LA REFORMA DEL BANCO CENTRAL (2ª Parte)
Carlos E. Delpiazzo es profesor de Derecho Administrativo en la Universidad de la República y en la Universidad de Montevideo. Pero tal vez usted, lector, lo recuerde por su pasaje por la Administración Pública durante la década del `80 y parte de los ’90, en donde se desempeñó como legislador, Ministro de Salud Pública, en forma interina como Ministro de Economía y Finanzas, y Defensa Nacional; y como Presidente de la Comisión Coordinadora de la Reforma del Estado de la Presidencia de la República. O tal vez lo recuerde por su oposición terminante a que la palabra “preservativo” apareciera en público en una campaña publicitaria de prevención del sida, haciendo honor a su pertenencia al Opus Dei
Y usted se preguntará que tiene que ver el Dr. Carlos E. Delpiazzo con la reforma del BCU. Pues aunque usted no lo crea, tiene mucho que ver, ya que este señor fue designado por el Gobierno uruguayo para redactar el proyecto de reforma de la Carta Orgánica del Banco Central del Uruguay. Es decir; el proyecto ni siquiera fue redactado por los técnicos (muchos y muy buenos) del gobierno o de nuestra fuerza política, sino que fue encargado a un estudio jurídico privado especializado en el asesoramiento a empresas nacionales y extranjeras. Por otra parte, el proyecto fue presentado al Parlamento sin que los legisladores frenteamplistas hubieran tenido oportunidad de una discusión previa. Y para colmo, la autonomía del BCU no está en el programa del Frente Amplio. Y no sólo no está, sino que como dice el compañero Couriel, “en la década del 90 la bancada del frente siempre votó negativo cuando se propuso esta autonomía”. No es un muy buen comienzo para este tema.
De que se trata
El proyecto contiene algunos elementos importantes a señalar. El primero de ellos, es el planteamiento de que los directores del Banco Central van a ser designados por 8 años. De esta forma, el partido político que gana las elecciones tiene ya designado al directorio del banco por el gobierno anterior y no lo puede cambiar. Directores que pasarían de tres a cinco, y que además se renovarían parcialmente de forma individual, como forma de desvincular el nombramiento del directorio del ciclo electoral, como lo expresa la propia exposición de motivos.
Además, el Banco Central tiene en sus manos la política monetaria, crediticia, cambiaria, y el nuevo poder Ejecutivo se puede encontrar con dificultades con el directorio de gobiernos anteriores, para fijar este tipo de medidas económicas. Una parte importantísima de la política económica, como es la política monetaria, se pone bajo el control de un directorio al que se pretende desvincular del ciclo electoral. Un país como el nuestro, continuamente inmerso en crisis, debería tener discrecionalidad en la política monetaria, cosa que normas como la proyectada impiden. Por eso partíamos, en nuestro artículo de la semana pasada, del análisis de la relación entre “macroeconomía y democracia”. Los ciudadanos cada cinco años escogen parlamentarios y un Poder Ejecutivo que instrumentarán una determinada línea económica. Pero una parte importante de esa línea económica, que es la política monetaria, se la pretende desligar del ciclo de decisiones de los ciudadanos
Otro de los elementos es que el proyecto de ley plantea que el BCU tiene que tener como fin primordial la estabilización de precios, y sucede que a veces la estabilización de precios se usa para la política cambiaria para bajar la inflación y puede generar problemas con las exportaciones, con el empleo o con la producción, como ya ocurrió con el tema de la Tablita en el 82 y en la década del 90 con el atraso cambiario.
Otro punto dudoso, es que el proyecto propone que en caso de que hubiera diferencias entre el BCU y Economía, y si el BCU lo cree necesario, se lo plantea al Senado. Esto podría llegar a generar una discusión de tal naturaleza que provocaría incertidumbre en la plaza financiera, lo que puede terminar en especulación y fuga de capitales.
¿Por qué desligar lo económico de lo político?
¿Cómo es posible que se plantee desligar la política monetaria de los ciclos políticos? Como decíamos en nuestro artículo anterior, la ciencia económica no es una ciencia exacta, es una ciencia social, y los objetivos y los instrumentos, si bien tienen un componente que es técnico, son el reflejo de una serie de valores, correlaciones de fuerzas históricas, proyectos sociales diferentes, etcétera., tiene un componente que es técnico siempre, pero hay corrientes, proyectos distintos. Suponer que hay un rumbo único para la política económica o para la política monetaria, y que los políticos, el ciclo electoral, los ciudadanos, la democracia lo están distorsionando es renunciar de antemano a la capacidad de decisión de la democracia y de los equipos técnicos responsables que lleva adelante el partido que accede al gobierno.
Sin dudas la independencia de los Bancos Centrales es una de las medidas predilectas del Consenso de Washington, y nunca falta entre las recomendaciones del FMI. A fines de 2006 Rodrigo Rato, Director Gerente del FMI, pronunció una conferencia sobre "La economía global y el papel del FMI", organizada por el Foro de Cádiz, y en ella hizo afirmaciones que no soportan el mínimo contraste con la realidad. Partiendo del hecho incuestionable del crecimiento de la economía mundial en las dos últimas décadas propone como medidas para prolongar este ciclo expansivo los "aciertos" del pasado que para Rato no son otros que el recetario neoliberal: control de la inflación, independencia de los Bancos Centrales a la hora de manejar los tipos de interés, y reducción del déficit público.
