EL PROBLEMA DE LA DEUDA EXTERNA (1ª parte)


Creemos que este es un problema clave y que afecta nuestras vidas como tal vez no lo haga ningún otro, por lo que intentaremos explicar de una manera sencilla de que se trata.
Los países necesitan tener medios de pago internacionales (divisas) para enfrentar diversos tipos de obligaciones. Entre ellas: el pago de los insumos importados necesarios para sus industrias; el pago de la importación de artículos de consumo (alimentos, productos manufacturados, etc.); el pago de las regalías que se deben a empresas extranjeras por la utilización de patentes y marcas; el pago de intereses y amortizaciones de préstamos contraídos en el extranjero; la remisión al exterior de los beneficios obtenidos en el país por empresas extranjeras, etc. Para obtener esas divisas, los países esperan contar con diversas fuentes: en primer lugar, y fundamentalmente, el producto de sus exportaciones; otro recurso para obtener medios de pago es el ahorro interno, es decir el ahorro de los ciudadanos. También los ingresos del Estado a través de los impuestos y los beneficios de las empresas estatales, etc. Pero para que exista un monto apreciable de ahorro interno es necesario que la economía del país marche más o menos bien y que el nivel de ingresos de la población sea suficientemente alto, como para permitirle ahorrar. Puede también recurrirse a las reservas de divisas que tiene el país; y, si esas fuentes no son suficientes o no están disponibles el país recurre a nuevos préstamos en el exterior para cumplir con sus obligaciones internacionales.
Hasta aquí todo es normal o más o menos normal. Pero la realidad de los hechos ha escapado ampliamente a esta descripción más o menos teórica de la deuda externa y el planeta está hoy enfrentado a lo que se denomina "el problema de la deuda externa", especialmente el de la deuda externa de los países pobres o subdesarrollados.
¿COMO SE LLEGA A ESTA SITUACION?
Los orígenes se remontan a 1944, en la Conferencia Monetaria y Financiera de Bretton Woods, en la que se acordó la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF). Estas instituciones tenían como finalidad fomentar tipos de cambio estables, estimular el crecimiento del comercio mundial y facilitar la circulación internacional de capitales. Estados Unidos, en ese momento en la cumbre de su poderío económico como único gran beneficiario de la Segunda Guerra Mundial, impuso en Bretton Woods sus puntos de vista: un sistema de cambios fijos y la paridad establecida en relación con el oro o con el dólar de los Estados Unidos (artículo IV de los Estatutos del FMI, antes de la reforma de 1978). Y en lugar de un Banco o "Clearing House" internacional, impulsó un Fondo en el cual los países miembros depositan una suma (cuota), parte en oro y parte en moneda nacional. Cuando un país miembro se encuentra en dificultades financieras tiene derecho a recibir en diversas monedas una suma equivalente a su cuota en oro, sin condiciones. Para recibir una suma superior, debe ajustarse a las condiciones que le impone el Fondo en materia de política económica, monetaria y presupuestaria (Cartas de intención). Así es como en la práctica se institucionalizó el dólar como moneda internacional, obligando a todos los países a acumular reservas en dólares para hacer frente a las fluctuaciones de sus respectivas monedas, resultante del estado de su balance de pagos. Con este sistema, la Reserva Federal de los Estados Unidos no tiene necesidad de defender el dólar (un dólar siempre es un dólar) pues los Bancos Centrales de los otros países tienen que hacerlo para mantener la paridad de su moneda respecto del dólar. El sistema de Bretton Woods estableció pues un enorme privilegio a favor de los Estados Unidos en materia de pagos internacionales, que en los hechos, sirvió para que el resto del mundo financiara su déficit presupuestario.
En 1975 se abandona el sistema de tipo de cambio fijo (reforma del Art. IV del FMI, vigente desde 1978). Es decir, se abandonó un principio ordenador del sistema monetario (el sistema de cambios fijos) pero se mantuvo en los hechos al dólar como moneda internacional, de manera que todo el resto del mundo continuó subvencionando la economía de los Estados Unidos, pues los Bancos centrales de los otros países siguieron interviniendo para evitar la baja del dólar. Este es el sistema financiero -cuyas ideas centrales son la desregulación y la libre circulación de capitales- que acompañó un cambio profundo de la economía mundial a partir de la década del 70, momento que marca el fin del estado de bienestar.
