CRECER DISTRIBUYENDO - Nuestra seña de identidad
Lo primero es lo primero. Y lo primero para nosotros es “la utopía”, como señalara Alberto Couriel en la presentación de la Revista Estudios. Porque somos gente de izquierda, y ser de izquierda en América Latina y en el Uruguay de hoy es ser demócratas que luchamos por la justicia social, buscando reducir las profundas desigualdades que padecen la región y el país. Ello significa también luchar por una integración de nuestros pueblos que propicie nuestro desarrollo y que se base en la inclusión de todos en los beneficios, y no en la exclusión de la mayoría para solventar los gastos de unos pocos. Queremos un Uruguay mejor en un mundo mejor. Para ello, la clave es distribuir con equidad. Y acá tengo una pequeña diferencia con Couriel. Según el compañero, para distribuir necesitamos crecer. Yo digo que si crecemos, mejor, pero si no crecemos, un gobierno de izquierda de todas maneras debe distribuir con equidad. Pero admitamos que necesitamos crecer (en el lenguaje de los partidos tradicionales “hacer crecer la torta”) pero a diferencia de ellos, que siempre eran los mismos los que se la comían, y dejaban caer algunas migas cada tanto, nosotros queremos crecer distribuyendo con equidad a medida que vamos creciendo. Esa es nuestra seña de identidad como colectividad política de izquierda.
Algunas cifras concretas
Y la verdad de la milanesa (o de la torta) es que estamos creciendo pero no estamos distribuyendo todo lo necesario, y en algunos aspectos estamos retrocediendo. Veamos. Los ingresos de los uruguayos ya habían comenzado a recuperarse en 2004, y continuaron haciéndolo en 2005 y 2006, pero todavía se encuentran por debajo de su nivel anterior a la crisis del 2002. Y sin embargo, hemos recuperado el producto de antes de la crisis y lo hemos superado. Es decir: la torta creció, pero los ingresos crecieron menos. El salario real ha aumentado, pero como lo muestran los datos del BCU, desde 1969, en la mayoría de los años la capacidad de compra es superior a la alcanzada en 2006 (el salario real de 2006 es exactamente la mitad del de 1969). El desempleo disminuyó, pero está muy por encima de años anteriores, y no conocemos ninguna política de empleo concreta. La pobreza disminuyó 2,5 puntos, pero hay que señalar que entre 1986 y 1987 el descenso de la pobreza fue de 11,6 puntos porcentuales, y de 1987 a 1988, fue de otros 5,8 puntos adicionales (La economía uruguaya – evolución 2006 – REDIU).
Como decíamos, hay que tener en cuenta que el nivel del producto interno ya recuperó y superó los niveles de antes de la crisis, lo que confirma las tendencias a la desigualdad social. También nos preocupa la concentración del ingreso, en contradicción con el postulado de la izquierda de su redistribución hacia los de menor ingreso: de 2005 a 2006, el 20% más pobre disminuyó su porcentaje del ingreso nacional de 4.8% a 4.6%, mientras que el 20% más rico aumentó su participación de 49.6% a 50.4% (INE 2006).
Es verdad que comenzará a aplicarse en breve la reforma tributaria (que apoyamos aunque no nos convenza plenamente), la que si bien es redistributiva dentro del sector asalariado y de los jubilados, no es equitativa, porque no trata de la misma manera al capital que al trabajo, por lo que habrá que ver cuales son sus efectos reales en la distribución de la riqueza. Reforma que por otra parte mantiene el peso dominante de los impuestos indirectos (IVA), injustos por naturaleza, aunque se reduzca en algunos puntos. Y también estamos tratando la reforma de la salud, que también es tremendamente redistributiva, y la apoyamos por eso, pero no le estamos pidiendo solidaridad al capital.
Uruguayos temblad
Cuando vemos las cifras que citamos más arriba acerca de la concentración del ingreso, y a nuestro ministro de Economía decir que “el camino chileno tiene virtudes innegables, que están revelando que no sólo es posible compatibilizar una política seria con la búsqueda de la justicia, sino que se está demostrando que la política económica seria es condición para que haya justicia” (Búsqueda, 12/4/07), la verdad que nos ponemos a temblar. Porque el Informe del Banco Mundial sobre “Equidad y Desarrollo” (2006) ubica a Chile entre los quince países con mayor desigualdad en el planeta. En Chile, el 10% más rico recibe ingresos 35 veces superiores al del 10% más pobre. El 20% más rico se queda con el 56% de los ingresos, mientras que el 20% más pobre recibe sólo el 3,9%. Si bien estas cifras nos preocupan por nuestros hermanos chilenos, nos preocupan más aún porque los datos de distribución del ingreso de nuestro país son mucho mejores, y parecería que nuestro ministro nos está proponiendo un modelo con mayor desigualdad.
