LA RESURRECCION DE DOHA Y LOS TLC
Danilo Astori pronosticó hace más de cuatro meses, en declaraciones a Radio Sarandí, que “el fracaso indiscutible” de la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio llevará a una “verdadera avalancha de negociaciones bilaterales”. En el mismo sentido se había expresado anteriormente el economista Jorge Jauri en sus comentarios habituales en AM Libre, en donde dijo que luego del fracaso de Doha “todo el mundo se precipitará a hacer acuerdos bilaterales”. Si juzgamos estas predicciones a la luz de otras hechas por Jorge Jauri, podríamos estar tranquilos, seguramente nada de eso sucederá. Cuando la crisis del 2002, el economista estaba en contra de que se designara a un político en el Ministerio de Economía, y se pronunciaba a favor de la designación de un técnico (¿tal vez prefería a Alfi en lugar de Atchugarry?), y los hechos demostraron que lo adecuado era exactamente lo contrario. Más tarde, se refirió a la salida argentina en términos absolutamente despectivos, que si bien no recuerdo textualmente, creo que eran algo así como “payasada” o “reverenda estupidez”, (en relación con el canje de deuda con quitas enormes), y pronosticaba un fracaso total del canje y una profundización de la crisis del hermano país. Nada de eso sucedió, por supuesto. Los acreedores tuvieron que aceptar las quitas, y el país no solo no entró en crisis sino que comenzó un proceso acelerado de crecimiento (con índices superiores a los nuestros), a pesar de la aftosa y con un manejo heterodoxo del valor de la moneda que no llevó a ninguna hiperinflación como pronosticaban algunos economistas. Claro que, hasta ahora, nunca escuché a Jorge Jauri decir “me equivoqué”.
Pero veamos si tiene sentido el pronóstico de ambos economistas. La Ronda del Desarrollo lanzada en Doha hace cinco años, ha sido suspendida indefinidamente en virtud de que Estados Unidos y Europa no lograron ponerse de acuerdo sobre reducciones a los subsidios a la agricultura. Es sabido que Estados Unidos mantiene estos subsidios de forma tal que está en condiciones, por ejemplo, de vender trigo un 40 por ciento y maíz un 30 por ciento por debajo de su costo de producción (lo que ha arruinado a los productores de maíz mexicanos, con quienes tienen un TLC). Europa practica una política similar, fuertemente proteccionista de su producción agrícola.
Los ejemplos de Colombia y Ecuador
Podríamos analizar en este sentido el ejemplo Colombiano, para ver si ante el fracaso de la Ronda de Doha sería una actitud coherente salir corriendo a firmar un TLC con Estados Unidos. Contra esta situación, en la OMC, se formó el grupo de los 20 (conformado por países agroexportadores que reclaman el fin de los subsidios a las exportaciones y el acceso a los mercados de los países desarrollados para sus productos agrícolas) del cual Colombia salió por presión estadounidense. Los países desarrollados exigían fuertes concesiones en materia de apertura a la inversión, convenios para acceder a las compras estatales, liberación de las importaciones de bienes industriales de los países en desarrollo, pero no estaban dispuestos a hacer concesiones en materia agrícola. Colombia en el TLC con Estados Unidos aceptó muchas de las exigencias que los países en desarrollo no han aceptado en la OMC, con lo cual ha roto cualquier posibilidad de trabajo solidario con países con problemas similares. Por ejemplo aceptó que el tema de inversión y compras estatales formara parte de un acuerdo comercial, adoptó definiciones en servicios y propiedad intelectual que profundizan los acuerdos de la OMC y liberará en 10 años toda las importaciones industriales y en el mismo tiempo las agrarias, con excepción de unos cuantos productos que se liberarán en un poco más de tiempo. Si aceptar estas condiciones en acuerdos bilaterales es bueno, ¿por qué no se aceptan en la OMC? Es ya bien sabido que lo que intenta Estados Unidos con los TLC es, justamente, lograr mediante acuerdos bilaterales lo que no puede lograr en la OMC. O dicho de otra manera: si no se logra romper con los subsidios agrícolas de EEUU y la Unión Europea en las negociaciones de la OMC menos se logrará mediante acuerdo bilaterales o TLC, por lo que salir a hacer ese tipo de acuerdos ante el fracaso de la Ronda de Doha es, por lo menos, estúpido. De más está decir, que en las negociaciones en torno a los TLC, siempre que se ha querido discutir acerca de los subsidios agrícolas, EEUU se ha negado terminantemente a hacerlo, con el argumento de que esa discusión debe darse en la OMC. El ex jefe del equipo negociador ecuatoriano del TLC con los EEUU, Manuel Chiriboga, dijo que el fracaso de Doha perjudica a los países agrícolas, como el Ecuador. Al no haber acuerdos en subsidios, los productos ecuatorianos siguen en desventaja. Y para el analista De la Torre (también ecuatoriano), estos efectos negativos hubieran sido mayores con la firma del TLC. “El ejemplo de la leche es claro. La ecuatoriana es más competitiva que la estadounidense sin subsidios. Sin ellos, los EEUU la importarían desde el Ecuador. Pero con subsidios y con TLC, ellos querían vendernos leche. Perdíamos”.
