LA CRISIS ALIMENTARIA MUNDIAL


¿OTRO INVENTO COMUNISTA?

Si el veneno anticomunista fuera mortal, el Sr. Heber Gatto (adalid anticomunista y escriba del diario de la dictadura) debería cuidarse muy bien de morderse la lengua. Y mal que le pese a el -y sin ser un invento comunista (ver editorial del diario El País del 23 de abril)- , la crisis estructural del capitalismo sigue avanzando y es ahora también alimentaria.
Ya sabemos lo ocurrido hace pocos días en la capital de Haití, que se paralizó cuando grupos de manifestantes intentaron entrar por la fuerza al Palacio Presidencial en protesta por el aumento de los precios del arroz, los frijoles y el aceite, y cinco personas murieron (militares uruguayos están acusados de las muertes) como consecuencia de los disturbios. También hubo dos días de motines en Egipto por la duplicación de los precios de los alimentos sólo en el último año. Se desarrollaron protestas en Camerún, (donde en febrero murieron cuarenta personas), Indonesia, Filipinas, Costa de Marfil, Mozambique, Senegal, Bolivia, Etiopía y Madagascar. En Tailandia y Pakistán se recurrió a las tropas del ejército para impedir el saqueo de campos y comercios en busca de alimentos. Y recién ahora los altos funcionarios de las Naciones Unidas advierten que el aumento de los precios de los alimentos está provocando malestar en la población y amenazando la seguridad pública. Resulta además paradójico la escasez y el alza del precio del arroz en la capital de Tailandia, el mayor exportador mundial. Vietnam e India están restringiendo la exportación para asegurar el abastecimiento interno. Los precios de los alimentos dan que pensar e incluso resultan asombrosos. El arroz tailandés de calidad media, por ejemplo, ya sobrepasó el precio de 1000 dólares la tonelada, mucho más del doble que a fines del año pasado, y el Banco Mundial predice que los precios medios del arroz aumentarán aún más en 2009 y 2010.
LAS RAZONES
En cuanto al aumento de los precios de los alimentos se mencionan cinco factores principales: 1) el rápido aumento de los precios del petróleo y la energía, que han multiplicado los costos de los fertilizantes, la puesta en marcha de la maquinaria, la cosecha, el almacenamiento y la entrega de alimentos; 2) la creciente demanda resultante del gran crecimiento económico de países como China e India, 3) eventos climáticos adversos, como la sequía en Australia, que dieron lugar a malas cosechas; 4) el destino a la producción de biocombustible de cultivos destinados antes a alimentos, lo cual no sólo reduce la oferta sino que también provoca especulación comercial y aumento de precios (cuestión que había advertido Fidel hace ya tiempo); y 6) menor inversión en la agricultura en los últimos años en todo el mundo, lo que provoca que la producción sea superada por la creciente demanda.
Esta combinación de factores implica que el aumento de los precios de los alimentos seguramente no sea un fenómeno temporal. El propio director general de la FAO, declaró en Nueva Delhi que la escasez de alimentos es un problema estructural, por lo que la solución debe ser también estructural. De manera que seguramente los altos precios no se abatirían en el corto plazo debido a la situación de la oferta y la demanda. Y señaló como responsables de la crisis a las políticas erradas de las dos últimas décadas. De los diversos factores, el que atrae mayor atención y críticas ha sido el acelerado aumento de la producción de cultivos destinados a biocombustibles. Un editorial del New York Times del 10 de abril sobre la crisis alimentaria mundial responsabilizó al mundo rico por exacerbarla. Citó estimaciones del FMI de que la producción de etanol de maíz en Estados Unidos, por ejemplo, era responsable al menos de la mitad del aumento de la demanda mundial de este cereal en cada uno de los últimos tres años, lo que provocó el aumento de precios. Y lo mismo sucedió con los precios de otros cultivos, como la soja, en la medida que los agricultores los sustituyeron por el maíz. Estados Unidos brinda un subsidio de cincuenta y un centavos de dólar por galón a las plantas procesadoras de etanol e impone un arancel de cincuenta y cuatro centavos por galón a la importación, mientras que la mayoría de los países europeos exoneran a los biocombustibles de algunos impuestos e imponen un arancel equivalente a más de setenta centavos el galón de etanol importado. El New York Times reclamó que se pusiera fin a esas intervenciones del Estado, ya que el etanol de maíz no ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que contribuye al aumento de los precios de los alimentos (no somos nosotros, Heber Gatto, tome nota, es el New York Times). Y el director general de la FAO dijo -sin nombrar a Estados Unidos- que actualmente en un solo país se desvían cien millones de toneladas de cereal a la producción de biocombustibles y se estima que la cantidad aumente doce veces para 2017. La FAO está convocando a una reunión de emergencia de jefes de Estado del 3 al 5 de junio para discutir la situación alimentaria general.
EL ACCESO A LA COMIDA
Todo esto trae a colación el problema de quién tiene acceso a la comida. Con los precios internacionales en aumento, el acceso a los alimentos básicos para los pobres está en peligro. La ONU ha pronosticado que los precios globales de la comida van a aumentar entre un 20 y un 50% para el 2016. Estos aumentos en los alimentos básicos afectan en mayor medida a los pobres en zonas urbanas, ya que el acceso a la comida es precario y se ven forzados a gastar un porcentaje más alto de sus ingresos totales en darle de comer a sus familias. De manera que cuando esto ocurre, los gobiernos deberían plantearse su dependencia en el mercado internacional para la comida y replantearse las políticas que fomentan el uso de la tierra para producir cultivos industriales para la exportación (llámese celulosa o alimentos destinados a biocombustibles) restándole superficies al cultivo de alimentos. Por primera vez desde que las hambrunas generalizadas arrasaron con poblaciones enteras, se están experimentando serias dudas acerca del abastecimiento global de alimentos en el mundo. El problema no es tanto una cuestión de la cantidad de comida producida (nunca lo fue), sino acerca de para qué se utilizarán los terrenos productivos, quién nos dará de comer, y quién va a comer.

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