CRONICA DE UN TREN EN MARCHA QUE POCOS QUIEREN ABORDAR - El TLC que no estaba en la agenda


Cuando las fuerzas progresistas representadas en el Frente Amplio asumen por primera vez en la historia el gobierno del Uruguay (en marzo del 2005) lo hacían acompañadas de un programa que abarcaba todos los aspectos de la vida nacional. Entre ellos, la inserción del país en la región y en el mundo. Por esta razón, muchos se han sorprendido por los caminos que ha adoptado el gobierno en el plano internacional. Para empezar, se aprobó la participación en las operaciones UNITAS, operación militar conjunta con Argentina, Brasil y Estados Unidos, a la que siempre se había opuesto cuando no era gobierno. Luego fueron el envío de tropas a Haití y la aprobación de un Tratado de Protección de Inversiones con los Estados Unidos, tratado que había sido aprobado por el gobierno anterior y que faltaba ser ratificado por el Parlamento. Pero lo que más ha llamado la atención y más oposición ha desatado, tanto en algunos sectores políticos del propio gobierno como en la central única de trabajadores (PIT-CNT), es la posible firma de un TLC con Estados Unidos. Y las razones para el asombro no son pocas.
El programa que votó la población
El programa que el Frente Amplio presentó en las elecciones del 2004 a los uruguayos, es pródigo en citas a favor de la integración regional y el MERCOSUR en particular. Allí se dice por ejemplo que: “La inserción del Uruguay en el MERCOSUR es parte del proceso de integración, entendiendo que es preciso reestructurar su funcionamiento, contenido y relacionamiento. Es nuestra necesidad, pero coincide con los proyectos estratégicos de desarrollo de los vecinos como Brasil y Argentina y otros países latinoamericanos que la vislumbran como única salida a su subdesarrollo. El EP-FA (Encuentro Progresista – Frente Amplio) entiende que la profundización y el fortalecimiento del MERCOSUR representa la estrategia más idónea para desarrollar una inserción internacional que contribuya a potenciar el desarrollo económico y las mejoras en el bienestar de la población”.
Y en cuanto al tema específico de un TLC con los EEUU, la posición del Frente Amplio no podría ser más clara. El programa lo expresa en el capítulo dedicado al ALCA, y dice textualmente: “…el ALCA no es desde luego un proyecto de integración, ni siquiera típicamente un acuerdo de libre comercio, sino un conjunto de normas relativas a inversiones, uso de la tierra, servicios y política industrial, que permiten el mantenimiento de los subsidios a la agricultura y que establece pocas reglas reales sobre el comercio. Se trata de un instrumento que dispone un espacio de libre circulación de capitales y de recursos norteamericanos, asegurando el “trato nacional” a los mismos en cada país integrante de la zona y que deriva al ámbito de la OMC la consideración y el tratamiento de las medidas proteccionistas que impuso Estados Unidos. Por lo tanto, rechazamos el actual proyecto ALCA y los eventuales acuerdos bilaterales de comercio con Estados Unidos concebidos en este marco, en tanto no resultan favorables a nuestros objetivos de consolidación de país productivo.
El TLC se introduce en la agenda
Ya en la primera semana de enero de 2006 el ministro de Economía Danilo Astori planteó la necesidad de estudiar la posibilidad de un TLC. En una entrevista con el semanario Búsqueda (5 de enero). Astori afirmó que “Uruguay tiene que comenzar a hacer esfuerzos para llegar a tener un tratado de libre comercio con Estados Unidos”. Agregó que el TLC “a Uruguay le vendría muy bien para diseñar una estrategia equilibrada en el mundo, que lo mantenga vinculado a la región pero que le abra posibilidades fuera de ella” y que “también le va a permitir a nuestro país incrementar las posibilidades de negociación en la región, en la que Argentina y Brasil han tomado actitudes bilaterales que dañan las posibilidades de los países pequeños”. Dijo también que la idea era negociar este año el TLC con Estados Unidos: “cuanto antes mejor”.
