UN PASO MAS HACIA EL TLC
Cuando este ejemplar de Carta Popular esté en sus manos, estimado lector, nuestro gobierno habrá firmado (o estará por firmar) el famoso TIFA (Trade and Investment Framework Agreement). Y como sucede últimamente, nos enteramos oficialmente de su contenido cuando ya todo está cocinado. La Mesa Política Nacional del Frente Amplio se enteró este lunes de lo que seguramente será firmado en el día de hoy, si bien ya se conocían algunos aspectos trascendidos en la prensa. No es este, claro está, el camino que anunció el compañero Tabaré Vázquez cuando el evento de Punta Cala, en donde dijo claramente que: “Este tema no lo resuelve sólo una fuerza política, este tema lo resolvemos entre todos los uruguayos”. Como uruguayo no he tenido la oportunidad de participar en la discusión de este acuerdo con los Estados Unidos, y como integrante de la fuerza política en el gobierno, cada vez que he tenido oportunidad de expresarme y tomar resoluciones sobre este tema, lo he hecho en contra, como la mayoría del Frente Amplio (ver resoluciones del Congreso Héctor Rodríguez, del Plenario Nacional, de la Mesa Política). Por lo tanto, el rumbo que ha tomado el tema es muy diferente al anunciado por el gobierno y al resuelto por la fuerza política Frente Amplio. No voy a entrar en el tema específicamente político, cuyo tratamiento se dio en la Mesa Política Nacional el día miércoles por la mañana, cuestión que seguramente abordará el camarada Lorier en su editorial.
¿El TIFA es un TLC?
Lo primero que podemos señalar, es que ambos son acuerdos bilaterales de comercio, y que junto a los tratados de protección de inversiones, están en el centro de la estrategia estadounidense luego del bloqueo de las negociaciones de la Ronda de Doha de la OMC. La Agenda Comercial 2004 del Presidente y el Informe anual 2003 sobre el Programa de Acuerdos de Comercio (documento detallado sobre la estrategia de Estados Unidos en materia de comercio internacional) así lo señala. Allí se muestra claramente que los tratados de libre comercio no aparecen en forma aislada, sino que suelen ir precedidos por acuerdos bilaterales más rudimentarios que establecen las bases para un verdadero acuerdo de libre comercio. Esos acuerdos preliminares consisten en Tratados Bilaterales sobre Inversiones (TBI) y en Acuerdos Marco sobre Comercio e Inversiones (TIFA, por sus siglas en inglés). El informe citado precisa que “estos convenios a la medida pueden servir para resolver problemas ligados al comercio y a las inversiones, mejorar la situación en sectores como los derechos de propiedad intelectual y las tarifas arancelarias, así como para establecer las bases de un eventual tratado de libre comercio”. El informe, que es del 2003, señalaba que en ese momento Estados Unidos contaba con 24 tratados de libre comercio (TLC), cuyas negociaciones estaban ya finalizadas, en curso o anunciadas. Tenía 45 tratados bilaterales sobre inversiones (TBI) ya firmados o en vías de elaboración, y 52 acuerdos marco sobre comercio e inversiones (TIFA) ya suscritos, alcanzando un total de 121 negociaciones comerciales con unos 90 países.
En resumen, podríamos concluir que, si bien no son lo mismo, son piezas del mismo rompecabezas. En el caso concreto de nuestro país, ya firmamos uno de los acuerdos, el de inversiones, al inicio de este gobierno. Por lo tanto, la firma del TIFA viene a ser el segundo paso rumbo al TLC. Para que el TIFA culmine en un TLC, se requiere primero que nada la voluntad de los países involucrados para que ello suceda, y luego las consiguientes negociaciones. La voluntad de los Estados Unidos es más que manifiesta, y al menos la de algunos de nuestros ministros también, así como la de ciertos sectores dentro del FA. Nuestro ministro de economía no ha perdido oportunidad de decirlo, aunque ello valla en contra de todas las resoluciones de la fuerza política que integra y que lo llevó al puesto que ocupa. En el mismo sentido se han manifestado los ministros Lepra y Lescano. Que esto es una manifiesta incongruencia con nuestro programa de gobierno nadie lo puede negar. Porque nuestro programa dice: “…rechazamos el actual proyecto ALCA y los eventuales acuerdos bilaterales de comercio con Estados Unidos concebidos en este marco”; y como señalamos más arriba, el TIFA es un acuerdo bilateral de comercio con Estados Unidos. No se si se precisa echarle agua.
