HACIA EL CONGRESO (3ª parte)


En nuestra nota de la pasada semana, terminábamos con la descripción que el documento de balance de la fuerza política hace del escenario político actual, y el mismo continúa así: “Ese escenario favorable, supone una enorme responsabilidad para el Frente Amplio. Representa la gran oportunidad de desarrollar la acción transformadora de nuestro gobierno, pero también y fundamentalmente de consolidar y desarrollar aún más el liderazgo político e ideológico del Frente Amplio en la sociedad uruguaya. Construir el consenso ciudadano y la plataforma social que soporte un proyecto de cambio sostenido, acumulativo, que marque una etapa de inflexión en la historia política uruguaya: un ciclo de sucesivos gobiernos del Frente Amplio, para profundizar las trasformaciones sociales, la construcción de un Uruguay desarrollado económica y socialmente”. Agregando a continuación: “Sin embargo, frente a esta gran oportunidad, el accionar de nuestra fuerza política, no cuenta con la vitalidad y la dinámica necesarias. Lejos de ello, el trabajo organizado de los frenteamplistas denota cierto decaimiento, nuestra capacidad de movilización y articulación con la sociedad aparece deprimida, el mensaje político se dispersa en énfasis sectoriales, la fuerza política pierde protagonismo”.
Estamos en un todo de acuerdo con el documento. Pero no entendemos como quienes elaboraron el mismo no encuentran una relación directa entre el decaimiento de nuestra fuerza política y la acción del gobierno. ¡¡Claro que estamos ante una coyuntura histórica invalorable!! Que el FA llegara a obtener el gobierno en una coyuntura histórica como esta, seguramente no estaba en los planes de nadie. El documento de balance agrega algo nada menor: “El FA accede al gobierno nacional y a ocho gobiernos departamentales, que en conjunto contienen al setenta y cinco por ciento de la población y la mayor parte del PIB nacional. A la vez obtiene la mayoría absoluta en el parlamento, como consecuencia de un profundo cambio operado en la sociedad uruguaya”. Y nosotros agregamos: con un mundo creciendo a niveles record en la historia, con nuevos y más amplios mercados, y con precios record de las materias primas que exportamos. Una América Latina que crece en conjunto, pero además girando a la izquierda e intentando llevar a cabo los sueños integracionistas de nuestros libertadores. Nadie podía esperar que el Mercosur fuera lo que es hoy, con nuevos países que se suman, con gobiernos progresistas y con pueblos empujando los cambios. Un imperialismo desacreditado ante las grandes masas y acorralado en todos los frentes. De manera que es verdad, ahora es el momento. Estamos en un momento excepcionalmente bueno en el país, en la región y en el mundo; la recaudación ha tenido un crecimiento espectacular; hemos hecho ahorros significativos en el gasto del Estado simplemente terminando con las corruptelas; según nos dice el equipo económico hemos ahorrado divisas también con el pago por adelantado de la deuda con el FMI; ya no perdemos con las inversiones de ANCAP en Argentina, y estamos ahorrando por la compra del petróleo a Venezuela. Entonces, la pregunta es: ¿no será que los avances de nuestro gobierno no están a tono con esas posibilidades de la coyuntura histórica? ¿No será que la militancia se desmoviliza porque no entiende por qué en un entorno latinoamericano antiimperialista y favorable a la integración, nuestro gobierno lo primero que hace es firmar un Tratado de Protección de Inversiones con los Estados Unidos y luego trabaja denodadamente por un TLC, aunque ello le provoque problemas con los hermanos del Mercosur? ¿No será que la militancia frenteamplista no entiende como es posible que en un entorno tan favorable económicamente y con un gobierno del FA quienes más ganen sean los grandes capitales y el sistema financiero? Esto no significa que no reconozcamos los avances del gobierno fundamentalmente en el combate a la pobreza y la indigencia. Pero en una coyuntura de estas características, nadie puede extrañarse que la militancia frenteamplista se niegue a salir a combatir a las calles empuñando un volante que festeja porque rebajamos el IVA del pollo (aunque el pollo suba). O que esa militancia festeje como si fuera un acto revolucionario y antioligárquico destinar 18 millones de dólares a la rebaja del boleto urbano, cuando eso significa en el bolsillo de un trabajador aproximadamente 80 pesos por mes, y cuando los empresarios, en cambio, acaban de ser beneficiados con la rebaja de impuestos por 64 millones de dólares con la reforma tributaria.
