DISTRIBUIR LA RIQUEZA ES EL EJE DE LA CUESTION


“Aquellos que crean que la situación del país es floreciente, que la economía esta brillante, que con el crecimiento vamos a solucionar todo, que tenemos que seguir con los mismos lineamientos políticos que hace décadas se vienen desarrollando en el país saben a quien tiene que votar. Pero aquellos uruguayos que quieran cambiar -y es la enorme mayoría de los uruguayos que quieren cambiar- saben que el único cambio posible es votar al EP-FA-NM “(Tabaré Vázquez, Paysandú, 5/8/2004).


Antes que nada conviene aclarar dos términos que a veces se los quiere presentar como sinónimos y que no lo son. Crecimiento no es lo mismo que Desarrollo. El crecimiento económico -desde todo punto de vista necesario-, es sólo un indicador estadístico, objetivo y frío, mientras que el desarrollo social se alcanza sólo cuando toda la sociedad participa de los frutos del crecimiento. Por lo tanto, puede darse un alto crecimiento económico con un pobre desarrollo social. En este caso, el crecimiento es estéril ya que no mejora la calidad de vida de la población en general. El desarrollo implica necesariamente la justicia social. La justicia social es un requisito “sine quo non” para que pueda lograrse un desarrollo humano. El esquema neoliberal soslaya la justicia social y por lo mismo pone en entredicho la posibilidad de alcanzar un desarrollo humano. Como bien dijo el lunes Tabaré, “…el compromiso con el progreso como concepto que trasciende el crecimiento económico y abarca la equidad, la justicia social y las necesidades vitales, materiales e inmateriales de todos los uruguayos…”. De manera que para lograr el desarrollo, necesariamente se debe redistribuir la riqueza. La distribución de la riqueza es una necesidad para la sociedad, porque la injusta distribución de la riqueza afecta a toda la problemática del país, a las posibilidades de vivir de forma digna y al destino de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Porque revertir esta injusticia -que está en la base de todas las otras- es la única manera de salir en serio de la catástrofe social en que sumieron a nuestro país treinta años de neoliberalismo. Es también una exigencia para el Estado, porque abordar y hacer más justa la distribución es la única manera de efectivizar y fortalecer la democracia en nuestro país. Porque el crecimiento de la economía sólo tendrá valor para el proyecto de país productivo con justicia social, si tiene como contrapartida, base y horizonte el bienestar y los derechos de los hombres y mujeres de nuestro país y las condiciones de vida de las próximas generaciones. También el desarrollo en un sentido humano debería ser el horizonte para la integración regional, Porque es una oportunidad histórica para América Latina y sus pueblos, para revertir la desigualad que atraviesa el Continente y que se vio reforzada por los largos años de hegemonía neoliberal. Porque hasta ahora el MERCOSUR fue una herramienta en manos de los grupos dominantes y hoy existe la posibilidad, desde el estado y la sociedad, de construir una integración regional para la ciudadanía y con los derechos de todos como eje central. Asimismo debe ser un desafío para las organizaciones sociales, porque todas las problemáticas y propuestas que abordan las organizaciones sociales están atravesadas por la distribución de la riqueza, y ninguno de estos problemas tiene verdadera resolución sin abordar esta cuestión.
¿QUE ES LA RIQUEZA?
Muchas veces hablamos de la creación de riqueza y de su distribución, pero ¿qué es la riqueza? ¿es simplemente dinero? ¿los ingresos de patrones y obreros? ¿los dividendos que entregan las empresas a los accionistas? ¿los intereses de los dueños del capital y los especuladores? ¿se reduce a lo que se contabiliza como PBI? Es eso y mucho más. Es también los bienes y servicios que producen y proveen los trabajadores y los conocimientos acumulados durante siglos, los bienes privados y los bienes públicos, el bien común: la naturaleza (o lo que queda de ella), los espacios públicos (parques, calles, rutas y plazas públicas y el derecho de acceso a dichos servicios, el derecho a la salud, a la educación, a la cultura, a los seguros de desempleo y a la seguridad social, y también el derecho al trabajo. Y en ese sentido, estamos viviendo una etapa de desarrollo capitalista con una capacidad de generación de enorme riqueza, jamás vista, y al mismo tiempo la peor y más amplia exclusión social (*). En toda América Latina, pero también en los países desarrollados, en todo el mundo, el principal problema no es la extrema pobreza, esa es la consecuencia, el principal problema es la extrema concentración de la riqueza, su apropiación en unas cuantas manos. Dicho de otra manera, una de las dos principales causas (y no consecuencia) del subdesarrollo de América Latina, es la desigual distribución de la riqueza. De manera que con una distribución de la riqueza más justa, se genera más desarrollo.