Todo lo contrario
Muy por el contrario de lo que opinan Jauri y Astori (de hecho, la pronosticada avalancha de TLCs sólo ha parido uno entre Chile y Perú), diría que detrás de la suspensión de las negociaciones de la Ronda de Doha surgen mensajes contradictorios pero interesantes, de todas maneras. El "tiempo indefinido" de dicha suspensión permite la opción de rediscutir los alcances de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y, por lo tanto, del comercio internacional. En definitiva, con la demora en la Ronda de Doha se mantienen las normativas del mercado mundial en las que los países más ricos siguen imponiendo condiciones a los más pobres. Esta realidad no hace más que recordarnos que en el mundo, más allá de los discursos, no existe libre comercio. Lo que hay es un mercado regulado por los países más poderosos. En este escenario, los "temas del desarrollo", tratados en la Ronda de Doha, resultan una broma de mal gusto. Y por esas mismas razones no hay por que esperar que los ricos del mundo estén dispuestos a hacer algunas concesiones a los empobrecidos. El nuevo fracaso de la Ronda de Doha no debe condenar a los pueblos a la inacción, o peor aún, a la opción presentada casi como inevitable por Astori y Jauri de salir a abrasarse a los TLC. Muy por el contrario, debe ser una oportunidad para -desde el mundo subdesarrollado- levantar respuestas propias con el fin de construir una agenda alternativa. Hoy más que nunca lo que debe pasar a ser prioridad de la agenda de nuestros países es la integración, para desde allí presionar por un esquema de comercio justo que contemple las demandas de los pueblos y no las presiones del capital financiero, que es a la postre el que se impone en la OMC. Es necesario, entonces, apurar y profundizar la largamente esperada integración de los países subdesarrollados.
En nuestra región, la tarea pasa por priorizar la unidad a partir de un proceso de convergencia de las políticas económicas y sociales, de la complementariedad de los aparatos productivos y de la solidaridad regional. Una integración diferente, autonómica, sustentada en bases económicas, sociales, políticas y culturales a partir de las diversas realidades ambientales. Una integración liberadora, como muy bien planteara el compañero Guillermo Chifflet en pasadas ediciones de Carta Popular (valga la retribución de elogios).
Pero veamos si tiene sentido el pronóstico de ambos economistas. La Ronda del Desarrollo lanzada en Doha hace cinco años, ha sido suspendida indefinidamente en virtud de que Estados Unidos y Europa no lograron ponerse de acuerdo sobre reducciones a los subsidios a la agricultura. Es sabido que Estados Unidos mantiene estos subsidios de forma tal que está en condiciones, por ejemplo, de vender trigo un 40 por ciento y maíz un 30 por ciento por debajo de su costo de producción (lo que ha arruinado a los productores de maíz mexicanos, con quienes tienen un TLC). Europa practica una política similar, fuertemente proteccionista de su producción agrícola.