Todos los caminos conducen a un TLC
Existe un marco legal dentro del cual los países pueden otorgarse mutuamente preferencias comerciales en bienes y servicios, para que sean consideradas una excepción al principio de la nación más favorecida, en concordancia con las disposiciones de la OMC. Estas excepciones, adquieren la forma de Zonas de Libre Comercio o Uniones Aduaneras o en su acepción más conocida: TLC. En teoría, existen otras opciones, aunque mucho menos viables, ya que, o bien requieren la aprobación de las ¾ partes de los miembros de la OMC, o son decisiones unilaterales de los países desarrollados. Los requisitos de la OMC para establecer una Zona de Libre Comercio (liberalización de aproximadamente un 90% del comercio entre las partes) están referidas al comercio de bienes y servicios solamente. Aunque eventualmente todos los temas que no sean bienes y servicios pueden ser incorporados por instrumentos separados. Como ya hemos dicho, el tema de las inversiones está resuelto en el TBI firmado en su momento.
El 28 de setiembre del año pasado, el compañero Tabaré explicó en conferencia de prensa las razones por las que se descartaba el TLC, y dijo que el instrumento que se manejaría a partir de ese momento sería el TIFA, y que el mecanismo sería el de la formación de una comisión “de alto nivel que explora capítulo por capítulo en el Comercio de Bienes, de acuerdo a la propuesta de cada país, los acuerdos que se pueden lograr. Y si se logran estos acuerdos bilaterales se firma entonces un tratado comercial que no es un Tratado de Libre Comercio”. Y luego agregaba: “Es decir, en un año estaríamos en condiciones de estar firmando un acuerdo comercial en el Capítulo de Bienes con los Estados Unidos”. Cuando un periodista le pregunta: ¿Este tipo de tratado deja de lado el tema de la propiedad intelectual y las patentes y el trato nacional?, la respuesta de Tabaré es: “Puede dejarlo absolutamente de lado”. Al parecer, si nos guiamos por el texto que presentó el lunes en la Mesa Política el ministro Astori, el acuerdo “no pudo” dejar absolutamente de lado esos temas. El programa de trabajo incluye entre otras cosas: obstáculos técnicos al comercio, derechos de propiedad intelectual, temas regulatorios que afectan las políticas comerciales y las inversiones, tecnología de la información y las comunicaciones y comercio electrónico, fortalecimiento de las capacidades comerciales y técnicas, comercio de servicios, compras del Estado, y otras áreas que el consejo decida (lo que sea). Es decir, un tratado que incluye todos los ítems y temas que figuran en el TLC que Estados Unidos tiene con Perú, y que nuestro presidente descartara tajantemente el 28 de setiembre, por considerar que: no era un camino de recibo, por dos razones: porque si estamos en una negociación el que se nos presente un único camino corta toda negociación; y en segundo lugar, porque entendíamos que este Tratado de Libre Comercio y por la vía rápida no nos permitía con tiempo, con seriedad, en profundidad, analizar los distintos temas para llegar a un acuerdo".
LO QUE SE VIENE
Tenemos entonces una estrategia comercial desarrollada por los Estados Unidos que se basa en tratados de protección de inversiones (TBI) y acuerdos marco (TIFA) que generalmente culminan en un tratado de libre comercio (TLC), como en el caso de Tailandia, cuyo modelo es el que se sigue en nuestro TIFA. Tenemos que nuestro país ya ha dado dos pasos importantísimos hacia el TLC (TBI y TIFA). Tenemos un sector del gobierno que a todas luces quiere un TLC con EEUU y trabaja firmemente para ello, aunque ello signifique poner en jaque una integración regional que avanza hacia niveles que ni podíamos soñar hace unos años. Tenemos que este sector no solo trabaja firmemente por un TLC, que lo hace aún sabiendo que el Mercosur no admitirá este tipo de acuerdo, y a pesar de que el Frente Amplio se ha expresado en reiteradas oportunidades en contra del acuerdo, por lo que cabe esperar que seguirá trabajando en el mismo sentido, y con energías dignas de mejores causas.
