POR EL PUEBLO DE HAITI


Haití llevó a cabo la única revolución de esclavos victoriosa de la historia. Apenas habían pasado dos años de la Revolución Francesa y su colonia más próspera se rebela, con Toussaint L’Ouverture a la cabeza. La rebelión fracasó y L’Ouverture terminó prisionero en Europa donde murió de frío en una cárcel de los Alpes. Pero la semilla estaba plantada, y Haití conquistó su independencia en 1804 luego de derrotar a las tropas francesas, inglesas y españolas, transformándose en la primera colonia que en América Latina obtenía su liberación. Mientras la esclavitud campeaba en Estados Unidos, en Cuba, o en Brasil, en Haití los negros se gobernaban a si mismos en forma soberana, y esta osadía no podía ser perdonada por los colonizadores. Destruido por las guerras, Haití no logró desarrollarse y fue anexionado por España hasta que una nueva rebelión le devolvió la independencia. En el siglo XX los Estados Unidos encargaron la custodia de la nueva colonia a la dinastía de los Duvalier que, apoyados en su Tonton Macoute, se perpetuaron en una dictadura que duró varias décadas.
La historia más reciente
Con el fin de la dinastía, accedió al gobierno el sacerdote Jean Bertrard Aristide, vinculado a la teología de la liberación, pero fue derrocado y se exilió en los Estados Unidos, que lo reciclaron y lo instalaron nuevamente en el poder, en un gobierno que privatizó las empresas públicas y persiguió opositores y terminó acusado de corrupción y de vínculos con el narcotráfico, para ser nuevamente derrocado, esta vez por una coalición militar franco-estadounidense. En opinión de Emir Sader (sociólogo brasileño) “cualquiera que sea el diagnóstico de la historia reciente de Haití, lo cierto es que, después de la catástrofe que significó para Haití la dictadura del clan Duvalier, el desastre más reciente, que ayuda a entender la grave situación en que se encuentra el país, fue el fracaso del gobierno de Aristide”.
La dictadura duvalierista fue derribada en 1986, y Aristide fue elegido en 1990. Apenas comenzado el gobierno (habían transcurrido 7 meses) fue derrocado por militares duvalieristas y se exilió en los Estados Unidos. Cuando regresa –reinstalado por el gobierno de Clinton- pasó a implementar una política económica de neto corte neoliberal, distanciándose del partido (Lavalas) que lo había elegido. Esto sin duda provocó que Aristide fuera perdiendo el control del país y que las movilizaciones populares en su contra fueran creciendo. Por otra parte, la falta de recursos externos fue llevando al país a un proceso de desintegración acelerada, sin servicios públicos, sin fuerzas de seguridad, con grupos populares armados por el propio Aristide pero también con grupos de ex-militares armados que cruzaban desde República Dominicana para atacarlo. Es en ese marco que los Estados Unidos y Francia se creen en el derecho de intervenir y derriban el gobierno de Aristide. Ahí comienza el periodo contemporáneo de Haití, con un presidente electo, René Preval, con grandes dificultades económicas y sociales, inestabilidad institucional y presencia de tropas extranjeras. Recordemos que a partir de allí, tropas de Brasil, Argentina, Chile, Bolivia y Uruguay, entre otras, sustituyeron las tropas invasoras, sin que ningún programa sustancial de reconstrucción del país haya sido llevado adelante hasta ahora, más allá del consenso general en cuanto a que la presencia de esas tropas fue la responsable de los avances en la situación de seguridad pública, por lo menos en los espacios centrales de Puerto Príncipe, hasta hace poco intransitables por los riesgos de seguridad.
Hoy en día