EL AGOTAMIENTO DEL MODELO
El agotamiento del modelo del Estado de bienestar obedeció a varios factores. Entre ellos, cabe citar que la expansión económica iniciada con la reconstrucción de la posguerra (fomentada además por la emulación con la Unión Soviética en la Guerra Fría) encontró sus límites; el consumo de masas tendió a estancarse lo mismo que los beneficios de los empresarios y al mismo tiempo entraron en escena las innovaciones tecnológicas (robotización, microelectrónica, etc.). Se hizo necesario entonces incorporar la nueva tecnología a la industria para dar un nuevo impulso a la economía y eso requirió grandes inversiones de capital. Con la incorporación de las nuevas tecnologías la productividad aumentó enormemente, es decir que con el mismo trabajo humano la producción pasó a ser mucho mayor. Se abrieron entonces dos posibilidades:
O se incitaba el consumo de masa de los bienes tradicionales y de los nuevos bienes a escala planetaria con una política salarial expansiva, una política social al estilo del Estado de bienestar, se reducía la jornada de trabajo en función del aumento de la productividad para tender a una situación de pleno empleo y se reconocían precios internacionales equitativos a las materias primas y productos de los países pobres, o se tendía a aumentar los márgenes de beneficio manteniendo bajos los salarios, el nivel de ocupación y los precios de los productos de los países del Tercer Mundo.
Quienes detentan el poder económico y político a escala mundial eligieron esta última alternativa, con lo que se cerró la puerta a la posibilidad de aumentar significativamente la inversión productiva, aumentar así la producción en general y facilitar la colocación de ésta aumentando la capacidad adquisitiva global de los consumidores.
Esta opción tuvo como rasgo dominante acentuar las desigualdades sociales en el interior de cada país y en el plano internacional, con lo que creó una neta diferenciación en la oferta y demanda de bienes y servicios. La producción y oferta de bienes se orientó no a la gente en general sino a los llamados "clientes solventes". Fue así como la oferta de bienes de lujo aumentó enormemente y la oferta de nuevos productos como ordenadores y teléfonos móviles encontró una gran masa de clientes en los países ricos y muchos clientes en la primera periferia no demasiado pobre. Los bienes esenciales para la supervivencia (alimentos, salud, medicamentos) quedaron prácticamente fuera del alcance del sector más pobre de la población mundial. La idea de servicio público y de un derecho irrevocable a los bienes esenciales para vivir con un mínimo de dignidad, fue reemplazada por la afirmación de que todo debe estar sometido a las leyes del mercado.
DINERO A RAUDALES
Se optó entonces por ritmos de crecimiento económicos bajos, a causa de que un mercado relativamente estrecho imponía límites a la producción y surgió el fenómeno de las grandes masas de capitales ociosos (incluidos los petrodólares), ya que no podían ser invertidos productivamente. Y como para los dueños de dichos capitales no era concebible dejarlos arrinconados sin que se multiplicaran, el nuevo papel del capital financiero fue producir beneficios sin participar en el proceso productivo, a través de la especulación financiera, la especulación con divisas, con los llamados productos financieros derivados, con las tomas de participación de los fondos de pensiones y de los fondos de compañías de seguros en las industrias y en los servicios, etc. Es así como el papel tradicional de las finanzas al servicio de la economía, interviniendo en el proceso de producción y del consumo (con créditos, préstamos, etc.) quedó relegado por el nuevo papel del capital financiero. El dinero comenzó a reproducirse sin ayudar a crear valor. El capital encontró una manera de mantener una alta tasa de beneficios con un crecimiento económico lento y un mercado restringido, pese a las enormes posibilidades de expansión económica y bienestar social creadas por las nuevas tecnologías y los enormes capitales disponibles.


05 de Julio de 2007

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