El problema de la deuda
Ya decíamos en nuestro artículo de la semana pasada que necesitamos crecer pero, como decía el rector de la universidad, Rodrigo Arocena, con la mira puesta en la educación y en el conocimiento como principios. Los países se desarrollan hoy en día gracias a la inversión en educación, en el desarrollo de la investigación y las tecnologías de punta. Porque tenemos que aprovechar la coyuntura favorable a nivel mundial y regional. Chile crece gracias al cobre. ¿Qué va a pasar cuando el cobre vuelva a sus precios históricos? ¿Qué pasará con nosotros cuando los precios de la carne bajen? ¿Cuando se cierren los mercados que se abrieron gracias a la vaca loca y a la aftosa?
A pesar de pagar la deuda con el FMI, la deuda pública no ha cesado de aumentar. Nos dicen que ahora es soberana, y sin embargo parece que no podemos invertir más en educación porque tenemos que tener un determinado porcentaje de superávit primario. El necesario para seguir pagando deuda externa. Entonces, ¿cuándo podremos tener políticas autónomas que nos permitan pensar hacia el futuro, si siempre vamos a estar condicionados por la deuda? En el Congreso Héctor Rodríguez decíamos que “en este proceso se profundizó la dependencia externa del país, generando una deuda pública equivalente al 100% del PBI cuyo pago de amortizaciones e intereses estará condicionando la vida de los y las uruguayas. El gobierno del Dr. Batlle ha mantenido terca y dogmáticamente la misma política”. Si el pago de amortizaciones e intereses condicionaba la vida de los uruguayos y eso era terco y dogmático, ¿por qué razón no lo es ahora? En 2004 la deuda total sumaba algo más de U$S 14.800 millones, y al 31/6/2006 se había incrementado hasta los U$S 16.144 millones. Para pagarle por adelantado al FMI se tomaron nuevos préstamos, y si bien el ministro de Economía dice que hubo ahorros, el BCU dice que la estrategia (de pago adelantado) “tiene asociado un mayor costo financiero: la tasa promedio pagada por Títulos Públicos fue en 2005 de 7.3% en dólares, versus el 4.8% promedio de los préstamos, incluyendo sobretasas” (BCU: Informe al Poder Ejecutivo. La economía uruguaya en 2005 y el Programa Monetario 2006). Y esto sin considerar el aumento en los intereses por alargamiento de los plazos. Y sin considerar la comisión de los intermediarios (alrededor del 2,5%). Esto significa que en definitiva, se hizo un gran esfuerzo nacional, que compromete cualquier política de desarrollo, para pagar una pequeña parte de una deuda total que continúa aumentando.
Algunas cifras concretas
Y la verdad de la milanesa (o de la torta) es que estamos creciendo pero no estamos distribuyendo todo lo necesario, y en algunos aspectos estamos retrocediendo. Veamos. Los ingresos de los uruguayos ya habían comenzado a recuperarse en 2004, y continuaron haciéndolo en 2005 y 2006, pero todavía se encuentran por debajo de su nivel anterior a la crisis del 2002. Y sin embargo, hemos recuperado el producto de antes de la crisis y lo hemos superado. Es decir: la torta creció, pero los ingresos crecieron menos. El salario real ha aumentado, pero como lo muestran los datos del BCU, desde 1969, en la mayoría de los años la capacidad de compra es superior a la alcanzada en 2006 (el salario real de 2006 es exactamente la mitad del de 1969). El desempleo disminuyó, pero está muy por encima de años anteriores, y no conocemos ninguna política de empleo concreta. La pobreza disminuyó 2,5 puntos, pero hay que señalar que entre 1986 y 1987 el descenso de la pobreza fue de 11,6 puntos porcentuales, y de 1987 a 1988, fue de otros 5,8 puntos adicionales (La economía uruguaya – evolución 2006 – REDIU).
Como decíamos, hay que tener en cuenta que el nivel del producto interno ya recuperó y superó los niveles de antes de la crisis, lo que confirma las tendencias a la desigualdad social. También nos preocupa la concentración del ingreso, en contradicción con el postulado de la izquierda de su redistribución hacia los de menor ingreso: de 2005 a 2006, el 20% más pobre disminuyó su porcentaje del ingreso nacional de 4.8% a 4.6%, mientras que el 20% más rico aumentó su participación de 49.6% a 50.4% (INE 2006).