DESARROLLAR EL MERCADO INTERNO
Los que sostienen que hay que cobrarles menos impuestos a las empresas para que estas inviertan, olvidan o soslayan algunos datos por demás interesantes. En América Latina los impuestos que pagan las empresas son mínimos, por ejemplo en Chile la tasa es de un 10 %, en cambio en España es de un 35 % y en los países del norte de Europa, como en Alemania, es de un 50 %. Si fueran ciertas las teorías de los neoliberales, los empresarios latinoamericanos, que se llevan mayores beneficios por sus inversiones, debieran invertir más y desarrollar más sus países que los europeos, y sin embargo esto no ocurre así. Parecería ser que en una economía capitalista la redistribución de la riqueza, genera las bases para un mayor desarrollo de la economía. Esto se debe a que, en términos Keynesianos, la demanda agregada es mayor y es precisamente ahí donde está el quid de la cuestión, a través de una población con mayor poder adquisitivo y además con una alta propensión al consumo. América Latina es el continente más injusto y donde hay peor distribución de la riqueza y Europa es el continente más justo en cuanto a la distribución de la riqueza. Lo cual genera un mercado importante, donde es rentable invertir a pesar de los altos impuestos, diría más, gracias a los altos impuestos. En cambio los países latinoamericanos no tienen mercados donde merezca la pena invertir por una muy baja demanda agregada, debido a los bajos impuestos y por tanto, mala distribución de la riqueza. Es decir que aumentar los ingresos de los más pobres genera un mercado interno que atrae la inversión. El más pobre tiene una propensión al consumo cercana al 100 % dado que todo lo que ingresa lo consume, por esto, mientras mayores sean los ingresos de los más pobres; mayor será la demanda agregada de la economía. Además esa demanda es en productos locales y no en importaciones, que es lo que consumen las elites adineradas. Con lo cual la redistribución de la riqueza además de generar un mercado más potente, equilibra la balanza de pagos. Y en este punto, hay que hacer referencia a que el déficit crónico de la balanza de pago se paga con deuda externa. Las elites de la sociedad latinoamericana, tienen una propensión al consumo de un porcentaje mucho menor que las clases populares y además consumen, como decíamos, más productos y servicios (como viajes al extranjero) que desequilibran la balanza de pagos. En cambio las clases populares consumen productos de primera necesidad, que en general son nacionales, por lo tanto en la medida que se le cobre impuestos a los más ricos para transferirlo a los más pobres, a través de educación, salud, infraestructuras y subsidios de desempleo, a la familia y otros; se genera un desarrollo del mercado a través de una mayor demanda agregada y encima con un mayor equilibrio de finanzas públicas y de balanza de pagos. Esto es lo que podríamos llamar un círculo virtuoso, dado que a mayor demanda agregada, mayores ventas de las empresas, que a su vez contratan más personal y pagan más impuestos, que a su vez hace aumentar nuevamente la demanda agregada y así sucesivamente, hasta el pleno empleo como ha ocurrido en Europa, donde a pesar de tener una taza de desempleo importante, pero subsidiada; la economía acoge cada vez más mano de obra inmigrante. En nuestros países, sucede lo contrario, hay un círculo vicioso, que expulsa cada vez más trabajadores (sobre todo calificados) y genera condiciones para conflictos, violencia política y delincuencia.

(*) El 2% de los adultos más ricos en el mundo posee más de la mitad de la riqueza global de los hogares, de acuerdo a un estudio publicado por el Instituto Mundial para la Investigación de Desarrollo Económico de la Universidad de las Naciones Unidas. La mitad más pobre de la población adulta del mundo sólo es dueña del 1% de la riqueza global.


06 de Junio de 2007

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