OPORTUNIDAD HISTORICA PARA LOS CAMBIOS
Que el Frente Amplio llegara a obtener el gobierno en una coyuntura histórica como esta, seguramente no estaba en los planes de nadie. Un mundo en crecimiento con porcentajes record en la historia y con todo lo que eso significa en cuanto a mercados, pero también en cuanto a precios de las materias primas exportables. Una América Latina en crecimiento, pero además girando a la izquierda e intentando llevar a cabo los sueños integracionistas de los próceres independentistas. Nadie podía esperar que el Mercosur fuera lo que es hoy, con nuevos países que se suman, con gobiernos progresistas y con pueblos empujando los cambios. Un continente ávido de cambios y pueblos dispuestos a comprometerse con los mismos, dándose incluso sus propios ámbitos de participación (Foro de San Pablo, Foro Social Mundial, etc.). Un imperialismo desacreditado y acorralado.
Si no es ahora…¿cuándo?
Si hay algo que está claro, es que cuando vienen tiempos de crisis, los que pierden siempre son los pobres. En esos momentos, “ajustarse el cinturón” significa que los pobres no coman, que no hayan recursos para las políticas sociales, que no existan inversiones en rubros como salud, educación, etc. mientras que se exonera de impuestos a las empresas y se les da todo tipo de facilidades para que estas puedan invertir y desarrollarse y de esa manera generar puestos de trabajo y mejoras de salarios con los que saldremos de la crisis, y entonces sí, ahí si, vendrá la redistribución del ingreso y la mejora en la inversión del Estado, producto del aumento de la riqueza del país.
De acuerdo a ese razonamiento, ahora es el momento. Estamos en un momento excepcionalmente bueno en el país; estamos en un momento excepcionalmente bueno en la región y en el mundo; tenemos unos precios excepcionalmente altos en las materias primas que exportamos; tenemos un aumento espectacular de la recaudación; hemos hecho ahorros significativos en el gasto del Estado simplemente terminando con las corruptelas; según nos dice el equipo económico hemos ahorrado divisas también (cosa por demás discutible) con el pago por adelantado de la deuda con el FMI; ya no perdemos con las inversiones de ANCAP en Argentina, y estamos ahorrando por la compra del petróleo a Venezuela; y hemos aumentado nuestros ingresos por un aumento constante de nuestras exportaciones. Entonces, la pregunta es: ¿por qué ahora no? Si no es ahora, ¿cuándo?, ¿cuándo sobrevenga una nueva crisis?
No es un problema económico. Es político.
Cuando se agita el fantasma de la inflación, en plena discusión sobre la Rendición de Cuentas, uno tiene derecho a pensar que eso se parece mucho a una operación política. Porque vamos a entendernos: sobre los márgenes de inflación posibles para un país cuando lo que está en juego es atender los reclamos del pueblo, hay varias teorías, y no una sola. La discusión es entonces sobre una diferencia de márgenes; sobre el tamaño del pretil sobre el que se camina, si se quiere así. Lo que está en cuestión es si cumplimos o no con el programa; si atendemos primero la deuda pública o la deuda social (cosa que ya estaba laudada). Porque cuando se critican los reclamos de la gente, hay que tener en cuenta que la gente espera más por dos razones fundamentales:1) porque estamos creciendo en forma excepcional, como ya dijimos, y 2) porque este es un gobierno de izquierda. Y lo que la gente razonablemente espera de un gobierno de izquierda, es que distribuya la riqueza a medida que el país crece. Y de un gobierno de izquierda espera que cumpla con sus promesas, que aplique el programa que comprometió ante la población. Quiero que se me entienda bien. No estoy poniendo en duda que este, nuestro gobierno, tenga una vocación distributiva. Son muchos los ejemplos de ello. A título de ejemplo, solamente nombremos: Plan de Emergencia, Plan de Equidad, Sistema Nacional de Salud, Consejos de Salarios, Reforma Tributaria. Lo que decimos es que no alcanza. Que tenemos que ir por más, porque podemos más. Porque nos comprometimos a más.
El Plan de Equidad no se negocia. El 4,5% para educación es un compromiso.