Y pocos días después el ministro de Industria Jorge Lepra, no dejó lugar a dudas sobre la decisión de negociar un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. Ratificó que lo anunciado por su par de Economía, Danilo Astori, no era una iniciativa suya sino una decisión del gobierno de Tabaré Vázquez. Estos anuncios no sólo desconcertaron a los uruguayos, sino que removieron las aguas del lado argentino. El diario LA NACION había informado que altas fuentes de la administración uruguaya señalaron que “el presidente uruguayo está decidido a apostar a ese camino para aumentar sus exportaciones y generar puestos de trabajo;…las bases para las negociaciones ya están echadas y estamos seguros de que habrá un acuerdo bilateral antes de que termine el período". La confusión argentina se veía reforzada además porque el canciller uruguayo Reinaldo Gargano había negado posteriormente la información difundida por el titular de Economía. El canciller había rechazado el anuncio de Astori al negar que Uruguay se encaminara a un tratado de libre comercio con la administración de George W. Bush. Y, en conversaciones con su colega argentino Jorge Taiana, el canciller intentó aflojar la tensión que se perfilaba como un nuevo conflicto con el gobierno de Néstor Kirchner, tras la controversia por la construcción de dos plantas de celulosa en Fray Bentos.
Mientras tanto, en Montevideo, toda la dirigencia política se quedó esperando el pronunciamiento del propio presidente Tabaré Vázquez sobre una cuestión tan delicada, pero este se encontraba de vacaciones.
Las idas y venidas del Presidente
A mitad del año 2005, Tabaré Vázquez habría pedido al ministro de Industria que hiciera gestiones ante la administración Bush, antes de que el jefe de Estado uruguayo hiciera una visita oficial a Washington. En esa instancia el ministro Lepra expresó ante las autoridades norteamericanas la voluntad del gobierno de Uruguay de negociar un acuerdo bilateral de libre comercio. Al regreso de aquel viaje, durante una parada en la ciudad de Cartagena de Indias, en Colombia, Vázquez fue consultado sobre la posibilidad de un acuerdo comercial bilateral con Estados Unidos y respondió que le parecía "muy bien" poder alcanzarlo, fundamentando su opinión en las cifras de exportaciones a ese destino. “Vamos a intentar tener más y mejor relación comercial con Estados Unidos", había asegurado Tabaré Vázquez en aquella oportunidad.
El viernes 4 de noviembre, durante la IV Cumbre de las Américas, celebrada en Mar del Plata, Vázquez -en su calidad de presidente pro témpore del Mercosur- expresó el rechazo de sus cuatro socios al ALCA, lo que todo el mundo valoró como un duro revés para Estados Unidos que intentaba reimpulsar su proyecto en esa reunión. No obstante, el presidente uruguayo fue el único que se reunió en privado con Bush, y el canciller Gargano firmó en esa ocasión el tratado de protección de inversiones.
El 16 de enero tuvo lugar la primera reunión del año del Consejo de Ministros, y en ese ámbito el presidente planteó que si bien el programa del Frente Amplio era muy claro en cuanto a la inserción internacional del país, ese texto había sido elaborado en 2003 y desde entonces la realidad había cambiado. Sostuvo que había que rediscutir esas definiciones y encargó al ministro de Educación y Cultura Jorge Brovetto que iniciara la discusión interna en el FA.
Sin embargo, pocos días después, el 23 de enero, al finalizar una reunión de la Mesa Política del FA, Brovetto sostuvo que la discusión sobre un TLC con Estados Unidos no estaba en la agenda del gobierno. El 6 de febrero, el tema volvía a la agenda, la Mesa Política del FA convocaba al Plenario Nacional para discutir, el 25 de marzo, la inserción internacional del país. Y cuatro días después, ante la Comisión Permanente del Poder Legislativo, el canciller Gargano volvió a reiterar que la firma de un TLC con Estados Unidos no estaba en la agenda del gobierno, agregando que no se trataba de un problema ideológico, sino de conveniencia.