Por otro lado, tenemos las resoluciones ya señaladas del Frente Amplio, en las que se rechazan los acuerdos bilaterales con los Estados Unidos, por considerarlos incongruentes con el proyecto de país productivo. Tenemos a la Central de trabajadores, el PIT-CNT que se ha expresado en forma contundente en contra de un TLC con los Estados Unidos. Tenemos una Comisión Nacional de Defensa de la Soberanía, integrada entre otros por el PIT-CNT, FUCVAM, FEUU, ONAJPU, Redes, etc., que no solo se ha expresado en contra del TLC, sino que ha trabajado y lo sigue haciendo en todo el país en la tarea de informar a la ciudadanía sobre las consecuencias nefastas de este tipo de tratados. A estas fuerzas anti-TLC a nivel interno, hay que sumarle una coyuntura exterior cada días más adversa para los intereses de quienes bregan por llegar a este tratado. Porque no hay que olvidar que en Estados Unidos ganaron los demócratas las recientes elecciones legislativas, con la consiguiente pérdida de mayorías por parte de Bush, y es sabido que los demócratas son menos propensos a este tipo de tratados comerciales. Por otro lado, ya no corre la vía rápida, por lo que aún en el caso de que hubiera ambiente entre los demócratas para llegar a un acuerdo, esto sería a muy largo plazo. No hay que olvidar además que los negociadores estadounidenses están impedidos por ley (la llamada Bipartisan Trade Promotion Authority Act de 2002) de firmar un TLC que contenga reducciones tarifarias a productos agrícolas más allá de lo acordado en la Organización Mundial de Comercio. Y, como se sabe, la Ronda de Doha de la OMC acaba de fracasar por la negativa estadounidense a hacer concesiones en el área agrícola. Si no vamos a obtener reducciones tarifarias ni, menos aún, eliminación de los subsidios estadounidenses a su agricultura, toda la esperanza está cifrada en la ampliación de las cuotas, y eso ya no es un TLC. Y por último, tenemos que en nuestra América Latina se siguen generando más y más espacios progresistas, y que el Mercosur se agranda, y que ingresa también Bolivia, y tal vez Ecuador, por lo que el grupos de países del bloque que se opone a los TLC es cada vez más numeroso y que por tanto los sectores pro-TLC se encontrará cada vez más aislados.
Esto no significa que la batalla esté ganada de antemano. Lo que significa es que la pelea hay que darla. Que no estamos solos, pero que nada (como siempre) nos será regalado sin lucha. Simplemente se trata de tener todos los elementos sobre la mesa para evaluar las alianzas, la táctica y la estrategia. Lo demás es lucha y más lucha. Desde mi modesto punto de vista, este acuerdo no tiene mayor futuro, pero lastima profundamente por lo que significa la realidad de una fuerza política que alguna vez fue decididamente antiimperialista y que hoy, ante condiciones objetivas para la unidad latinoamericana como no se habían dado nunca en la historia, parece agarrar a contramano.
¿El TIFA es un TLC?
Lo primero que podemos señalar, es que ambos son acuerdos bilaterales de comercio, y que junto a los tratados de protección de inversiones, están en el centro de la estrategia estadounidense luego del bloqueo de las negociaciones de la Ronda de Doha de la OMC. La Agenda Comercial 2004 del Presidente y el Informe anual 2003 sobre el Programa de Acuerdos de Comercio (documento detallado sobre la estrategia de Estados Unidos en materia de comercio internacional) así lo señala. Allí se muestra claramente que los tratados de libre comercio no aparecen en forma aislada, sino que suelen ir precedidos por acuerdos bilaterales más rudimentarios que establecen las bases para un verdadero acuerdo de libre comercio. Esos acuerdos preliminares consisten en Tratados Bilaterales sobre Inversiones (TBI) y en Acuerdos Marco sobre Comercio e Inversiones (TIFA, por sus siglas en inglés). El informe citado precisa que “estos convenios a la medida pueden servir para resolver problemas ligados al comercio y a las inversiones, mejorar la situación en sectores como los derechos de propiedad intelectual y las tarifas arancelarias, así como para establecer las bases de un eventual tratado de libre comercio”. El informe, que es del 2003, señalaba que en ese momento Estados Unidos contaba con 24 tratados de libre comercio (TLC), cuyas negociaciones estaban ya finalizadas, en curso o anunciadas. Tenía 45 tratados bilaterales sobre inversiones (TBI) ya firmados o en vías de elaboración, y 52 acuerdos marco sobre comercio e inversiones (TIFA) ya suscritos, alcanzando un total de 121 negociaciones comerciales con unos 90 países.
