SER O NO SER (de izquierda) ESA ES LA CUESTION


En las décadas del 60, 70, y hasta en parte de los ochenta, la cosa era más fácil. La propia Guerra Fría generaba una izquierda “tercermundista” y latinoamericana que no sólo por razones ideológicas sino hasta por un tema de identidad y de supervivencia era necesariamente antiimperialista. Por estar contra el sistema, ser de izquierda era también, necesariamente, ser anticapitalista, aunque ello no significara la misma utopía. Trotskistas, maoístas, pro soviéticos, castristas, guevaristas, nos disputábamos el campo del socialismo y el comunismo, pero además se ubicaban en el campo de la izquierda otros sectores, incluso de inspiración socialdemócrata.
El capitalismo se percibía como el origen de todos los males sufridos por nuestros pueblos, y la injusticia no era otra cosa que el resultado de la explotación y la imposición de los intereses de una minoría sobre la mayoría. Ser de izquierda era entonces oponerse al orden existente, y para lograr una sociedad justa y democrática había que luchar contra la dominación y la explotación, porque percibíamos que en el marco del capitalismo eran inviables hasta los Derechos Humanos básicos conquistados por la burguesía como clase revolucionaria. En este sentido, la burguesía era considerada como traidora a sus propios valores y principios, en la medida que su motivación central pasaba a ser la aspiración de obtener una creciente ganancia.
¿EL MUNDO HA CAMBIADO?
Para algunos, la línea demarcatoria entre izquierda y derecha se ha borrado y la distinción se ha tornado inútil, en la medida que los esfuerzos en la sociedad civil deberían estar orientados a encarar los problemas del medio ambiente, la pobreza, la defensa de los derechos humanos y la seguridad ciudadana, así como la consolidación de la democracia, que en la mayoría de los casos pasaría por un fortalecimiento de las instituciones. En esta nueva cosmovisión de los conflictos, las clases sociales tienden a desempeñar un papel poco relevante, y el capital ya no es el centro en torno al cual se deslindan las posiciones de izquierda. De esta forma, el movimiento progresista mundial (que se congrega por ejemplo en el Foro Social Mundial) encuentra dificultades para encontrar criterios de unidad o para alianzas entre movimientos diversos (ecologistas, feministas, defensores de los derechos humanos, diversidad sexual, racial y cultural), corriendo el riesgo de la dispersión.
Sin embargo, el fin de la Guerra Fría lo que trajo fue una hegemonía excluyente de los Estados Unidos, impuesta generalmente a base de guerras y de chantaje económico. Los conflictos de EEUU con la Unión Europea y Japón, y su menor capacidad para seguir siendo el motor de la economía mundial; las disputas entre estos y las potencias emergentes (especialmente China y Rusia), son expresiones de las dificultades del capitalismo para su reproducción. El excedente insuficiente para las expectativas de ganancia de las trasnacionales determina que el mundo se estreche como mercado. Por un lado porque la demanda se concentra por la distribución regresiva del ingreso (ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres), y por otro porque la degradación del medio ambiente compromete la disponibilidad de recursos para producción y reproducción del sistema.
Es decir que si observamos atentamente la mayor complejidad del mundo actual, lo que sobresale es la forma en que el capital pretende resolver la contradicción entre su necesidad de extraer mayores cantidades de excedentes y los mecanismos de acumulación existentes. Esta es la fuente de los conflictos sociales, políticos y ecológicos de la actualidad. El poder económico pretende resolver el problema concentrando la mayor porción posible de reservas de recursos y de acceso a los mercados, y si hay resistencias éstas deben ser arrasadas. No hay tiempo para seducción ni para amplios consensos, y si es necesario se arrasa con el orden jurídico internacional, contando además con el concurso de los organismos multilaterales, al servicio exclusivo del capital trasnacional.
¿COMO NOS UBICAMOS?
En ese marco, ¿se pueden defender los derechos humanos, las libertades individuales, la soberanía, la relación entre estados basada en el principio de la igualdad y el respeto mutuo, el medio ambiente, los derechos de las “minorías” y todos los demás etcéteras, haciendo caso omiso de las implicancias que tiene la hegemonía del capital para el ejercicio pleno de tales derechos?
Dicho de otro modo: Si ser de izquierda consiste (como antes) en adoptar una postura a favor de la democracia, la libertad y la justicia, y en consecuencia contraria a la injusticia y la dominación, esa determinación no puede soslayar la fuente de los problemas que aquejan a la humanidad y al planeta. Es decir, ¿se puede ser de izquierda sin cuestionar este orden imperante? ¿se puede luchar por la justicia, la democracia y la libertad sin posicionarse claramente frente a los factores que generan la desigualdad, la miseria, la inequidad? Creemos que la construcción de una alternativa democrática y liberadora requiere, como mínimo, comprometerse con tales propósitos. Y es en ese sentido que nuestra lucha es por lograr que nuestro gobierno sea realmente nacional, popular y democrático (de izquierda). Porque aún valorando lo positivo que se ha hecho en estos dos años de gobierno, nos preocupan algunos elementos que indican tendencias no del todo claras (por decirlo de una manera suave), y no solo en el ámbito económico, que es en el cual nuestras discrepancias son mas notorias.