Hoy en día, el contraste más importante que se puede constatar en Haití, es el provocado por la presencia de los países latinoamericanos. Por un lado, tenemos que el grueso de las tropas de la MINUSTAH (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití) proviene de países como Brasil, que está al frente de la misión con sus 1.200 efectivos, Argentina con casi 600, Chile con 500 y nuestro país con 1.150, todos países que encuadran en lo que se ha denominado como progresismo en la región. Todos recordamos que cuando la población de Haití salió a las calles para protestar contra el escandaloso aumento de los precios de los alimentos, que en términos promedios se habían triplicado, y contra la presencia de las tropas de la MINUSTAH, la represión ordenada por los mandos de la misión provocó cinco muertos y decenas de heridos.
Por otro lado, tenemos que Venezuela y Cuba brindan ayuda al país hermano de una manera bien diferente. Venezuela, que comparte con Haití parte de su historia desde el siglo XIX, ya que fue gracias a la ayuda en armas, barcos y hombres provenientes de esta isla recién independizada que Simón Bolívar logró la independencia de su país, está brindando solidaridad de variadas formas. En primer lugar, el acuerdo petrolero similar al que tiene con Uruguay. Por este acuerdo, Haití tiene la posibilidad de importar el producto desde Venezuela pagando al contado el 60% de la factura, y el 40% restante en 20 años a una tasa de 1%. Esto permite la disponibilidad de capitales para invertir en proyectos sociales (educación, salud) y en construcción de infraestructuras. También en el área de la energía, Venezuela se ha comprometido en aumentar con por lo menos tres plantas la capacidad energética de Haití. Se trata de un aumento de 100 megavatios gracias a las plantas donadas, una de las cuales ya se está instalando en Gonaives. Y es bueno resaltar que además de la gasolina y del gasoil, Haití recibirá también de Venezuela, otros derivados que servirán a la construcción y al mantenimiento de múltiples carreteras a través el país.
Por otro lado, Cuba demuestra, como tantas otras veces en tantos países (incluido el nuestro) que la ayuda humanitaria puede hacerse a favor de los pueblos. Cuba apoya a Haití cooperando en agricultura y pesca, y mantiene ingenieros cubanos en la única planta haitiana que produce azúcar. Además, hay en Cuba 600 becarios haitianos estudiando en la universidad de Santiago. Pero lo más importante sin duda es la ayuda en lo que tiene que ver con la salud. Haití tiene unos dos mil médicos que en su gran mayoría se concentran en Puerto Príncipe. Cuba tiene en Haití desde hace más de cinco años a 400 médicos dispersos por todo el país, hasta en las regiones más inhóspitas. Según el presidente haitiano, los médicos cubanos “han atendido 8 millones de casos, más de 100 mil operaciones quirúrgicas, de ellas 50 mil de alto riesgo”. En las zonas que son atendidas por médicos cubanos la mortalidad infantil cayó de 80 a 28 mil nacidos vivos, estimándose en 100 mil las vidas que fueron salvadas por la ayuda cubana. Las expresiones del presidente Preval son claras: “el tipo de ayuda que necesitamos es como la de Cuba”, y además asegura que para los haitianos “después de Dios están los médicos cubanos”.
Por eso no entendemos cuando nuestro país no está presente en algunas cumbres presidenciales latinoamericanas, mientras mantiene una fuerte presencia militar en Haití. Y por eso firmamos la “Declaración por el Pueblo de Haití”, que entre otras cosas dice: “¿Cómo se logra la estabilización de Haití? El hermano pueblo haitiano necesita comida, asistencia médica, escuelas, alfabetización, trabajo, saneamiento, ayuda humanitaria de todo tipo. El hermano pueblo haitiano necesita de todo, menos soldados. Quienes firmamos esta Declaración planteamos el retiro inmediato de las tropas de la MINUSTAH, especialmente las tropas de nuestro país, Uruguay. Planteamos brindar toda la ayuda alimentaria, sanitaria, educativa, comercial, técnica y humanitaria. Planteamos respetar la autodeterminación del pueblo haitiano en sus decisiones soberanas. Planteamos terminar con todo tipo de represión en forma inmediata”


27 de Mayo de 2008

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