UN MODELO DE INTEGRACION DIFERENTE

En la actual situación internacional, en donde la competencia entre Estados Unidos y la Unión Europea es tan grande que se diría que se encaminan a una guerra comercial, la opción de la integración regional es para nuestros países, si no la única gran vía hacia el desarrollo, al menos la mejor apuesta. Y no sólo eso, sino que es además un objetivo movilizador y, no menos importante, un mandato común para los gobiernos progresistas de América. Un mandato que por otra parte viene de los tiempos de la independencia, y que pasa por San Martín, O`Higgins, Artigas, Sucre, Toussaint L`Ouverture., Bolívar, Martí, Sandino, Allende, el Che y tantos otros.
Pero lo cierto, es que esta coyuntura histórica favorable para concretar el sueño latinoamericano puede cambiar, y si no somos capaces de pertrecharnos adecuadamente todos los países de la región saldremos perdiendo, tal como ha sucedido siempre. Quien parece comprender esto con mayor claridad, es Hugo Chávez, y es por eso que propone un banco y un gasoducto regionales entre otros proyectos estratégicos; rechaza asociarse con los países que ceden ante Estados Unidos; presiona reuniéndose unilateralmente con Paraguay y Uruguay y luego va a San Pablo para tranquilizar a Lula y Kirchner e impulsarlos a mejorar el MERCOSUR. Estos últimos, a pesar de que la necesidad apremia y que la oportunidad es transparente, no han estado hasta ahora a la altura de las circunstancias y del desafío histórico. Deberían estar (también nosotros) impulsando con fuerza en el MERCOSUR proyectos de infraestructura, mecanismos de compensación para los países y regiones más débiles, instituciones, proyectos económicos de escala, y todo aquello que nos proyecte hacia una integración en serio y con visión de futuro; algo que preserve al proyecto integrador de los vaivenes de la política regional y mundial y lo saque de la abulia y mediocridad actuales. Aquello que dijo Tabaré de más y mejor MERCOSUR, y que nosotros apoyamos decididamente.

Las alternativas
Ahora bien, si el proyecto regional está en crisis, ¿cuáles son nuestras opciones? ¿la alternativa es MERCOSUR o TLC? Definitivamente no. Y ni siquiera es lo que más se acerca a nuestras definiciones programáticas adoptadas en el IV Congreso Héctor Rodríguez. Allí, en el capítulo referido al contexto internacional, decimos que “…una postura consecuentemente progresista implica el reforzamiento de la capacidad de los Estados Nacionales para decidir sobre los asuntos públicos. Esto es, una posición que … aporta a la construcción de una sociedad mundial sustentada por valores humanitarios, de solidaridad, democracia y justicia social, a la vez que respetuosa de la diversidad cultural, de las distintas civilizaciones y de los equilibrios medioambientales”. Y más adelante decimos: “Ante ello nos sumamos a la lucha por un nuevo orden internacional más justo y solidario, reafirmando nuestra clara postura antiimperialista”. Creo que nadie podrá afirmar que un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos es la vía para construir una sociedad sustentada en valores humanitarios, de solidaridad, etc, o la forma de manifestar nuestra clara postura antiimperialista y de luchar por un nuevo orden internacional mas justo y solidario.
Existe sin embargo un instrumento que está demostrando, fundándose en hechos, que otro tipo de comercio no sólo es posible, sino que ya está en práctica, y es el TCP (Tratado de Comercio entre los Pueblos), que se ubica en el marco del ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas). Este instrumento jurídico, firmado en La Habana el 29 de abril por los Presidentes de Bolivia, Cuba y Venezuela, nace como la alternativa continental al unilateralismo hegemónico de Estados Unidos, y postulando modelos de integración y comercio que son la antítesis de la difunta (al menos en estado de coma) Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y sus vástagos, los tratados de libre comercio (TLCs). El fracaso del modelo de desarrollo neoliberal y el despropósito de hacer competir a los países más débiles en un mercado internacional dominado por empresas transnacionales (lo que hace del libre comercio una entelequia) constituyen las razones principales que llevaron a Chávez y a Evo, junto a Fidel, a modificar el rumbo y a replantear los objetivos de la integración.
El punto de partida es la constatación de que el modelo de desarrollo que se aplica desde hace 20 años en casi todos los países de América no resolvió las necesidades más urgentes de las sociedades y, al contrario, provocó dos severas crisis financieras internacionales y decenas de incendios sociales que desestabilizaron la democracia.

Algunos principios rectores
El TCP no es una sigla más que compite con el TLC norteamericano sino un replanteo de la forma de relacionamiento entre países hermanos. El TCP incorpora objetivos ausentes en los actuales programas de integración económica propuestos por los países del Norte; entre ellos, el fundamental es el de reducir efectivamente la pobreza.
Para el TCP, el comercio y la inversión son factores entre muchos otros que contribuyen al crecimiento económico, pero nunca hay que olvidar que son medios y no fines del desarrollo. Subordina el comercio al desarrollo y bienestar humanos, y recalca que la política económica no puede reducirse al incremento del PIB o la liberalización comercial. De ahí que la prioridad del TCP es la mejora de los niveles de vida (ingresos, educación, salud, agua, cultura) y un desarrollo sostenible, equitativo, igualitario y democrático, con la participación consciente de los ciudadanos en la toma de decisiones colectivas.
Para el TCP, la competencia, la acumulación y el consumo no deben ser los únicos valores que rijan las relaciones internacionales, sino más bien la complementación, la cooperación, la solidaridad y el respeto a la soberanía de los países.
Morales y Chávez regresan al capitalismo de Estado y ensayan una ambiciosa propuesta de complementariedad comercial con la Cuba socialista. Buscan equilibrio con la naturaleza, equilibrio entre los ciudadanos y hacer de la cooperación una práctica habitual entre los pueblos. El TCP reivindica la justicia, que es éticamente superior a la razón práctica del lucro, y aspira a un modelo comercial sustentable que haga frente al mercantilismo que acumula y sobreexplota de forma insostenible.
En notas siguientes, iremos ampliando la información sobre el TCP y el ALBA, haciendo una comparación con nuestro programa y viendo las coincidencias notables entre los principios que impulsan esta nueva forma de integración y nuestra propia visión latinoamericana y artiguista. Pero lo que desde ya podemos afirmar, es que sin duda este tipo de acuerdo de integración está mucho más próximo a aquello que transcribimos más arriba de nuestro Congreso Héctor Rodríguez: “…una posición que aporta a la construcción de una sociedad mundial sustentada por valores humanitarios, de solidaridad, democracia y justicia social, a la vez que respetuosa de la diversidad cultural, de las distintas civilizaciones y de los equilibrios medioambientales”.
Miércoles, 21 de Junio de 2006

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