DERECHOS HUMANOS
Es ocioso decir todo lo que valoramos los avances indudables en materia de derechos humanos. Pero no seríamos honestos si no marcáramos algunos hechos que nos preocupan seriamente. Un gobierno de izquierda no puede incurrir en el error que significa presentar la ley de reparación elaborada por García Pintos, un fascista de primera línea. Una ley que ni siquiera se le ocurrió a este sujeto presentarla cuando ellos eran gobierno, y que llega al Parlamento por vez primera con un gobierno del Frente Amplio. Estamos además muy retrasados con respecto a los demás países de América Latina en relación con el tema derechos humanos, aún con países que ni siquiera tienen nuestra trayectoria democrática. Tenemos más de 200 desaparecidos, y han pasado más de 20 años del fin de la dictadura. No parece ser el momento de ninguna reconciliación. Primero que nada porque como bien dice Constanza Moreira “ninguna sociedad se reconcilia con sus horrores, sino que reconoce sus horrores, los recuerda y son irreparables”, pero porque además no ha habido una depuración de las Fuerzas Armadas, y los comandantes siguen defendiendo como si tal cosa el terrorismo de Estado. Nada bien le hacen al nunca más (en el sentido que siempre le dimos, el de nunca más terrorismo de Estado) los discursos de Rosales (y el silencio oficial al respecto), ni la ley de reparación de García Pintos, ni un 19 de junio como día del nunca más, ni el mantenimiento de la ley de impunidad que nos sigue avergonzando cada vez que sale un informe de Amnistía Internacional o de las Naciones Unidas. Estas cosas también hieren la sensibilidad de alguien de izquierda.
LO INTERNACIONAL
Ser de izquierda seguramente debe ser bregar por la unidad latinoamericana. Siempre luchamos por ello y lo pregonamos, aún cuando los gobiernos de los países hermanos no eran afines a las políticas de izquierda. Porque antes que nada pregonábamos la unidad de los pueblos. Pero la coyuntura actual es inmejorable para una unidad de pueblos y gobiernos en torno a un programa de cambios que nos permita terminar con la dependencia del imperialismo y crear las bases de una verdadera integración latinoamericana. Y entonces nos preocupa la tendencia manifiesta de nuestro gobierno a acercarse fundamentalmente a los Estados Unidos (Tratados de Protección de Inversiones, TLC, TIFA), y a menospreciar todo lo que tenga que ver con lo que expresamos anteriormente. Pareciera que nada nos interesa el Banco del Sur, y que nuestra apuesta seguiría siendo por los organismos multilaterales de crédito al servicio del imperio. Nuestro presidente no concurrió a la asunción de Chávez, ni a la de Evo, Ni a la de Ortega, ni a la de Correa, ni a la cumbre energética de isla Margarita, ni a otras cumbres, y cuando lo hacemos (como en Mar del Plata) y en esa instancia se rechaza el ALCA por parte de todos los países, nosotros nos reunimos aparte con Bush y firmamos un Tratado de Inversiones. Entristece ver que nuestro presidente aún no haya viajado a Cuba, al menos a expresarle personalmente a ese pueblo nuestro agradecimiento por su solidaridad en tantas y tantas circunstancias, como actualmente con la colaboración en la operación milagro.
LO ECONOMICO
Argentina, con un crecimiento del PBI del 9,5% anual, sustentado por más de tres años y con perspectivas de continuar, fue el único que rompió en nuestra región con la política neo-liberal, desarrollando un sistema cambiario y monetario que ayuda a las exportaciones, castiga a las importaciones y desarrolla un mercado interno de productos nacionales, que es fundamental para que exista una mejor distribución de la riqueza. El mercado interno, junto con el sistema cambiario, es la clave del éxito de su economía. Argentina viene de un 65% de índice de pobreza, es decir, dos de cada tres argentinos se habían convertidos en pobres. Hoy el índice bajó a menos de la mitad, con un 26%, y se proyecta en baja. Argentina rompió las inducidas formas nefastas neoliberales y sin cerrar fronteras y sin dejar de estar abierta al mundo, con su política económica propia, defendiendo el sector productivo, como su industria y el agro, salió adelante. Tiene una proyección futura, social y económica, interesantísima. En la práctica los sueldos no bajan de 350 dólares, siendo el costo de vida muy inferior al nuestro.
Mientras tanto, nuestro país –con su política económica continuista (cito al compañero Tabaré Vázquez)- ha aumentado significativamente las exportaciones, pero también el déficit, ya que las importaciones han crecido más. También ha aumentado nuestra deuda externa, a pesar de haber pagado por adelantado al FMI, y apenas hemos podido disminuir la pobreza en dos puntos y medio. La torta creció, pero los ingresos de los ciudadanos crecieron menos, lo que significa que la distribución ha sido negativa, que los que tienen más ahora reciben más que antes, y los que antes tenían menos, reciben menos también ahora. Esto no parece ser una política de izquierda. Y así como el compañero Astori dice: "Lo digo con humildad y firmeza, si el proyecto (de Rendición de Cuentas) se modifica se le haría daño al gobierno y al Frente Amplio", también decimos con humildad y firmeza que el daño al gobierno y al Frente Amplio se lo hacen quienes se apartan de su programa y de sus postulados históricos. Por eso seguiremos dando la batalla por los cambios.


12 de Junio de 2007

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