Sobre el Plan de Equidad, me remito a las palabras del compañero Tabaré el 2 de marzo: “A efectos de atender los distintos componentes de este Plan (equidad generacional, equidad de género, equidad de oportunidades, equidad territorial, educación, salud, asignaciones familiares, etc.) destinaremos, en principio, unos U$S 140 millones. Pero desde ya adelantamos, para que quede claro: así como en su momento dijimos que el Plan de Emergencia era irrenunciable e innegociable (y efectivamente fue irrenunciable e innegociable), ahora decimos que el Plan de Equidad es irrenunciable e innegociable. Los derechos de la gente son derechos. Y los derechos no se negocian”. No tengo que agregar ni que quitar nada a lo dicho por Tabaré.
Pero para hablar del tema del presupuesto de la educación, conviene también partir de lo dicho por Tabaré el 2 de marzo: “Porque la economía no es un fin, es un medio. Porque la gente no come indicadores, ni se enamora de las estadísticas. Mejorar la vida de la gente en sus aspectos más cotidianos supone, en las actuales circunstancias, priorizar presupuestalmente áreas tales como: educación, salud, seguridad interna, infraestructura. Y lo vamos a hacer.”
No es ocioso por otra parte señalar la importancia de invertir en educación. El propio Cr. Enrique Iglesias lo señalaba: “Hoy en día es la calidad de la educación y la apuesta a la ciencia y la tecnología lo que realmente nos va hacer enfrentar los desafíos del siglo XXI y ésta sí es un área típica de políticas públicas….Ojalá que nosotros hagamos de este tema, de este binomio calidad-educación y apoyo a la economía del conocimiento, yo creo que es una de las grandes vetas donde nosotros podemos imaginar el Uruguay del futuro” (Cr.Enrique Iglesias – Primera Jornada Nacional Sobre Desarrollo Planificación Gestión y Efectividad Para el Desarrollo). Porque además, invertir (no “gastar”) en educación es también invertir en el país productivo, como bien lo señalara el rector de la Universidad, Rodrigo Arocena, ya que la Universidad colabora investigando y formando para mejorar la producción nacional y la capacidad de atender la emergencia social, la salud, etc. Cuestiones que Arocena resumía en una frase: “la Universidad quiere ser cada vez más una institución para el desarrollo social y productivo del Uruguay”.
Lo cierto es que nuestro gobierno se comprometió ante toda la población a llevar el presupuesto de la educación al 4,5 % del PBI, porcentaje que está muy por debajo de los países más avanzados en desarrollo humano (alrededor del 6%). Y si se comprometió a ese porcentaje, es porque los cálculos le daban para llegar a eso (suponemos un gobierno serio que no promete lo que no puede cumplir). Y a todas luces las circunstancias desde que se hizo ese compromiso no han hecho otra cosa que mejorar, superando aún lo previsto (aumentaron la producción y la recaudación por encima de lo previsto). Entonces no hay ningún argumento valedero para no cumplir lo que se prometió.
Si no es ahora…¿cuándo?
Si hay algo que está claro, es que cuando vienen tiempos de crisis, los que pierden siempre son los pobres. En esos momentos, “ajustarse el cinturón” significa que los pobres no coman, que no hayan recursos para las políticas sociales, que no existan inversiones en rubros como salud, educación, etc. mientras que se exonera de impuestos a las empresas y se les da todo tipo de facilidades para que estas puedan invertir y desarrollarse y de esa manera generar puestos de trabajo y mejoras de salarios con los que saldremos de la crisis, y entonces sí, ahí si, vendrá la redistribución del ingreso y la mejora en la inversión del Estado, producto del aumento de la riqueza del país.
De acuerdo a ese razonamiento, ahora es el momento. Estamos en un momento excepcionalmente bueno en el país; estamos en un momento excepcionalmente bueno en la región y en el mundo; tenemos unos precios excepcionalmente altos en las materias primas que exportamos; tenemos un aumento espectacular de la recaudación; hemos hecho ahorros significativos en el gasto del Estado simplemente terminando con las corruptelas; según nos dice el equipo económico hemos ahorrado divisas también (cosa por demás discutible) con el pago por adelantado de la deuda con el FMI; ya no perdemos con las inversiones de ANCAP en Argentina, y estamos ahorrando por la compra del petróleo a Venezuela; y hemos aumentado nuestros ingresos por un aumento constante de nuestras exportaciones. Entonces, la pregunta es: ¿por qué ahora no? Si no es ahora, ¿cuándo?, ¿cuándo sobrevenga una nueva crisis?
No es un problema económico. Es político.