El 11 de marzo, en Chile, Tabaré Vázquez se reunió con la Secretaria de Estado Condoleezza Rice y luego declaró que se estaba viendo la forma de ampliar el intercambio comercial con Estados Unidos, y tres días después, en Caracas, junto a Chávez, volvió a reiterar –esta vez en un tono muy firme y golpeando la mesa- que el tema no estaba en la agenda del gobierno: “Los países grandes siguen fijando cuotas, aranceles altos y subsidios a su producción. ¿Cómo vamos a firmar así unTLC? ¿Dónde está el libre comercio?”.
Luego vendría la reunión Bush-Vázquez, y la posterior conferencia de prensa del presidente uruguayo, en la que ahora si el TLC comenzó a “estar en la agenda”. Allí Tabaré Vázquez no descartó la firma de un TLC, sino que por el contrario afirmó que “el objetivo es alcanzar un acuerdo lo más amplio posible”.No obstante, inmediatamente después de estas declaraciones del presidente, la cancillería emitió un comunicado con declaraciones de Gargano, según el cual “mientras se mantengan los subsidios, el no libre acceso a los mercados y los altos aranceles, no estarán dadas las condiciones para la discusión de un tratado de libre comercio; como lo ha dicho el señor presidente de la República, este preciso tema no está en agenda”.
El TLC en marcha
Lo cierto es que las negociaciones en procura de la firma de un TLC entre Uruguay y Estados Unidos se pusieron en marcha. Y la instancia de Punta Cala fue tal vez la oficialización del tema. Allí fue donde Tabaré Vázquez expresó su ya famosa “parábola del tren” (que sólo pasa una vez). Las razones que llevaron al gobierno uruguayo a transitar por este camino, que expresamente habían rechazado antes de asumir, no están para nada claras Las explicaciones oficiales vienen por el lado de los defectos del MERCOSUR, pero sin embargo Uruguay no hizo demasiado mientras tuvo la presidencia protempore del mismo para impulsar las mejoras que indudablemente el bloque necesita. El otro eje ha sido la banalización del debate llevándolo a la discusión sobre el aumento de las exportaciones hacia EEUU, un hecho al que nadie en su sano juicio podría oponerse. Pero a medida que se conocen más detalles sobre las conversaciones, más difícil se le hace al gobierno hacerse el distraído. Por ejemplo, se supo que lo que Estados Unidos pretende es un TLC como el que acaba de firmar con Perú, y al analizar dicho tratado surgen todos los elementos que son comunes en este tipo de acuerdos bilaterales..Un TLC de este tipo puede tener algunos efectos positivos para Uruguay, y algunos daños colaterales. Lo que sucede -al igual que con las guerras de Bush- es que esos daños pueden llegar a ser tan importantes que los beneficios sean ridículos a la hora de comparar. Esos daños se darían en tres niveles: a nivel de la inserción regional, a nivel nacional, y a la interna de la fuerza política en el gobierno.
