, en el informe 29/92 la CIDH declaró que la ley de caducidad era incompatible con el artículo XVIII de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, y los artículos 1, 8 y 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Es decir, los mismos argumentos utilizados para vetar la ley del aborto debieron haber sido válidos para que Vázquez promoviera la nulidad de la ley de impunidad, y no lo hizo.
Con el veto a la ley del aborto, Tabaré Vázquez se llevaba por delante, no solo el trabajo del partido que lo había llevado al gobierno (el Frente Amplio), que había trabajado durante largo tiempo en la elaboración del proyecto de despenalización, lo había llevado al Parlamento y lo había votado, sino que ignoraba la opinión mayoritaria de la población. Una encuesta realizada en esos días por Interconsult, daba cuenta de que el 60% de los uruguayos apoyaba la despenalización del aborto, y el 63% desaprobaba un eventual veto presidencial. Nada de esto inmutó a Vázquez.
Si muchos pedíamos (y con razón) un tribunal de conducta política para Víctor Semproni por haberse negado a votar un proyecto de ley que había sido presentado y votado por la fuerza política a la que pertenecía, ¿no merecía lo mismo quien vetaba una ley presentada y votada por esa misma fuerza política? ¿cuál es la diferencia? Si me apuran, diría que la actitud de Vázquez fue aún peor, porque se trataba del máximo dirigente y no de un traidorzuelo de cuarta. Recordemos además que prometió ir aún más lejos, y que amenazó con disolver las cámaras si el veto era levantado.
EL VÁZQUEZ MÁS DEPLORABLE
La española Pilar Urbano, escribió una biografía sobre el juez Baltasar Garzón: “El Hombre Que Veía Amanecer”. Por allí cuenta que en la campaña electoral Felipe González tiene un debate con José María Aznar, el líder del PP. Es en directo, Felipe González ha llegado con mucho retraso, cansado y con sueño y se echa a dormir. Quizá desprecia al «pequeño contrincante», quizá confía demasiado en sus propios recursos. No se ha preparado. Aznar, en cambio, ha puesto toda su mercancía en el mostrador, está suelto, agresivo, por primera vez en su vida traspasa el cristal y entra en las salas de estar de los telespectadores. En cierto momento del debate, Aznar pregunta a Felipe González qué hará, si gobierna otra vez, para erradicar la corrupción. González responde rápido, con la destreza del ilusionista: “He encargado a Baltasar Garzón, precisamente, que presida una comisión parlamentaria para investigar la corrupción política”. Baltasar está en su casa, sentado a la mesa frente al televisor, tomándose una sopa de fideos...”Me quedé con la cuchara en el aire, la boca abierta como un lelo, y un fideo colgándome por la comisura del labio”: "¿Qué coño dice este tío? Yayo, ¿tú has oído lo que yo? ¡Pero a mí qué va a encargarme... a mí no me ha dicho ni una palabra de eso!".
Por cierto, el asunto era una burda mentira de Felipe, y la decepción de Garzón (que ya venía medio malherido) fue terrible.
Algo parecido me pasó con el famoso video de Vázquez en el que conversa con alumnos de un colegio del Opus Dei. Primero había escuchado comentarios en radio acerca del video, y no podía creerlo, estaba seguro que tenía que haber un error, que eran frases sacadas de contexto por periodistas inescrupulosos, como siempre. Así que me puse a buscar el video en internet hasta que lo vi completo. No se me quedó ningún fideo colgando, como a Garzón, porque no estaba tomando nada, pero supongo que la cara de estupefacción debe haber sido la misma.
Vamos a entendernos, no era que me asombrara el grado de “relaciones carnales” al que había llegado Vázquez con el gobierno de Estados Unidos. Eso ya había quedado suficientemente claro con las medidas ya comentadas anteriormente. Lo que este video mostraba, y que yo hasta ese momento no había percibido- era el grado de cinismo y de megalomanía (*) al que podía llegar el presidente que yo había votado.
¿SITUACIÓN BÉLICA?
En el video en cuestión, Tabaré Vázquez, luego de enumerar los logros de su gobierno, contó una serie de anécdotas entre las que confesó que le solicitó apoyo a Bush y a su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, en caso de que Uruguay se enfrentase en un “conflicto bélico” con Argentina.