Cuando se agita el fantasma de la inflación, en plena discusión sobre la Rendición de Cuentas, uno tiene derecho a pensar que eso se parece mucho a una operación política. Porque vamos a entendernos: sobre los márgenes de inflación posibles para un país cuando lo que está en juego es atender los reclamos del pueblo, hay varias teorías, y no una sola. La discusión es entonces sobre una diferencia de márgenes; sobre el tamaño del pretil sobre el que se camina, si se quiere así. Lo que está en cuestión es si cumplimos o no con el programa; si atendemos primero la deuda pública o la deuda social (cosa que ya estaba laudada). Porque cuando se critican los reclamos de la gente, hay que tener en cuenta que la gente espera más por dos razones fundamentales:1) porque estamos creciendo en forma excepcional, como ya dijimos, y 2) porque este es un gobierno de izquierda. Y lo que la gente razonablemente espera de un gobierno de izquierda, es que distribuya la riqueza a medida que el país crece. Y de un gobierno de izquierda espera que cumpla con sus promesas, que aplique el programa que comprometió ante la población. Quiero que se me entienda bien. No estoy poniendo en duda que este, nuestro gobierno, tenga una vocación distributiva. Son muchos los ejemplos de ello. A título de ejemplo, solamente nombremos: Plan de Emergencia, Plan de Equidad, Sistema Nacional de Salud, Consejos de Salarios, Reforma Tributaria. Lo que decimos es que no alcanza. Que tenemos que ir por más, porque podemos más. Porque nos comprometimos a más.
El Plan de Equidad no se negocia. El 4,5% para educación es un compromiso.
Sobre el Plan de Equidad, me remito a las palabras del compañero Tabaré el 2 de marzo: “A efectos de atender los distintos componentes de este Plan (equidad generacional, equidad de género, equidad de oportunidades, equidad territorial, educación, salud, asignaciones familiares, etc.) destinaremos, en principio, unos U$S 140 millones. Pero desde ya adelantamos, para que quede claro: así como en su momento dijimos que el Plan de Emergencia era irrenunciable e innegociable (y efectivamente fue irrenunciable e innegociable), ahora decimos que el Plan de Equidad es irrenunciable e innegociable. Los derechos de la gente son derechos. Y los derechos no se negocian”. No tengo que agregar ni que quitar nada a lo dicho por Tabaré.
Pero para hablar del tema del presupuesto de la educación, conviene también partir de lo dicho por Tabaré el 2 de marzo: “Porque la economía no es un fin, es un medio. Porque la gente no come indicadores, ni se enamora de las estadísticas. Mejorar la vida de la gente en sus aspectos más cotidianos supone, en las actuales circunstancias, priorizar presupuestalmente áreas tales como: educación, salud, seguridad interna, infraestructura. Y lo vamos a hacer.”
No es ocioso por otra parte señalar la importancia de invertir en educación. El propio Cr. Enrique Iglesias lo señalaba: “Hoy en día es la calidad de la educación y la apuesta a la ciencia y la tecnología lo que realmente nos va hacer enfrentar los desafíos del siglo XXI y ésta sí es un área típica de políticas públicas….Ojalá que nosotros hagamos de este tema, de este binomio calidad-educación y apoyo a la economía del conocimiento, yo creo que es una de las grandes vetas donde nosotros podemos imaginar el Uruguay del futuro” (Cr.Enrique Iglesias – Primera Jornada Nacional Sobre Desarrollo Planificación Gestión y Efectividad Para el Desarrollo). Porque además, invertir (no “gastar”) en educación es también invertir en el país productivo, como bien lo señalara el rector de la Universidad, Rodrigo Arocena, ya que la Universidad colabora investigando y formando para mejorar la producción nacional y la capacidad de atender la emergencia social, la salud, etc. Cuestiones que Arocena resumía en una frase: “la Universidad quiere ser cada vez más una institución para el desarrollo social y productivo del Uruguay”.
Lo cierto es que nuestro gobierno se comprometió ante toda la población a llevar el presupuesto de la educación al 4,5 % del PBI, porcentaje que está muy por debajo de los países más avanzados en desarrollo humano (alrededor del 6%). Y si se comprometió a ese porcentaje, es porque los cálculos le daban para llegar a eso (suponemos un gobierno serio que no promete lo que no puede cumplir). Y a todas luces las circunstancias desde que se hizo ese compromiso no han hecho otra cosa que mejorar, superando aún lo previsto (aumentaron la producción y la recaudación por encima de lo previsto). Entonces no hay ningún argumento valedero para no cumplir lo que se prometió.
Miércoles, 09 de Mayo de 2007
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