En resumen, podríamos concluir que, si bien no son lo mismo, son piezas del mismo rompecabezas. En el caso concreto de nuestro país, ya firmamos uno de los acuerdos, el de inversiones, al inicio de este gobierno. Por lo tanto, la firma del TIFA viene a ser el segundo paso rumbo al TLC. Para que el TIFA culmine en un TLC, se requiere primero que nada la voluntad de los países involucrados para que ello suceda, y luego las consiguientes negociaciones. La voluntad de los Estados Unidos es más que manifiesta, y al menos la de algunos de nuestros ministros también, así como la de ciertos sectores dentro del FA. Nuestro ministro de economía no ha perdido oportunidad de decirlo, aunque ello valla en contra de todas las resoluciones de la fuerza política que integra y que lo llevó al puesto que ocupa. En el mismo sentido se han manifestado los ministros Lepra y Lescano. Que esto es una manifiesta incongruencia con nuestro programa de gobierno nadie lo puede negar. Porque nuestro programa dice: “…rechazamos el actual proyecto ALCA y los eventuales acuerdos bilaterales de comercio con Estados Unidos concebidos en este marco”; y como señalamos más arriba, el TIFA es un acuerdo bilateral de comercio con Estados Unidos. No se si se precisa echarle agua.
Todos los caminos conducen a un TLC
Existe un marco legal dentro del cual los países pueden otorgarse mutuamente preferencias comerciales en bienes y servicios, para que sean consideradas una excepción al principio de la nación más favorecida, en concordancia con las disposiciones de la OMC. Estas excepciones, adquieren la forma de Zonas de Libre Comercio o Uniones Aduaneras o en su acepción más conocida: TLC. En teoría, existen otras opciones, aunque mucho menos viables, ya que, o bien requieren la aprobación de las ¾ partes de los miembros de la OMC, o son decisiones unilaterales de los países desarrollados. Los requisitos de la OMC para establecer una Zona de Libre Comercio (liberalización de aproximadamente un 90% del comercio entre las partes) están referidas al comercio de bienes y servicios solamente. Aunque eventualmente todos los temas que no sean bienes y servicios pueden ser incorporados por instrumentos separados. Como ya hemos dicho, el tema de las inversiones está resuelto en el TBI firmado en su momento.
El 28 de setiembre del año pasado, el compañero Tabaré explicó en conferencia de prensa las razones por las que se descartaba el TLC, y dijo que el instrumento que se manejaría a partir de ese momento sería el TIFA, y que el mecanismo sería el de la formación de una comisión “de alto nivel que explora capítulo por capítulo en el Comercio de Bienes, de acuerdo a la propuesta de cada país, los acuerdos que se pueden lograr. Y si se logran estos acuerdos bilaterales se firma entonces un tratado comercial que no es un Tratado de Libre Comercio”. Y luego agregaba: “Es decir, en un año estaríamos en condiciones de estar firmando un acuerdo comercial en el Capítulo de Bienes con los Estados Unidos”. Cuando un periodista le pregunta: ¿Este tipo de tratado deja de lado el tema de la propiedad intelectual y las patentes y el trato nacional?, la respuesta de Tabaré es: “Puede dejarlo absolutamente de lado”. Al parecer, si nos guiamos por el texto que presentó el lunes en la Mesa Política el ministro Astori, el acuerdo “no pudo” dejar absolutamente de lado esos temas. El programa de trabajo incluye entre otras cosas: obstáculos técnicos al comercio, derechos de propiedad intelectual, temas regulatorios que afectan las políticas comerciales y las inversiones, tecnología de la información y las comunicaciones y comercio electrónico, fortalecimiento de las capacidades comerciales y técnicas, comercio de servicios, compras del Estado, y otras áreas que el consejo decida (lo que sea). Es decir, un tratado que incluye todos los ítems y temas que figuran en el TLC que Estados Unidos tiene con Perú, y que nuestro presidente descartara tajantemente el 28 de setiembre, por considerar que: no era un camino de recibo, por dos razones: porque si estamos en una negociación el que se nos presente un único camino corta toda negociación; y en segundo lugar, porque entendíamos que este Tratado de Libre Comercio y por la vía rápida no nos permitía con tiempo, con seriedad, en profundidad, analizar los distintos temas para llegar a un acuerdo".