Daños a la inserción regional
En este punto, conviene tener en cuenta lo dicho en forma nada casual por Luis Moniz Bandeira (especialista en relaciones internacionales de Brasil), en cuanto a que “…los acuerdos bilaterales pueden ser firmados con todas las potencias, siempre que no perjudiquen las normas del acuerdo regional…Optar por un acuerdo con Estados Unidos, abandonando el Mercosur…es una traición a sus ideales de integración regional y de resistencia a la hegemonía del Imperio”. Y en fecha más reciente, el propio Tabaré Vázquez viajó a Brasil para hacer el planteo directamente a Lula, declarando a su regreso que el presidente brasileño había recibido el planteo uruguayo con “gran flexibilidad”. Sin embargo, esta “gran flexibilidad” se redujo notablemente cuando se conoció que Lula le habría señalado a su colega los límites que tendrá Uruguay si pretende explorar un eventual acuerdo bilateral con Estados Unidos: “no es posible perforar la espina dorsal del bloque regional, es decir, la unión aduanera que se define por el arancel externo común”. Esto, de hecho, inhibe la posibilidad de un tratado de libre comercio. Por otra parte, el canciller Celso Amorío horas antes de la reunión de los presidentes había sido aún más contundente: “Nosotros somos muy respetuosos de la decisión soberana de otros países. Pero creemos que hoy en día, para ser miembro pleno del MERCOSUR es preciso ser parte de la unión aduanera”. Del lado argentino no se debe esperar nada diferente, máxime teniendo en cuenta el estado de las relaciones con Uruguay por el tema de las plantas de celulosa. El propio canciller Jorge Taiana fue también muy categórico; “queremos que a nuestro socio del MERCOSUR le vaya bien. Todo lo que haga un país para mejorar sus cosas le damos la bienvenida. En este caso, somos flexibles, pero en la medida en que no se afecte al MERCOSUR. Tenemos una actitud positiva, pero primero veamos de que se trata”. Y por el lado de Venezuela ya sabemos que abandonó el CAN por un problema similar (la diferencia es que en este caso los que tendrían que retirarse serían los uruguayos). Lo que es indudable, es que no será lo mismo si Uruguay pierde su inserción en la región por causa de un TLC que si no la pierde. En un mercado mundial que se maneja cada vez más en bloques, ¿qué destino puede tener un país pequeño como Uruguay?. Sin ninguna duda, salir del MERCOSUR significaría una marcha atrás en la inserción internacional del país. Sin olvidar además que el interés de Estados Unidos está justamente en romper el MERCOSUR. A la Unión Europea, en cambio, le interesa un MERCOSUR fuerte, como contrapeso de los EEUU. A la UE le interesa negociar con bloques, más que con países. Tal como lo expresara el secretario general del Partido Comunista, Eduardo Lorier, el Uruguay se transformaría en el Caballo de Troya que introduciría Estados Unidos en el MERCOSUR.
Daños a la economía del país
Ya se tienen los resultados de la Comisión Interministerial para Asuntos de Comercio Exterior (CIACEX), y sus conclusiones no difieren en casi nada de las que los grupos opositores han podido extraer del análisis de otros TLCs. Las ganancias potenciales se vinculan con un acceso libre y permanente para las exportaciones de bienes, particularmente los que actualmente ingresan al mercado de EEUU (sin TLC), o que ingresaron fluidamente en un pasado cercano. Los sectores que se beneficiarían serían el cárnico, el de lácteos, el de alimentos preparados y el textil. En tanto que los más perjudicados serían los de frutas y hortalizas, cereales, azúcar (sector que se está actualmente tratando de reflotar), automotores, productos farmacéuticos, plásticos y algunos productos agroindustriales. Pero a esto habría que sumarle las demandas seguras de EEUU en cuanto al acceso a mercados en sectores donde actualmente existen monopolios u otro tipo de restricciones en Uruguay (por ejemplo combustibles y telecomunicaciones). También habría que agregar que Uruguay no podría mantener ningún sistema de preferencias en cuanto a las compras gubernamentales, y todo el tema de propiedad intelectual, que implicaría la extensión de plazos en el área de las patentes, así como la incorporación de nuevas materias patentables y protección de productos farmacéuticos y agroquímicos. Esto se destaca en el informe de la CIACEX en el sentido que causaría “mayores dificultades que las actuales para el acceso a medicamentos tanto de la población en general como del sistema de salud en particular, encareciendo sustantivamente sus costos”. Un pequeño “daño colateral” que perjudicaría fundamentalmente a la población de más bajos recursos.
