POR LAS NUEVAS GENERACIONES


La denominada teoría de los dos demonios fue el arma más efectiva utilizada para justificar el accionar de las fuerzas militares durante la última dictadura. ¿Cuál es la imagen que puede tener un joven nacido en la década del 80 y que se maneja con la información de los grandes medios? Al parecer, entre las décadas del 60 y 70 se abrió un hueco en la faz de la tierra, de donde salieron dos demonios provenientes del mismísimo infierno, para enfrentase en una mortal batalla y llevarse así el codiciado trofeo que significaba poseer el control absoluto del país. En el medio del combate quedaron atrapados –pobrecitos- el resto de los inocentes uruguayos (argentinos, chilenos, etc.).
Esta teoría le vino al pelo a los militares y a los ideólogos de derecha. Pero también a ciertos formadores de opinión que gustan ubicarse en el medio de todo y jactarse de una falsa objetividad, para justificar las acciones de los militares durante las dictaduras que, lisa y llanamente, asesinaron a miles y miles de seres humanos. “Fue una guerra” dicen convencidos. “Fue una guerra sucia”, aclaran. Claro, en una guerra hay excesos y mueren inocentes. Y encima –de acuerdo con los dos demonios- hubo excesos de los dos lados y murieron inocentes de ambos bandos. Perfecto. El círculo cierra. Ahora pedimos perdón por los excesos y errores cometidos, reconocemos que nos equivocamos y a reconciliarnos todos para hacer un Uruguay mejor.
El asunto es que no hubo guerra. Hubo sí un genocidio. Si el Estado es la institución que posee el monopolio de los medios de coerción, a partir del 27 de junio de 1973 (y desde mucho antes) esos medios fueron utilizados de manera sistemática para identificar, torturar, asesinar y/o hacer desaparecer a miles de mujeres, hombres y recién nacidos. No hubo errores ni excesos. Todo fue sistemáticamente planificado y ejecutado.
La principal característica de esta teoría, es la idea según la cual dos grupos minoritarios desplegaron una marea de violencia sobre el país, mientras que la sociedad uruguaya miraba absorta, ajena e inocente a todo lo que ocurría a su alrededor. Es, en realidad, la “teoría del tercero excluido”: la sociedad uruguaya fue ajena absolutamente a la tragedia de sangre, muerte y violencia que efectivamente ocurrió. Y esto es absolutamente falso. Está bien que la derecha continúe utilizando la tan manida teoría para justificar y justificarse. Pero va siendo hora de que algunos líderes de izquierda dejen de convalidarla (consciente o inconscientemente) cuando por ejemplo afirman que el tema de los derechos humanos se terminará cuando “reventemos los protagonistas de aquellos hechos”. También es hora de que, en bien de las generaciones que no vivieron aquellos hechos, se empiece a poner las cosas en su lugar.
Con esto quiero decir, concretamente, que el gran ausente en la teoría de los dos demonios, es la presencia del pueblo, las luchas populares que fueron el fenómeno más rico de las décadas del 50 al 70, y sin las cuales es imposible comprender el resto. Esto es, el nivel de masividad, de compromiso, de participación y de organización al que llegó, a un nivel determinado, el pueblo uruguayo. No se puede hacer abstracción de esto. En esas luchas populares, no había demonios. Había pueblo organizado, en sindicatos, en gremios estudiantiles, en organizaciones sociales o políticas, y al amparo de la legalidad vigente.
Pero hay que destruir también la teoría de los dos demonios - y fundamentalmente- en lo que fue el período de la dictadura. Porque la guerrilla ya estaba derrotada cuando se dio el golpe, pero además, porque es un compromiso de honor restablecer la verdad de la resistencia. Rescatar del olvido el heroísmo de las diversas organizaciones populares que siguieron la lucha en forma clandestina, tanto en el país como el exterior, y que se enfrentaron al terrorismo de estado sin disparar un solo tiro, sin más armas que un volante, un muro pintado o la simple resistencia.
Y dentro de ese heroísmo popular, creo que está faltando un más que merecido homenaje al Partido Comunista que, como lo manifestara Ivan Solarich (Voces del Frente, 8/9/2005): “…dentro de una izquierda que llevó el peso sustancial en su decisión de enfrentarla (a la dictadura), justo es decirlo, el Partido Comunista Uruguayo pagó un precio altísimo en términos de muertos, desaparecidos, exiliados y fundamentalmente presos y torturados. Lo que al término de la dictadura lo llevó a capitalizar un enorme prestigio entre la sociedad fruto de su martirologio y su decisión inquebrantable de defender la democracia a cualquier costo”.
Es bueno que los jóvenes comiencen a saber todas estas cosas.

22 de setiembre de 2005

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