Es verdad que comenzará a aplicarse en breve la reforma tributaria (que apoyamos aunque no nos convenza plenamente), la que si bien es redistributiva dentro del sector asalariado y de los jubilados, no es equitativa, porque no trata de la misma manera al capital que al trabajo, por lo que habrá que ver cuales son sus efectos reales en la distribución de la riqueza. Reforma que por otra parte mantiene el peso dominante de los impuestos indirectos (IVA), injustos por naturaleza, aunque se reduzca en algunos puntos. Y también estamos tratando la reforma de la salud, que también es tremendamente redistributiva, y la apoyamos por eso, pero no le estamos pidiendo solidaridad al capital.
Uruguayos temblad
Cuando vemos las cifras que citamos más arriba acerca de la concentración del ingreso, y a nuestro ministro de Economía decir que “el camino chileno tiene virtudes innegables, que están revelando que no sólo es posible compatibilizar una política seria con la búsqueda de la justicia, sino que se está demostrando que la política económica seria es condición para que haya justicia” (Búsqueda, 12/4/07), la verdad que nos ponemos a temblar. Porque el Informe del Banco Mundial sobre “Equidad y Desarrollo” (2006) ubica a Chile entre los quince países con mayor desigualdad en el planeta. En Chile, el 10% más rico recibe ingresos 35 veces superiores al del 10% más pobre. El 20% más rico se queda con el 56% de los ingresos, mientras que el 20% más pobre recibe sólo el 3,9%. Si bien estas cifras nos preocupan por nuestros hermanos chilenos, nos preocupan más aún porque los datos de distribución del ingreso de nuestro país son mucho mejores, y parecería que nuestro ministro nos está proponiendo un modelo con mayor desigualdad.
El problema de la deuda
Ya decíamos en nuestro artículo de la semana pasada que necesitamos crecer pero, como decía el rector de la universidad, Rodrigo Arocena, con la mira puesta en la educación y en el conocimiento como principios. Los países se desarrollan hoy en día gracias a la inversión en educación, en el desarrollo de la investigación y las tecnologías de punta. Porque tenemos que aprovechar la coyuntura favorable a nivel mundial y regional. Chile crece gracias al cobre. ¿Qué va a pasar cuando el cobre vuelva a sus precios históricos? ¿Qué pasará con nosotros cuando los precios de la carne bajen? ¿Cuando se cierren los mercados que se abrieron gracias a la vaca loca y a la aftosa?
A pesar de pagar la deuda con el FMI, la deuda pública no ha cesado de aumentar. Nos dicen que ahora es soberana, y sin embargo parece que no podemos invertir más en educación porque tenemos que tener un determinado porcentaje de superávit primario. El necesario para seguir pagando deuda externa. Entonces, ¿cuándo podremos tener políticas autónomas que nos permitan pensar hacia el futuro, si siempre vamos a estar condicionados por la deuda? En el Congreso Héctor Rodríguez decíamos que “en este proceso se profundizó la dependencia externa del país, generando una deuda pública equivalente al 100% del PBI cuyo pago de amortizaciones e intereses estará condicionando la vida de los y las uruguayas. El gobierno del Dr. Batlle ha mantenido terca y dogmáticamente la misma política”. Si el pago de amortizaciones e intereses condicionaba la vida de los uruguayos y eso era terco y dogmático, ¿por qué razón no lo es ahora? En 2004 la deuda total sumaba algo más de U$S 14.800 millones, y al 31/6/2006 se había incrementado hasta los U$S 16.144 millones. Para pagarle por adelantado al FMI se tomaron nuevos préstamos, y si bien el ministro de Economía dice que hubo ahorros, el BCU dice que la estrategia (de pago adelantado) “tiene asociado un mayor costo financiero: la tasa promedio pagada por Títulos Públicos fue en 2005 de 7.3% en dólares, versus el 4.8% promedio de los préstamos, incluyendo sobretasas” (BCU: Informe al Poder Ejecutivo. La economía uruguaya en 2005 y el Programa Monetario 2006). Y esto sin considerar el aumento en los intereses por alargamiento de los plazos. Y sin considerar la comisión de los intermediarios (alrededor del 2,5%). Esto significa que en definitiva, se hizo un gran esfuerzo nacional, que compromete cualquier política de desarrollo, para pagar una pequeña parte de una deuda total que continúa aumentando.
Miércoles, 16 de Mayo de 2007
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