Lo que queremos significar, es que si ante una coyuntura histórica, tanto en lo internacional como en lo nacional, la fuerza política no es capaz de movilizar al pueblo en apoyo de su gobierno, las causas no hay que buscarlas en la fuerza política. Porque hay algo que si no lo tenemos claro no vamos a llegar a ninguna conclusión correcta: cuando el pueblo tiene un gobierno que lo interpreta a cabalidad, se moviliza solo, sin necesidad de que lo convoquen. Y ejemplos de ello no faltan, basta mirar hacia Cuba, Venezuela o Bolivia. Por lo tanto, las invocaciones que hace el documento respecto a “Sacudirnos, reaccionar cuanto antes y hacer los ajustes de enfoque y funcionamiento político,…” no deberían estar dirigidas exclusivamente a la estructura de la fuerza política (que sí necesita mejorar su funcionamiento).
Estamos de acuerdo en que el rol de la fuerza política, como plantea el documento, debe ser “controlar el cumplimiento de los grandes lineamientos, evaluar los resultados, generar objetivos y propuestas hacia el futuro, profundizar su rol de promoción de los principales logros del gobierno”, pero para eso es necesario que cuando la fuerza política controla el cumplimiento de los grandes lineamientos y evalúa los resultados y esta evaluación es crítica, sea tenida en cuenta. Y para promocionar los logros del gobierno el militante debe estar convencido de que vale la pena promocionarlos. Estos logros deben ser propios de una fuerza de izquierda, y no porcentajes o meras cifras macroeconómicas que nada dicen a doña María ni a don José. El documento señala como logros entre otras cosas: La reestructuración de la deuda y el mejoramiento de su relación con el PBI (pero olvida decir que la relación mejoró por el aumento del PBI, porque en realidad la deuda ha seguido aumentando); el aumento de nuestras reservas internacionales en mas de mil millones de dólares (pero sin embargo no hubo recursos para llegar al 4,5% para la educación en la Rendición de Cuentas); el aumento de las exportaciones a un valor record de millones de dólares (sin decir que esto se debe a la coyuntura internacional favorable y no a la política económica). Y no menciona que a pesar del crecimiento del PBI a niveles previos a la crisis del 2002, los ingresos de la población no han crecido de la misma manera, lo que indica que la torta crece pero se sigue distribuyendo en forma desigual. No desmerecemos los logros de nuestro gobierno, pero los militantes de izquierda siempre tuvimos claro que detrás de los números hay gente de carne y hueso que sufre y que son el motivo esencial de nuestra militancia. No consideramos una cosa menor que se haya reducido la pobreza del 31,9 al 24,3 % y el de indigencia del 3,9 al 1,4 % como señala el documento, pero nos duele que siga habiendo más de 700.000 pobres (10 estadios centenarios repletos) y 42.000 indigentes en un gobierno nuestro. Y más nos duele cuando eso se da en simultáneo con el pago por adelantado al FMI. Porque mientras se nos dan porcentajes como demostración de logros, nosotros convivimos con la gente que no consigue empleo, o con los que sobreviven con trabajos precarios, o somos los que estamos en contacto con los que se siguen yendo del país buscando un futuro mejor. Y nada dice el documento acerca de que si no hubiese sido por la lucha de los trabajadores, que lograron romper con las pautas salariales fijadas por el equipo económico, la recuperación salarial no hubiera sido la que fue. Si como dice el documento, “las tareas fundamentales de esta etapa son la transmisión hacia la gente de los resultados de la gestión”, estamos en un problema. La fuerza política se transformaría en una especie de gran “comisión de propaganda” del gobierno, pero con el agravante de que esa “comisión” ni siquiera estaría muy convencida de lo que tiene que propagandear. Por último, coincidimos con el documento en que “La justicia, la eficiencia productiva, el crecimiento económico, la solidaridad con los más débiles, el avance hacia una sociedad más igualitaria, la participación democrática, se verían fuertemente comprometidos si la derecha volviera a gobernar este país. La derecha siempre apuesta a dividir para reinar. La izquierda debe tener muy presente que su fuerza principal está en la unidad de acción, en la capacidad de sumar la acción del gobierno, de la organización política y la participación popular”. Por eso entendemos que nuestro gobierno, en unidad de acción con la fuerza política y sobre todo apoyándose en la participación popular, debe aprovechar esta excepcional coyuntura histórica para profundizar los verdaderos cambios, aquellos que afecten la distribución de la riqueza y la justicia social, en un sentido verdaderamente democrático y popular.


14 de Noviembre de 2007

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