Los ejemplos de Colombia y Ecuador
Podríamos analizar en este sentido el ejemplo Colombiano, para ver si ante el fracaso de la Ronda de Doha sería una actitud coherente salir corriendo a firmar un TLC con Estados Unidos. Contra esta situación, en la OMC, se formó el grupo de los 20 (conformado por países agroexportadores que reclaman el fin de los subsidios a las exportaciones y el acceso a los mercados de los países desarrollados para sus productos agrícolas) del cual Colombia salió por presión estadounidense. Los países desarrollados exigían fuertes concesiones en materia de apertura a la inversión, convenios para acceder a las compras estatales, liberación de las importaciones de bienes industriales de los países en desarrollo, pero no estaban dispuestos a hacer concesiones en materia agrícola. Colombia en el TLC con Estados Unidos aceptó muchas de las exigencias que los países en desarrollo no han aceptado en la OMC, con lo cual ha roto cualquier posibilidad de trabajo solidario con países con problemas similares. Por ejemplo aceptó que el tema de inversión y compras estatales formara parte de un acuerdo comercial, adoptó definiciones en servicios y propiedad intelectual que profundizan los acuerdos de la OMC y liberará en 10 años toda las importaciones industriales y en el mismo tiempo las agrarias, con excepción de unos cuantos productos que se liberarán en un poco más de tiempo. Si aceptar estas condiciones en acuerdos bilaterales es bueno, ¿por qué no se aceptan en la OMC? Es ya bien sabido que lo que intenta Estados Unidos con los TLC es, justamente, lograr mediante acuerdos bilaterales lo que no puede lograr en la OMC. O dicho de otra manera: si no se logra romper con los subsidios agrícolas de EEUU y la Unión Europea en las negociaciones de la OMC menos se logrará mediante acuerdo bilaterales o TLC, por lo que salir a hacer ese tipo de acuerdos ante el fracaso de la Ronda de Doha es, por lo menos, estúpido. De más está decir, que en las negociaciones en torno a los TLC, siempre que se ha querido discutir acerca de los subsidios agrícolas, EEUU se ha negado terminantemente a hacerlo, con el argumento de que esa discusión debe darse en la OMC. El ex jefe del equipo negociador ecuatoriano del TLC con los EEUU, Manuel Chiriboga, dijo que el fracaso de Doha perjudica a los países agrícolas, como el Ecuador. Al no haber acuerdos en subsidios, los productos ecuatorianos siguen en desventaja. Y para el analista De la Torre (también ecuatoriano), estos efectos negativos hubieran sido mayores con la firma del TLC. “El ejemplo de la leche es claro. La ecuatoriana es más competitiva que la estadounidense sin subsidios. Sin ellos, los EEUU la importarían desde el Ecuador. Pero con subsidios y con TLC, ellos querían vendernos leche. Perdíamos”.
Todo lo contrario
Muy por el contrario de lo que opinan Jauri y Astori (de hecho, la pronosticada avalancha de TLCs sólo ha parido uno entre Chile y Perú), diría que detrás de la suspensión de las negociaciones de la Ronda de Doha surgen mensajes contradictorios pero interesantes, de todas maneras. El "tiempo indefinido" de dicha suspensión permite la opción de rediscutir los alcances de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y, por lo tanto, del comercio internacional. En definitiva, con la demora en la Ronda de Doha se mantienen las normativas del mercado mundial en las que los países más ricos siguen imponiendo condiciones a los más pobres. Esta realidad no hace más que recordarnos que en el mundo, más allá de los discursos, no existe libre comercio. Lo que hay es un mercado regulado por los países más poderosos. En este escenario, los "temas del desarrollo", tratados en la Ronda de Doha, resultan una broma de mal gusto. Y por esas mismas razones no hay por que esperar que los ricos del mundo estén dispuestos a hacer algunas concesiones a los empobrecidos. El nuevo fracaso de la Ronda de Doha no debe condenar a los pueblos a la inacción, o peor aún, a la opción presentada casi como inevitable por Astori y Jauri de salir a abrasarse a los TLC. Muy por el contrario, debe ser una oportunidad para -desde el mundo subdesarrollado- levantar respuestas propias con el fin de construir una agenda alternativa. Hoy más que nunca lo que debe pasar a ser prioridad de la agenda de nuestros países es la integración, para desde allí presionar por un esquema de comercio justo que contemple las demandas de los pueblos y no las presiones del capital financiero, que es a la postre el que se impone en la OMC. Es necesario, entonces, apurar y profundizar la largamente esperada integración de los países subdesarrollados.
En nuestra región, la tarea pasa por priorizar la unidad a partir de un proceso de convergencia de las políticas económicas y sociales, de la complementariedad de los aparatos productivos y de la solidaridad regional. Una integración diferente, autonómica, sustentada en bases económicas, sociales, políticas y culturales a partir de las diversas realidades ambientales. Una integración liberadora, como muy bien planteara el compañero Guillermo Chifflet en pasadas ediciones de Carta Popular (valga la retribución de elogios).
Jueves, 07 de Diciembre de 2006
Comentarios