A la interna del Frente Amplio
Nadie puede pensar seriamente que se puede pasar olímpicamente por encima de las resoluciones orgánicas de la fuerza política, y además hacerlo en reiteración real (recordar Tratado de Protección de Inversiones, envío de tropas a Haití, maniobras UNITAS, etc) sin que ello tenga mayores consecuencias y sin que ello provoque heridas profundas en el Frente Amplio. Nos atrevemos a decir que incluso las consecuencias negativas serían sobre todo el sistema político en su conjunto, porque este tipo de asuntos afectan a la credibilidad de la política. Vale la pena recordar lo sucedido con el anterior gobierno. Cuando Jorge Batlle dijo durante su campaña electoral que no se debían poner más impuestos, y cuando estuvo en el gobierno hizo exactamente lo contrario -aumentó los impuestos que ya había y creó al menos 11 nuevos-, la gente perdió su confianza en ese gobierno. Lo mismo podríamos decir de su vicepresidente, que prometió que si votaban a los colorados lo hicieran con confianza porque ellos no iban a devaluar. Esto afecta a la credibilidad, y la ciudadanía uruguaya apostó a que un gobierno de izquierda sería diferente, en el que las promesas se cumplirían, y apostaban a que por lo menos no harían exactamente lo contrario como sucedía con los gobiernos anteriores. Tanto es así que entre las propuestas que presentaba el Frente Amplio a la ciudadanía estaba la de impulsar la creación del Consejo Ciudadano de Seguimiento de los Compromisos de Gobierno. El propio Tabaré Vázquez lo expresaba en el cierre del Congreso del 2004: “Esta instancia ya existe en otros países: se trata de un organismo de carácter independiente, honorario y consultivo integrado por un conjunto de ciudadanos (la mitad por designación en función de su ecuanimidad y relevancia en distintas áreas de la vida nacional y la otra mitad por sorteo entre los inscriptos del padrón electoral) que se reúne anualmente para analizar el avance del gobierno en el cumplimiento de los compromisos asumidos en la etapa electoral. En caso de desempeñar la responsabilidad del gobierno nacional nosotros queremos que la ciudadanía evalúe nuestra gestión, que nos indique si vamos mal, si vamos bien, si tenemos que ir mejor, etc. Por eso, adaptando sus características a la realidad uruguaya, promoveremos la creación de este Consejo Ciudadano para el Seguimiento de los Compromisos de Gobierno. Porque los cambios, para ser genuinos y duraderos, han de tener sustento político y sustento social”. Lamentablemente, el gobierno uruguayo está transitando por un camino diferente. Tan diferente, que la firma de un TLC sería impresentable ante ese Consejo (que aún es una promesa incumplida).
El tren se detiene
Si bien entre los empresarios y los partidos tradicionales está muy claro el apoyo a la firma de un TLC, entre los frenteamplistas la cosa es muy distinta. Al frente del rechazo se encuentran el Partido Comunista (PCU), el Partido Socialista (PS), el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), el Movimiento de Participación Popular (MPP) y el Movimiento 26 de Marzo (26M) Sin embargo, y a pesar de que comparten muchas de las posturas del PCU, no todos están dispuestos a una oposición frontal y a manifestarse por medio de movilizaciones. Algunos analistas entienden que muchos de los sectores del FA perciben que el presidente está decidido a firmar un TLC, y evitan una postura abiertamente opositora que podría llevar a una crisis en el gobierno. Sin embargo, cuando es la gente la que empuja desde abajo, estas posiciones tienden a aclararse y a hacerse más nítidas. Ya no son muchos los que pueden hacer la plancha cuando el PIT-CNT se pone a trabajar en contra de un TLC y junto a FUCVAM, a los jubilados de la ONAJPU, a los estudiantes de la FEUU y personalidades independientes conforman la Comisión Nacional de Defensa de la Soberanía. Este tren, que va en sentido contrario al otro, ya se puso en marcha, y en sus vagones lleva sobre todo información. Y cuando la gente se informa y discute, todo comienza a cambiar.
Por lo pronto, ya el ministro de Educación y Cultura, y presidente del Frente Amplio –Jorge Brovetto- declaró en La Habana, en plena reunión de Países No Alineados, que Uruguay de ninguna manera firmará un TLC con Estados Unidos. Esto tanto puede significar que el gobierno se bajó del “tren”, como una parada a efectos de cargar combustible. Nunca se sabe.


Domingo, 24 de Septiembre de 2006

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