LO QUE SE VIENE
Tenemos entonces una estrategia comercial desarrollada por los Estados Unidos que se basa en tratados de protección de inversiones (TBI) y acuerdos marco (TIFA) que generalmente culminan en un tratado de libre comercio (TLC), como en el caso de Tailandia, cuyo modelo es el que se sigue en nuestro TIFA. Tenemos que nuestro país ya ha dado dos pasos importantísimos hacia el TLC (TBI y TIFA). Tenemos un sector del gobierno que a todas luces quiere un TLC con EEUU y trabaja firmemente para ello, aunque ello signifique poner en jaque una integración regional que avanza hacia niveles que ni podíamos soñar hace unos años. Tenemos que este sector no solo trabaja firmemente por un TLC, que lo hace aún sabiendo que el Mercosur no admitirá este tipo de acuerdo, y a pesar de que el Frente Amplio se ha expresado en reiteradas oportunidades en contra del acuerdo, por lo que cabe esperar que seguirá trabajando en el mismo sentido, y con energías dignas de mejores causas.
Por otro lado, tenemos las resoluciones ya señaladas del Frente Amplio, en las que se rechazan los acuerdos bilaterales con los Estados Unidos, por considerarlos incongruentes con el proyecto de país productivo. Tenemos a la Central de trabajadores, el PIT-CNT que se ha expresado en forma contundente en contra de un TLC con los Estados Unidos. Tenemos una Comisión Nacional de Defensa de la Soberanía, integrada entre otros por el PIT-CNT, FUCVAM, FEUU, ONAJPU, Redes, etc., que no solo se ha expresado en contra del TLC, sino que ha trabajado y lo sigue haciendo en todo el país en la tarea de informar a la ciudadanía sobre las consecuencias nefastas de este tipo de tratados. A estas fuerzas anti-TLC a nivel interno, hay que sumarle una coyuntura exterior cada días más adversa para los intereses de quienes bregan por llegar a este tratado. Porque no hay que olvidar que en Estados Unidos ganaron los demócratas las recientes elecciones legislativas, con la consiguiente pérdida de mayorías por parte de Bush, y es sabido que los demócratas son menos propensos a este tipo de tratados comerciales. Por otro lado, ya no corre la vía rápida, por lo que aún en el caso de que hubiera ambiente entre los demócratas para llegar a un acuerdo, esto sería a muy largo plazo. No hay que olvidar además que los negociadores estadounidenses están impedidos por ley (la llamada Bipartisan Trade Promotion Authority Act de 2002) de firmar un TLC que contenga reducciones tarifarias a productos agrícolas más allá de lo acordado en la Organización Mundial de Comercio. Y, como se sabe, la Ronda de Doha de la OMC acaba de fracasar por la negativa estadounidense a hacer concesiones en el área agrícola. Si no vamos a obtener reducciones tarifarias ni, menos aún, eliminación de los subsidios estadounidenses a su agricultura, toda la esperanza está cifrada en la ampliación de las cuotas, y eso ya no es un TLC. Y por último, tenemos que en nuestra América Latina se siguen generando más y más espacios progresistas, y que el Mercosur se agranda, y que ingresa también Bolivia, y tal vez Ecuador, por lo que el grupos de países del bloque que se opone a los TLC es cada vez más numeroso y que por tanto los sectores pro-TLC se encontrará cada vez más aislados.
Esto no significa que la batalla esté ganada de antemano. Lo que significa es que la pelea hay que darla. Que no estamos solos, pero que nada (como siempre) nos será regalado sin lucha. Simplemente se trata de tener todos los elementos sobre la mesa para evaluar las alianzas, la táctica y la estrategia. Lo demás es lucha y más lucha. Desde mi modesto punto de vista, este acuerdo no tiene mayor futuro, pero lastima profundamente por lo que significa la realidad de una fuerza política que alguna vez fue decididamente antiimperialista y que hoy, ante condiciones objetivas para la unidad latinoamericana como no se habían dado nunca en la historia, parece agarrar a contramano.
Miércoles, 24 de Enero de 2007
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