El ex-presidente uruguayo, al parecer manejó la hipótesis de un conflicto armado con la hermana República Argentina. Y tanto la manejó, que consultó a las fuerzas armadas, las cuales le presentaron un panorama que todos conocemos desde hace muchísimos años: nuestras fuerzas armadas no son capaces de enfrentar, en una hipótesis bélica, a ninguno de nuestros vecinos por más de 24 horas. Razón más que suficiente para disolver de una buena vez una institución que no sirve para nada, dicho sea de paso.
Pero la pregunta es: ¿era lógico plantearse la hipótesis bélica con los hermanos argentinos? Buena parte de los analistas que he escuchado afirman que si. A mí -tengo que decirlo- me parece una hipótesis disparatada. Y me parece disparatada porque para que haya un conflicto bélico alguien tiene que iniciarlo, y nosotros no lo haríamos porque a los uruguayos no nos gusta suicidarnos en masa, y menos en defensa de los intereses de una empresa privada extranjera que creó alrededor de 150 puestos de trabajo para uruguayos y que no paga un peso de impuestos. Y no voy a cometer el agravio de pensar que los argentinos serían capaces de iniciar un conflicto bélico para frenar la instalación de una empresa que, además, ni siquiera es uruguaya, lo que le generaría problemas de índole internacional a otro nivel.
Pero reconozco que puedo equivocarme, y por lo tanto voy a suponer por un instante que el análisis de Tabaré Vázquez era correcto y que existía un riesgo real de un conflicto bélico con la Argentina.
Si esto era así, ¿no debió informar a su fuerza política, a sus ministros, e incluso a los dirigentes de la oposición? Una guerra con un país vecino ¿no es un tema de Estado que debe ser tratado a un altísimo nivel? ¿Cree realmente Tabaré Vázquez que ante una hipótesis de esa magnitud tenía derecho a decidir por sí y ante sí como resolverlo y a quien acudir a solicitar ayuda? ¿Se cree Vázquez alguna especie de Dios? El ex-presidente se defendió diciendo que el asunto había sido tratado en el Consejo de Ministros, pero dos ministros de aquel entonces que fueron consultados dijeron no estar al tanto, y hasta ahora ningún actor político, ni de la oposición ni del oficialismo, han manifestado saber algo de una situación como la que pintó el Dr. Vázquez.
Lo que había hecho Vázquez era muy preocupante y grave desde todo punto de vista. Ir a pedir ayuda al presidente del país más poderoso del mundo, desprestigiado absolutamente por su belicismo genocida, si fuera una opción (que desde mi punto de vista no lo es), debería ser la última de todas. Porque además, esas cosas no son gratuitas. ¿Por qué Estados Unidos apoyaría a Uruguay ante un conflicto con cualquiera de los dos países más poderosos de la región? ¿Porque Vázquez es un doctor bondadoso? ¿Porque somos un enorme mercado para comprar sus productos? Una frase de Condoleesa Rice después de su retiro, puede explicarlo: “Sin embargo, este nuevo periodo ha liberado la política estadounidense para (permitirle) tener buenos amigos en la izquierda y la derecha", dijo. "Siempre y cuando sean amigos que gobiernen en democracia, que defiendan el libre comercio, que abran mercados y cumplan con sus pueblos", puntualizó.
Pero también me preocupó y me preocupa porque Tabaré Vázquez muy probablemente (y muy lamentablemente) sea el próximo presidente de la República por segunda vez. ¿Cómo quedamos ante nuestros vecinos? ¿Cómo nos plantamos en nuestra relaciones regionales, en el Mercosur, en la Unasur, en la OEA, etc, cuando los países hermanos saben que tenemos un presidente que no tiene ningún prurito en recurrir a los EEUU si la amistad y la vecindad no funcionan como él desea?
Y me preocupa más aún por lo que significa que un personaje como este, sea prácticamente idolatrado por una fuerza política que en algún momento supo ser de izquierda.
Y me preocupa más aún por lo que significa que un personaje como este, sea prácticamente idolatrado por una fuerza política que en algún momento supo ser de izquierda.
(CONTINUARÁ)
(*) Megalómano: Se aplica a la persona que sufre un trastorno mental que le lleva a creerse más importante de lo que es; a la persona que tiene un excesivo deseo de grandeza.
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