Indudablemente la economía mundial crece en torno al 5%, pero nada tiene que ver con el control de la inflación, que es su consecuencia y no su causa, ni con la independencia de los Bancos Centrales, que salvo la Unión Europea y en mucho menor medida EE. UU., que no han sido precisamente las locomotoras de este crecimiento, no existe ni en China ni en la India, ni en Rusia, ni en Brasil, que si son los artífices de este crecimiento; y ni hablar del control del déficit público, ya que si no hubiese sido por el descomunal déficit del 6,5% del PIB de EE. UU. así como el consumo desmedido que éste promovía, no se hubiese cerrado el ciclo de la actividad productiva. Entonces, ¿por qué la insistencia en sacar del ámbito político al BCU?
Hay que hacerlo porque….hay que hacerlo
Una de las características del neoliberalismo es el razonamiento perverso y circular. Sus principios hay que llevarlos a cabo porque hay que llevarlos a cabo, y el país que no lo asuma debe asumirlo porque, si no lo hace ahora, deberá hacerlo más tarde o más temprano. Así de simple. El neoliberalismo ha triunfado como estrategia capaz de recuperar el beneficio y la capacidad de gobernabilidad de los intereses económicos más poderosos, y ha fracasado a la hora de satisfacer las necesidades sociales. Pero su mayor triunfo ha sido evitar que la sociedad perciba esto último. Y en el tema que estamos tratando, los ciudadanos “saben” (porque se les ha hecho creer así) que quienes elaboran los presupuestos públicos son políticos y que quienes deciden sobre política monetaria son técnicos. Y como la economía es una especie de mecanismo de relojería, que no deben manipular más que quienes conocen bien sus difíciles entrañas, lo justo y deseable es, entonces, que la economía no esté en manos de políticos, sino de técnicos asépticos.
Uno de los ejes que han tenido las políticas conservadoras y neoliberales de los últimos años, y que han sido sus presupuestos fundamentales, es la regulación macroeconómica sobre tres grandes principios: el privilegio de la política monetaria, el establecimiento del control de la inflación como objetivo prioritario y la pretensión de que el equilibrio de las grandes magnitudes económicas constituye la referencia fundamental hacia la que deben orientarse todas las decisiones de los gobiernos.
La semana que viene veremos que estos son unos cuantos principios sin demasiada contrastación con la realidad (o de contrastación muy controvertida), y que más allá de la retórica neoliberal, el fondo de la cuestión es tan solo el intento de recobrar la tasa de beneficio del capital, aún a costa, precisamente, del equilibrio de la economía.
Y usted se preguntará que tiene que ver el Dr. Carlos E. Delpiazzo con la reforma del BCU. Pues aunque usted no lo crea, tiene mucho que ver, ya que este señor fue designado por el Gobierno uruguayo para redactar el proyecto de reforma de la Carta Orgánica del Banco Central del Uruguay. Es decir; el proyecto ni siquiera fue redactado por los técnicos (muchos y muy buenos) del gobierno o de nuestra fuerza política, sino que fue encargado a un estudio jurídico privado especializado en el asesoramiento a empresas nacionales y extranjeras. Por otra parte, el proyecto fue presentado al Parlamento sin que los legisladores frenteamplistas hubieran tenido oportunidad de una discusión previa. Y para colmo, la autonomía del BCU no está en el programa del Frente Amplio. Y no sólo no está, sino que como dice el compañero Couriel, “en la década del 90 la bancada del frente siempre votó negativo cuando se propuso esta autonomía”. No es un muy buen comienzo para este tema.
De que se trata
El proyecto contiene algunos elementos importantes a señalar. El primero de ellos, es el planteamiento de que los directores del Banco Central van a ser designados por 8 años. De esta forma, el partido político que gana las elecciones tiene ya designado al directorio del banco por el gobierno anterior y no lo puede cambiar. Directores que pasarían de tres a cinco, y que además se renovarían parcialmente de forma individual, como forma de desvincular el nombramiento del directorio del ciclo electoral, como lo expresa la propia exposición de motivos.
Además, el Banco Central tiene en sus manos la política monetaria, crediticia, cambiaria, y el nuevo poder Ejecutivo se puede encontrar con dificultades con el directorio de gobiernos anteriores, para fijar este tipo de medidas económicas. Una parte importantísima de la política económica, como es la política monetaria, se pone bajo el control de un directorio al que se pretende desvincular del ciclo electoral. Un país como el nuestro, continuamente inmerso en crisis, debería tener discrecionalidad en la política monetaria, cosa que normas como la proyectada impiden. Por eso partíamos, en nuestro artículo de la semana pasada, del análisis de la relación entre “macroeconomía y democracia”. Los ciudadanos cada cinco años escogen parlamentarios y un Poder Ejecutivo que instrumentarán una determinada línea económica. Pero una parte importante de esa línea económica, que es la política monetaria, se la pretende desligar del ciclo de decisiones de los ciudadanos
Otro de los elementos es que el proyecto de ley plantea que el BCU tiene que tener como fin primordial la estabilización de precios, y sucede que a veces la estabilización de precios se usa para la política cambiaria para bajar la inflación y puede generar problemas con las exportaciones, con el empleo o con la producción, como ya ocurrió con el tema de la Tablita en el 82 y en la década del 90 con el atraso cambiario.
Otro punto dudoso, es que el proyecto propone que en caso de que hubiera diferencias entre el BCU y Economía, y si el BCU lo cree necesario, se lo plantea al Senado. Esto podría llegar a generar una discusión de tal naturaleza que provocaría incertidumbre en la plaza financiera, lo que puede terminar en especulación y fuga de capitales.
¿Por qué desligar lo económico de lo político?
¿Cómo es posible que se plantee desligar la política monetaria de los ciclos políticos? Como decíamos en nuestro artículo anterior, la ciencia económica no es una ciencia exacta, es una ciencia social, y los objetivos y los instrumentos, si bien tienen un componente que es técnico, son el reflejo de una serie de valores, correlaciones de fuerzas históricas, proyectos sociales diferentes, etcétera., tiene un componente que es técnico siempre, pero hay corrientes, proyectos distintos. Suponer que hay un rumbo único para la política económica o para la política monetaria, y que los políticos, el ciclo electoral, los ciudadanos, la democracia lo están distorsionando es renunciar de antemano a la capacidad de decisión de la democracia y de los equipos técnicos responsables que lleva adelante el partido que accede al gobierno.
Sin dudas la independencia de los Bancos Centrales es una de las medidas predilectas del Consenso de Washington, y nunca falta entre las recomendaciones del FMI. A fines de 2006 Rodrigo Rato, Director Gerente del FMI, pronunció una conferencia sobre "La economía global y el papel del FMI", organizada por el Foro de Cádiz, y en ella hizo afirmaciones que no soportan el mínimo contraste con la realidad. Partiendo del hecho incuestionable del crecimiento de la economía mundial en las dos últimas décadas propone como medidas para prolongar este ciclo expansivo los "aciertos" del pasado que para Rato no son otros que el recetario neoliberal: control de la inflación, independencia de los Bancos Centrales a la hora de manejar los tipos de interés, y reducción del déficit público.
Indudablemente la economía mundial crece en torno al 5%, pero nada tiene que ver con el control de la inflación, que es su consecuencia y no su causa, ni con la independencia de los Bancos Centrales, que salvo la Unión Europea y en mucho menor medida EE. UU., que no han sido precisamente las locomotoras de este crecimiento, no existe ni en China ni en la India, ni en Rusia, ni en Brasil, que si son los artífices de este crecimiento; y ni hablar del control del déficit público, ya que si no hubiese sido por el descomunal déficit del 6,5% del PIB de EE. UU. así como el consumo desmedido que éste promovía, no se hubiese cerrado el ciclo de la actividad productiva. Entonces, ¿por qué la insistencia en sacar del ámbito político al BCU?
Hay que hacerlo porque….hay que hacerlo
Una de las características del neoliberalismo es el razonamiento perverso y circular. Sus principios hay que llevarlos a cabo porque hay que llevarlos a cabo, y el país que no lo asuma debe asumirlo porque, si no lo hace ahora, deberá hacerlo más tarde o más temprano. Así de simple. El neoliberalismo ha triunfado como estrategia capaz de recuperar el beneficio y la capacidad de gobernabilidad de los intereses económicos más poderosos, y ha fracasado a la hora de satisfacer las necesidades sociales. Pero su mayor triunfo ha sido evitar que la sociedad perciba esto último. Y en el tema que estamos tratando, los ciudadanos “saben” (porque se les ha hecho creer así) que quienes elaboran los presupuestos públicos son políticos y que quienes deciden sobre política monetaria son técnicos. Y como la economía es una especie de mecanismo de relojería, que no deben manipular más que quienes conocen bien sus difíciles entrañas, lo justo y deseable es, entonces, que la economía no esté en manos de políticos, sino de técnicos asépticos.
Uno de los ejes que han tenido las políticas conservadoras y neoliberales de los últimos años, y que han sido sus presupuestos fundamentales, es la regulación macroeconómica sobre tres grandes principios: el privilegio de la política monetaria, el establecimiento del control de la inflación como objetivo prioritario y la pretensión de que el equilibrio de las grandes magnitudes económicas constituye la referencia fundamental hacia la que deben orientarse todas las decisiones de los gobiernos.
La semana que viene veremos que estos son unos cuantos principios sin demasiada contrastación con la realidad (o de contrastación muy controvertida), y que más allá de la retórica neoliberal, el fondo de la cuestión es tan solo el intento de recobrar la tasa de beneficio del capital, aún a costa, precisamente, del equilibrio de la economía.
Lunes, 12 de Marzo de 2007
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